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HISTORIA DEL URUGUAY
EDUARDO ACEVEDO
HISTORIA DEL URUGUAY
TOMO V
ABARCA LOS GOBIERNOS DE BERRO, AGUIRRE
Y FLORES
DESDE 1863 HASTA 1868
MONTEVIDEO
Imprenta Nacional
1923
110G003
Zif
I
GOBIERNO DE BERRO. — 1860-1864
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in 2010 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/manualdehistoria05acev
CAPÍTULO I
Movimiento político
Don Bernardo P. Berro es elegido Pi'esidente de la Rei)ública.
Desde los primeros días del año 1860 empezaron los trabajos
políticos para la elección presidencial que debía tener lugar el
1." de marzo.
Había cuatro candidatos: don Julio Pereira, hijo del Presidente
de la República, don Bernardo P. Berro, el coronel Diego Lamas
y el doctor Eduardo Acevedo que vivía en Buenos Aires desde
la caída del gobierno de Giró.
La candidatura de don Julio Pereira encontró grandes resisten-
cias y el mismo candidato tuvo que recurrir a. la prensa para
decir que él no había autorizado a nadie para que realizase tra-
bajos a su favor. Pero «La República» que era el diario que lo
liabía proclamado, siguió en su prédica y próximo ya el día de la
elección presidencial publicó un artículo alarmista en que decía:
¿Sabéis dónde vemos el síntoma infalible de la anarquía del
país? En la anarquía de las Cámaras... ¿Dónde está el candidato
del país? Eso Dios lo sabe. Lo que es los representantes del pue-
blo — pasma decirlo — no lo conocen todavía. Pueblo oriental:
he ahí la verdad de la situación; he ahí cómo responden los re-
presentantes del pueblo al sagrado mandato que les confiasteis.
¡Dios salve al país I ¡Dios tenga cuenta de sus futuros destinos y
disipe la anarquía y el caos que presentimos!»
En otro artículo, escrito casi al mismo tiempo, anunciaba que
una división de mil hombres reclutada en los departamentos de
Minas y Maldonado, avanzaba sobre Montevideo bajo el mando
del coronel Burgueño, y que de otros departamentos habían empe-
zado también a salir tropas. La Policía arrestó al director del dia-
rio, aumentando con ello las agitaciones del escenario político.
En la víspera de la elección estaban así distribuidos los votos
de los legisladores: Diego Lamas 19. Eduardo Acevedo IS, Ber-
nardo P. Berro 12.
, HISTOKIA DEL IIJUGUAT
La candidatura del doctor Acevedo levantaba grandes resis-
tencias entre los caudillos militares, que habrían aceptado de
buena gana al hijo del Presidente Pereira que aseguraba la per-
manencia del régimen en que ellos eran dueños y señores de
toda la campaña, y que eliminada esa candidatura sólo toleraban
la de don Berjiardo P. Berro.
"La Tribuna Nacional" que sostenía esta última candidatura
acababa de decir:
«Están interesados en su triunfo todos los hombres de acción
y de prestigio que tiene la República: los Olid, los Burgueño,
los Crosa, los Muñoz, los Cames, los Pérez, los Acuña, los Apa-
ricio y tantos otros que ansian la elección del señor Berro para
la presidencia de la República».
Era necesario evitar la catástrofe, y entonces los partidarios
de la candidatura Acevedo resolvieron plegarse en masa a la de
Berro y su ejemplo fué inmediatamente seguido por los parti-
darios de la candidatura Lamas.
Habían quedado, pues, uniformadas las opiniones bajo la
presión de los caudillos militares y el 1.° de marzo obtuvo don
Bernardo P. Berro 47 votos, contra 4 que obtuvieron don Diego
Lamas, don Juan Francisco Giró y don Bernabé Caravia.
Al prestar juramento dijo el Presidente electa:
"En el nuevo destino que me ha sido confiado no seré otra
cosa que el hombre de la patria y de la ley."
Y contestando en seguida al Presidente de la Asamblea, agregó:
"El cumplimiento estricto de la ley, la observancia de la Cons-
titución, la protección de la religión del Estado — como dice muy
bien eil Presidente de la Asamhlea — será uno de mis primeros
deberes".
La población de Montevideo que había pasado horas de cruel
incertidumbre ante las noticias alarmantes que llegaban de la
campaña, recibió con aplauso el resultado de la elección entre-
gándose en seguida a manifestaciones de regocijo — iluminaciones
y serenatas — que se prolongaron hasta alta« horas de la noche.
El pi'ogrania de Beñ'o.
Eran conocidas de largo tiempo atrás las tendencias de don
Bernardo P. Berro a favor del acercamiento de los partidos, ex-
teriorizadas así en una carta de 1855:
«Desde la solución de octubre de 1851 mi pensamiento fijo e in-
go!;:k::no ue ntuno
variable ha sido la unión... He creído siempre como creo aho-
ra que sin la unión así bien entendida, no habría seguridad para
nuestra independencia, ni solución para nuestras institucio-
nes, ni paz duradera, ni libertad, ni nada bueno para nuestra
patria. He creído siempre como creo aihora que esa unión no
puede efectuarse bajo la bandera de ningún partido, que sólo
puede tener lugar en el campo nacional, disueltos los partidos
y olvidando completamente el pasado. Estas creencias han venido
a ser mi religión política, a la que estoy adherido con mi razón
y mi conciencia'.
Tres años después de su elección, al ofrecer la cartera de Re-
laciones Exteriores a don Juan José de Herrera, concretaba así
el Presidente Berro su programa de gobierno:
«Exijo pleno acuerdo sobre estos tres puntos: ejercicio electoral,
régimen municipal y cuestiones eclesiásticas.»
Ejercicio electoral:
"'En el estado a que ha sido reducido el pueblo por efecto
de nuestros continuos desórdenes, es indudable que el Gobierno
dominará las elecciones siempre que quiera. Acostumbrados a
verle ejercer irresistiblemente ese dominio cuantas veces lo ha
intentado, no bien lo vean tomar una actitud decidida en la luclia
electoral se persuadirán de que es inútil toda oposición o aban-
donarán el campo o asistirán pro forma tan sólo para hacer lo
que se les diga por los agentes y parciales del Gobierno. Una
elección hecha de ese modo podrá no hay duda dar buenos repre-
sentantes, pero el bien que éstos hagan será injinitaniente menor
que el mal de dejar en pie y con más intensidad un vicio perma-
nente, destructor de la República y generador de cuanto mal han
sufrido estos países."
Régimen municipal:
"La savia que da vida, alimenta y hace desarrollar el régimeu
reipublicano, no está arriba en el gobierno; no desciende de éste
ai pueblo; está abajo en el pueblo y sube de aquí para arriba,
al gobierno». Urge, pues, plantear la institución municipal, pero
ampliamente libre y con moivimiento propio, aunque sujeta a fis-
calización para evitar el abuso.
Cuestión religiosa:
El patronato es una ley constitucional; por resistir a ella,
el Gobierno ha retirado el pase al breve de institución del vicario
apostólico. Sólo cabría la reposición mediante el acatamiento al
patronato. Hay quien sostiene que el Gobierno no tiene el derecho
10 HISTORIA DEL URUGUAY
de intervenir en el nombramiento de los curas, pero tal preteasión
es contraria al patronato.
Entresacamos del mismo programa estas otras ideas:
No dar privilegios a ninguna nación como medio de tener la
amistad de todas.
Sostener la nacionalidad oriental de los hijos de extranjeros.
Rechazar la institución de las comisiones mixtas.
Abrir las puertas de la patria a los emigrados orientales en
la Argentina.
Procurar la cooperación diplomática de la Francia y de la
Inglaterra cerca del Gobierno Argentino para garantizar la paz
y el orden de nuestro país.
«Conservarse sieniípre fuera y encima de todos los partidos y
círculos. Servirse de sus hombres y darles preferencia si fuere
necesario consultando en ello tan sólo los intereses del país y
los propósitos del Gobierno en ese sentido."
Sanción de Códigos en reemplazo de la actual legislación.
Fomento de la colonización agrícola.
Establecimiento ae ferrocarriles y puentes.
Adquisición de un terreno para granja experimenta!.
Mensura del territorio nacional.
Establecimiento del libre cambio.
Creación de un banco nacional con monopolio de la emisión
menor.
Sanción de una ley de bancos hipotecarios y bancos de emisión
y de descuentos.
Todo un vasto y hermoso programa, cO'mc se ve.
Juicios (le la prensa acei-ca del gobierno de Berro.
-Don Bernardo P. Berro integró su ministerio con los mismos
ciudadanos que habían figurado en la contienda presidencial que
acababa de terminar. Confió la cartera de gobierno y relaciones
exteriores al doctor Eduardo Acevedo, la de guerra al coronel
Diego Lamas y la de hacienda a don Tomás Villalba. Y en el
acto entró la' Casa de Gobierno en un tren de actividad nunca
alcanzado hasta ese momento.
El Presidente Berro, decía "La República", se pasa en el
Fuerte desde las 11 de la mañana hasta las 4 y 112 de la tarde,
ocupándose de las cosas de gobierno y recibiendo a todo aquel
que quiere verlo. «Todo habitante de la República tiene el de-
GOBIERNO DE BERRO 1 !
recho y la facilidad de hacer llegar el conocimiento de las
injusticias que se le hagan, al Presidente de la República... El
fácil acceso al primer magistrado es un cuarto poder moral que
vemos fundar por primera vez en la República".
Los Ministros tenían un horario más largo, pues iniciaban ol
trabajo a las lu y lo terminaban sin interrupción alguna, porque
era continuo, a las 4 y 1|2. Uno de ellos, el de Hacienda,
recogiendo ideas sostenidas por su colega de Gobierno, organizó
una Junta Consultiva compuesta de don Marcos Vaeza, don Ri-
icardo Hughes, don Cándido Joanicó, don Florentino Castellanos,
don Juan Ramón Gómez, don Jaime Cibils, don Manuel Herrera
y Obes, don Tomás Tomkinson, don Luis Lamas, don Pablo Du-
plessis, don Juan Miguel Martínez, don Adolfo Vaillant. don
Luis Lerena, don .Joaquín Errázquin y don Juan B. Capurro
para el estudio de las cuestiones de hacienda. La Junta estaba
encargada de dictaminar en los asuntos que le pasara el Minis-
terio y de proponer a la vez medidas encaminadas al fomento de
la industria y del comercio y al mejoramiento del régimen ren-
tístico.
Ya tendremos oportunidad de señalar el resultado de esa in-
tensa labor ministerial, que la prensa ajena al Gobierno aplaudía
con una uniformidad y un entusiasmo jamás exteriorizados hasta
entoaces en esa forma.
«La Reforaia Pacífica».
Véase lo que decía en julio de 1860 «La Reforma Pacífica» de
Buenos Aires que redactaba don Nicolás Calvo:
"Cinco meses cuenta apenas de existencia la administración
Berro y en ese lapso de tiempo la fisonomía del país ha cambiado
completamente. La confianza se ha arraigado. El crédito del país,
que estaba muerto, ha revivido: el principio de autoridad se ha
afianzado, no por el poder de las bayonetas, sino por la austeridad
de principios de los hombres que dirigen la administración; en
una palabra, la ilustrada y progresista administración del señor
Berro ha sabido conquistar simpatías y respeto dentro y fuera del
país. El estado del comercio y de la industria es próspero y el
adelanto en todos los departamentos es visible. En nuestra opinión
pasaron para la Repuública Oriental los tiempos de distu-'bios, para
hacer lugar a la era de paz y de orden, bajo cuya influencia
marcha a grandes pasos a su mejora y engrandecimiento. La fiebre
12 HISTORIA DEL UBUGCAY
lie los partidos ha calmado y de ello da prueba relevante la mo-
deración y buen sentido de la prensa oriental».
Al finalizar el año agregaba:
«La administración del señor Berro siempre bien inspirada con-
tinúa en su marcha liberal y progresista, dando cada día mayores
garantías de orden y de libertad; bajo su acertada dirección el
comercio prospera y el crédito del país se ha elevado a una al-
iara que asombra a los que conocían su postración y los escasos
recursos de sus finanzas. El prodigio operado en la hacienda del
Uruguay es el fruto de la moralidad que distingue a los Ministros
del señor Berro, hombres verdaderamente probos, honrados e in-
teligentes. Según datos fidedignos que tenemos de aquel país, no
se advierte en él el menor síntoma de descontento, y a admin s-
tración del señor Berro ha tenido el tacto de satisfacer las exigen-
cias de la opinión pública y de marchar tan de acuerdo con ella
que ha desarmado aún a sus mismos enemigos políticos, que no
han tenido pretexto para atacarla.»
Don Nicolás Calvo se trasladó a Montevideo a principios de
1S62 por efecto de los acontecimientos políticos que acababan de
desenvolverse en la Argentina, y se trasladó con su imprenta para
continuar aquí la publicación de «La Reforma Pacífica». Y véase
cómo se expresaba en esa oportunidad acerca del ■ gobierno de
Berro:
«La libertad en la ley parece imperar aquí y a su amparo pro-
metemos hacer uso de los derechos que acuerda la Constitución
Oriental a los que la invocan. Nuestro propósito es de tomar parte
en las cuestiones orientales siempre que lo creamos oportuno, con
el derecho que nos dan sus sabias leyes, con el mismo derecho
con que la han tomado y la toman los emigra)dos orientales allí
asilados, y debemos declarar que en el caso de hacerlo formare-
mos en las filas de los defensores de la actualidad, porque reina
aquí la libertad en la ley y porque estamos de perfecto acuerdo con
la política dominante.»
Varios meses después volvía a hacer el elogio del gobierno de
Fierro en estos términos:
«Inalterable es la tranquilidad de que di.sfruta este país bajo el
gobierno actual. En lodos los puntos del territorio rigen las ins-
tituciones y la libertad en la ley protege los actos de los ciuda-
danos en todas sus manifestaciones. Cualquiera que sea el ardor de
lofi partidos en presencia y por grande y poderosa que pueda con-
siderarse como en todos estos países la influencia personal de sus
GüIUKR.NO UE HERliO 13
hombres principales, es fuera de toda duda y confesado hasta por
loF más ardientes enemigos de la actualidad, que las libertades pú-
blicas se mantienen incólumes, que la ley nivela todas las cabezas
y los derechos más esenciales del hombre en sociedad se respe-
tan por la autoridad verdaderamente liberal e ilustrada, cuya
acción protectora no se deja sentir sino en la órbita más estricta
de sus atribuciones legales. La perfecta independencia de los tres
poderes en que se delega la soberanía del pueblo, asegura por
su equilibrio la libertad de todos, a la vez que garante el derecho
y hace práctico el deber de cada uno. Pueden presentarse hechos
tipiados, ya de autoridades subalternas o de agentes más o menos
notables de la situación, que salgan del límite legal, pero son raros
esos casos y como excepción prueban la regla general. No hay
un país por quieto y tranquilo que sea, donde las pasiones, los in-
tereses, la ignorancia misma de los agentes subalternos de la au-
toridad, no llegue a comprometer la más alta y respetable vo-
luntad aunque a veces impotente del jefe del Estado, porque está
en la naturaleza humana el error; pero la responsabilidad de los
jefes de gobierno se salva cuando la represión sigue con pron-
titud a la falta. Dos homicidios perpetrados en el Departamento
de Tacuarembó por un Comisario que alega motivos, han servido
dfc tesis para interminables acusaciones a la administración. No
conocemos ningún otro gobierno sin embargo desde la declaración
de la independencia oriental que se haya mostrado más escru-
puloso observador de la ley; y sean cuales fueren los cargos gra-
tuitos que formula la pasión de partido, la oposición sistemada y
las ambiciones personales, una verdad resalta con evidencia para
todos, y es que el respeto a la ley es el rasgo más pronunciado
riel Ejecutivo de la República. Y sólo esta calidad, esta calidad
suprema, de suprema importancia para el país, basta para consi-
derar el gobierno de Berro como uno de los mejores que hayan
dirigido los destinos de la República.»
«La Confederación».
Otro órgano de la prensa argentina, «La Confederación», decía
a principios de 1861, luego de referirse al tren de progreso en
aue estaban nuestros departamentos de campaña:
«La Banda Oriental parece que vuelve por el honor de las re-
públicas del plata... en su orden administrativo da saltos colosa-
les, reivindica su crédito, arregla y redime su crecida deuda, pro-
14 HISTORIA DEL URUGUAY
cura establecer la moral eu todos los ramos, paga con regularidad
y sus empleados, y va de este modo ahondando el cimiento de su
regeneración gubernativa... En su orden económico y comercial
profesa las prácticas más liberales y protectoras. Su riqueza a
favor de la paz se esparce de una manera prodigiosa. La industria
aerícola asombra por su desenvolvimiento. Su riqueza pastoril cu-
'•re millares de leguas de una de las más ricas campañas de Amé-
rica. Después de cuarenta años de guerra, después de un sitio de
diez años sobre su capital, el Estado Oriental reacciona en un
scmtido tan venturoso. Esto es verdaderamente honroso para los
orientales. Su país es uno de los ejemplos que puede citar hoy la
América como una muestra de cordura, como un vengador de las
injurias contra la organización republicana. Es envanecedor para
los orientales que pueda decirse de su país después de tan largos
infortunios que lo abrumaron — ^mirad esa joven República dando
honrosos ejemplos de moral política y preparando con acierto sus
brillantes destinos. ¡Ojalá que logren radicarse eternamente allí
los mobles afanes de la sensatez y del patriotismo! Algunos años
de perseverancia y el pueblo oriental, bajo el impulso de la paz y
del orden, será uno de los pueblos más remarcables del Nuevo
Mundo».
«JOR>-AL no COMJIERCIO».
«Con razón se regocijan los orientales de la creciente y notable
prosperidad de su país», decía e.ste diario al trazar en su retros-
pecto de enero de 1861 las grandes líneas políticas y económicas
del Uruguay.
«Er> PiKiu.o».
Vaniü.s a reproducir ahora la opinión de algunos de los escri-
tores nacionales, eligiendo naturalmente los de credo político
opuesto al del Presidente Berro.
El doctor Fermín Ferreira y Artigas se hizo cargo de la redacción
de «El Pueblo» a principios de 1861. Luego de examinar la si-
tuación, decía esbozando su programa:
«Pero la época de desquicio ha desaparecido para dar paso a
otra de reorganización, y es preciso que cada uno de aquellos en
cuyo corazón hay una fibra que late en nombre de la patria, lle-
vemos una piedra para la construcción del edificio del porvenir.
GOBIERNO DE HEUKO 15
Decimos que empieza la obra de reorganización, porque comparando
la marcha de la administración presente con las pasadas, descu-
brimos en fila la integridad e inteligencia, bases de la garantía
que constituye la felicidad del pueblo».
Enpiezan a circular rumores de revolución, agregaba; pero al
Gobierno le resultaría muy fácil combatirlos.
«Dependen sólo de que la autoridad no se ha colocado a bastante
altura para salvar la barrera que le oponen las pretensiones de
círculo y haciendo efectivos los derechos que la Constitución
acuerda a todos los ciudadanos se rodee de esa aureola que se llama
opinión pública y que es la verdadera fuerza de los gobiernos».
Pero «si hubiera una tentativa armada contra la marcha cons-
titucional del Gobierno, todos los hombres de orden y de principios
rodearíamos su autoridad y haríamos impotentes las aspiraciones
personales en perjuicio de los intereses bien entendidos del país.»
«El Comekcio del Plata».
Este diario que reapareció a fines de 1861 bajo la dirección de
don Francisco J. Aguilar, decía caracterizando la situación del
país en su primera revista para el exterior:
«No obstante su progreso es creciente. La idea de la paz está
arraigada en todos los habitantes y la autoridad siguiendo una
marcha templada y razonable, si no satisface todas las aspiracio-
nes al menos garante y hace efectivos todos los derechos sociales».
Comentando luego los rumores de revolución a que daba origen
la incorporación del general Flores y otros militares orientales
al ejército argentino, decía:
«Las revoluciones no se improvisan. Son más bien preparadas
por los sucesos que por los hombres, y cuando no tienen por base
una razón justa y un interés legítimo tienen que fracasar, porque
kt. falta el apoyo de la opinión pública que no se subleva sino ante
la violación de loá derechos sociales. Puede creérsenos porque nada
nos liga con la política actual, ni aceptaríamos en ella la mínima
posición o ingerencia; pero en honor de la verdad encontraríamos
absurda cualquier tentativa contra un gobierno moral y circuns-
pecto que mantiene la paz, fomenta el progreso y garante todas las
¡•nmunidades del ciudadano».
Pasados los primeros días ingresó en la redacción de «El Co-
mercio del Plata» el doctor Fermín Ferreira y Artigas.
«Queremos ser francos una vez por todas — escribía el nuevo
16 lUSIOUrA UEI. UKcGLAY
rodactoi' — ao abjuramos nuestras creencias políticas en todo lo
que ellas tengan de noble y elevado; pero no traemos a la arena
del periodismo odios ni recriminaciones, porque la era que se abre
es de reorganización y porque felizmente el Gobierno de la Re-
pública marcha dentro de la esfera de la ley y hace prácticas las
garantías constitucionales.»
«Nuestro país — escribían el doctor Ferreira y el señor Aguí-
lar en otro artículo — a pesar de la influencia de las cuestiones
argentinas, sigue próspero y feliz, gozando la prensa, el pensa-
miento y la palabra de la libertad completa que es la base de
nuestro f-istema republicano».
«Sigue pacífico y próspero — agregaban algunas semanas después
— dando uu ejemplo poco común en la América del Sur de res-
peto a las instituciones, de una perfecta estabilidad y con todas
las probabilidades de conquistar la importancia política y comer-
cial que tuvo en algún tiempo».
Un tercer periodista de marcada filiación colorada se incorporó
a «El Comercio del Plata» en diciembre de 1861: don José Cán-
dido Bustamante. Y bajo la firma de este ciudadano y del doctor
Fermín Ferreira y Artig'as, se comentaba asi la reanudación de la
corrieni»; inmigratoria en el puerto de Monte\ideo:
«Una prueba palpitante de la confianza que empieza a inspirar
a las naciones europeas el estado de nuestro país ha sido el arribo
a nuestras playas de 1,200 inmigrantes que b;iii venido en buques
franceses, españoles e italianos fondeados en un solo día en nues-
tro puerto».
Don José Cándido Bustamante se trabó a raíz de su incorpora-
ción a la prensa, en ardorosa polémica con el doctor Antonio de
las Carreras acerca de los fusilamientos de Quinteros, y en el curso
de esa polémica escribió bajo su firma un artículo en que decía
hablando del gobierno de Berro:
«Pasaron ya las épocas calamitosas y con ellas las influencias
de los círculos y las camarillas que tanto influyeron sobre la
triste suerte de las sociedades y de los pueblos. A las densas ti-
nieblas del crimen del error y de la prevaricación, se sucedió la
aurora de una época de ventura para la patria, iluminada por el
sol radiante de la libertad. La nave del Estado, próxima a zozobrar
entre las inhábiles manos de imbéciles gobernantes, se ve merced
al cielo libre de los perniciosos riesgos que la amenazaban, go-
l)ernada hoy y dirigida por la senda de salvación bajo el amparo
del primer magistrado de la República, que no debe dudar de la
GoiiiKRNo uf: hkkko 17
CDoperaciún de los hombres de corazón, siempre que aliente en
ellos la esperanza de arribar a puertos venturosos de seguridad y
bienandanza para todos. Nieguen esto los que crean que cuando
niojanios nuestra pluma en hiél para defender la verdad contra
la mentira, la inocencia contra la calumnia, lo hacemos puramente
guiados por espíritu de partido...»
4-Pero en una época de bienestar, de progreso, de libertad, de
«eguridad para todo ciudadano que respete la ley y el orden; en
que el Código Constitucional no es una quimera; en que la virtud
administrativa es una práctica; en que todo ciudadanp por deber,
por patriotismo y hasta por gratitud debe empeñarse en sostener
y hacer efectiva la estabilidad del actual Gobierno, ya sea por me-
dio de la palabra, ya por medio de la acción, nadie, nadie tiene de-
recho ni fuerza para ahogar la voz de la razón en nuestra garganta,
para detener el pensamiento, para encadenar la idea».
No tardó don José Cándido Bustamante en asumir la dirección
política del diario, quedando el doctor Fermín Ferreira y Ar-
tigas como redactor en jefe, don Juan Pedro Castro como en-
cargado de la sesión comercial, y el doctor Francisco Antonino Vi-
dal como encargado de la sección científica.
Hablando «El Comercio del Plata» e esta nueva etapa de su
reorganización sobre la crisis Argentina y su repercusión entre nos-
otros, decía confirmando sus apreciaciones acerca del gobierno de
Berro:
«Ya que la República Oriental por el buen acierto de su go-
bierno proclama el principio de neutralidad, nada tiene que te-
mer del resultado de la cuestión argentina, porque ni Buenos
Aires que ha reconocido tácitamente su honorable conducta, ni
nuestros propios amigos políticos aun cuando tuvieran su apoyo,
vendrían sin injusticia a turbar la tranquilidad de un país que
marcha por la senda del progreso y cuyo gobierno aun cuando no
sea de nuestras afecciones políticas cumple exactamente las dis-
posiciones constitucionales.»
La polémica acerca de Quinteros pasó de la prensa al jurado
popular y refiriéndose a las garantías plenas de que gozaba, escri-
bió don José Cándido Bustamante un editorial en que decía:
«Don Bernardo P. Berro es blanco; respeta la ley fundamental,
permite la libre discusión de los hechos, da al ciudadano lo que
de suyo le pertenece y ojalá dé a los demás lo que hasta ahora
Be les ha negado para poder decir: el partido que combatió al
general Flores, colorado, porque erró, el partido que combatió a
2-V
18 ~ HISTORIA DEL UKUOUAY
Pereira, colorado, porque holló la ley santa, hoy ayuda a Berro,
blanco, porque tiene en sí la convicción de que cumple con el de-
ber sagrado del magistrado.
«La Pbexsa Okiextal».
Este diario, también de filiación colorada, üiiigido por don Isi-
doro De-María y don Juan Manuel de la Sierra, decía a principios
de 1861:
«Las brisas de la paz llevan por sereno mar el bajel de la más
joven de las repúblicas sudamericanas. Con la sonda en la mano,
la fe en Dios y la mirada en la brújula, la conduce su inteligente
piloto al prometido puerto de felicidad salvando los escollos del
camino y entre los alegres cantares de sus satisfechos tripulantes.»
Y agregaba refiriéndose a los rumores de invasión por la costa
del Uruguay de algunos de los emigrados políticos asilados en Bue-
uos Aires y de las medidas tomadas para repelerlos:
«Para los hombres pensadores ningún temor fundado puede ha-
l)er de una tentativa semejante, que se estrellaría en el ambiente
proiiunciado del país por la paz y contra las vías de hecho, que
no han dado otro fruto en los pueblos de nuestra habla que em-
peorar su situación, recargarlos de deuda, aniquilar su industria
y su comercio, desconceptuarlos ante el extranjero y condenarlos
a la terrible disyuntiva de engendrar el despotismo del sable o
ia devorante anarquía. En honor de la verdad y de nuestros pai-
sanos, cumple decir aquí que la emigración oriental asilada en
lü República Argentina se mantiene en una actitud tranquila e
inofensiva, esperando de la razón ilustrada de los legisdadores de
su patria la sanción definitiva de la ley pendiente de amnistía,
que ha de abrirles sus brazos y sus puertas sin violencia para re-
tornar al regazo de la madre común, cerrando para siempre el
vórtice de la revolución, afianzando la tranquilidad del país bajo
la égida de las leyes y del gobierno liberal y prestigioso que to-
dos respetan y quitando por fin todo asidero a los que han espe-
culado de ordinario con nuestras desgraciadas disensiones intes-
tinas.»
Varias semanas después hablaba así de la labor realizada por el
Gobierno:
«Un año hace hoy que el ciudadano don Bernardo P. Berro ocupa
la presidencia de la República. Las esperanzas que concibió el
país a su advenimiento al i'odrr no han sido defraudadas. Por el
GOBIKKNO i»K BEKKO 19
contrario se han realizado hasta donde era humanamente posible,
atendiendo al tiempo y a las dificultades que a fuerza de trabajo
y perseverancia habrá- tenido que ir venciendo la actual adminis-
tración para llegar al resultado satisfactorio que se prometía. Es-
píritu reposado, hombre probo e inteligente, moderado y modesto
por carácter, liberal y progresista, amigo ardiente de la gloria y
ventura de la patria, no ha desmentido a nuestro juicio el un-
gido del pueblo la coníianza que se depositó en su integridad y
\irtudes cívicas... Los hechos hablan y ante su luz resplande-
ciente, ante el poder de su elocuencia, no puede oscurecerse ni
rebajarse el mérito sobresaliente de la actual administración pre-
sidida por el señor Berro. No tenemos necesidad de relacionarlos.
Son notorios, son patentes a propios y extraños. Ha reconstruido,
ha mejorado, ha organizado, extirpando abusos, moralizando. Ha
echado las bases del crédito, ha redimido propiedades del Estado,
ha atendido con regularidad el pago de las listas civil y militar,
pensionistas, jubilados etc., en la forma acordada, sin que haya
fallado un oolo mes, un solo día de los prefijados para su abono.
Ha reanudado lazos de amistad, ha fortificado relaciones amiga-
bles y recíprocas con los países o gobiernos extraños. Ha impul-
sado el progreso material, moral e intelectual del país. Ha mante-
nido y consolidado la paz pública bajo el suave imperio ^de las
instituciones liberales que nos rigen. Ha hecho sentir la acción be-
néfica de su autoridad en todo sentido y en todo el país. Ha propen-
dido a la calma tan necesaria de todos los espíritus agitados en el
revuelto mar de las pasiones que nos dividieron, que nos ensan-
grentaron, buscando en la reconciliación sincera, gradual y razo-
nable de los hijos de esta tierra tan trabajada por los infortunios.
Ja tranquilidad, las garantías y la ventura de todos. Ha abierto
con mano amiga las puertas de la patria a los que sucesos lamen-
tables habían separado de ella, y propende dentro de la órbita
di? sus atribuciones a que se complemente su obra y sus deseos en
esta parte. En una palabra: ha hecho el bien hasta donde lo han
permitido sus fuerzas y basta. El país lo goza, lo experimenta y
lo bendice.»
La población italiana de Montevideo promovió en mayo de 1861
grandes manifestaciones de adhesión a la unidad de Italia que
congregaron más de 20,000 almas. No pudieron celebrarse en Bue-
nos Aires manifestaciones análogas por haberlas prohibido el Go-
bierno. Y he aquí lo que con tal motivo escribían los directores
de «La Prensa Oriental»:
20 HISTORIA DEL URUGUAY
«Este contraste resaltante hablará con sobrada elocuencia a
nuestros lectores de ultramar eu favor de la actualidad de Moute-
■video, de los goces que encuentran en él los extranjeros y del li-
beralismo y confianza de un gobierno de que darán testimonio la
correspondencia particular y aún la de los agentes respectivos...
Parece que algunos ultramontanos no miraban con gusto los feste-
jos hechos en honor de la causa de la libertad y de la civilización
en Italia, que envolvía la derrota del jesuitismo, y de ahí la
divulgación de ciertas especies alarmantes, que aunque el buen
sentido público las botara al desdén pudieron inquietar a a!guno.-i
espíritus aprensivos o timoratos.»
«El país — insistía «La Prensa Oriental» en octubre — conti-
núa gozando de paz y preocupado solamen''^ del ii;»'remento de bU
prosperidad. No hay lucha de partidos. La acción de los poderes
públicos sólo se hace sentir para el bien en la esfera de sus facul-
tades y de conformidad con los recursos de que dispone para rea-
lizarlo. Su anhelo es la paz pública y salvar al país de toda con-
plicación funesta con la lucha que devora y aniquila a los argen-
tinos. Este propósito se armoniza perfectamente con el espíritu
público que quiere ante todo paz inalterable, como la necesidad
primordial de un país tan hondamente trabajado por las pasadas
turbulencias y convulsiones políticas, porque comprende que es a
su sombra donde las naciones se robustecen, donde se radican los
hábitos de orden y de trabajo fecundante, donde son efectivas las
garantías para la propiedad y para las personas y donde se fomenta
la prosperidad pública y particular, y no en las revoluciones. Dios
ha querido que el pueblo oriental comprendiese al cabo de tantas
tribulaciones por que pasó en su infancia, que para ser grande y
feliz no necesita sino paz y lihertad. y al interés supremo de la
conservación de estos dones de que disfruta se subordinan sin vio-
lencia todas las aspiraciones y malquerencias que pudieran alte-
rarlos o comprometerlos.»
«La República Oriental del Uruguay — decía en su revista de
fin de año para el exterior — continúa cosechando los benéficos
frutos de la situación pacífica en que se mantiene, enteramente con-
fiada al trabajo fecundante que da honra, adelanto y prosperi;^:id
a las naciones. La política del buen sentido, la tolerancia iliislrada,
la moralidad ad.ninistrativa y la práctica de las libertades en la
ley y en el orden que las garante, han llegado a hacer de este
país republicano una excepción honorable entre los de nuestro con-
tinente, por sus tendencias pacíficas y mesuradas, refluyendo en
COHIEK.NO l)K ÜEKKO 21
honor de los orientales de todos los matices políticos por la sensa-
tez que están acreditando ante la consideración del mundo que nos
observa.»
A principios de 1862 escribió don Isidoro De-María un artículo
para demostrar que las conquistas del gobierno de Berro no se
limitaban a Montevideo, sino que se extendían a todos los depar-
tamentos.
«En general todos los pueblos de nuestra campaña en más o mo-
nos grado siguen en esta vía de adelanto material en que descue-
lla nuestra linda Montevideo, sede de los altos poderes del Estado.
Consecuencia feliz, resultado natural de la época pacífica y flore-
ciente en que se halla la República... La moral administrativa
se ha restablecido en el país, bien puede decirse. El gobierno del
señor Presidente Berro, cuya probidad es proverbial, la lleva con su
ejemplo a sus subordinados y la administración de las rentas de-
partamentales se señala por su integridad.»
Como ejemplo notable destacaba De-María el caso de Pay-
sandú, donde los ingresos que antes no alcanzaban para coátei,.-
una pequeña guardia, permitían ahora al Jefe Político don Basilio
Pinilla construir un elegante edificio para la Jefatura, una cár-
cel cómoda, un hospital, un templo, un mercado y un muelle.
Al terminar don Bernardo P. Berro su segundo año de presiden-
cia, volvía a recapitular «La Prensa Oriental» en esta forma sus
elogiosas apreciaciones:
«Dos años que desempeña con fortuna, acierto y prestigio las
funciones anexas a su honroso cargo. Puede decirse con verdad
que ha correspondido dignamente a las esperanzas del país, q'ie
ha realizado en su gobierno más en bien de la República que io
que acaso pudo imaginarse. Lo juzgamos sin pasión. Xo puede
cegarnos el espíritu del partidario. Miembro de una comunidad
política distinta, a la que hemos pertenecido en los amargos días
de las luchas ardientes de los partidos, no podemos ser parciales,
sino ingenuos, francos, sinceros, reconociendo el mérito patente
de su administración... Ha conservado inalterable la paz pública
y la buena y cordial inteligencia con todas las naciones amigas.
Ha levantado alto el crédito de la República. Ha organizado y mo-
ralizado la administración pública. Ha dado vida al esqueleto que
recibió en sus manos. Ha restablecido los hábitos constitucionales.
Ha hecho una verdad para todos las garantías individuales, el
sagrado de la propiedad y las libertades públicas. Ha rescatado
las propiedades públicas. Ha cubierto religiosamente los compro-
22 HISTORIA DEL URUGUAY
misos que pesaban sobre el Tesoro, legados por anteriores admi-
nistraciones. Ha pagado y paga con puntualidad ejemplar la parte
de sueldos asignada a las diferentes clases que viven del Estado
dentro del presupuesto. Ha satisfecho con religiosidad el pret de
las tropas de línea de la guarnición, atendiendo a su equipo y
manutención tan perfectamente que pueden presentarse nuestros
cuerpos de línea con orgullo al lado de los mejores. Ya no se es-
pecula como en otros tiempos con la miseria, con el pan de la
viuda, del huérfano, del inválido y del empleado. . . Las mejoras
materiales ^o misano en la Capital que en los departamentos del
Interior, señalan la época actual como una de las más progresis-
tas y espectables en esta línea . . . No se ha hecho verter una lá-
grima, no se ha derramado una sola gota de sangre, no hay pros-
criptos políticos... La acción del señor Berro no se ha hecho sen-
tir sino para el bien. Tienen franco y leal acceso a él todos los ha-
bitantes del Estado. Gobierna con su inteligencia, con su razón,
con la ley, sin círculos ni camarillas. Respeta todas las libertades
legítimas y tolera todas las opiniones... Que el genio protector
de los destinos del pueblo oriental le acompañe y le guíe propicia-
mente hasta el término feliz de su período constitucional para glo-
ria y ventura de la patria!».
Sólo una sombra señalaba «La Prensa Oriental». No hay pros-
criptos políticos — repetía — pero falta reintegrar en sus grados
y en^pleos a los militares. La ley de julio de 1861 no consignó en
toda su amplitud la idea presidencial que era amplísima debido a
»iue los emigrados habían tomado servicio en el ejército argentino.
Restablecida la paz en el país vecino, como ya lo está, «la obra
bendecida del gobierno del señor Berro merece la gloria y la for-
tuna de completarse».
«El Siglo».
Véase cómo se expresaba el doctor José Pedro Ramírez acerca
del gobierno de Berro en 1863:
«Es preciso tener en consideración que diez años de anarquía y
despotismo, de inmoralidad y corrupción, de injusticias y de crí-
menes, constituían el legado que se imponía al señor Berro a tí-
tulo de solidaridad política que le exigía su partido. Es preciso
tener en consideración que la presidencia del señor Berro venta
sostenida y aún impuesta por la influencia fatal de cuatro caudi-
llos omnipotentes en aquellos momentos aciagos en que dominaba
GOüíEKNü i^t; i;ki:ko 23
la embriaguez del triunfo, de los odios y de las venganzas — y
que sólo apartarse de aquellas tradiciones, desprenderse de esas
influencias y sobreponerse a esos odios y a esas venganzas, ha sido
un esfuerzo generoso y patriótico por parte del señor Berro, quo
el país debe agradecerle sinceramente.»
«El. POEVEXIB».
Este periódico redactado por don José Uriarte, decía en su re-
vista de mediados de 1861:
«La administración actual... es preciso decirlo, es una de las
más regulares que el país ha tenido desde su emancipación, por los
principios tolerantes que lleva por norma, por la pureza en el ma-
nejo de la hacienda pública y por su firme decisión de mantener
en el exterior una políticu decididamente pacífica, respetando
todos los derechos legítimos y todas las garantías que un Go-
bierno liberal está en el deber de guardar».
«La Discl'Siós».
Vamos a cerrar estas apreciaciones de la prensa desvinculada
del Gobierno, con las del diario del doctor Antonio de las Ca-
rreras, el ex Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriore.s de la
administración de Pereira al consumarse los fusilamientos de Quin-
teros. Hay que advertir que ese diario, aunque blanco, hacía fuerte
oposición a Berro, porque se había desviado considerablemente de
la ruta seguida por su antecesor. El doctor Carreras acusaba a
Berro «por su política de miras estrechas y exclusivistas», la
misma — decía — ya aplicada con menguados resultados en 1853,
«con descrédito de los que tanto entonces como ahora sólo han
dado pruebas de que no saben hacer otra cosa que perder situacio-
nes que otros crearon para beneficiarlos» . . . «Fuera mejor — agre-
gaba — que gobernara con la debida justicia hacia el mérito de to-
dos los hombres capaces de servir al país, que fuera leal y caballe-
resco con los que le hicieron el servicio de llevarlo al poder».
Pues bien: en su revista para el exterior, decía el doctor José
Vázquez Sagastume, coredactor del mismo diario en noviembre
de 1861:
«La República Oriental continúa gozando los beneficios de la paz.
Encarrilada en una vía de rápido engrandecimiento, desenvuelve ven-
tajosamente todos los gérmenes de riqueza que contiene. El go-
24 HISTORIA DEL URUGUAY
bienio del ¿eñor Berro, respetuoso de la ley, liberal por su ilus-
tración y principista por convicciones, ha radicado la efectividad
de las regalías que la Constitución acuerda a los habitantes del
Estado. Todas las opiniones, todos les derechos y todas las in-
dustrias, encuentran en la verdad de nuestras instituciones libe-
rales las garantías más amplias para ejercerse legítimamente. La
inmigración afluye, los capitales crecen, el trabajo lucrativo se au-
menta y la perspectiva halagüeña de una paz duradera va resta-
bleciendo la confianza en el comercio, disminuida por la crisis mo-
netaria y los desgraciados negocios que arruinaron algunas casas
principales».
Igual optiniisnio reinaba en la Casa de Gobierao.
El Presidente Berro, que veía al país resurgir a la vida después
de largo paréntesis de estancamiento y de retroceso, decía a la
Asamblea al abrir las sesiones ordinarias de 1861:
«Después del receso de las Honorables Cámaras ningún suceso
desagradable ha venido a turbar la quietud y retener la marcha
de reparación y progreso en que ha entrado el país. Su estado pre-
sente es el más halagüeño. Convalecido de su pasada ruina y libre
de disturbios domésticos, mientras se desenvuelven sus abundantes
gérmenes de riqueza, las leyes afirman su imperio, el orden se
consolida y las instituciones constitucionales se arraigan y asegu-
ran. Las malas pasiones políticas, si no del todo extinguidas, hanse
amortiguado en gran manera y en su lugar reina un espíritu de
paz y se pronuncia en propios y extraños un empeño tal por
.-sostenerlo que hará del todo impotente, ya que no imposible, cual-
quier conato de perturbación. Hay sin embargo todavía por des-
gracia quienes pretenden especular para fines depravados con las
viejas divisas de partido, empeñados en fundar una lucha perpetua
de exterminio más que de dominación y en cuyo término sólo puede
hallarse, con la aniquilación de todos, la postración y muerte de
!a patria. Espero que serán seguidos de pocos y que el vigor de
la?, inteligencias y la energía de los sentimientos se contraerán a
una competencia legítima más conforme con los intereses primor-
diales de la sociedad y más en armonía con los principios de nues-
tro sistema de gobierno».
Al abrir las sesiones ordinarias de 1862, acentuaba su opti-
mismo.
«Otro año más — decía — de paz y de tranquilidad, de orden
GOHIKK.VO l)K BERRO 25
constitucional y de progreso ha tenido la República. Esto muestra
que la estabilidad echa raíces y que vamos en camino de asegurar
la suerte venturosa de' la patria, al amparo de las libres institu-
ciones que nos rigen. Razón hay, pues, paiu, esperar confiadamente
en la continuación de ese estado de cosas sin temor de que pueda
.^er trastornado por los resabios que aún quedan de los malos há-
bitos pasados. Me complazco, honorables señores, considerando que
la época convulsionaria, con sus odios feroces y su sangre y su
ruina, ha terminado ya definitivamente para dar lugar a esta
otra de progreso pacífico y de orden regular permanente en que
estamos. La consideración y el crédito y los notables adelantos que
a causa de éste va alcanzando la República, nos hacen ver cuánto
sería su valer y a qué grado de prosperidad y engrandecimiento
ascendería, conservándose como es de esperar firme en el terreno
conquistado».
He aquí también lo que decía el Ministro de Gobierno doctor
Eduardo Acevedo a la Asamblea en marzo de 1861:
«Cada día que pasa viene a dar nuevas garantías de orden y
prosperidad. Los espíritus más prevenidos han llegado a conven-
cerse de que los disturbios y trastornos políticos, sea cual fuere el
fin que se propongan sus promotores, sólo sirven para entorpecer
1.1 marcha siempre progresiva del país. Si un gobierno no llena
todas las aspiraciones de un individuo o de un círculo y si una
revuelta se trama y se ejecuta, el gobierno revolucionario que
sucede no s,ólo tiene que luchar con todos los inconvenientes que
encontraba su antecesor, sino con los nuevos que le ha creado la
misma rt-volución. Esa verdad acreditada por nuestra propia
experiencia desde que existe la República, es un axioma para la
casi totalidad de los habitantes nacionales o extranjeros. Todos
eytán convencidos de que el progreso en todos los ramos se en-
ciierra en el respeto leal y franco de la Constitución de la Repú-
blica, que garante todas las libertades que pugnan por cons^eguir
la mayor parte de los pueblos. Estos países están tan maravillosa-
mente dotados que no es indispensable para ellos tener buenos go-
biernos. Aún con los malos prosperan siempre que haya tran-
quilidad y que no se pongan obstáculos a la prosperidad, ya que
no se le dan facilidades. Todos los esfuerzos del Gobierno se han
contraído a dar garantías a las personas y a las propiedades, fa-
cilitar las vías de comunicación, introducir el orden y la economía
er los diversos ramos de la administración. Mucho más habría que
hacer, pero se ha considerado que no pueden forzarse los tiempos
26 HISTORIA DEL TJKUGTJAT
y las circunstancias y que es indispensable tener en vista la si-
tuación especial de nuestra sociedad. La falta de hábitos cons-
titucionales y administrativos constituye un obstáculo que sólo
puede desaparecer merced al tiempo y a la difusión de las luces».
También concordaba el criterio del Parlamento con el de la
prensa.
Al finalizar el primer año de gobierno decía la Comisión Per-
manente a la Asamblea en un informe que llevaba al pie la firma
del doctor Ambrosio Velazco, ciudadano que no se distinguía cier-
tamente por la benevolencia, sino por la extrema rudeza de sus
apreciaciones :
«No ha tenido motivo para ejercer la censura constitucional re-
clamando de infracciones cometidas por parte del Poder Ejecu-
tivo en el ejercicio legal de sus atribuciones.»
«V. E. — decía en esos mismos momentos el Presidente de la
Asamblea doctor Florentino Castellanos al Presidente Berro — ha
sabido sostener los derechos de todos, regularizar una administra-
ción que pai-ecía dislocada y echar los fundamentos del crédito pú-
blico que son la base del elemento en que se funda la prosperidad
y bienestar de las naciones».
Al concluir el segundo año de la presidencia de Berro, la Co-
misión Permani'nte, presidida entonces por el propio iloctor Caste-
llanos, ratificaba así sus opiniones ante la Asamblea:
«V. H., que conoce perfectamente que la misión constitucional
confiada a esta Comisión por el artículo 56 de la Constitución es
velar sobre la observancia de la Constitución y de las leyes por
el Poder Ejecutivo, quedará plenamente satisfecha al saber que
ninguna observación ha tenido que dirigir al Poder Ejecutivo, que
inspirado por un sentimiento de acendrada rectitud y patriotismo
hn observado fielmente la Constitución y las leyes de la República
durante el receso constitucional de las Honorables Cámaras».
¿Qué es mejor, violar la Constitución o reformarla?
El Presidente Berro, que había dicho y repetido al tomar po-
sesión de su cargo y después, que respetaría la Constitución de
lii República, se mantenía, pues, fiel al cumplimiento de su pa-
labra, y sobre la base de ese respeto escrupuloso a la ley fun-
c'amental promovía y estimulaba el desenvolvimiento del país en
GOMIKKNÜ I)K r.KICUO 27
todas y cada una de sus manifestaciones, hasta destacarlo como un
verdadero ejemplo en el escenario del Río de la Plata.
Y no es que él entendiera que la Constitución facilitaba su obra.
Consideraba al contrario que era una traba para la acción del
l'oder Ejecutivo. Pero en vez de violarla a cada paso como había
sido de práctica constante en la vida del país, insistía en la nece-
sidad de su reforma.
Tal es el origen de este párrafo de su mensaje de apertura de
las sesiones ordinarias de 1863 que tanta polvareda levantara:
«La Constitución de la República contiene disposiciones que la
experiencia de los años transcurridos desde que fué puesta en vi-
gor, ha mostrado ser muy inconyenientes. Contiene también otras
que esa misma experiencia ha hecho ver que son impracticables.
Para evitar lo primero y suplir lo segundo se ha hecho lo que la
Constitución prohibe y no se ha practicado lo que ella manda; es
decir, se ha creído encontrar en su violación un bien y un deber,
y en su observancia un mal y una culpa. Excuso demostrar el des-
orden moral, el extravío de ideas que esto ha de producir y sus
funestas consecuencias. Me limito por lo tanto a proponer a vuestra
honesta e ilustrada consideración la siguiente cuestión: ¿Qué es
mejor: violar la Constitución para evitar el mal que de observarla
viene, o corregirla para suprimir ese mal y esa violación?»
Tres años después surgía en Buenos Aires otro problema de la
misma índole. La, Cámara de Senadores sesionaba con notables
intermitencias, obstaculizando en esa forma negativa la acción del
Poder Ejecutivo. Al frente de la gobernación de la Provincia es-
taba el doctor Adolfo Alsina rodeado de Ministros de la elevada
talla del doctor Nicolás Avellaneda. Pues bien: Alsina y Avella-
neda dirigieron al Senado en diciembre do 1868 nii mensaje en
que luego de recordarle que la Legislatura había sido convocada ex-
traordinariamente para ocuparse de asuntos graves y urgentes (le-
yes de conversión del papel moneda y de impuestos) ; que una de
las dos Cámaras no podía hacer fracasar la convocatoria hecha a
toda la Asamblea; que los diputados sesionaban con regularidad;
que el Poder Ejecutivo era colegislador y no podía aceptar tam-
poco que le trabaran su acción, terminaba con estas amenazas:
«Si tal esperanza no se realiza, sensible le es al Poder Ejecutivo
ai:unciar desde ahora al país entero que fuerte en la conciencia
óe su derecho y celoso en el cumplimiento de sus deberes, como
jefe de la administración general del país, según el artículo 90 de
la Constitución, tomará en la acefalía de hecho del Cuerpo Legis-
2b IlISTOKIA DEL UUUüI;aY
lativo todas aquellas medidas y resoluciones que re&poudan efi-
cazmente a las necesidades que se sienten, sometiéndolas oportu-
r.amente a las Cámaras venideras; y éstas tomando en cuenta que
el abandono voluntario de derechos que son al mismo tiempo de-
bí res, con perjuicio de la cosa pública, no puede ser invocado ja-
p:ás como fuente de esos mismos derechos abandonados, aprobará
la conducta del Poder Ejecutivo con el sello de la ley, reparadora
e inviolable.»
Algunos meses después el doctor Alsina que seguía luchando
con el ausentismo parlamentario, se dirigía no ya al Senado sino
a toda la Legislatura para señalarle la necesidad de dictar leyes,
bajo esta formidable prevención a los senadores y diputados:
«Así, pues, si a pesar de estar aleccionados por la experiencia, no
llenáis el vacío que acabo de indicar y la acefalía de hecho del
Cuerpo Legislativo se repite, una de dos: o me declaro impotente
para gobernar y el movimiento de la máquina administrativa se
paraliza; o me apodero de las facultades que la índole del momento
pone virtualmente entre mis manos. Lo primero conduce al caos;
lo segundo a la dictadura. He creído de mi deber señalaros con
franqueza estos peligros. Está en vuestras manos evitarlos.»
El doctor Manuel Quintana pidió en la Cámara de Diputados
el nombramiento de una Comisión encargada de estudiar lo que
el mocionante conceptuaba «una ofensa a la dignidad de la Le-
gislatura».
En cambio el doctor Juan Carlos Gómez escribió en «El Invá-
lido Argentino» un artículo en que elogiaba así al gobernante:
«Y sin embargo el doctor Alsina ha dicho una verdad que todo3
conocemos y que sólo ha impresionado cuando lo hemos visto po-
rerse de pie delante de nosotros como un fantasma con todo su
cortejo de vicisitudes... Sea siempre franco el doctor Alsina;
hable a su país siempre la verdad, duela a quien duela, grite
guien grite; levante en política esa grande escuela de la sinceri-
dad; acabe con la mentira oficial, y no le faltará el hosanna d©
un coro de hombres de bien.»
También el Presidente Berro tuvo que luchar en su grande obra
de saneamiento político y administrativo con la resistencia de la
l>egislatura emanada de los errores y malas influencias de la ad-
ministración Pereira. Nada lo demuestra tan concluyentemente
ccmo la larga tramitación del decreto de amnistía con que el nuevo
mandatario quería consolidar íu gobierno. Pero él lejos de ame-
nazar con la dictadura como el gobernante argentino, se dirigía
GOniKKNO DE ÜKKKO 29
a la propia Asamblea para pedirle que iniciara la reforma de la
ley fundamental y evitara así las violaciones de esa ley.
Luchas internas del Partido Blanco.
Era fomidable la lucha que se desenvolvía dentro del partido
gobernante, entre los que habían acompañado con su aplauso y
su voto a don Gabriel Antonio Pereira y los que deseaban echar
una palada de tierra sobre Quinteros, cimentar la unión nacional
de blancos y colorados y dar un fuerte impulso a los progresos
institucionales y económicos del país.
A rfii/ del cambio de Gobierno un grupo de vecinos de Mer-
cedes encabezado por el respetable ciudadano don Joaquín Teodoro
Egaña, se dirigió al ex Presidente Pereira con un «voto de gracias»
concebido en estos términos:
«Vos, señor, con brazo fuerte y corazón magnánimo, supisteis
anonadar el horrendo impulso de la nefanda anarquía avezada a
en señor arse en nuestra patria. Vos, señor, con prescindencia he-
roica de toda afección personal y política apartasteis los elementos,
del mal, asegurando así el supremo bien de la República, su paz
interior... La aurora de gloria que os circunda al retiraros a la
vida privada es el gaje más valioso para un republicano.»
Tal era también la opinión de casi todos los miembros de la
Legislatura elegida durante la administración Pereira.
Desde los primeros instantes de la presidencia de Berro empezó
un movimiento de concentración en torno del nuevo mandatario,
que fué suficiente para contener los desbordes de entusiasmo que
d.='nunciaba «el voto de gracias» del vecindario de Mercedes, aun-
que no para introducir un cambio fundamental de rumbos políti-
cos en la mayoría de los legisladores.
El Senado rechazó en 1860 un proyecto de la Cámara de Diputa-
dos que confería a don Gabriel Antonio Pereira los despachos de
brigadier general por su acción de Quinteros.
Al año siguiente, con ocasión del fallecimiento del ex mandata-
rio, la Cámara de Diputados resolvió suspender sus sesiones por
cuatro días e invitó al Senado a realizar igual demostración, sin
obtener otra cosa que un simple acuse de recibo por tratarse —
decía la Comisión dictaminante^ — de un punto de orden interno
de una de las Cámaras de que no tenía para qué ocuparse ia otra.
La Cámara de Diputados sancionó en seguida otro proyecto con
ur. programa más vasto; funerales públicos con honores de capi-
30 ^ HISTORIA DEL URUGUAY
tan general, luto por cuatro días que llevarían las corporaciones
civiles y militares y el Cuerpo Legislativo, traslado de los restos al
ranteón nacional para ser colocados junto a la urna de Artigas
(adviértase que el doctor Antonio de las Carreras acababa de re-
cordar en el cementerio que Pereira había actuado en las campa-
ñas de Artigas como sargento mayor del batallón de Libertos
Orientales). El Senado suprimió el luto después del entierro y la
referencia a la urna de Artigas. La mayoría de la Cámara de Dipu-
tados que no se cansaba de prodigar honores, sancionó finalmente
una nota de pésame a la viuda en que se decía: nuestro pueblo
«ha alcanzado después de fatigosos días de desgracia sin cuento
una época de paz, de libertad y progreso, merced a los patrióticos
esfuerzos de aquel ilustre ciudadano... la muerte del señor Ga-
briel Antonio Pereira es una verdadera calamidad pública... el
ciudadano don Gabriel Antonio Pereira ha merecido bien de la
patria.» Pues bien: el Senado desechó esa nota de acuerdo con
un dictamen de la Comisión de Legislación según el cual las de-
mostraciones proyectadas excedían de las facultades de las Cáma-
ras dentro de nuestro régimen constitucional.
Lia Asociación Nacional.
Hasta se trató de formar una nueva agrupación política con
los elementos del Partido Blanco que no simpatizaban con la mar-
cha del gobierno de Berro, o más bien dicho con el cambio de
rumbos iniciado por ese gobierno.
A mediados de 1861 se fundó la «Asociación Nacional» con el
siguiente programa:
«Procurar el afianzamiento de la paz por el cumplimiento de la
ley y de la obediencia legítima al Gobierno y a los demás Po-
deres constitucionales; propender a que se respete y acate por to-
dos el principio de nuestra independencia y soberanía nacional,
plena y absoluta; contribuir a que la República tenga una polí-
tica propia, basada en los intereses nacionales; difundir entre los
ciudadanos de los departamentos el espíritu de asociación sin ex-
clusión alguna; manifestar las necesidades de los departamentos,
indicar sus mejoras y propender a su realización: cuidar de que
sean siempre prácticas la libertad del sufragio y de la imprenta,
como tambif'U ;a garantía de la vida, derechos y propiedades de
ios habitantes de la República.»
El nuevo grupo o partirlo nacionatistn. como le llamaba «El Pue-
6OBIEBX0 DE BESBO 31
bio», fundó un diario, «La Discusión», que al principio fué redac-
tado por el doctor Ambrosio Velazco y más adelante por los doc-
tores Antonio de las Carreras y José Vázfluez Sagastume.
La auuiistia obstaculizada por la Asamblea.
Antes de concluir su primer mes de existencia adoptó el go-
bierno de Berro dos medidas que significaban una amplia reac-
ción contra la política hasta entonces imperante. Dictó un decreto
por el que se derogaban todos los destierros ordenados por la /
f.dministración Pereira y pasó al Cuerpo Legislativo un proyecto
de ley por el que se acordaba amnistía a todos los que hubieran
intervenido «en los movimientos subversivos de los años anterio-
les», bajo la sola obligación inpuesta a los jefes militares de resi-
dir en la Capital y si no lo quisieran en el departamento de
campaña que les señalare el Poder Ejecutivo.
Explicando los motivos de esa restricción decía en el Senado
el Ministro de Gobierno:
«En estos momentos en que, dígase lo que se quiera, las pasio-
nes están todavía exacerbadas, habría peligro hasta para la segu-
ridad personal que ciertos individuos fueran a departamentos de-
terminados. El Poder Ejecutivo ha creído que Silveira y Carba-
jal en Minas, por ejemplo, serían un peligro grave para la tran-í
quilidad pública, hasta para ellos mismos un peligro».
El decreto derogatorio de los destierros dio lugar a una violen-
ta interpelación de la Cámara de Diputados, donde piedomina»-
ban los glorificadores del ex Presidente Pereira V de su actuación
en Quinteros. El doctor Enrique de Arrascaeta, autor de la mo-
ción, dijo que el Poder Ejecutivo no podía ni debía dejar sin efec-
to medidas de seguridad que habían sido aprobadas por la Asam*
blea. Agregó que el decreto derogatorio de los destierros y el pro-
yecto de ley de amnistía parecían denunciar la existencia de dis-
tintas categorías de emigrados, cuando era una sola la que exis-
tía. Y terminó manifestando que había peligro en facilitar el
regreso «de hombres capaces de todo», de los «continuos pertur-
badores del orden público». Permitir, por ejemplo, «que vengan
al país los antiguos redactores de «El Sol», de «La Estrella», de
«El Nacional», y los jefes que fueron alejados del país», equival-
dría a conmover la paz, a conculcar las instituciones que tantos
sacrificios ha costado mantener».
Contestó el Ministro de Gobierno doctor Acevedo que había
32 HISTORIA DEL URUGUAY
exactamente dos categorías de emigrados: los que habían tomado
participación en los movimientos subversivos que sólo la Asam-
blea podía amnistiar, y los que sin haber tenido tal participación
estaban sin embargo fuera del país por efecto de decretos que
aunque hubieran sido aprobados por la Asamblea podían ser de-
rogados por la misma autoridad que los había dictado. Refirién-
dose luego al peligro del regreso de los emigrados, agregó:
«El ministerio no ha sido llamado todavía para dar sus ideas
en cuanto a la amnistía: no podemos entrar en eso, porque no
está en discusión; no podemos desde luego decir todo el bien que
pai-a el país resultará de que en el exterior se sepa que realmente
tenemos confianza en nosotros mismos, que realmente sabemos que
los pocos hombres que están en el exterior no pueden causarnos
mal».
Las ideas y prevenciones del interpelante eran también las de
la casi totalidad de sus colegas y rápidamente fué votada una mi-
nuta de comunicación por la que se pedía al Presidente la suspen-
sión del decreto hasta que fuera discutido y resuelto el punto re-
lativo a la amnistía, «habiendo el Cuerpo Legislativo prestado su
sapción a las medidas de extrañamiento».
El Poder Ejecutivo resolvió sostener sus fueros.*
«La Constitución de la República — decía al contestar la Mi-
nuta — establece que nadie puede ser penado sin forma de proce-
so y de sentencia legal; pero el Poder Ejecutivo, en uso de las
atribuciones que le confiere el artículo 81 en casos graves e im-
previstos de conmoción interior o de ataque exterior, procede a la
prisión de uno o más individuos. Tiene entonces que dar cuenta
a la Asamblea General estando a su r3solucicn. Hay necesidad de
que la Asamblea General apruebe la medida; pero cuando el Po-
der Ejecutivo cree que la prisión debe cesar, no necesita para na-
da de la autorización de la Asamblea General. La razón es evi-
dente: la autorización se necesita para salir del orden egul, pa-
ra tomar medidas extraordinarias, pero es inútil para volver a él,
para entrar en el estado normal».
Varios meses después juzgó necesario el Gobierno precisar el
alcance del ^decreto derogatorio de los destierros, y a ese efectc
declaró que los individuos que estaban autorizados para regresar
al país eran los que no habían tomado parte en los movimientos
subversivos, y que de los otros sólo la Asamblea podía ocuparse.
Veamos ahora el recibimiento que tuvo en la Asamblea el pro-
yecto de amnistía.
GOUIKKNü DE I5EKK0 33
Fué considerado en primer término por la Cámara de Senadores,
que según hemos tenido ya oportunidad de demostrarlo ofrecía un
ambiente más propicio que la de Diputados a la reacción contra
las violencias del gobierno de Pereira.
Para la Comisión dictaminante debía suprimirse el artículo que
obligaba a los amnistiados a vivir en Montevideo. Uno de los se-
nadores, el doctor Ambrosio Velazco, pidió además que los amnis-
tiados fueran reintegrados en el goce de todos sus derechos civi-
les y políticos y que esipecialmente los jefes y oficiales dados de
baja recuperaran la situación y empleos que tenían en el ejército.
Al abrirse los debates en el Senado, caracterizó así el Ministro
doctor Eduardo Acevedo la orientación política del nuevo gobier-
no:
«Afianzados el orden y las instituciones, el Gobierno desea que
el país entero entre en el orden normal y considera que para eso
es indispensable abrir las puertas de la patria a aquellos para quie-
nes están cerradas. Si así no fuera se consideraría que era un par-
tido el que gobernaba y que pretendía reducir al otro partido a
la nulidad y mantenerlo en clase de paria, negándole el ejercicio
de los derechos constitucionales. Esa política, señor Presidente,
está juzgada. La política que consiste en que una parte del país
someta a la otra parte al envilecimiento y a la nulidad, es una
política que no puede llevar sino a los trastornos y a Iri revolu-
ción. Por eso, fijándose muy especialmente en la necesidad de
que entren a funcionar normalmente todos los Poderes y queden
todart las garantías en ejercicio, el Poder Ejecutivo ha deseado
q'.;p los hombres que están fuera del país vuelvan para ejercer en
él su? derechos de ciudadanos, para ver si es posible que esa ener-
gía que hasta ahora han demostrado para los trastornos y para
las guerras, la empleen en las luchas pacíficas, en las luchas cons-
titucionales».
En la primera discusión triunfó la enmienda propuesta por la
Comisión de Legislación y en la segunda esta fórmula amplísima
que fué votada afirmativamente por siete senadores y negativa-
mente por cuatro:
«Habrá olvido perpetuo sobre las conmociones políticas que han
tenido lugar en los años anteriores.
«Los individuos que tomaron parte en aquellos sucesos quedan
amnistiados y reintegrados al pleno goce de los derechos civiles
y políticos.
«Los jefes y oficiales del ejército de línea que se encuentren en
3-V
34 HISTORIA DEL UKUGUAY
el caso del artículo anterior serán reconocidos en los grados y em-
pleos que tenían en el ejército de la República cuando fueron da-
dos de baja».
La sanción del Senado se produjo en abril de 1860, es decir un
mes justo después de presentado el proyecto por el Poder Ejecuti-
vo. Había allí ambiente favorable, como hemos dicho, a la políti-
ca de confraternidad y olvido que deseaba implantar el gobierno
de Berro, y el proyecto inicial lejos de sufrir retaceos era amplia-
do fuertemente con el aplauso del propio gobernante que sólo ha-
bía tratado de disminuir los motivos de oposición a sus patrióti-
cos planes.
La Cámara de Diputados se tomó en cambio un año largo para
discutir el proyecto y, lo que era más grave, para truncarlo.
Recién en mayo de 1861 empezó a figurar en la orden del día
esta fórmula sustitutiva de su Comisión de Legislación:
«Quedan amnistiados todos los ciudadanos que han tomado par-
te en las conmociones políticas que agitaron al país en años ante-
riores.»
Eso es lo único — decía la Comisión en su informe — que pue-
de §er motivo de un acto legislativo. Y ampliando su pensamiento
agregaba el miembro informante doctor Antonio de las Carreras:
Los jefes y oficiales que fueron dados de baja, pueden presen-
tarse ante la justicia criminal y solicitar, mediante la prueba de
su inculpabilidad, la reposición en sus empleos y grados, quedan-
do sometidos en caso contrario a los castigos correspondientes,
castigos que la ley de amnistía no puede dejar sin efecto.
El Presidente Berro, que acababa de destituir a todos sus Minis-
tros, alarmado ante el salto atávico que significaba el proyecto
de la Comisión envió a uno de sus oficiales mayores para pedir
'a incorporación de un segundo artículo por el cual se establecía
que «los jefes y oficiales que regresaran al país entrarían al goce
y prerrogativas que a su clase correspondiera», dando con ello mar-
gen para que los autores y partidarios del proyecto sustitutivo
emprendieran la defensa del gobierno de Pereira, y especialmente
la defensa de Quinteros, y atacaran a los emigrados que el Presi-
dente Berro deseaba reintegrar al país con sus grados militares.
El doctor Antonio de las Carreras, el influyente Ministro del go-
bierno de Pereira, luego de hablar de la necesidad «de santificar
la justicia que entonces se hizo», agregó:
«Si hoy se entra en rasgos de generosidad, generosidad que no
puede admitirse políticamente porque la política no admite sino
GOr.lEKNO OE 15EUKO 35
las conveniencias públicas y no las ideas dictada por los impulsos
del corazón; si hoy se quiere dar ensanche a ese sentimiento y
atenuar algún tanto la justicia de esos actos, no se hace más que
introducir un principio de desmoralización, un principio de des-
aliento en los hombres que se sacrificaron por las instituciones y
por otra parte un principio de aliento para los hombres que se
lanzaron a la revolución contando que con tres o cuatro años de
emigración volverían a la patria y recuperarían todos los derechos
perdidos.»
El doctor Enrique de Arrascaeta, otro de los firmantes del dic-
tamen de la Comisión de Legislación, apoyando las ideas del doc-
tor Carreras, dijo:
«Están en el destierro, no vienen porque temen ser encausados
y se les hace una gran gracia con decirles: vengan ustedes, na-
die los inquietará; hemos olvidado el delito que cometieron que-
riendo derrumbar la autoridad. Esto es todo lo que puede hacerse,
más allá la Asamblea no podría ir sin abusar de las atribuciones
que la Constitución le confirió... Los civiles podrán pedir su
rehabilitación, los militares también podrán gestionarla; y si como
se ha dicho muy bien, por su respeto a la Constitución, a la paz,
al progreso que el país lleva y a la autoridad; si por los hechos
demostrados de amor a los intereses generales del país se hacen
acreedores a la estimación pública, la Nación los tendrá en cuenta
y los volverá al goce de los derechos que perdieron. ¡Pero nosotros
revestirlos de sus derechos! No señor, no podemos hacerlo.»
Contra esa tentativa de santificación de Quinteros se alzó el
diputado don Pedro Díaz.
«Demasiado sangre se ha derramado en Quinteros — dijo — y
creo que con eso es bastante para echar un velo sobre este nego-
cio y concluir con esta ley de amnistía, sancionándola como lo
ha propuesto el señor Ministro en nombre del Poder Ejecutivo. . .
Aquí tratamos de orientales que se están muriendo de hambre en
el extranjero y que tal vez mañana, por no perdonárseles como es
debido, por no traerlos al seno de la patria, van a ser nuestros
enemigos, pues eso les servirá de pretexto para venir a hacer una-
revolución.»
Cerrado el debate, fué sancionado el proyecto sustitutivo de la
Comisión y rechazado el artículo propuesto por el Poder Ejecutivo
que en concepto de los doctores Carreras y Arrascaeta era una
simple variante de la fómula del Senado.
Había, pues, una discrepancia fundamental entre las dos Cama-
36 ~ rirsTORiA del Uruguay
ras y el asunto fué pasado a la Asamblea General, donde la Comi-
sión de Legislación, de la que formaba parte el doctor Carreras,
asumió la defensa del proyecto de la Cámara de Diputados.
«Si bien el Cuerpo Legislativo — decía en su informe — en
virtud de la disposición del artículo 17 de la Constitución puede y
dtíbe amnistiar en nombre del pueblo que representa, esto no
quiere decir que pueda invadir atribuciones que están cometidas
por ese Código a los otros poderes en que también está delegada la
soberanía popular.»
Ocupaba en eso¿ momentos el Ministerio de Gobierno y Relacio-
nes Exteriores el doctor Enrique Arrascaeta, uno de los ardorosos
defensores del proyecto restringido, y él declaró ante la Asamblea
que el Poder Ejecutivo nunca había aceptado la fórmula amplia del
Senado, afirmación no corroborada por la documentación de la
época y hasta contradicha por el artículo aditivo propuesto por el
Presidente Berro al discutirse el asunto en la Cámara de Diputa-
dos, artículo que probaba clara e inequívocamente que el criterio
gubernativo coincidía en el fondo con el del Senado y que el Po-
der Ejecutivo deseaba que la Asamblea reintegrara a los jefes y
oficiales en el goce de sus grados militares.
Puestos a votación los dos proyectos la Asamblea rechazó el del
Senado y sancionó el de la Cámara de Diputados concebido, como
hemos dicho, en estos términos:
«Quedan amnistiados todos los ciudadanos que han tomado parte
on las conmociones políticas que agitaron al país en los últimos
años.»
Tal era lo único que declaraba la Asamblea en julio de 1861, a
los 16 meses de la presentación del proyecto por el Poder Ejecu-
tivo.
El Pi-esidente Berro da toda su amplitud a la ley de amnistía.
En octubre del mismo año 1861 el general Flores, que estaba al
servicio del Gobierno Argentino, dirigió una carta al general Mitre
^n que le decía que asegurada la estabilidad de la paz con el triunfo
de Pavón, quizás le sería dable iniciar alguna gestión para que
a los emigrados orientales «les fueran abiertas las puertas de la
patria con altura y dignidad», dándoles «participación en los des-
tinos públicos a fin de encontrar una garantía positiva para sus
personas.»
«Tan nobles palabras — contestó Mitre en el acto — tan mode-
GÜHIKK.NO I)K BERRO 37
radas aspiraciones manifestadas con tanta dignidad como delica-
deza, no pueden menos de encontrar simpatías en todo corazón
generoso. Usted sabe, General, que el mío pertenece a usted y a
sus compatriotas como antiguo compañero de armas y como corre-
ligionario político.»
Como consecuencia de estas gestiones don Jacobo Várela y don
Juan Madero fueron comisionados para entrevistarse con don Ber-
n irdo Berro, quien contestó expresando que sólo después de muchos
esfuerzos había conseguido la ley de amnistía; que eran como 300
los jefes y oficiales dados de baja en 1858; que escaseaban de tal
manera los recursos que había sido necesario reducir a la cuarta
parte los sueldos de las clases pasivas; y que para resolver el
punto había que convocar a la Asamblea.
La carta de Berro fué comunicada a Flores por intermedio del
general Gelly y Obes, Ministro de Guerra del gobierno de Mitre,
dándose con ello por fracasadas las tentativas de conciliación.
Eso ocurría en julio de 1862. Pero dos meses después Berro
dictaba un decreto por el que invocando el espíritu de la ley de
amnistía, establecía que los jefes y oficiales dados de baja por
causas políticas en 1857 y 58, serían reincorporados al Estado Ma-
jtr pasivo con sus antiguos grados «por el solo hecho de solici-
tarlo del Gobierno acompañando los justificativos necesarios». Agre-
gaba el decreto que se gestionaría de la Asamblea autorización para
cubrir los liaheres atrasados anteriores a la baja.
En el curso de los debates parlamentarios habíase dicho por los
defensores de la fórmula restringida, que una cosa era la amnistía
política — que competía a la Asamblea — y otra el otorgamiento
de los grados militares — que correspondía al Poder Ejecutivo. —
Pero en el fondo lo que la mayoría quería evitar a toda costa
era que los emigrados volvieran a incorporarse a las filas del
ejército.
Para triunfar de todas las resistencias fué necesario que el
ministerio constituido por don Jaime Estrázulas, don Juan P.
Caríivin. don Joaquin T. E^aña y don Plácido Lnauna, inscribiera
en su programa esta base de la que emanó el decreto de que
berilos hablado:
«Cambiar la posición de los emigrados orientales en la Argentina,
abriéndoles las puertas para regresar sin excepción, declarando a
los que sean militares repuestos en sus grados desde que se so-
metan al Gobierno pidiendo su reincorporación al Estado Mayor
General.»
38 ' HISTORIA DEL URUGUAY
Apenas dictado el decreto empezaron a llegar de la Argentina
a]gunos de los jefes y oficiales que se encontraban más castigados
por las circunstancias económicas. Otros, los de mayor volumen
del punto de vista revolucionario, quedaron en la expatriación, afi-
liados al ejército argentino, firmes en su propósito de no solicitar
su reincorporación y resueltos a esperar el resultado de alianzas
o ayudas valiosas que ya esbozaban los acontecimientos.
Lia libertad de la prensa. Un acuerdo gubernativo contra las con-
troversias partidistas.
A mediados de 1860 apareció «El Pueblo», como órgano del Par-
tido Colorado. Alarmado ante la reanudación de las polémicas en-
tre blancos y colorados, el Presidente Berro dictó, con la firma de
sus Ministros Acevedo, Villalba y Lamas, un acuerdo que decía
así:
«El Presidente de la República, a quien está especialmente come-
tido por la ley fundamental la conservación del orden y de la
tranquilidad en lo interior, no puede tolerar que se pongan en
práctica los medios que más de una vez han servido por desgra-
cia entre nosotros para trastornar el orden y las instituciones.
Amigo ardiente de la libertad de la prensa garantida por la Cons-
titución de la República, no puede aceptar que bajo el pretexto de
fcsa libertad se cometan verdaderos crímenes contra la seguridad
del Estado. En la tentativa de resurrección de los viejos partidos
con sus banderas de sangre y de exterminio, no ve sino la excita-
ción a la guerra civil y a la anarquía. Un hombre que saliera a la
calle pública levantando la bandera blanca o la bandera colorada
y evocando los viejos odios y rencores serla considerado como un
perturbador del sosiego público, puesto inmediatamente en prisión
y sometido a los jueces competentes. El hecho de que esa exci-
tación a la anarquía se haga por la prensa, lejos de debilitar la
gravedad del delito, la aumenta. El Presidente de la Repiiblica,
decidido a cumplir lealmente el juramento prestado de observar la
Constitución de la República, respetando todas las libertades que
ella garante,, no encuentra entre éstas la libertad de delinquir, la
libertad de envolver de nuevo al país en la ruina y en la sangre.
El Presidente de la República tiene la firme resolución de no per-
mitir que se enarbolen de nuevo con ningún motivo ni pretexto
las viejas banderas de partidos personales que nada representan ni
pueden representar en principio, y considera cualquier tentativa de
(iüi;;eu.\() dk i!i::;ho 39
<íoe género como una excitación a la anarquía y a la guerra civil.»
Concluía el acuerdo ordenando a la Policía que llamara al re-
dactor de «El Pueblo» y le dijera lo siguiente:
«El Gobierno está dispuesto a valerse de todos los medios legí-
timos a su alcance para que el orden no sea alterado, y no tole-
r.'irá la excitación a la guerra civil y a la anarquía, sea cual
fuere la forma en que se presente, sin que esto importe en manera
alguna la prohibición del libre examen de los actos del Gobierno,
garantido por la Constitución de la República.»
No se trataba ciertamente de una novedad. A raíz de la revolu-
ción del 18 de julio de 1853, el Presidente Giró, con las firmas de
sus Ministros don Bernardo P. Berro, don Manuel Herrera y Obes
y coronel Venancio Flores, había declarado «que toda recrimina-
ción sobre opiniones y actos referentes a la guerra» terminada en
octubre de 1851, constituía «una violación flagrante de los pactos
que precedieron a la pacificación de la República»; que la obseí"-
vancia de esos pactos interesaba «a la conservación de la paz pú-
llica»; que en consecuencia quedaba «de todo punto prohibido a
la prensa periódica el traer a juicio los actos y opiniones referi-
dos»; y que las trasgresiones «serían calificadas y penadas como
i:na concitación al desorden y a la anarquía».
La rememoración de Quinteros da origen a la primera .sanción de
ese acuerdo.
«El Pueblo» hizo caso omiso de la prohibición y continuó tran-
quilamente su propaganda por espacio de varios meses, hasta enero
de 1861, sin que nadie se acordara del acuerdo gubernativo.
Al aproximarse el aniversario de Quinteros la redacción de ese
diario promovió una suscripción con el propósito de honrar la
memoria de las víctimas. Llegada la suscripción a cierta suma
(324 pesos) se resolvió destinar su importe a la Sociedad de Bene-
ficencia de Señoras que presidía la señora de Hocquard, mediante
una nota suscripta por don Joaquín Suárez, don José Guerra, don
Francisco Hordeñana, don Gregorio Conde, don Pedro Bustamante,
don Teófilo Díaz v don Mateo ¡Mao-ariños Cervantes, este último
redactor de «El Pueblo», en la que figuraba el siguiente párrafo:
«Los infrascriptos constituidos en Comisión para aplicar los
fondos recolectados con el objeto de celebrar unos funerales en
memoria de los orientales beneméritos que sucumbieron en conse-
cuencia de la capitulación de Quinteros en febrero de 1858, des-
40 HISTORIA DEL UBUGÜAT
pues de oir la opinión de muchos de los sufragantes para ese
acto que tanto honra al partido que se propuso practicarlo como
honraría al país en donde pudiese sin estrépito tributarse un fú-
nebre recuerdo a los que perecen defendiendo el derecho de los ciu-
dadanos y el principio sagrado de la Libertad...»
Como consecuencia de esa nota apareció un aviso en otro diario
por el que se invitaba a una reunión en el Teatro Solís con el
propósito de organizar un banquete conmemorativo de la campaña
terminada en Quinteros.
El Gobierno dio de baja al coronel don José Guerra, uno de los
firmantes de la nota a la señora de Hocquard, y dictó un acuerdo
en que decía:
«No pudiendo tolerar que no solamente se levanten las viejas
banderas de partido, sino que se haga la apología del crimen y
se propalen principios incompatibles con la existencia de toda au-
toridad regular, pase el número 164 de «El Pueblo» al Fiscal del
Crimen para que acuse a los- individuos que suscriben la nota
dirigida a la señora de Hocquard, exceptuando al señor don Joa-
c;uín Suárez atenta su avanzada edad y el papel que notoriamente
ha representado en el negocio de que se trata.»
Tal era, pues, la sanción que el gobierno de Berro aplicaba a los
Irasgresores de su acuerdo del año anterior. Había anticipado en
ese acuerdo el propósito «de valerse de todos los medios legítimos
a su alcance» para asegurar el orden público, y manteniendo la
promesa se limitaba a pedir al Fiscal del Crimen que acusara al
diario que así intentaba restaurar los odios de partido, en vez de
encarcelar o desterrar a sus redactores, como alguien llegó a te-
mer que lo hiciera.
Refiriéndose a estos acuerdos decía el Presidente Berro al abrir
las sesiones ordinarias en 1862:
«Algunas tendencias peligrosas se han mostrado para hacer re-
vivir los furores y antagonismos de muerte de los viejos partidos.
Toda vez que adquieran la importancia de una agitación anár-
quica, me consideraré en el caso de emplear para contenerlas los
medios que la Constitución y las leyes han puesto a mi disposición.
Así lo he hecho recientemente cuando en medio a una polémica
íiisensata por Ja prensa, apareció un extravío de ese género.»
Y agregaba el Ministro doctor Acevedo en su Memoria de 1860:
«A pesar del deseo que abriga el Gobierno de garantir todas las
libertades constitucionales, se vio forzado pocos días después del
receso de la Honorable Asamblea General a amonestar a un pe-
GOIUERNO DE BERRO
41
riodista que se empeñaba en levantar la bandera de los viejos
partidos abriendo las heridas no bien cicatrizadas todavía. EL Go-
bierno, que entrega todos sus actos al libre examen del pueblo y
que agradecería la censura lejos de tomarla a mal, no podía to-
lerar que se excitase a la anarquía y sus irreparables consecuen-
cias. Posteriormente se hizo necesario repetir esa amonestación,
pero como no se apreciara debidamente toda la moderación que
encerraba tal procedimiento, se excitó el celo del Fiscal para que
dedujera contra algunos individuos las acciones que correspondie-
ra por las leyes.»
Elogios que provoca la actitud del Gobierno ante una controver-
sia partidista.
A principios de 1862 la prensa puso a la orden del día el tema
hitmpre candente de Quinteros. Como resultado del ardoroso de-
bate que en el acto se produjo, el doctor Antonio de las Carreras,
director de «La Discusión», acusó ante el jurado popular a don
José Cándido Bustamaute, director de, <.E1 Comercio df\ Plaia>.
Llegado el juicio de prueba se llenó la barra con más de 500 per-
sonas, diseminándose el resto del público por los alrededores del
Tribunal a la espera del fallo. Las crónicas de la época están con-
testes en que no hubo disturbios y el propio acusado dejó constan-
cia en su diario de que la Policía se había conducido «con digni-
dad y rectitud, conforme a las instrucciones que de sus superiores
tenía ».
«En la época de Pereira — agregaba don José Cándido Busta-
mante en otro artículo — nos hubiéramos visto expuestos al pu-
ñal del asesino o a la orden arbitraria del encarcelamiento. En la
época de Berro denunciamos el crimen por la prensa, lo combati-
mos en los mismos Tribunales, lo probamos quizá, y los cómplices
de aquella nefanda época se retuercen haciendo contorsiones de es-
panto y de pavor ante las recriminaciones de la opinión pública que
habla por nuestro eco... ¡Quién diría el año 1858 que el 6.2 ha-
bría de traerse a. tela de juicio los crímenes de aquella época ne-
fanda para la República!... ¿Ppro quién sino el tiempo, que nos
liace comprender lo que importa ayer y hoy?... ¿Y qué será de
nosotros mañana? Confiemos, sí, confiemos en la rectitud e inde-
pendencia de la actual administración; ella ha de salvarnos de
los riesgos que nos amenazan si como esperamos da lugar para to-
dos en el suelo de la patria.»
42 ' HISTORIA DEL UEUGÜAY
Fué condenado el redactor de «El Comercio del Plata» al pago
de 300 pesos de multa, y entonces sus partidarios organizaron una
serenata de desagravio que cantó a sus puertas el himno nacional,
sin que nadie los perturbara, según lo hacía constar «La Prensa
Oriental».
Alentado por esas manifestaciones atacó Bustamante el fallo de
una manera recia en «El Comercio del Plata», y eso dio mérito a
que el Gobierno excitara el celo del Fiscal del Crimen doctor Ale-
jandro Magariños Cervantes, quien entabló acusación por la vía
popular obteniendo que el periodista fuera condenado a no poder
escribir durante dos años.
Algunos meses después el mismo Fiscal acusó ante la justicia
' ordinaria al «Zipi Zape», «cuyas columnas — decía el doctor Maga-
riños Cervantes — están llenas de cínicas desvergüenzas y de ata-
ques a la moral pública», obteniendo a la vez el arresto de su di-
rector por tratarse de una revista que aparecía como anónima. Don
José de la Hanty, que era el director, resolvió entonces suspender
la publicación de «El Comercio del Plata» del que también era
editor, invocando que «La Reforma Pacífica» había traído una
revolución a Montevideo con su rebaja de precios y que para sos-
tener la competencia había fundado el «Zipe Zape», por manera
que la desaparición de éste arrancaba el fuego y el agua al diario
principal.
La Junta Económico-Administrativa de la Capital se dirigió al
Poder Ejecutivo reclamando contra el arresto y contra la interven-
ción de la justicia ordinaria en asuntos de la competencia exclusiva
del Jurado.
Una niM'va advertencia a la prensa.
Los conflictos religiosos de que hablaremos más adelante dieron
pretexto en el curso de ese mismo año a debates ardorosos, que el
gobierno de Berro procuró contener mediante un decreto refren-
dado por el Ministro de Gobierno don Juan P. Caravia. en que
volvía a prevenir que haría uso en caso necesario de los recursos
legales, o sea, de la acusación ante el Jurado.
«En el interés de la conservación del orden y de la tranquilidad
de las conciencias — decía ese decreto de septiembre de 1862 —
así como en el del mantenimiento de la dignidad del Gobierno en
lo que se relaciona con la cuestión eclesiástica y sin desconocer el
ubre derecho de la prensa para apreciar los actos de la autoridadi^.
(¡OBIKKNo l>K 15KKKÜ 48
SO hará saber por el Oficial Mayor a los redactores o editores que
«así como el Gobierno estimará que toda discusión se conserve
dentro de los límites .de la moderación y de la prudencia para no
agitar más los espíritus, así también y del mismo modo conten-
drá con la ley en la mano todo lo gue tienda a perturbar a la
sociedad, aunque se tome para ello el pretexto de defender la
Iglesia o la religión, o al contrario.»
Se intenta la reforma de la Ley de Imprenta.
La Cámara de Senadores sancionó en 1855, bajo el gobierno de
Flores, un proyecto de ley que puede resumirse así:
Se abusa contra la sociedad atacando la religión, la moral, in-
vitando a la rebelión, injuriando a los gobiernos amigos y a las
autoridades superiores de la República; y contra los particulares,
difamándolos, injuriándolos o calumniándolos. Los abusos contra
la sociedad se castigan con prisión o destierro desde dos meses
hasta cuatro ;iñns, y conna los pirticulnres con multan lu- fiU a 1,000
pesos, prisión o destierro de quince días hasta dos años. Todo
habitante del Estado tiene el deber de presentar los pasquines o
libelos difamatorios que lleguen a sus manos, so pena de ser con-
denado como cómplice.
Dicho proyecto quedó encarpetado en la Cámara de Diputados
hasta 1862, en qué la Comisión de Legislación resolvió exhumarlo
cou estas enmiendas:
■Se abusa contra la sociedad atacando la religión católica, la
moral pública, invitando a la rebelión, promoviendo la anar-
quía, defendiendo directa o indirectamente los intereses de nacio-
nes extrañas con mengua de los intereses nacionales, sosteniendo
o favoreciendo de cualquier modo la dominación, invasión o pro-
tectorado extranjeros. Las penas tratándose de abusos contra la
sociedad, serán prisión o destierro desde tres meses hasta cuatro
años o multas desde 1,000 hasta 4,000 pesos: y tratándose de abu-
.sos contra los particulares, multas desde 50 hasta 1,000 pesos o
prisión o destierro desde quince días hasta un año. Todas las
publicaciones deberán ser firmadas y en caso de no comparecer el
firmante responderá el propietario de la imprenta. Solamente los
avisos podrán publicarse sin firma.
La Cámara de Diputados sancionó el proyecto con nuevas mo-
dificaciones, pero el Senado, donde imperaban otro criterio y otras
tendencias, resolvió encarpetarlo, y así lo hizo.
44 ' HISTORIA DKL URUGUAY
Las elecciones de 1860. Dos grandes tendencias en lucha.
No concurrió el Partido Colorado a los comicios generales de
1860. En cambio, el Partido Blanco se dividió en dos grandes
fricciones antagónicas, las mismas que desde el primer momento
de la presidencia de don Bernardo P. Berro asomaron en el escena-
rio político: la que respondía a la tradición Pereira y la que bre-
ge.ba por el programa de ideas y de trabajo del nuevo mandatario.
Al frente de la primera fracción estaba el propio don Gabriel
Antonio Pereira y al frente de la segunda, en la que se había
afiliado toda la juventud, estaba el también ex Presidente don
Juan Francisco Giró.
La fracción que acaudillaba don Gabriel Antonio Pereira fundó
un club electoral bajo el nombre de «Independencia y Constitu-
ción», que concretó así su programa en un manifiesto publicado con
las firmas de aquel ciudadano y de un numeroso grupo de adeptos
entre los que figuraban don Cándido Joanicó, don Antonio Díaz, don
Manuel J. Errasquin, don Joaquín Requena, don Anacleto Medina,
don José María Reyes, don José Brito del Pino y don Jaime Illa
y VifMrioiit:
«Nuestra divisa será Independencia y Constitución. Ella será
nuestra bandera en los próximos comicios. Ella debe serlo para
todos los buenos ciudadanos y verdaderos patriotas... He ¡ahí
nuestros fines... Nuestros medios serán: mantener el respeto a
la ley y a las autoridades constituidas, haciendo imposible la re-
petición de toda reacción disolvente. Garantir la propiedad. Fomen-
tar la industria, la agricultura y el comercio. Y propender a la
práctica de una política puramente oriental, pero noble y discreta,
ciue estrechando las relaciones amigables con todas las potencias
extranjeras, conserve la independencia y la soberanía nacional.»
La fracción que presidía don Juan Francisco Giró fundó otro
centro electoral bajo el nombre de «Club Libertad». El día de su
instalación, acto que tuvo lugar en el Teatro Solís, un grupo de
jóvenes distribuyó en la puerta de entrada una protesta violenta
contra el club que presidía don Gabriel Antonio Pereira.
«El ardor — decía esa protesta — el entusiasmo, la buena fe
patriótica reside en la juventud siempre generosa y valiente hasta
la heroicidad. . . Explotados estos sentimientos por los eternos fau.
tores de nuestras desgracias, más de una vez han arrastrado a
nuestra juventud por el lodo de nuestras pasiones y miserias de
una vida do convulsión permanente. Invocando mentidamente los
OOHIKK.N'O I)K HKRKO 45
nombres de patria, independencia y Constitución para encubrir
sus miras personales, su3 negocios, sus venganzas, llevaron a U
patria al borde del abismo ly la Constitución ha sido en sus manos
falseada, escarnecida e interpretada en su provecho. Agrupaos, ju-
ventud oriental, proclamando la verdad de los principios constitucio-
nales, la libertad de la ley, la democracia pura, la buena fe política.
Sea vuestra bandera la de la patria regenerada. . . Vosotros seréis los
arbitros en la cuestión electoral y vuestro será el triunfo y habréis
ilustrado con ese hecho los fastos inmortales de la época consti-
tucional, única que atraviesa el país desde que existe bajo la presi-
dencia del esclarecido ciudadano don Bernardo P. Berro.»
La Comisión Directiva del 'Club Libertad», que había iniciado
sus trabajos con gran moderación, publicó en el acto una protesta
contra ese manifiesto que repelía «con indignación como un ele-
mento de discordia».
Esa primera disidencia surgida entre los mismos ciudadanos
que se habían agrupado en torno del Presidente Berro, fué se-
guida de otras más graves en la víspera de los comicios, que tra-
jeron la disohición del «Club Libertad», o por lo menos la rentmcia
de varios de los miembros de su Comisión Directiva.
Don Juan J. Corta, Secretario del Club, que fué el primero en
renunciar, decía en su nota a don Juan Francisco Giró:
«No he podido sancionar con mi voto el falseamiento de los
principios que el «Club Libertad» proclamó, ni descender de la
honorable posición en que la confianza de sus miembros aos co-
locó, para ser el instrumento pasivo de un círculo que se vale de
medios tan reprobados para engalanarse con una popularidad que
no tiene... Siento que la ambición de unos y la falta de dignidad
de otros haya hecho morir en su cuna el hermoso principio de
la libertad del voto acordado a nuestros conciudadanos por nuestro
Código Fundamental y que el ilustrado Gobierno que nos preside
quiso que fuera un hecho.»
Otro de ios miembros renunciantes, don Eduardo Ximénez, ex-
presaba en su nota que se retiraba del Club en razón de haberse
pretendido imponer, «con votos que no representaban la voluntad
de los que los daban, candidaturas que nunca habían podido ni
podían ser la expresión de la voluntad de los ciudadanos reuni-
dos en ese Club».
4<i JtlH'IIOItlA Día- UUbüUAY
IjOs |>iii'li<liirios <l<'| (>nlii<-i'Mo i¡<-ri'(>lii<l<>s <-ii los coliiicios <l<- I H<(0.
I'df créelo lie ei'.iil' (I llildeilcilMl (|e|)I¡i t.ll l|lir¡i r y Llilinró el K'"ll|)()
rwiu'íHoMíirlo 'I'"' <iie¡ii)eziilt;i (Ion íJíilniel Aiiioiilo Pnrclra.
líllM IIhI.UM «leí Clllli ■ linle|)i||(|eii(lii y < 'oiint.l t.llelón» obtll VÍCTOIl
( I. loH (JH(;l'Ut.lllloH (jej I le|i:i I l.iiiHIllo (le IVIoil t»! vlll(!() (!(52 VOtOH, Cl-
lii (jlie lllldliee hieil lilK «II vlHÍ()lleH y (|(!H!l,ll<!llt.(m r<íliiurit(!H.
lüi olid!; lie loi'. ilepii i't.ii iiK^iit.OM liicliii roii tiiriH reclíi iiieiile luH (lOH
reiideiiclMH niilni^óiiicJiH (jiie se (iinpiHü li.i ii el liimiii del l'iirlido
llllllll'O.
I'>ll 'riieii.'ii i'iiiliii ii.'iliiii iloü liiiliiii. Ilii.'i. de eINiM perl.eneeíii. iil eo-
l'Olldl Jliclllli) r.;illi;il, e.\ .lele rolilico del (|e|)¡irt.!Uri(<lll(), HOHtoilldO
<,li ('Mil (^iiiii|)íitni por el doclor ;\ ni nulo de |,i;í ( 'iirrei'iiH y olroH de
loH cliKladajioM ipie li.ilii.in .iclii.-ido (Ini.iiile el Kol)l''rn(> dc) l*c-
i'clrii. A i'lortii ultiini. de hi IihIiíi, el .lele i'olílli'o coronel 'rrÍHt/iii
Aziiinhiiya í\vvvh\.6 al coronel It.nh.it y lo leniltli'i ;i la dapltal a
ditdpoHiolfiti do Ion liilnin.'ilen ('ivllen. Inl.erpehido |joi- la (íoiiilHJón
l'crmaiioiil.o, dijo ol iVIlnií.tro de (¡oltleiiKt:
1 1'¡« lina coMii Kiildda ipie en lodon Imi |(;i,):;e:i liliie:;, <n loiloH
loM paÍMCN en (|l|e lllH riMUdolM';; (|enn)cr;il Icii;, MC ejercen, laH (ilec-
cloncM Koli niíii. o menor, cxiill.-iihi;,., Ii;i.\ acniüiclonc:;, Iniy rccriiili-
iiiodoiioH y caHÍ Hlcniprc Iom derrnhiilon r.nponen violaciones. I'^ii cl
ciiHo ncliial, Iiiiy iiiicJ.'ih de 'raciiai'cnihó, de la (lolonla, di; ''erro
hiirpí, do Sorlaiio, de Siin .Iohi''. de CiincloncH, <'oiii() liis lia linl)i(M.
de la ('iipll;il nilünni. 101 (¡ohiciiio Ini dehido idir.'ir con niiiiini cir-
cllin^pccclon en el c.e.o ,\'o li;i;,t,i ipie ;;e (ll)'..i li;i li.iliido lili vlO"
liiclóti, i.ohre lodo en un pal:; en que liinclonan lo;; poderes constitli-
( loMiilcii y en i|Me cailii. ( liidadano lleno el derecho do acusar a ciial-
(|Ulerii (|io' Inl'i'lnja muh deboi't".^, deudo el t'uMclonai'lo iiüih Ini'crlor
IuikIii el nilnnio rrciddcnle de la Uepnlillca."
I'!n 'l'aciMii'einbO iiKrej-.ó lialila dos lisias. I 'na de ellas, la
«IIhIii del pnelilot- era la. del coronel Itiirhal, quien se la inamiii
al .MinUdro pldliiidide su (qilnion y anlorl/.aiulolo para inodilicarla.
-rYn Ho luirla carr.o \', II ipie cmno Mlnislro de (ioliicrno en nna
adnilnisiracli'in ipie lialila decía r.ido qio' no Imiiarla jiarle en laH
oloccIonoH, yo no poiKa cnlriir on cHn claHO de aírenlos, y por con-
HÍKulonto me nenm'' n ilccli' slqnleni al coronel Uarhiil hI nw khs-
tiilian II no hum ciindldiiloH». lOii cnanlo a la prisión, el ,Iel'(' Polí-
tico la lia rumiado en qne Itarlial hacia de su ciisii un rcccplácnlo
de deHcrtorcH de la l'ollcta y do Jos eniidros votcriinos y i\\\,- coiii-
prnliii ajiiiMH y jtrol'oil» umenii/zis i\v iinKole, nt'orcu ije t'>d<» lo
ÜOHIKUNO UK HKHKO 47
ciiiil r;ill;ir;'iii en brevo los Tiihimalrs, i)or(|U(> l;i r;nis:i Ivamitii an-
te ellos.
UeabitM'tas las sosioiu's ciiliiiarias di* la Asaiiiliica. Iiulm una se-
gunda iiittTix'lacióii iniciada iior id .i;ruii() inu' t'iu'abi'/aha rl doctor
Carreras, ex Ministro de Gobierno do l'eieira. Defendii-ndo al Jefe
Político señor Azanibuya, dijo el Ministro tpie ese cindadano re-
presentaba una vida entera, de moralidad, de i)at riotismo y de
abnegación; ¡¡ero (lue si resultaba cnl|)al>lc cu el sumario (lue se
estaba Instruyendo sería castigado. «VA (¡obicrno — auregó — ha
demostrado en todos sus actos, desde el jirincipio, (jue no recono-
ce en materias de servicio aniiiíos ni enemigos y (jue aplica a cada
uno la resolución que corresponde».
La prisión l'uí: caliHcada de ilegal por la subcomisión de la Co-
misión l'ermanente a cuyo estudio pasó la (jueja del coronel Har-
bat y en la misma t'oi-ma la juzgó el Senado en una minuta de
comunicación dirigida al l'oder Ejecutivo.
Otra larga controversia liuix) en la Ciimara tío Dipuladiis acerca
de las elecciones en la villa de la rni(')ii tachad.is de nulas por el
doctor Carreras.
También en Canelones hubo ludias de índole local. Se fundó un
club para sostener la autonomía del departamento en materia de
l)roclamaiión de candidatos, como acababa, de bacerse en Meicedes
y otras localidades, «consideiaudo — decían los fundadores de ese
club en su manifiesto -- (|ue d(>be ponerse coto a la viciosa prñ'"-
tlca establecida de riM'ibir en los (!c|)artamentos de cimpaña los re-
presentantes (lue desd(> Montevideo se les impongan. reprc'Scntant-'S
que no residen en los tlcpartamentos quo los eligen, (|ue no loa co-
nocen sus comitentes, que ellos tampoco conocen a sus representa-
dos ni al departamento (lue representan, ni su localidad, ni sus
necesidades, ni se hacen ver una sola vez para hacerse conocer de
quienes los han iioniado con sus sufragios, ni para oir sus oi>i-
nlones».
Al día siguiente de los comicios uno de ios vencidos en esa lu-
cha escril)ía al ilirciloi- de •l.a i;epubli(in>:
^No h(t Inihido cattccinii de liarle i/c ht <t iil<ir¡(l<¡<í. (intcitis a la
conüiiclti (1(1 (lohicnio, i)ero la influencia olicial ha sido maiiitiesta
a todas luces desdi> (jue se iniciaron los trabajos. Desde el viernes
l)or la tarde hasta el domingo por la. mañana, los dependientes de
la l'(;li(ía ( in|)ezaron a. c(uiducir al DeiJaitanu'iito a cuanto moreno
encontraron, por más inepto (|ue fuera, y los conservaron encerrados
conduciéndolos a la mesa primaria a que votasen por la lista que
48 HISTORIA DEL UKUGL'AY
allí les daban en el carácter de soldados de la compañía urban?.
que en esta ocasión ha presentado un número jamás visto.»
El Alcalde Ordinario de Canelones, invocando también los frau-
des policiales, sostuvo en una nota dirigida al Ministerio de Go-
bierno la nulidad de las elecciones de diputados y de Junta Econó-
mico-Administrativa.
El elogio (le un diai'io colorado.
Pero hay un testimonio más importante a favor de la corrección
oficial: el de don Isidoro Den:María, director de «La Prensa Orien-
tal», diario colorado y por lo tanto digno de tenerse en cuenta en
materia de elogios a una administración Manca.
He aquí lo que escribía el día de los comicios hablando «del
ejercicio libre del derecho electoral:
«Hasta ahora lejos de tener motivos fundados para ponerlo en
duda vemos por el contrario con sincera satisfacción en la actitud
circunspecta que ha tomado el Gobierno de la República, en los
irabajos de los clubs electorales, y en la multitud de listas de can-
didatos que han invadido los periódicos y que circulan sueltas por
todas partes, — vemos, decíamos, la prueba más convincente de la
libertad con que se procede y por consecuencia la prensa no tiene
por qué enmudecer, ni los ciudadanos por qué retraerse de con-
currir con entera confianza a prestar su voto libremente... La in-
diferencia, el retraimiento a estos actos en los países representa-
tivos republicanos, sólo piied»"n tener lugar, .sólo pueden iustilicarse
cuando falta la libertad, cuando la violencia y el terrorismo im-
peran... Hoy nadie puede quejarse de falta de libertad para dar
su voto... Fiamos en la Providencia que ha de corresponder a los
votos de los buenos... Va en ello la suerte de la patria, el comple-
mento de grandes y saludables reformas económicas y administra-
tivas, la estabilidad del Gobierno, el cese del ostracismo político y
de las animosidades que nos empequeñecen, que nos labran, que
nos desdoran... el progreso de la industria y del comercio, la pros-
peridad de la campaña... en una palabra el sostenimiento de la
actualidad floreciente, tranquila, esperanzosa y feliz de la Repúbli-
ca, que rebusteciendo sus propias fuerzas, recuperando el crédito,
moralizando los hábitos y borrando las huellas de su acerbo y bo-
rrascoso pasado, le atrae las miradas del mundo y la consiguiente
respetabilidad en el extranjero. . . Ciego será quien no vea al país
on el buen camino que lleva y la necesidad suprema y palpitante
de no detenerlo».
GOKIERNO DE BEKBO 49
La acción del Gobierno.
Para llegar a obtener "tan elocuentes palabras de elogio, tuvo
necesidad el gobierno de Berro de iniciar una vigorosa campaña
contra prácticas ampliamente arraigadas en el transcurso de los
años anteriores.
Al empezar la lucha, en setiembre de 1860, algunos de los ele-
mentos dirigentes de los departamentos invocaron el nombre del
Presidente de la República en apoyo de los candidatos que procla-
maban, y eso dio mérito a la publicación de un acuerdo gubernaii-
vo suscrito por el primer- mandatario y sus tres Ministros señores
Acevedo, Lamas y Villalba, que en el acto fué enviado en forma
de circular a todos los Jefes Políticos. He aquí las normas e ins-
trucciones que contenía:
«Que el Presidente de la República ha resuelto no dar dirección,
ni prestar cooperación a ningún trabajo electoral, manteniéndose
en una completa abstención a tal respecto. Que para los fines que
se propone con ese proceder, quiere que los Jefes Políticos guarden
y hagan guardar a sus subalternos la misma actitud. Que en esta
virtud deben abstenerse de una manera absoluta de emplear me-
dios oficiales en favor o en contra de las candidaturas que se pre-
sentan. Que sobre todo les es prohibido bajo la más seria respon-
sabilidad hacer valer su autoridad para intimidar, impedir o dificul-
tar en cualquier forma la libertad y legalidad de la elección. Que
igual responsabilidad pesará sobre ellos si llegasen a compeler a
sus dependientes a que voten contra su conciencia. Que la absten-
ción que se les impone no obsta sin embargo a que se adhieran a
los candidatos de su gusto y voten libremente en su calidad de
ciudadanos. Que interesado el Gobierno en que haya una elección
verdaderamente libre y legal cual conviene, deberán propender con
sus consejos y con los demás medios que buena e imparcialmente
puedan emplear, a que no haya violencias, engaños y falseamientos
de la ley».
El Ministro de la Guerra general Lamas previno también a los
jefes y oficiales de la Guardia Nacional que les estaba prohibido
invocar su título militar para dirigirse a sus subalternos con un
objeto electoral.
Complementando la circular se dirigió privadamente el Presidente
Berro a varios de sus amigos de los departamentos, estimulándo-
los a que se reunieran y libres de toda influencia v.'>taran por los
candida+os de su verdadera predilección. He aquí una de esas ca'"-
4-V
50 HISTORIA DEL URUGUAY
tas dirigiGa en septiembre de 1860 a don Tomás Diago, respetable
vecino de Scriano:
«Estoy decidido a prestar la mayor protección a la libertad de
sufragio, a fin de que desaparezcan esas vergonzosas farsas electo-
rales que nos deshonran y que no son otra cosa que una burla
escandalosa de nuestra ley constitucional. Si liemos de vivir bajo
el amparo de la Constitución, disfrutando de su saludable tutela,
y no humillados ante la fuerza bruta y la arbitrariedad opresora,
es preciso destruir esas prácticas abusivas y corruptoras, hijas de
la vida desordenada que casi siempre hemos llevado... Se encuen-
tran ustedes en actitud de decidir libremente por sí mismos, sin
tener que ceder a la imposición que quieren hacerles... Yo creo
que deben ustedes aprovechar la oportunidad de establecer un pre-
cedente que influirá mucho y con provecho en lo sucesivo. Decí-
danse, pues, a obrar por su propia inspiración y a ser los jueces
exclusivos en un negocio que les pertenece. Sea puramente de us-
tedes la aceptación o rechazo de las candidaturas que se inicien ahí
o que vayan de aquí. Así quedará fijada prácticamente la regla de
que en cuanto al ejercicio de su derecho soberano al pueblo no se
le »manda, sino se le pide».
Refiriéndose al cumplimiento estricto de las circulares e instruc-
ciones a las Jefaturas Políticas, daba el Ministro de Gobierno doc-
tor Acevedo en su Memoria de 1860 este fuerte argumento a favor
de la absoluta abstención gubernativa:
«En las elecciones últimamente practicadas el Gobierno tomó
todas las medidas conducentes a asegurar la libertad del sufragio,
declarando que guardaría por sí y por medio de sus delegados la
más completa abstención. Eso no ha impedido que se hable mucho
de la acción oficial; pero para formar juicio sobre la materia basta
saber que la pretendida acción oficial ha sido vencida en todos
los departamentos. Ese solo hecho probaría que si las órdenes del
Gobierno no se han cumplido exactamente, a lo menos se ha ga-
rantido la libertad del sufragio.»
Durante el proceso electoral la Jefatura de Montevideo dirigió
una circular a las Comisarías en la que expresaba que se habían
celebrado reuniones hasta de 300 y 400 personas, sin conocimiento
de la autoridad, y prevenía que en adelante quedaban prohibidas
todas las reuniones electorales o con otros fines cuyos organizadores
no hubieran dado aviso previo a la Policía.
Se trataba de un simple aviso inspirado en propósitos de vigi-
lancia y de seguridad, lo que no impidió que algún diario atacara
la circular como violatoria de la Constitución de la República.
GOBIERNO DE REIRRO 51
Las elecfiones de I ««2. Cómo las juzgaba don >icc>lás Calvo.
Hubo comicios parciales en diciembre de 1862 para llenar alga-
lias bancas del Senado, repitiéndose en esa oportunidad las ardoro-
sas protestas del año anterior, sobre todo en Florida donde la frac-
ción que acaudillaba el comandante Timoteo Aparicio, jefe de la
Guardia Nacional de aquel departamento, alegó que el Juez de Paz
había echado en la urna boletas fraudulentas y que el registro
había sido abierto con posterioridad a la fecha de la ley.
Fueron igualmente agitadas las elecciones de magistrados ju-
diciales.
Los Tenientes Alcaldes y los Alcaldes Ordinarios eran directa-
mente elegidos por el pueblo. En cambio los Jueces de Paz eran
elegidos por los Tenientes Alcaldes en juntas presididas por
el Alcalde Ordinario.
Esas elecciones exaltaban tanto o más a veces que los mismos
comicios generales. No podían escapar, pues, a la crítica. En
las de 1861 un diario atribuyó al Gobierno la responsabili-
dad de varios fraudes, dando lugar con ello a que otro diario
dijera que si había habido protestas, también abundaban las sen-
tencias anulatorias pronunciadas por el Tribunal.
La crónica electoral de 1862 hacía destacar una correspondencia
de Meló anunciando el triunfo de «la candidatura del pueblo» y la
derrota de la lista prestigiada por el Jefe Político don José G. Pa-
lomeque, «a pesar de todos sus manejos» decía el corresponsal al
anunciar un triunfo que era la más elocuente prueba de la abso-
luta corrección policial.
Al año siguiente hubo escenas de violencia, especialmente en
Maldonado, donde la fracción oposicionista que acaudillaba el co-
ronel Burgueño obtuvo el triunfo, y en Mercedes donde hubo un
muerto y varios heridos por efecto del enardecimiento de las
pasiones locales estimuladas por la afluencia excepcional de vo-
tantes. ¡Cerca de 700!
Examinando don Nicolás Calvo en «La Reforma Pacífica» esas
elecciones de senadores y las subsiguientes de Alcaldes Ordinarios,
formulaba sin embargo en estos términos el elogio político de la
administración Berro:
«En el acto más augusto de la soberanía popular, en la elección
de los representantes del pueblo y de ciertos funcionarios locales
que han tenido lugar en la República durante la última quincena,
so han hecho notar los rasgos característicos de las situaciones
52 HISTORIA DEL URUGUAY
Górmales en que los pueblos libres ejercen sus derechos en com-
pleta libertad y con entera prescindencia de los mandatarios que
gobiernan. Hemos visto con satisfacción que el Poder Ejecutivo ha
permanecido en la más absoluta inacción en materia electoral, y
esto es tanto más notable para nosotros cuanto que por años suce-
sivos hemos sido víctimas de la coacción oficial en nuestro pro-
pio país. Aquí al contrario, en la lucha que se entabla en todas
las elecciones, los partidos o las fracciones locales tienen su libre
acción: el triunfo de las influencias no oficiales prueba que en
cada localidad la opinión se manifiesta con entera libertad.»
Inconipatibilitlades parlamentarias.
Una ley dictada a mediados de 1862 declaró la incompatibilidad
del cargo de senador o diputado con el de magistrado judicial, ju-
rado o miembro de las Juntas Económico-Administrativas.
Al aconsejar la sanción de esa ley, propuso la Comisión de Le-
gislación del Senado una incompatibilidad más que no preA'aleció;
que tampoco podrían desempeñar las funciones de senador o dipu-
tado los contratistas de equipos, vestuarios y toda clase de adquisi-
ciones y obras del Estado, los recaudadores de rentas y los parien-
tes del Presidente de la República y de sus Ministros.
Si los empleados — decía la Comisión en su informe — no re-
unen las condiciones necesarias para ser electos legisladores, me-
nos las pueden tener los que contratan con el Estado y los parien-
tes de los gobernantes.
El númei'o de votantes y los fraudes electorales aquende y allende
el Plata.
En las elecciones generales de 1860 congregó el electorado de
Montevideo en torno de la lista triunfante 662 votos. Para una po-
blación que se aí)roximaba a 60,000 almas era ciertamente un gua-
rismo muy pobre.
El Departamento de Canelones, que teñía en esos mismos momen-
tos 20,000 almas, arrojaba una inscripción de 795 ciudadanos dis-
tribuidos en las secciones que subsiguen:
Guadalupe 136 Sauce 89
Santa Lucia 42 Pando 208
Piedras 108 Tala 212
GOIUEKNO DE I5EKR0 53
El registro cívico del Departamento de Montevideo contenía
1,500 inscripciones a mediados de 1862, según un cómruto del
diputado Vilardebó. Y a las elecciones de Colegio Electoral de
Senador realizadas a fines de ese mismo año concurrieron 76^
votantes a pesar de que existían dos listas la de la reacción que
encabezaban los amigos del gobierno de Berro y la de los adora-
dores del gobierno de Pereira, que se disputaban el triunfo.
A los comicios del Salto sólo concurrieron 208 votantes en 1862,
cifra exigua para una población de 16,000 almas, mientras que a
los del Durazno, cuya población no alcanzaba a 9,000 almas, con-
currieron 737 votantes, porque allí había lucha entre los partida-
rios de la candidatura de don Manuel Herrera y Obes para sena-
dor que salió triunfante, y la de los que la combatían.
A la elección de Alcalde Ordinario de Soriano, departamento que
contaba con 14.000 almas en 1863, concurrieron 649 votantes atraí-
dos por una formidable lucha de intereses locales, de la que salió
triunfante la candidatura del doctor Venancio Acosta. La del año
anterior en Montevideo sólo había alcanzado a congregar 95 vo-
tantes!
Todos estos porcentajes resultan muy pobres sin duda alguna.
Pero la abstención era un mal de la época. Nada lo demuestra tan
concluyentemente como el espectáculo de la Provincia de Buenos
Aires en esos mismos años, bajo la gobernación de Mitre y en me-
dí» de la honda conmoción patriótica a que daba origen la con-
tienda con el gobierno nacional.
Según los datos suministrados por Sarmiento en un discurso
parlamentario de agosto de 1861, de las doce parroquias en que
bo dividía Buenos Aires sólo tres habían tomado parte en la
elección de diputados y en cada una de ellas sólo habían votado
cuarenta y tantos electores. En conjunto 150 votantes para toda
la ciudad de Buenos Aires!
¿Presentaría menos sombras el escenario argentino del punto de
vista de los fraudes electorales?
Describiendo las elecciones realizadas en Buenos Aires en marzo
de 1863, escribía un corresponsal de «La Reforma Pacífica»:
La lucha se entabló entre los partidarios de la lista amarilla
y los partidarios de la lista blanca. En varias parroquias se for-
maron cantones y desde allí salían pandillas armadas de puñales,
garrotes y cascotes para ahuyentar a los adversarios. El bando de
la lista amarilla que fué el vencido, tuvo 2 muertos y 80 heridos.
En diciembre del mismo año fué convocado el pueblo de Buenos
54 ' HISTORIA DEL URUGUAY
Aires a elecciones municipales. Véase lo que decía «La Nación
Argentina», órgano del general Mitre, haciendo la crónica de los
sucesos:
Los atrios de la Merced y de la Piedad han quedado cubier-
tos de escombros y las casas vecinas acribilladas a pedradas y ba-
lazos. Ha habido dos o tres muertos y de 50 a 60 heridos. Uno de
los dos bandos organizó cantones en las azoteas de los templos y
desde allí maniobraba con revólvers, con palos y con piedras.
Ningún adversario podía acercarse a la mesa receptora de votos
tin recibir una lluvia de proyectiles.
Compárese estas crónicas con las nuestras y resultará que en
materia electoral como en tantas otras actuaba el gobierno de
fierro como un verdadero modelo dentro del amplio escenario del
Río de la Plata.
Reforma de la legislación electoral.
A raíz de los comicios generales de 1S60 decía el Presidente Be-
iro a la Asamblea:
«Las elecciones practicadas el año último, si bien disputadas con
calor en algunas partes, han sido en todas exentas de violencia
y coacción. La más completa libertad ha habido en ellas. Pero
por muy satisfactorio que sea ese resultado, de lamentar son con
todo los procedimientos irregulares y viciosos de que han sido
acompañadas en algunos departamentos, como habréis visto al
examinar sus elecciones. Los malos hábitos adquiridos y la oscu-
ridad e imperfección de las leyes en materia de elección se han
juntado para producir tan desagradables efectos, cuya renovación
es preciso evitar por medio de una ley que precava todo sin de-
jar lugar a arbitrariedades y falsas interpretaciones.»
Al año siguiente volvió a insistir acerca de la necesidad de
abordar la reforma electoral.
«Llamo vuestra atención — decía en su mensaje de febrero de
1862 — sobre la necesidad de reformar la ley de elecciones. Los
abusos introducidos en ellas, los desórdenes que las acompañan,
los medios inmorales e inicuos que se emplean, ya para dominar,
ya para burlar el voto soberano del pueblo, piden medidas legis'a-
tivas bien concertadas que ataquen tan inmenso mal.»
Pues bien: cuando Flores invadía el país se publicaba un pro-
yecto de ley de elecciones del doctor Pedro Fuentes, favorablemente
informado por la Comisión de Legislación de la Cámara de Dipu-
GOBIERNO I>E BEBBO 55
tados, que merecía graneles elogios de diarios tan caracterizados
como «El Siglo» y «La Reforma Pacífica».
«La participación que por esa ley se da al pueblo en los actos
preparatorios del acto electoral — decía el primero — es de una efi-
cacia evidente para su legalida;!.»
«lEl proyecto — decía el segundo — nos parece dar la más com-
pleta garantía a la libertad del sufragio. Todas sus prescripciones
son dictadas para que el resultado del ejercicio de la soberanúi
democrática sea la verdadera expresión de esa soberanía, ponién-
dola al abrigo de toda y cualquier coacción de círculo, influencia
gubernativa y fraudes electorales. Se hace imposible la introduccióü
de votantes que no existen sino en la imaginación de los escru-
tadores; los nombres de los muertos, habitantes de los cernen t;^-
rios y casas de orates, no pueden ser evocados para figurar entre
los electores. No tienen lugar ni las inscripciones falsas en re-
gistros falsificados, ni se transforma la mesa electoral en vergon-
zoso campo de batalla en que la victoria es la consagración del
derecho de falsificar.»
Un raes después la Cámara de Diputados terminaba sus debates
y pasaba el proyecto al Senado, en donde quedaba encarpt-tado por-
que ya entonces la revolución había tomado mucho cuerpo y toda
la atención pública se dirigía a la organización de la defensa na-
cional. De otro modo el proyecto del doctor Fuentes habría que-
dado convertido en ley y los comicios generales de noviembre de
1863 hubieran podido celebrarse al amparo de una legislación que
según Calvo era muy superior a la argentina y que en opinión de
todos habría garantizado hasta donde era posible la libertad de
f-ufragio.
Ya antes de abordar la ley general de elecciones habías.^ ocup.ul 3
la Asamblea del estudio de algunos de sus capítulos. En 1860 la Co-
misión de Legislación de la Cámara de Diputados había aconsejado
un proyecto por el cual se entregaba al Tribunal de Justicia la elec-
ción de los Alcaldes Ordinarios y a éstos la elección de los Jueces
de Paz y Tenientes Alcaldes, invocando el miembro informante que
la elección popular era fuente incabable de disturbios en campaña.
í en 1863 había discutido y rechazado el Senado una representación
de doscientos y tantos guardias nacionales del Departamento de So-
riano, solicitando una interpretación del artículo constitucional que
establecía que desde 1840 en adelante no podrían entrar al goce de
la ciudadanía los analfabetos, representación apoyada por la Comi-
sión de Legislación que invocaba en su dictamen que los constitu-
56 HISTORIA DETL tIRUGUAT
y.entes habían supuesto que el país viviría en paz y que las escuelas
&e repartirían por todo el territorio, y que habiendo fallado esa su-
yosición resultaba injusto que se privara de los derechos políticos a
quienes con las armas en la mano habían concurrido a la defensa
nacional.
Destitución úe ministerios.
El Presidente Berro destituyó a su primer ministerio a mediados
de 1861. Fué un acto de mucha resonancia en la Cámara de Diputa-
dos, en la prensa y en e' país entero, que unos atribuían a la «cues-
tión religiosa, en la que el Ministro de Gobierno doctor Acevedo
había asumido actitudes definidas contra el clericalismo absorbente;
otros a los sucesos políticos de que era teatro la República Argen-
tina; y otros, los más, finalmente, al vuelo considerable que había
tomado el país en materia de organización de las actividades depar-
tamentales, de difusión creciente de los hábitos constitucionales, de
expansión de la riqueza pública con un sinnúmero de reformas rea-
lizadas ya o en plena incubación que habían destacado extraordina-
riam^^ente al ministerio, a quien se atribuía todo el honor de los pro-
gresos alcanzados y toda la iniciativa de los que todavía pudieran
conquistarse, explicándose entonces el decreto de destitución como
un medio de demostrar que las cosas marcharían del mismo modo
con cualquier otro ministerio y que el eje de la situación lo cons-
tituía pura y exclusivamente el Presidente Berro.
El ministerio Arrascaeta, que entró a sustituir al destituido, no
fué de larga duración. Tuvo que renunciar en masa. Y en una u
otra forma, por decreto o con presentación de renuncias colectivas,
formas ambas que siempre ofrecía el Presidente Berro, terminaron
los dos subsiguientes: el que integraban el doctor Jaime Es-
trázulas y don Juan P. Caravia, y el que encabezaban don Luis de
Herrera y don Silvestre Blanco.
Se intensifica en 1863 la lucha dentro del Partido lilanco.
Debían realizarse en diciembre de 1863 los comicios generales,
y tanto por esa circunstancia, como por la de que a la nueva Le-
gislatura correspondía elegir Presidente de la República, las dos
fracciones antagónicas del Partido Blanco resolvieron prepararse
para la lucha con larga anticipación.
GOlilLüNO DE BtRRO í>7
El coronel Bernardino Olid, jefe de la Guardia Nacional de Mi-
nas y de la frontera del Chuy, se vino sin licencia a Montevideo
en el mes de enero y dirigió una circular a los principales jefes del
Partido Blanco invitándolos para una reunión política, con el ob-
jeto «de vratar — decía en esa circular — de imponer i.uestra opi-
nión en el sentido de conseguir el triunfo de nuestro partido y de
conservar el orden y la paz en todo el tiempo que falta para esa
época».
Juntamente con el coronel Olid llegaron varios jefes de cam-
paña que venían a secundarle en sus trabajos políticos, todos ellos
sin haber recabado permiso para emprender viaje. Había resurgido
el caudillaje y los acontecimientos parecían empujar hacia situa-
ciones de fuerza.
Llamado a dar explicaciones, dijo el coronel Olid que él trataba
de contrarrestar trabajos electorales y militares de los colorados.
El Gobierno se limitó a apercibirlo por su actitud y a fijarle un pla-
zo de 48 horas para que regresara al departamento donde prestaba
servicios militares, dando con ello pretexto al coronel Olid para es-
cribir una larga nota en la que sostenía que los militares no te-
nían necesidad de autorización gubernativa para realizar traba-
jos electorales; que en las postrimerías de la administración Pe-
reira había habido reuniones análogas, encaminadas a preparar la
candidatura del propio don Bernardo P. Berro; qup lo que se pro-
yectaba hacer en esos momentos era lo mismo que se había hecho
anteriormente sin protestas. Concluía el caudillo anunciando que de
acuerdo con la orden recibida se pondría de inmediato en viaje pa-
ra su departamento.
El Gobierno se creyó obligado entonces a complementar su re-
solución con una nota explicativa en que establecía que la con-
servación del orden era de la incumbencia exclusiva de la auto-
ridad pública; que se había decretado el desarme de la Guardia Na-
cional por haberse desvanecido el peligro de invasión colorada; que
no se trataba de limitar el derecho de los militares a actuar como
ciudadanos en los trabajos electorales, derecho respetable, sino de
obligar a. los jefes al cumplimiento de los deberes que les incumbía.
Salía pues del conflicto el coronel Olid con todos los honores, y
comprendiéndolo así sus parciales, resolvieron hacerle una demos-
tración pública de desagravio en el día del viaje. A la hora seña-
lada había frente a su casa de la calle Convención — decía «La Re-
forma Pacífica» — más de 25 coches de distinguidas personas que
habían ido a saludarlo, entre los que se contaban ex Ministros, se-
58 ' HISTORIA DEL TJEUGUAY
nadores, diputados y militares de la elevada representación de los
coroneles Moreno, Burgueño y Olivera. Y el convoy de carruajes
escoltó al ensoberbecido caudillo hasta la villa de la Unión.
No quedaron abandonados naturalmente los trabajos que enca-
bezaba el coronel Olid. Prosiguieron con toda actividad y en los
primeros días de abril, a raíz de una reunión política en casa del
coronel Lucas Moreno, quedó instalado el «Club Liberal» con una
Comisión directiva de la que formaban parte el doctor Antonio de
las Carreras, el doctor Jaime Estrázulas, el coronel Dionisio Coro-
nel, el doctor Jacinto Susviela, el coronel Lucas Moreno, el doc-
tor Adolfo Basáñez y don Juan P. Caravia. Véase el programa del
nuevo club:
«Uniformar la opinión pública para que la elección de represen-
tantes en el presente año sea la e.xpresión de la voluntad na-
cional; para que esas elecciones se verifiquen con sujeción a las
leyes; para procurar que recaigan en ciudadanos independientes
e ilustrados de manera que garantan que el futuro Presidente ae
la República sea hombre de moralidad política y social, de ¡deas
liberales y progresistas en la administración, conforme a las exigen-
cia^ de la época y a las necesidades del país, y que ajuste su mar-
cha a los principios constitucionales, conservando las libertades
públicas y la independencia de la Nación».
Quedaron interrumpidos estos trabajos electorales por efecto de
la invasión de Flores, pero los planes a que respondían volvie-
ron a entrar en actividad en las postrimerías del gobierno de Be-
rro, bajo forma de incidentes de honda resonancia en el escenario
político del país, como tendremos oportunidad de verlo más ade-
lante.
\'i\ liininai-es de la invasión de Flores.
Empezaron a correr los rumores de revolución desde marzo de
3 860, dando ello lugar a que fuera distribuida la campaña en cuatro
grandes zonas militares a cargo dé los coroneles Bernardino Olid,
Dionisio Coronel, Lucas Moreno y Diego Lamas bajo el mando su-
premo del general Anacleto Medina, «para atender y resolver con
prontitud — decía el decreto — en los casos en que fuere necesa-
ria la reunión de toda o parte de la Guardia Nacional.
Los rumores recrudecieron al año siguiente y en tal forma que
hubo que convocar a la Guardia Nacional. Fué nombrado el coronel
I..ucas Moreno comandante militar de los departamentos al norte del
GOBIERNO DE BEBRO f)9
Río Negro y se ordenó la concentración en Montevideo de las compa-
ñías urbanas de Colonia, Mercedes y Paysandú, a efecto de orga-
nizar un nuevo batallón a cargo del coronel Pantaleón Pérez. Cesó
en abril la movilización de la Guardia Nacional, pero en septiembre
volvió a ser convocada la de los departamentos de Colonia y So-
riano para formar un cuerpo de observación sobre las costas del
Río de la Plata y del Uruguay, esta vez al solo objeto de garantizar
nuostra neutralidad en la contienda argentina.
Se estrenó también el año 1862 con rumores de invasión que obli-
garon al Gobierno a reforzar el cuerpo que estaba en observación
de los sucesos argentinos. Los emigrados orientales se habían in-
corporado al ejército de la provincia de Buenos Aires y a cada paso
se daba como inminente la invasión de Flores pat'ocinada por el
gobierno de Mitre. Desvirtuando los rumores circulantes decía «El
Comercio del Plata»:
«Los jefes de la emigración oriental tienen una posición bastan
te favorable en Buenos Aires para que necesiten comprometerse en
una revolución dudosa, por el mero hecho de reconquistar un gra-
do y un sueldo que tienen con usura en un país vecino y hospita-
lario. Tienen sobrado patriotismo para no sacrificar la tranquilidad
y el progreso de su país a intereses personales... Tienen bastante
tino político para no afrontar una situación normal y en que no en-
contrarían elementos preparados porque ellos saben prácticamente
que las revoluciones son ineficaces cuando no se ha sublevado el es-
píritu público por medio de la-j arbitrariedades del Poder. . . El país
y el Gobierno mismo mirarán esas tituladas invasiones como un
sueño de los agiotistas políticos que en todo buscan un medio de
hacer triunfar sus intereses particulares o de círculo; y si en tal
caso se realizaran los temores contra las conveniencias públicas, es-
tarían al lado de la autoridad todos los hombres de corazón».
Volvieron a acentuarse los rumores a mediados de año y ellos
continuaban dando tema a los más encontrados comentarios, cuan-
do el Gobierno se incautó de varias cartas del general Flores in-
vitando a sus amigos a secundarlo en su empresa revolucionaria.
El Presidente Berro, habilitado ya para tomar medidas prontas
de seguridad, se limitó a pasar los antecedentes a la justician or-
dinaria, y el Juez del Crimen dictó orden de arresto contra una
docena de ciudadanos que luego fueron puestos en libertad. Poco
después fué convocada la Guardia Nacional en todo el país, medida
precaucional que en seguida quedó sin efecto así que se supo que
Flores, que estaba en Buenos Aires pronto para invadir, había re-
60 HISTORIA DEL URUGUAY
trocedido a los establecimientos ganaderos de don Gregorio Leza-
ma, de que era administrador.
No todos los jefes emigrados estaban, sin embargo, en tren de
revolución. Uno de ellos, el coronel Ignacio Rivas, posiblemente el
militar de más prestigio del ejército argentino, llegó al Salto a
fines de 1862 en jira de descanso, después de sus campañas contra
«El Chacho», y agradeciendo los agasajos de que era objeto dijo al-
zando la copa en una de las fiestas: «Brindo por la prosperidad
de la República Oriental y por la paz de que goza bajo el ilustra-
do Gobierno que rige sus destinos».
El estado de lavS relaciones inteinaci€nales no era inquietante.
La Argentina y el Brasil, como tendremos oportunidad de verlo,
ayudaron desde el primer momento a la revolución de Plores. Y
sin embargo el estado de las relaciones diplomáticas de ambos
países con el Uruguay era de relativa cordialidad en esos momen-
tos. Véase cómo se expresaba acerca de las relaciones con la Ar-
gentina el Presidente Berro al abrir las sesiones ordinarias del
Cuerpo Legislativo en febrero de 1863:
«La amistad de ambos países se estrecha del modo más conve-
niente, apoyada en intereses comunes y en una leal correspondencia.
Impulsado de mis propios sentimientos y acompañando justamen-
te las fraternales simpatías del pueblo oriental, mandé un agente
confidencial a felicitar al general don Bartolomé Mitre por el res-
tablecimiento de la paz y de la unión entre los hijos de aquella
República. . . Llevó también encargo ese agente de representar con-
tra la actitud hostil con que aparecen algunos orientales emigra-
dos, parte de ellos al servicio de la República Argentina en el
ejército».
Hablan «Ion Félix Fríu.s y don José Mármol afi'rta de la tolabora-
ci«'»n arjieiitiiia eii la i-evolución de Flores.
No eran fantasías del Presidente Berro. Véase lo que decía pa-
sada ya la tormenta, en julio de 1866, el senador don Félix Frías,
ilustre pensador argentino, fundando una interpelación sobre re-
quisa de caballos:
«Un día, señores, nos levantamos en esta ciudad y, como de cos-
tumbre, preguntamos ¿qué hay de nuevo? Nada: un jefe refugiado
en este país acompañado de dos hombres más, ha ido a libertar
GOBIERNO DE BERRO 61
la república vecina. Esa fué la chispa. El iucendio vosotrc-i lo co-
nocéis... ¿Y (juieii podrá calcular cuánto han perdido esto.s países,
desde el Brasil hasta el Paraguay, en oro, en la sangre de sus
hijos más preciosa que el oro, en el desarrollo de su crédito y su
comercio, en el bienestar general? ¿Y dónde parará el retroceso in-
menso que nuestras instituciones tienen que sufrir por no haber
apagado a tiempo esa chispa, por no haber contenido ese hombre
que partía de aquí para libertad a su país? Voy a permitirme ci-
tar a mis honorables colegas una anécdota histórica. A fines del
año 1840 el general Lavalle sitiaba la ciudad de Santa Fe, defen-
dida por el general Garzón. Los santafesinos eran nuestros amigos,
y después de una corta resistencia la plaza se rindió. Nuestros
«moldados impagos, desnudos, desprovistos de todo, entraron en ella
y no todos fueron escrupulosos en el respeto de la propiedad. Al
día siguiente, cuando los que no habían tomado parte en el ataque,
ni en el pequeño botín, fueron a las pulperías y pedían en ellas
una libra de azúcar, de yerba, de arroz, los pulperos les contesta-
ban: No hay, lo libertaron ayer. Esa libertad fué la que se llevó
í. la República Oriental, señor Presidente. Se la fué a libertar de
sus instituciones, se fué a derrocar en ella todo lo que esta Provin-
cia de Buenos Aires enemiga de los caudillos había levantado des-
pués de Pavón. Sí, se le fué a libertar de sus leyes. La nube em-
pezó a crecer y oscureciéndose el cielo cada vez más de aquel lado
del Plata, la revolución arrojó sus rayos sobre todo lo que hay de
más sagrado en la sociedad; echó al suelo al gobierno más honrado —
lo declaro en voz alta — que haya jamás conocido el Estado Oriental.
Sí, señor: la autoridad cayó y las instituciones cayeron con ella...
¿Cuál era el deber de la República Argentina en presencia de aquel
incendio ? Nuestro deber nos estaba trazado por los principios que
profesamos; nos estaba marcado por el derecho: era la neutrali-
dad que nos prescribía no soplar ese fuego e impedir que se ex-
tendiera a este lado de las fronteras. ¿Lo hicimos así, señor Pre-
sidente? No, no fué eya nuestra conducta, y aquí como leal servidor
de mi país y para no traicionar la conciencia debo decir la verdad
no sólo al Gobierno, sino al pueblo mismo que me ha elegido. Me
cumple censurar la indigna cooperación que muchos compatriotas
nue pretenden ser liberales prestaron a una empresa que debieron
condenar desde el primer momento para ser consecuentes con sus
principios... Hay un derecho público, señores, hay un derecho de
gentes que nos manda respetar a un Gobierno vecino que no nos
ofende. El Gobierno Oriental no nos había ofendido; no supimos
62 HISTORIA DEL -OBUGUAY
respetarlo, sin embargo... El fuego de la sedición fué atizado por
nosotros y, como nadie lo ignora, de otro lado también... Si la
neutralidad hubiera sido leal, si todo el mundo, nacionales o extran-
jeros, hubieran estado persuadidos de que no tomábamos parte en
esa guerra civil, habríamos preservado a nuestro paiís de la
guerra.»
Otro ilustre pensador argentino, don José Mármol, actor él mis-
mo en los sucesos como agente diplomático del gobierno de Mitre
curante la revolución de Flores, dijo en 1869 con ocasión de ja cé-
lebre polémica provocada por el doctor Juan Carlos Gómez sobre
la guerra del Paraguay, de que hablaremos después: que el go-
bierno de Berro era «el mejor de los gobiernos que había tenido la
República Oriental»; que entre la Argentina y el Uruguay «no
había cuestiones que pudieran pasar de las carteras diplomáticas»;
que el Brasil y la Argentina comenzaron «por insultar la sobera-
nía oriental, cuyo gobierno era en esos momentos una garantía de
orden y de paz para sus vecinos».
lia invasión.
El Gobierno Argentino, acabamos de decir, figuró desde el pri-
mer momento entre los principales colaboradores de la revolu-
ción de Flores.
Pero el acto inicial del pasaje del jefe de la revolución al terri-
torio que debía conflagrar, se produjo aparentemente en condicio-
nes que alejaban toda sospecha de connivencia o parcialidad. El
general Flores salió de Buenos Aires el 15 de abril de 1863 acom-
pañado del coronel Francisco Caraballo y de dos ayudantes y el
19 del mismo mes desembarcó en el Rincón de las Gallinas con
esta única comitiva según se encargó de comunicarlo al Gobierno
el Jefe Polífíco de Paysandú don Basilio Pinilla, invocando el
testimonio de los peones de una estancia ubicada en el paraje
llamado Caracoles, donde atracó la lancha. En el acto de pisar
tierra se pusieron en marcha los cuatros invasores y una fuerza
armada que allí los esperaba, con rumbo a la frontera que era
donde las autoridades argentinas y brasileñas habían dejado orga-
rizar los contingentes militares destinados a servir de base a la
revolución. En la Provincia de Río Grande estaba el coronel Goyo
Suárez con los escuadrones organizados por el general brasileño
David Canavarro y en la Provincia de Corrientes los escuadro-
nes del coronel Fausto Aguilar que había organizado el general
argentino Nicanor Cáceres. '
GOBIEKNO DE BERRO 63
Era para ponerse a la cabeza de esas fuerzas que el pequeño Es-
tado Mayor desembarcado en Caracoles se dirigía apresuradamente
a la frontera.
Impresión de desastre <iut* la noticia produce en Montevideo. La
palabra de "El Siglo".
Puede decirse que no hubo discrepancia alguna entre los diri-
gentes de la época al apreciar la revolución de Flores. Todos esta-
ban contestes en condenarla, lo mismo los colorados que los blan-»
eos, porque todos, absolutamente todos, o aceptaban al Gobierno co-
mo una conquista nacional, o lo juzgaban como un puente insusti-
tuible para ir a soluciones más favorables al partido político a que
pertenecían.
Dos meses antes de la invasión, «El Siglo» que era el órgano
más caracterizado del Partido Colorado, ocupándose de los sucesos
de Méjico, de la absorción brasileña y de otros temas de política
internacional que estaban a la orden del día, decía refiriéndose al
Uruguay:
«Es necesario pensar en los peligros que rodean al país y con
ellos a la vista sería un traidor, no sería oriental, quien sanciona-
ra la lucha civil, más aun, quien no lanzara su reprobación contra'
cualquiera que intentara promoverla».
Al producirse la invasión, «El Siglo», que hasta entonces había
sido dirigido por un grupo de redactores del que formaba parte el
doctor José Pedro Ramírez, estaba ya a cargo exclusivo de e«te
último ciudadano. Oigamos, pues, al doctor Ramírez juzgar la re-
volución tantas veces desmentida por su diario en los días antcí-
riores:
«En presencia de estos hechos (las medidas militares del Gobier-
no) que parece natural suponer motivadas, no podemos menos de
abstenernos de perseverar en las opiniones emitidas y sostenidas
hasta aquí con toda conciencia y buena fe, limitándonos en los mo-
mentos difíciles que atravesamos a hacer votos porque o bien re-
sulte una vez más inmotivada la alarma, o porque caso d3 ser
ciertos los planes que se atribuyen al general Flores, le ilumine au
rayo de luz y le inspire «n sentimiento patriótico el desist'mi?nto
¿e su temeraria empresa. Cuando combatimos la propagación df los
primeros rumores sobre la invasión y aconsejamos la política que
nos parecía más conveniente para cortar el mal de raíz, obedecía-
mos a un sentimiento del más alto patriotismo porque inevitable-
64 ^ HISTORIA DEL CRUGCAT
mente temblamos ante la idea de un nuevo convulsionamiento en
el país».
Dos años más tarde, triunfante ya la revolución y orgarizado el
gobierno de Flores en Montevideo, quiso explicar el doctor Ramí-
rez por qué motivo se había enrolado en la revolución después de
haberla condenado en los tér^r.inos que hemos transcripto. Véase
su explicación:
«La revolución nos sorprendió en los trabajos pacíficos que pre-
parábamos para las próxim^as elecciones, de acuerdo con varios
prohombres del Partido Liberal y con muchos de sus jóvenes ilus-
trados. No veíamos al país preparado para la lucha que se iniciaba
en el terreno de las armas, y al anuncio de su realización por el
audaz desembarco del general Flores en la costa uruguaya, con
toda la sinceridad de nuestra alma hicimos votos porque como
otras veces resultase una simple alucinación del partido dominante,
que en las aflicciones de su conciencia veía sombras en todas par-
tes y para el cual la emigración asilada en Buenos Aires era una
constante pesadilla. Lo que entonces era para nosotros una em-
presa temeraria debía ser más tarde una cruzada heroica y más
tarde todavía un acontecimiento precursor del renacimiento de la
libertad política del país, de su soberanía usurpada y de su moral
escarnecida. . . Quinteros se presentaba aterrador a nuestros ojos».
Basta sin embargo leer lo que «El Siglo» escribía durante el go-
bierno de Berro para rechazar esta explicación a que el periodista
se encontraba empujado para no aparecer como elemento dudoso
en una situación que él deseaba, y a justo título por su talento y
sus grandes condiciones morales, dirigir desde su trbuna de la
prensa. ¡No! «El Siglo» había condenado la revolución porque acep-
taba la presidencia de Berro como una verdadera conquista, como
un importante punto de arranque para nuevas y fecundas evolucio-
nes que la guerra civil tenía que destruir. Y de su modo de pensar
eran también casi todos sus correligionarios.
Otras apreciaciones concordantes.
«El Siglo», se encargó de demostrar esto último con ocasión de
una correspondencia de Buenos Aires escrita a raíz de la invasión,
en que se decía que el general Flores estaba entendido con don
José María Muñoz, con don Juan Carlos Gómez y otros prohombres
del Partido Colorado radicados en la Argentina desde largo tiem-
po atrás.
GOBIERNO DE BERRO 65
«Lo que se refiere al señor José María Muñoz — contestó el
doctor José Pedro Ramírez en «El Siglo» — es una especie tan
absurda, tan notoriamente falsa, que no habrá dos personas entre
ios hombres de la situación y acaso una en el gobierno que crea
ea la participación que por esa carta quiere atribuirse al señor M\i-
ñoz y a sus amigos políticos y personales en los planes de inva-
sión de que sin duda el Gobierno debe conocer alguna prueba fe-
haciente. El señor iMuñoz y sus amigos políticos y personales es-
tán tan ajenos a lo que pueda haber de positivo en la sospechada
invasión, como el mismo redactor de «El País».
En uno de los incidentes de la polémica que en 1S69 sostuvieron
Juan Carlos Gómez y el general Mitre sobre la guerra del Para-
guay, el primero explicaba así al doctor Elizalde, que también ha-
bía salido a la prensa, los preliminares de la invasión y la acti-
tud de don José María Muñoz:
Nadie sospechaba todavía que Flores se lanzaría a la revolución
cuando don Julio Barrios fué a consultarme acerca de lo que debía
hacerse con una columna de 200 orientales emigrados que bajo el
mando del general Gregorio Suárez estaba en Corrientes: si di-
solverse o quedarse. Contesté que debían quedarse esos 200 hom-
bres probados y me preocupé de atender a sus necesidades. La
idea era lanz'ar la revolución en noviembre con motivo de las
.^lecciones en que los blancos se presentaban muy divididos. El
general Plores se precipitó por su cuenta desembarcando con cua-
tro hombres en el Arenal Grande. El grupo del general Suárez
fué la primera fuerza que aprovechó Flores después de una larga
travesía con sus cuatro invasores. En cuanto al doctor Muñoz, opi-
nó «que debíamos condenar la intentona del general Flores, de-
clarando que no lo reconocíamos como representante de nuestro
partido, porque no tenía ni podía tener más propósito que levantar
su dictadura personal, explotando una bandera política que él ha-
bía defeccionado y arrastrado por el lodo».
Terminaba su réplica el doctor Gómez diciendo que él no había
sido de ésa opinión, porque entendía que no convenía desautorizar
a Flores, pero que después lo había lamentado.
Don Héctor Várela, que formaba parte de la Legislatura surgida
de la revolución de Flores, presentó a la Cámara de Diputados en
1868 un proyecto de ratificación de los actos de la dictadura, y
fundándolo dijo estas palabras que nadie absolutamente se arries-
gó a rectificar:
«Cuando el general Flores se lanzó a libertarnos, el pueblo orien-
5-V
(36 HISTORIA DEL URUGUAY
tal no estaba de su lado; eran muy pocos los que tenían fe en su
triunfo. Salló la revolución de su estado embrionario y empezó
a entrar en el terreno de las glorias, y entonces los indecisos, los
pusilánimes, empezaron a ponerse a su lado».
Era tan viva la protesta de los colorados, que el doctor Nicolás
Herrera que se había enrolado desde los primeros momentos en
la Guardia Nacional, se creyó obligado además a formular el pro-
ceso de la invasión mediante un artículo en que decía:
«Hombres de corazón hemos creído de nuestro deber protestar
enérgicamente contra la insurrección armada que el general Venan-
cio Flores promueve en estos momentos, usurpando el nombre
del Partido Colorado... Como colorados, pues, nos hemos puesto al
lado del Gobierno que en este momento tiene la representación de
la ley y de todos los intereses de orden, progreso y bienestar ge-
neral agredidos y comprometidos por la intentona verdaderamente
criminal del general Flores... Flores es la expresión genuina de
los intereses y las miras del caudillaje que ha sido siempre la gan-
grena de nuestro país... Es preciso combatir al caudillo, es pre-
ciso robustecer el principio de autoridad, asegurar el imperio de
la ley... Querer vencer a Flores no debe ser querer establecer la
influencia absoluta y excluyente del partido que se llama blanco. No
es ese el partido que debe vencerlo; no debe vencerlo ningún par-
tido: es el país entero representado por su gobierno legítimo, sin
bandera de color político ninguna, el que debe anonadar la in-
^asión.»
Fué después de las victorias de Flores en los campos de Co-
quimbo y de Vera, que los hombres de pensamiento del Partido
Colorado que estaban aquí en Montevideo o que vivían en Buon s
Aires, se decidieron a rodear al caudillo que no había cesado ie.
trabajar a favor de la unificación porque él necesitaba un conáté
de alto prestigio que estuviera al habla con el gobierno de Mitre.
De la eficacia de sus exhortaciones instruyen las cartas publica
das en la prensa de la época. En una de ellas decía el doctor Pe-
dro Bustamante a Flores (noviembre de 1863): «Deseo con usted
que sólo recordemos nuestras pasadas desgracias como una lección
amarga, pero que podemos y debemos utilizar en lo sucesivo. Segui-
ré haciendo cuanto me sea dado por la unión y el triunfo del Partido
Colorado». En otra decía el doctor Mateo Magariños a 'Flores: Sus
cartas han sido considerad'as por el Comité «como una franca de-
cisión para que desaparezcan esas pequeñas rencillas que nos han
dividido antes de ahora y que tan tirantcrs y ama'-gos desengaños
nos cuestan».
GOBIERNO DE HERKO
Sólo el doctor Juan Carlos Gómez, el formidable adversario del
caudillaje, reivindicó el honor del primer acercamiento declarando
en una carta dirigida a don José Cándido Bustamante en esa
misma oportunidad que desde el comienzo de los trabajos revolu-
cionarios en 1863 había estado de acuerdo con Flores acerca de
la necesidad de la revolución, aunque discrepaba en cuanto a la
fecha, que según él debía ser después de los comicios y según Flo-
res antes.
Pero es lo cierto que todos los demás hombres de pensamiento
de) Partido Colorado se plegaron a Flores después de los primeros
y resonantes triunfos de la revolución.
El doctor Fermín Ferreira, Presidente del Comité revoluciona-
rlo a fines de 1863, había hecho a mediados de ese mismo año el
proceso de la invasión desde el rectorado de la Universidad. Véase
cómo se expresaba en su informe anual a la Sala de Doctores,
luego de describir el estado de la institución:
«Estos son, ilustre Sala, los elementos con que la Universidad
de la República daba principio a sus tareas en el presente año
escolar; y cuando ya empezaban éstas a tomar un carácter inte-
resante, la anormal situación en que se encuentra el país entero
le arrebata sus alumnos y catedráticos para el servicio de las ar-
mas! Muy grande, señores, es la responsabilidad que por este solo
hecho pesa sobre el causante o causantes de él, porque la pérdida
que experimenta la juventud estudiosa nunca será suficientemente
compensada y porque a ese paso la Universidad tiene necesaria-
mente que retroceder en su vía de progreso y de mejora moral.»
Aún después de los primeros triunfos de Flores continuaba el
vacío. «El Mercurio» de Buenos Aires, diario que se había em-
barcado en cuerpo y alma con Flores rep vitando que la con-,
tienda uruguaya era en realidad una contienda nacional del punto
de vista argentino, escribía por eso en noviembre de 1863 inci-
tando a los colorados de principios a enrolarse en las filas revo-
lucionarias:
«La cuestión oriental es debate de vida o muerte para el partido
liberal de la otra margen del Plata... Veamos si el Partido Colo-
rado ha cumplido su deber; veamos si puede mostrar su frente
r,in el estigma de traidor... Conocida es la composición del ejér-
cito revolucionario invasor; todo él es de hombres de acción me-
ramente; hombres de sacrificios todos, espíritus viriles y genero-
sos, pero de ningún modo elementos de reconstrucción y de resta-
blecimiento de un sistema de reparación... ¿Quiere acaso el ge-
C8 HISTORIA DEL URUGUAY
lieral Flores hacer exclusivamente suyo el triunfo del Partido Co-
lorado?... ¿Los que no han ido a ayudarle quieren arrebatarle
ese triunfo así que llegue la época de la revolución de ideas?...
La revolución no ha tenido tono hasta ahora. Ha sido un esfuerzo
robusto, pero nada más que un esfuerzo. ¿Por qué no le han dado
ese tono, por qué no han formalizado y completado ese esfuerzo lo3
emigrados orientales, los publicistas, los liberales que tenemos en-
tre nosotros?. . . ¿Quieren que la guerra sea la montonera infruc-
tífera?»
A principios de agosto de 1863 corrió el rumor de que el go-
bierno de Berro recurriría a la mediación del Presidente Argen-
tino para obtener la paz. Y comentando ese rumor decía «La
Nación Argentina», órgano del general Mitre:
«Las personas más notables del Partido Colorado, las que po
drían considerarse como su cabeza inteligente, han abandonado la
revolución a su propio destino. No les haremos por ello un cargo.
Ellos están en su perfecto derecho al proceder según las inspi-
raciones de su conciencia y al acordar o negar svi confianza al
general Plores, según juzguen que él es digno o no de ella. Pero
decimos que esta abstención desautorizando moralmente la re-
volución oriental y entregándola a sus propios medios, hace a
lo.s revolucionarios en armas arbitros de sus propios destinos, siu
que pueda en ningún caso reprochárseles una transacción».
Actitud do la Asamblea ante la invasión de Floi-es.
Al circular los primeros rumores de revolución, resolvió la Cá-
mara de Diputados pedir explicaciones al ministerio y unir su pro-
testa a la que el país entero formulaba en esos momentos.
«Después de tantos sacrificios — empezó diciendo el diputado in-
terpelante don José Vázquez Sagastume — como cuesta a la Repú-
blica la restauración de la paz y un orden tranquilo y próspero,
cuando no hay ningún pretexto legítimo para formular un cargo
contra la administración, cuando las consecuencias funestas de las
divisiones políticas que habían alejado del territorio de la República
una parte de' los complicados en los sucesos que terminaron el
año 1858 habían desaparecido por la ampliación que el Gobierno
dio a la ley de amnistía dictada en el período pasado por la Asam-
blea General, — cuando puede decirse con certidumbre que no ha-
bía emigrados políticos puesto que cada uno de ellos tenía la plena
facultad garantida por la ley y decretos gubernativos de regresar
GourERXo DE p.?:rro 69
al seno de la patria y obtener las consideraciones y regalías de
su clase, — parecía que todo pretexto para alterar la paz pública
había desaparecido y que los inmensos perjuicios que había su-
frido el país en la lucha fratricida y los sacrificios de toda natu-
raleza que habían tenido que hacer los ciudadanos para afianzar
las instituciones y que el imperio de la ley fuese una realidad, —
cuando el comercio afluía a nuestro país trayéndonos las riquezas
y los gérmenes de un porvenir venturoso, - — cuando el crédito
nacional, conocido ya en Europa, nos conquistaba merecidamente
el aprecio y la consideración de los pueblos cultos, — cuando con
el ejercicio pacífico de las leyes iban desapareciendo los gérme-
nes que pudieron fecundizar un día los elementos de la anarquía
y los disturbios, — la República ha presenciado un llamamiento
c las armas por parte del Poder Ejecutivo...»
Contestó el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, que
Flores había salido del puerto de Buenos Aires, «sin duda alguna
sin apoyo y sin connivencia oficial», realizando «un plan que en
oportunidades anteriores le había fracasado»; que la situación era
grave; pero que el Poder Ejecutivo esperaba «castigar con toda
severidad al caudillo que pretendía convulsionar al país». Flo-
res, agregaba, «se ve solo, aislado, y sin que nada se divise en
el sentido de sus aspiraciones».
Oídas las explicaciones ministeriales, la Cámara votó una mi-
nuta de comunicación al Poder Ejecutivo en que decía:
«En medio de la situación tranquila y próspera que gozaba la
República; cuando el imperio de la ley, la garantía de todos los
derechos y el crédito nacional reconquistados con sacrificios hon-
rosos de intereses, de penurias y de sangre parecían asegurar un
porvenir venturoso para la patria, la Asamblea General ha sido
sorprendida por la injustificable agresión con que don Venancio
Flores amenaza la paz y las instituciones de su país. En presencia
de ese hecho criminoso que sin embargo de ser repelido unánime-
mente puede comprometer la respetabilidad exterior de la Repú-
blica y los intereses nacionales y extranjeros confiados a la con-
servación de las leyes y vinculados con la tranquilidad pública, la
Asamblea General declara solemnemente que la invasión al terri-
torio oriental a mano armada con el intento de derrocar las auto-
ridades legalmente constituidas, es un acto de traición a la patria.»
El Senado introdujo dos enmiendas aconsejadas por don Manuel
Herrera y Obes y don Jaime Estrázulas: el cambio de colocación
y de forma del párrafo final como medio seguramente de ate-
70 ' HISTORIA DEL UBU0U1.T
nuar una declaración que en manos exaltadas podría multiplicar
las sentencias de muerte; y la incorporación de un nuevo pá-
rrafo destinado a desvirtuar la suposición ministerial sobre incul-
pabilidad de las autoridades argentinas, porque en esos momentos
era notoria la colaboración activa del gobierno de Mitre en el mo-
vimiento revolucionario.
Fueron aceptadas por la Cámara de Diputados las enmiendas
del Senado, quedando entonces sancionada la minuta en estos tér-
minos:
«En medio de la situación tranquila y próspera que gozaba la
República; cuando el imperio do la ley, la garantía de todos los
derechos y el crédito nacional reconquistados con sacrificios hon-
rosos de intereses, de penurias y de sangre parecían asegurar un
porvenir venturoso para la patria; la Asamblea General ha sido
sorprendida por la injustificable agresión con que don Venancio
Flores amenaza la paz y las instituciones de su país, lo cual cons-
tituye una verdadera traición a la patria. En tales circunstancias,
oídas las explicaciones del ministerio sobre las medidas adopta-
das poi" el Poder Ejecutivo para garantir y conservar las institu-
ciones amenazadas por esa injustificada y criminosa invasión, la
Asamblea General se complace en reconocer que tales medidas es-
tán perfectamente motivadas. Pero no alcanzándose todavía a co-
nocer la extensión para poder apreciar en el caso- la conducta de
los gobiernos o autoridades de los países limítrofes según los
principios del derecho de gentes entre naciones que cultivan rela-
ciones de amistad, la Asamblea General confía en que el Poder
Ejecutivo hará mantener y respetar los derechos de la República
en el exterior.»
Es interesante agregar que en la misma sesión de la Cámara de
Diputados en que se votaba esa minuta quedaba aprobado el pro-
yecto de lej' de elecciones de que antes hemos hablado, encaminado
a asegurar la libertad del sufragio como complemento de las refor-
mas ya introducidas en la ley de Registro Cívico.
El pi'Ograma de la invasión.
¿Cuál podía ser el programa de la invasión contra un Gobierno
que respetaba todos los derechos, que impulsaba vigorosamente el
desarrollo de todas las fuentes de la producción nacional y que ad-
ministraba los caudales públicos con una escrupulosidad jamás
igualada?
GOBIEBXO DE BERRO 71
En su proclama del 20 de abril de 1863 formulaba así el general
Flores su único capítulo de agravios contra el gobierno de Berro:
«Las puertas de la patria que os había cerrado la tiranía, se han
abierto y vamos a libertar a nuestros compatriotas de los vejáme-
nes que sufren. Nos hemos armado en su suelo para combatir al
gobierno de los déspotas que vencidos siempre han aplaudido y con-
tinuado los escándalos originados de la bárbara hecatombe de
Quinteros».
En su manifiesto de agosto del mismo año, luego de hacer una
síntesis histórica en que desfilaban la Defensa de Montevideo, el
nombramiento y caída de Giró, la elección de Pereira y los fusila-
mientos de Quinteros, agregaba que el gobierno de Berro no había
concedido una verdadera amnistía a los emigrados, y concluía con
estas palabras:
«Si alguna vez fuimos vencidos, se debió a la intervención del
extranjero... Venid a mí, combatid y triunfad, y quedaréis libres
de constituiros como convenga a los intereses y a la gloria de la
patria».
«La Nación Argentina» en cuyos talleres según «La Reforma Pn-
cíflca» 'había sido impreso el manifiesto, concretaba editorialmente
así las causas del movimiento revolucionario:
«Que no hay derechos ni garantías para los correligionarios del
partido liberal... Que los que pretendieron conquistarlos fueron
asesinados bajo la fe de una capitulación... Que el partido domi-
nante es sucesor y canonizador de ese hecho... Que para volver al
país pacíficamente tendrían los liberales que abdicar sus derechos
políticos».
Tales eran los únicos agravios xjue se proponía vengar la revo-
lución :
La hecatombe de Quinteros — obra de otros hombres a quienes el
Presidente Berro había separado de las zonas de influencia y que
precisamente por eso habían obstaculizado y seguían obstaculizando
su gobierno bajo la dirección del doctor Antonio de las Carreras;
La falta de una amnistía verdadera — tesis insostenible despué?
del decreto de septiembre de 1862 que autorizaba la reincorporación
de todos los jefes y oficiales emigrados que así ¡o solicitasen del
Estado Mayor, única formalidad que se les imponía, en cambio de
la cual anticipaba el Gobierno el propósito de solicitar fondos de
la Asamblea para cubrir los haberes anteriores a la baja;
Y la falta de garantías — imputación más insostenible todavía
tratándose de un Gobierno aplaudido y prestigiado por los mismos
72 - HISTORIA DEL URUGUAY
Órganos colorados «El Siglo» y «La Prensa Oriental» cuyas palabrsL-
de elogio hemos transcripto en parágrafos anteriores.
Al reaparecer «El Siglo» en 1865 después de la entrada de Flores
a Montevideo, decía el doctor José Pedro Ramírez que la invasión
de 1863 había tomado de sorpresa a los colorados que se prepara-
ban «para las próximas elecciones de acuerdo con varios prohom-
bres del partido liberal y con muchos de sus jóvenes ilustrados».
Si los colorados se preparaban para concurrir a las urnas, era por-
que se juzgaban garantidos en el ejercicio de sus derechos.
El doctor Juan Carlos Gómez, partidario de la revolución, había
manifestado a Flores que debía aguardar el resultado de esos co-
micios, temeroso sin duda de que faltara bandera al movimiento.
¿Había algiin otro capítujo de agravios? ¿La cuestión religiosa,
por ejemplo?
La caballería de Plores llevaba banderolas con una cruz roja. Al-
gunas de las banderolas tomadas en los combates que tuvieron lu-
gar al norte del Río Negro en noviembre de 1863 tenían además de
la Qruz roja un corazón de tela colorada en fondo blanco.
Entre los documentos secuestrados al capitán Federico Varas en
marzo de 1864, figuraba una nota de Flores datada en Paysandú
el 4 de enero con este pedido:
«Mándeme hacer 400 banderolas para lanzas, de madraz y cinta
de hilera punzó o en su defecto de coco punzó para la cruz».
El vapor «Gualeguay» que en ese mismo año bombardeó la pla-
za del Salto, enarbolaba una bandera blanca con cruz roja que se-
gún «El Plata», diario de la época, era «el distintivo y enseña de
la revolución».
¿Qué significaba esa cruz roja de la que luego surgió la denomina-
ción de Cruzada Libertadora dada al movimiento revolucionario
de 1863?
Tres meses después de la invasión de Flores trasponía la fronte-
ra un jefe brasileño, el coronel Fidelis, al frente de una división
auxiliadora de guerra, distribuyendo una proclama que terminaba
con estos vivas:
«¡Viva la religión católica! ¡Viva la constitución política del Es-
tado! ¡Vivan nuestras leyes e instituciones! ¡Viva el bravo general
libertador!»
Uno de los primeros decretos dictados por Flores a raíz de la
rendición de Montevideo, fué el de abril de 1865 que permitía la
GOBIERNO DE BERRO 73
vuelta de los jesuítas y el libre funcionamiento de todas las con-
gregaciones religiosas destinadas a la enseñanza.
Como lo veremos más adelante, el conflicto religioso que había
empezado en 1859 bajo la administración Pereira con el decreto de
expulsión de los jesuítas, prosiguió bajo la administración Berro y
en forma violentísima que dio margen a la clausura de la Iglesia
Matriz y al destierro del vicario Vera, y ello a tiempo que la revo-
lución se incubaba en la Argentina y en la frontera brasileña.
Flores era católico, como también lo era Berro. Ambos mandata-
rios oían misa. .Si Berro quebró con el vicario, fué porque éste se
resistía al reconocimiento del patronato consagrado por la Consti-
tución de la República.
No hay que violentar, pues, las explicaciones para incluir en el
programa de la revolución un capítulo no confesado: el agravio
contra la Iglesia exteriorizado en la cruz roja de las banderolas de
la caballería revolucionaria.
Lia divisa celeste como distintivo del e.jército del Gobierno.
El gobierno de Berro adoptó en junio de 1863 la divisa c( leste
como distintivo de guerra para el ejército y luego para tO(?cs los
ciudadanos.
Aplaudiendo esa resolución gubernativa hacía notar «La Reforma
Pacífica» que Berro renunciaba a la divisa blanca que era la tra-
dicional de su partido y adoptaba la cucarda nacional que era !a
divisa del país.
La imposición de la cucarda nacional dio lugar, sin embargo, a
incidentes de resonancia. El doctor Ambrosio Velazco se negó a
llevarla y fué arrestado y desde la cárcel se dirigió a la Comisión
Permanente para protestar contra su detención. El Presidente Be-
rro — decía — sólo trata de ejercer «una innoble venganza con-
tra el ciudadano que censuró los malos actos de su gobierno des-
pués que despidió a sus primeros Ministros para ostentar solo las
comt)inaciones de gran estadista que no han dado otro resultado
que los peligros de la situación presente.» Por igual caus'a fueron
arrestados los doctores José Pedro Ramírez, Julio Herrera y Obes
y Nicolás Herrera.
Ya había entre los mismos militares colorados quienes entendían
que era necesario renunciar a las divisas de la guerra civil, si-
guiendo al coronel Camilo Vega, el más devoto de los subalternos
de Rivera y uno de los jefes del ejército de Berro en 1863.
74 ^ HISTORIA DEL URUGUAY
El coronel Vega — según se encargó de documentarlo don Ber-
nabé Rivera en «La Independencia» — había llevado esa devoción
hasta el extremo de acompañar a Rivera durante todo el tiempo
de su destierro en el Brasil y a su lado continuaba cuando la muer-
te sorprendió al vencedor de las Misiones en viaje de regreso a la
patria para formar parte del triunvirato de 1853. Y he aquí las pa-
labras que recogió de sus labios al aproximarse el trance final y
que él resolvió cumplir al pie de la letra como un evangelio:
«Yo no tengo fortuna que ofrecerte, pero te voy a dar un saluda-
ble consejo: no sigas otro partido, no abraces otra causa sino la de
los gobiernos legalmente constituidos: no habrá muchos Rivera que
puedan ser el arbitro de los destinos del país.»
lias pilmeras medidas para la organización de la defensa.
Desde los p/imercT momentos del desembarco de Flores se de-
claj'ó el estado de sitio y se decretó la movilización de la Guardia
Nacional, confiándose el mando del ejército al Sur del Río Negro
al general Medina, el de las divisiones de Minas y Maldonado al
coronel Olid y el de las de Cerro Largo al coronel Dionisio Coronel.
Con las fuerzas distrubuídas en todo el país fueron luego organi-
zados cuatro cuerpos de ejército, uno al norte del Río Negro a car-
go del general Diego Lamas, dos al sur del Río Negro, a cargo del
general Anacleto Medina y del coronel Lucas Moreno, y uno en la
Capital a cargo del general Antonio Díaz.
Algunas de las designaciones fueron criticadas por la prensa en
términos agrios, y eso dio lugar a que el Ministerio de la Guerra
dirigiera una circular a los diarios. «Quiere el Gobierno — decía en
ella — que termine el escándalo de esas publicaciones incompati-"
bles con el régimen militar a que accidentalmente está el país su-
jeto».
En junio fueron revistadas las tropas de Montevideo, concurrien-
do a la formación tres batallones de guardias nacionales, el bata-
llón de la Unión, el 2." de Cazadores, el Municipal, el Urbano, el
de serenos y un ^^scuadrón de caballería, con un total de 2,500 pla-
zas. El 25 de Agosto siguiente hubo una parada militar, a la que
concurrieron 5 batallones de guardias nacionales con un efectivo
de 1,700 soldados.
Después de las victorias de Coquimbo y de Vera alcanzó a tener
Flores 1,800 hombres según un parte del general Servando Gónu.-z
al Ministerio de la Guerra. La prensa de Buenos Aires elevab.i a
GOBIERNO DE BERRO
5,000 SUS efectivos. Que no eran tantos y que no inspiraba temeros
lo revela el hecho de que en esos mismos momentos las caballerías
del general Lucas Moreno eran temporalmente licenciadas para qa>:
los guardias nacionales — decía el Ministro de la Guerra — pu-
dieran atender los intereses que tenían abandonados.
El ejército del Gobierno tenía soldados en abundancia, pero no
así petrechos de guerra. En agosto de ISC.o escribía don Rafael
Hernández a «La Reforma Pacífica» desde la villa de Guadalupe:
«Las fuerzas de Canelones carecen por ahora de armamento y
de vestuario. Carecen de lo principal. ¿Qué significa un soldado
sin armas en el campo .de batalla?»
La denuncia debió ser atendida de inmediato, porque en una se-
gunda correspondencia decía el señor Hernández que habían lle-
gado las armas y los vestuarios. Pero ella ponía de manifiesto o
que escaseaban los elementos en el parque, o que faltaban los
resortes para su distribución entre las fuerzas que combatían
en campaña.
Parte de la prensa impulsa a los actos de sangre.
«La anarquía encabezada por el traidor Flores — decía «El País>>
— debe combatirse sin miramiento alguno y por todos los medios.
Para castigar a los asesinos que se levantan armados contra la paz
pública y las instituciones, basta con ponerlos fuera de la ley y
dar orden de que sean arcabuceados en el momento en que se les
tome».
Pero el Gobierno se limitó a decretar el arresto de los ciudadanos
que parecían más vinculados a los trabajos colorados y a ordenar
a la Policía que aprehendiera a los propaladores «de rumores con
tendencia a contrariar la marcha del Gobierno y a desvirtuar en
lo más mínimo el efecto de las medidas de actualidad».
Después de los combates de Coquimbo y de Vera en que Flores
venció al coronel Olid y al general Lamas, recurrió el Gobierno a
otras medidas: la suspensión -de «El Siglo» y de otro diario, el
arresto de un centenar de ciudadanos que en su mayoría fuerom
embarcados para Buenos Aires, sin cometerse un solo acto más de
violencia contra nadie, y el establecimiento de un consejo de guerra
compuesto de los generales Ignacio Oribe, José Brito del Pino, Jo-
sé María Reyes y Gabriel Velazco y de los coroneles Crpriano Mi-
ró, Pedro Brun y Jorge Liñán, para la aplicación de las ordenanzas
militares — decía el decreto — «a los delitos de traición, rebelión,
76 -^ HISTORIA DEL TJBUGUAT
deserción e infidencia que afecten o puedan afectar la defensa de
la patria, aunque los delincuentes pertenezcan al fuero común».
De acuerdo con este último decreto las sentencias del Consejo de
Guerra «se ejecutarían inmediatamente, sin más trámite ni apela-
ción». Era una frase que podía interpretarse en el sentido de que
el Presidente renunciaba a la prerrogativa del indulto de la pena
capital, y apercibido de ello se apresuró Berro a dictar un nuevo
decreto que eliminaba las palabras relativas a la ejecución inme-
diata, poniendo en su lugar que la sentencia se ejecutaría «con
arreglo a las leyes y ordenanzas vigentes», paso tanto más honroso
cuanto que esos días eran de intensas alarmas con motivo de la
aproximación del ejército de Flores a Montevideo y las pasiones
en plena ebullición empujaban a la violencia.
El Presidente Berro se había propuesto permanecer tranquilo en
medio de la conmoción general y nadie ni nada conseguía arrancar-
lo de esa situación.
En octubre convocó a la Asamblea a sesiones ordinarias para pe-
dirle recursos de guerra, pero a la vez para que se preocupara de
los comicios generales que debían tener lugar en seguida y del es-i
tudio de la reforma de la Constitución de la República que no de-
bía demorarse en su concepto.
Un mes después, ante el saqueo de las estancias a que daba lu-
gar la conñagración de la campaña, pedía la sanción de un proyec-
to de ley prohibitivo de la exportación de ganados y frutos por las
fronteras terrestre y fluvial, bajo apercibimiento de castigarse a los
infractores «como ladrones públicos y contrabandistas».
«Un pueblo entero — decía en su mensaje de noviembre de 1863, —
consagrado al trabajo, se ve repentinamente invadido, sus habi-
tantes atropellados, robados, dispersados por bandas facinerosas
compuestas de los elementos de barbarie existentes en los países
limítrofes, cuyas autoridadee aparecen impotentes para reprimir-*
los y contenerlos, después de haberlos deshecho el Gobierno de la
República en er territorio de su jurisdicción».
La Cámara de Diputados votó un proyecto sustitutivo por el que
se establecía que los que exportaran ganados o cueros sin per-
miso de la autoridad serían condenados como ladrones y contra-
l>andistas, juzgando con la Comisión de Hacienda que la. medida
prohibitiva no evitaría el robo y perjudicaría en cambio a los es-
tancieros.
Tuvo esa iniciativa simpática resonancia en el campamento re-
volucionario. Por una orden general de diciembre de 1863, prohibió
GOBIERNO DE HERBÓ 77
Flores la confiscación de ganados de las estancias de los hombr'ís
del Partido Blanco que habían empezado a realizar algunos de sus
parciales, el brasileilo Antonio da Rosa entre otros, a quien el Jefe
Político de Paysandú don Basilio Pinilla acusaba de veintitantas
confiscaciones.
La campaña militar de 18G3.
Hemos dicho que el general Flores luego de desembarcar en vi
Rincón de las Gallinas donde lo esperaba una pequeña fuerza, se
puso en marcha con rumbo al Norte en busca de los contingentes
de Río Grande y de Corrientes.
Al llegar a la frontera cruzó por territorio brasileño a la pro-
vincia de Corrientes donde el general argentino Xicanor Cáceres
]e entregó una división que según los cálculos de la prensa de Mon-
tevideo se componía de 500 a 600 hombres.
Con esas fuerzas y las que había organizado o por lo menos am-
parado en Río Grande el general brasileño Canavarro, volvió Flo-
res al territorio oriental presentándose poco después frente a
las ciudades del Salto, Paysandú y Mercedes, en rápidas marchas
que le permitían aumentar el número de sus prosélitos y poner en
alarma a toda la campaña.
En junio tuvo lugar el primer hecho de armas de resonancia, la
batalla de Coquimbo, en que la división del coronel Bernardino
Olid que se había alejado imprudentemente del ejército del general
Medina, fué atacada y destruida totalmente por el ejército revo-
lucionario.
Entre los numerosos episodios de ese hecho de armas se destaca el
de los tres hermanos Valiente de las fuerzas de Olid. Dos de ellos ha-
bían sido rodeados por numerosos adversarios recibiendo e infiriendo
múltiples heridas en una terrible lucha cuerpo a cuerpo, que esta-
ba a punto de terminar a causa de la absoluta inutilización de
las armas de los Valiente, cuando alcanzó a cruzar el círculo de
fuego un tercer hermano, reiniciándose la lucha con extraordinaria
bravura hasta que los tres heroicos combatientes quedaron muertos.
Al entierro que tuvo lugar al día siguiente en el cementerio del
Dueblo de Trinidad, concurrió un cuarto hermano, el último de
l5 familia, que no había tenido oportunidad de actuar en el comba-
te. «Sólo entierran a tres — dijo al depositarse los cuerpos de sus
hermanos — porque no estábamos los cuatro». El Cuerpo Legisla-
tivo ordenó que se erigiese en Trinidad un sepulcro en cuya lápida
78 ' HISTORIA DEL UEUGUAT
deberían inscribirse estas palabras: «Muertos heroicamente en de-
fensa de las instituciones». Y para coadyuvar al pensamiento se
levantó una suscripción pública, alcanzando una de las iniciadoras
de esa suscripción, la señorita Julia Acevedo, a depositar 300 pe-
sos en el Banco Comercial.
En el curso del mismo mes de junio las fuerzas de Flores toma-
ron la plaza de la Florida y llevaron un ataque sobre Rocha. Pero
ante la aproximación del ejército de Medina se corrieron al Salto,
donde a fines de julio atacaron y dispersaron a la división del ge-
neral Diego Lamas en Vera o Las Cañas.
Las fuerzas atacadas se componían de 1,200 a 1,.500 hombres, según
las cartas de Flores a su espo:;a, y las atacantes según la prensa
de 900 hombres de caballería y 40 de infantería. Las caballerías
del Gobierno se dispersaron sin pelear, dejando aislados a los in-
fantes. Con ellos inició Lamas la retirada bajo el fuego de las
fuerzas de Flores y al llegar al pueblo Constitución atacó y venció
a la guarnición revolucionaria que allí estaba destacada, y en se-
guida cruzó a territorio argentino y continuó sus marchas hasta re-
pasar el Uruguay frente al Salto. Flores establecía en su carta que
la fuerzas del Gobierno habían tenido 100 muertos y 150 prisioneros
y las suyas simplemente treinta y tantos hombres fuera de com-
bate. El general Lamas confesaba en su parte la dispersión de casi
toda la caballería, «conservándose — agregaba — en línea de ba-
talla solamente 100 infantes del Batallón 1." de Cazadores y 133
de guardias nacionales de caballería que tuvieron el coraje de
echar pie a tierra resueltos unos y otros a sostener el honor de las
armas del ejército nacional».
El general Medina se apresuró a fustigar esa dispersión de la
caballería de Lamas en una proclama que dirigió a sus soldados
en el acto de llegar a sus oídos la noticia del desastre. «El oriental
que defiende a la patria — decía — y da la espalda al enemigo
por cualquier causa, es un cobarde y no merece el honor de formar
entre el ejército de los bravos».
El Gobierno pidió a la Asamblea un ascenso para los jefes
de las fuerzas que habían permanecido en el campo de batalla: el
general Lamas, los coroneles Leandro Gómez, Lucas Píriz y Juan E.
iLenguas. «Hecho glorioso que recogerá más tarde nuestra historia
nacional» — decía el mensaje refiriéndose a la retirada de la in-
fantería bajo el fuego del ejército de Flores. Y pidió y obtuvo tam-
bién una ley que establecía que las viudas de los militares caídos
en el curso de la lucha gozarían de la pensión acordada por la
ley de 1835.
GOBIERNO DE ÜEUKO 79
La forma en que se produjo el desastre de Vera sugirió á un ve-
cino del Saltjo esta idea que repercutió en la prensa, y en la q-ue
podría encontrarse el rudimento de alguno de los instrumentos de
guerra que habrían de inventarse largo tiempo después en Europa:
Construcción de 20 carretillas livianas para ser gobernadas de
adentro. Estarían forradas con chapas de hierro a prueba de balas,
y cada una llevaría una docena de infantes con buenos fusiles. A la
cabeza de cada escuadrón de caballería maroharian 3 o 4 de estos
carros para recibir el ataque del enemigo y a la vez romper sus
filas cuando el escuadrón acometiera. Los carros servirían también
de centro de reconcentracióní en caso de contraste.
Alentado por su victoria de Vera Plores se aproximó a las ciuda-
des del Salto y Paysandú, aunque sin atacarlas persuadido de la
inferioridad de sus fuerzas. Poco después le era entregado
Fray Bentos por una expedición revolucionaria salida de Buenos
Aires al mando del coronel Saldaña bajo la protección de la escua-
drilla argentina, según lo veremos más adelante. Pero la plaza fué
retomada en el acto por fuerzas del Salto, internándose entonces
la columna de Saldaña en busca del grueso del ejercito revolu-
cionario.
Lejos del teatro de los sucesos que acabamos de referir, las fuer-
zas del coronel Dionisio Coronel vencían a las del comandante Man-
duca Carbajal en el Paso del Rey sobre el Cebollatí, Departamento
de Cerro Largo, falleciendo el jefe victorioso en el curso de la
persecución, por efecto de un ataque a la cabeza; y las del coronel
Timoteo Aparicio derrotaban a las del comandante Goyo Suárez
en el Pedernal o Tuyú, obligando a los revolucionarios a cruzar
la frontera e internarse en la Provincia de Río Grande.
Casi en los mismos momentos el ejército de Flores se corría
desde los departamentos del Norte hacia la Capital, trabándose en
combate a la altura de Las Piedras con el ejército del general
Moreno.
Según una correspondencia de don José Cándido Bustamante,
secretario de Flores, a «La Tribuna» de Buenos Aires, el ejército
revolucionario se componía de 1,600 a 1,700 hombres, de los que
sólo 1,000 habían peleado contra las fuerzas de Moreno compuestas
de 2,200 hombres, agregando que terminado el combate se había
retirado Flores con sus fuerzas, caballadas y tropas de ganado in-
tactas. Las informaciones de Montevideo denunciaban en cambio !a
derrota de los revolucionarios y la subsiguiente persecución por las
fuerzas del Gobierno.
80 HISTORIA DIX I'RUGl'AY
Al aproximarse el ejército de Flores a la Capital y en previsión
de posibles ataques se emprendió la construcción de dos líneas de
fortificaciones en torno de la plaza, una interior a la altura de la
calle Río Is'egro y otra exterior a la altura de la calle Ejido.
Flores se dirigió a Minas y desde allí al Santa i.ucía, pero en-
tonces le salió al encuentro el ejército del general Medina y tuvo
que emprender precipitadas marchas hasta vadear el río Negro
y penetrar en el Departamento de Tacuarembó con rumbo al Salto.
Medina se detuvo en el Durazno, donde acampó con los siguientes
efectivos según las informaciones circunstanciadas de la prensa:
División San José, 500 hombres; división Colonia, 600; di-
visión Florida, 400; división Durazno, 400; división Mercedes,
300; división Tacuarembó, 160; división Maldonado, 700; división
Cerro Largo, 400; Escuadrón Escolta, 90; infantería, 500. En con-
junto, 4,050 plazas.
El barón de Maná inicia tnínjcítuosas gestiones de paz.
Cinco meses después del pasaje de Flores empezó a inclinarse la
opinión a favor de la paz. El barón de Maná se puso al habla
con algunos de los amigos íntimos de Flores, el coronel Mandell
entre otros, y encontrándolos bien dispuestos se dirigió al Presi-
dente para conocer íu opinión. Berro se mostró también favora-
ble a un avenimiento y hasta indicó las concesiones que estaría
dispuesto a otorgar a los revolucionarios. Y entonces Flores escri-
bió dos cartas, una a Mauá y otra al Presidente.
Decía en la primera que Berro no había sabido resolver el pro-
blema de la emigración oriental; que había perseguido y encarce-
lado a los colorados; que el tono de su prensa era insolente y
audaz.
En la segunda hacía la historia de las anteriores tentativas
de acercamiento y pacificación: la de enero de 1862, en que el
diputado don Manuel Aguiar se había aproximado al Presidente
para pedirle que hiciera volver a los emigrados al amparo de las
leyes y en el pleno goce de sus fueros y privilegios, y la de octu-
bre del mismo año en que el Presidente Mitre había promovido
una entrevista con el doctor Florentino Castellanos, a la sazón en
Buenos Aires por la cuestión religiosa, el Ministro Elizalde y el
propio Flores, y agregaba:
«En esa conferencia, Excelentísimo Señor, se trató de elevar al
conocimiento de V. E. la necesidad que había de ampliar la am-
GOHIKRNO DE 11E!{K0 81
nistía aceptando para ello la garantía del Gobierno de la República
Argentina, sin cuyo requisito no volvería la emigración oriental a
?u país, juzgando entonces que la palabra de V. E. y la de sus
Ministros no constituían una garantía positiva, remontándose a
épocas no muy lejanas y harto funestas en que el partido que V. E.
representa dio un ejemplo odioso y sentó un precedente que viene
a justificar esa desconfianza, sin que V. E. ni nadie tenga derecho
ni razón alguna para agí aviarse por ello.»
En medio de esas amigables disposiciones — continuaba la car'
la — en que llegué a decir que si yo constituía un obstáculo po-
dría quedarme fuera de la amnistía, procedió el roronel Acosta,
por orden del Gobierno, al arresto de varios colorados que estaban
en el Mataojo, con ánimo de desbaratar las negociaciones. Un mes
después respondía oficialmente V. E. al general Mitre que no acep-
taba la garantía argentina, que era suficiente la oriental, cuya
sinceridad quedaba abonada por el decreto que acababa de dar
reintegrando en su grado al coronel Manuel Carbajal, uno de los
jefes aminisliados. Fué en presencia de esa respuesta que quedó
decidida la invasión, no sin antes haberse pedido al Cónsul de
Portugal señor Acevedo Leitte que trabajara a favor de alguna
fórmula que permitiera el regreso de los emigrados. Lo que yo que-
ría entonces y lo que quiero ahora es que se abran las puertas
de la patria a los colorados, pero que se abran de par en par, «no
como a mendigos que vinieran a pordiosear una limosna que está
si no en el deber en posición de conceder o negar el avaro». Te-
nemos tres mil hombres y aunque el ejército gubernativo suba a
doce mil, carece ya de poder moral. Los triunfos qu» ha conse-
guido la revolución, dan la medida de los que podrá seguir alcan-
zando.
Concluía Flores su carta expresando que estaba dispuesto a oír
proposiciones, pero sin suspender su campaña militar.
Reducianse, pues, los agravios del jefe revolucionario a la falta
de una amnistía amplia — hecho cierto hasta septiembre :le 1862
tn que el gobierno de Berro dictó el decreto que establecía que
todos los jefes y oficiales dados de baja en 1857 y 1858 serían
reincorporados con sus respectivos grados, «por el solo hecho de
solicitarlo del Gobierno acompañando los jusficativos necesarios»,
decreto que en el acto promovió el regreso al país de varios de
ios militares expatriados; — al arresto de algunos caudillos que
aparecían complicados en trabajos revolucionarios; y a la negativa
a dar inteivención al Presidente Mitre en el cumplimiento de la
6— V
82 HISTORIA DEL URUGUAY
jty de amnistía, es decir, en la política interna del Uruguay y
hasta en la marcha del gobierno de Berro, que habría quedado
f-ujeto a una tutela vejatoria de la dignidad nacional.
La publicación de estas cartas dio lugar a una explicación del
barón de Mauá, en la que decía que él había tomado la iniciativa
de las negociaciones a pedido de algunos amigos de Flores; que
antes de decidirse había preguntado al coronel Mundell cuáles se-
rían las bases del jefe de la revolución; que una vez llegada la
respuesta se había dirigido al Presidente Berro, obteniendo d^
éste las concesiones que otorgaría espontáneamente y no por me-
dio de un pacto: una amnistía amplia y sin restricciones a los
revolucionarios y la garantía de que todos los orientales serían
respetados en el ejercicio de sus derechos políticos; y que entonces
Flores había escrito al Presidente Berro la carta cuyo arribo coin-
cidía con el avance del ejército revolucionario sobre la Capital y
los rumores de asalto que corrían.
Ante ese inesperado movimiento del ejército revolucionario y
bajo la presión de las exaltaciones que estimulaban las noticias
del día, el Ministro Nin Reyes expresó en la Cámara de Diputados
qpe era imposible la transacción «con los ladrones, con los sal-
teadores, con los forajidos», y dirigió una nota a la Jefatura de
Policía, en la que luego de acordar el indulto a los soldados que
se presentaran, emitía la esperanza de que tal acto de tolerancia
ejercería influencia sobre' «los que seducidos y engañados por fal-
ios rumores de una transacción imposible con los rebeldes, pudie-
i'an haber abandonado su puesto de honor, desconfiando del triunfo
de las armas de la República».
En los últimos mese.s del gobierno de Berro.
Al finalizar el año 1863 quedaba libre de revolucionarios el Sur
del Río Negro. En cambio, al Norte las fuerzas del general Ca-
raballo sitiaban a Paysandú, las de Flores estaban sobre el Salto,
} Fray Bentos retomado por la revolución era el punto de re-
concentración de las numerosas expediciones lanzadas por el comité
de Buenos Aires con el concurso del Gobierno Argentino.
Flores resolvió atacar a Paysandú en enero de 1864. Concentró
allí 1,100 hombres según uno de los partes del coronel Leandro
Gómez e intimó la rendición de la plaza ofreciendo a sus defensores
L-alir con todos los honores de la guerra para el territorio neutral que
GOBIERXO DE RERRO 83
ellos mismos eligieran. La intimación fué rechazada, pero el ataque
no se produjo, limitándose los revolucionarios a estrechar el sitio.
En el curso del asedio llegó a Paysandú con procedencia del
Salto una compañía de 40 guardias nacionales. El puerto estaba
ocupado por Flores y para impedir que la compañía cayera pri-
sionera salió el jefe de la plaza con 110 infantes y 30 hombres
de caballería. Ninguna dificultad ofreció el viaje de ida. En cam-
líio el de regreso fué muy sangriento, pues el coronel Góme^ tuvo
oue hacer frente a todo el ejército de Flores compuesto en ese
momento de 1,000 hombres de caballería y 250 infantes. Establecía
el coronel Gómez en su parte que él había tenido 20 bajas contra 130
infligidas al enemigo. «Hace tres días — agregaba — que estamos si-
tiados rigurosamente. Moriremos todos antes que rendirnos.»
Después de un sitio riguroso de 18 días levantaron su campamento
los revolucionarios obligados por el general Servando Gómez que mar-
chaba en protección de la plaza. Y entonces el Presidente Berro decre-
tó una medalla de honor a los jefes, oficiales y soldados de la guarni-
ción con esta inscripción: «Defensa de Paysandú».
Flores que disponía de grandes caballadas se vino en el acto
sobre Montevideo dejando a larga distancia al ejército que desde
la mencionada plaza había ido inútilmente a ofrecerle combate.
Sus avanzadas llegaron hasta el Paso del Molino. Pero después
de cinco días de permanencia en los alrededores de la Capital,
retrogradó al interior de la campaña evitando de nuevo el con-
tacto con el ejército del general Servando Gómez que avanzaba en
su seguimiento.
Generalizando el hecho, decía el general Antonio Día.^. en ur.a
memoria que presentó al Presidente Berro:
«Es una verdad demostrada por la experiencia desde la guerra
de la independencia, que la fuerza que evita el combare y huye
nunca ha sido alcanzada y forzada a pelear.»
En esos mismos días las fuerzas del coronel Olid derrotaban
en las inmediaciones de Rocha a una división revolucionaria, ca-
yendo el jefe vencedor herido de muerte en la pelea.
La presidencia Berro tocaba ya a su fin 3in que la lucha se
definiera. Flores con sus mil quinientos a dos mil soldados recorría
libremente la campaña, pero rechazado de las plazas de impor-
tancia y huyendo siempre del contacto del cuerpo principal del
ejército sucesivamente a cargo de los generales Medina y Servando
Gómez.
84 HISTORIA DEL URUGUAY
Aplazamiento de los comicios generales.
Debían tener lugar los comicios generales da senadores y dipu-
tados en noviembre de 1863 y la Legislatura que resultase de
esos comicios debía eligir a su turno Presidente de la Repúlica
en reemplazo de don Bernardo P. Berro cuyo mandato terminaba
el 1.° de marzo de 1864.
Toda la campaña estaba en armas y el gobernante que no que-
ría cargar con la responsabilidad de la situación de hecho que
surgía como inevitable, resolvió recabar una resolución de la
Asamblea.
«El estado actual de desorden interno — decía en su mensaie
de fines de octubre — hace por ahora imposible una elección com-
pleta y ajustada a la ley de la materia y a los principios del
sistema representativo. En tal virtud he creído que debía abste-
.nerme de disponer que ella tenga lugar en la época designada
por la ley tan próxinia a llegar ya, que habría de practicarse con
tamaño vicio. He preferido más bien someter el caso a vuestra
consideración para que dictéis en su vista las disposiciones que
os parezcan más convenientes.»
Dos proyectos estudió en esa oportunidad la Comisión de Legis-
lación de la Cámara de Diputados. Uno de ellos, partiendo del
precedente de 1840 y de lo acordado por el Senado y la Cámarp ■
de Diputados en 1845 y 1846, declaraba prorrogados los poderes
de los legisladores hasta que tuvieran lugar los comicios, pero
exclusivamente «para los actos conservadores de la existencia
constitucional de la República y de los derechos de los ciudada-
nos». El otro se limitaba a transferir los comicios para el último
domingo de enero de 1864.
La Constitución — decía la Comisión informante aconsejando
la sanción de este último proyecto — autoriza a la Asamblea
General para variar la época de las elecciones. Pero caducando los
poderes de los diputados en febrero de 1864, es forzoso que antes
de esa oportunidad esté practicada la elección de la auova Cá-
mara, so pena de que el 15 de febrero no exista Asamblea General.
El Gobierno domina «en la inmensa mayoría del territorio y pu-
niéndose practicar donde él domina las elecciones con sujeción a
la ley electoral, la circunstancia de no hacerse simultáneamente
en toda la República no vicia su legalidad, ni excluye ?1 departa-
mento en que no pueda realizarse por el momento libremente la
elección de diputados de legítima representación en la décima Le-
GOBIEKXO DE BERRO 85
gislatura, porque los lepresentantes auncjue nombrados feparada-
mente por los departameutos lo son todos y cada uno de la Xa-
ción». ■
En la Cámara prevalecieron esas mismas ideas contra la
opinión de uno de los oradores que señalaba el peligró de que
las disidencias electorales produjeran la disolución del ejército.
La Comisión de Legislación del Senado produjo dos informes):
uno de ellos, el de !a mayoría, favorable a la celebración de los
comicios y el otro adverso.
«La Comisión — decía el primero — que rechaza con toda la
vehemencia de sus convicciones cualquier pensamiento, cualquier
combinación, política que busque la solución de la presidencia de la
República el 1.° de marzo fuera de la Constitución y de la ley, que
DO admite ni en hipótesis la idea de los gobiernos de hecho porque
eso sólo sería bueno para los partidos revolucionarios, no para los
que han hecho la base de su existencia del mantenimiento de la
ley y únicamente de la ley; y que no encuentra sino dos caminos
dentro de esa órbita: o las elecciones de representantes y con ellas
la de Presidente permanente de la República el 1." de Marzo, o si
las elecciones no fueran posibles la presidencia constitucional aun-
que provisoria del Presidente del Senado — no puede dejar de op-
tar en este momento por lo primero, desde que hay ya un proyecto
de ley adaptado a las circunstancias sancionado por la Cámara de
Representantes y desde que hay probabilidades de que las eleccio-
nes puedan realizarse.»
El de la minoría suscrito por don Manuel Herrera y Obes argu-
mentaba así:
La Asamblea tiene facultad para alterar la época de los comicios.
Pero no para alterar los comicios mismos, ni para quitarles su ga-
rantía como lo hace el proyecto aconsejado por la mayoría. «La cam-
paña, entregada a las correrías de la rebelión y a los combates que
ha más de nueve meses empapan su suelo de sangre oriental, care-
ce absolutamente de autoridades: ningún ciudadano está en su do-
micilio, el campamento los tiene reunidos a todos bajo la obedien-
cia pasiva de las ordenanzas militares. Faltan los registros que
clasifican y determinan los electores. El estado de sitio tiene absor^
bidos todos los derechos y libertades del ciudadano. Un gran pe-
ligro piiblico pesa sobre el ánimo de todos los ciudadanos; y sin
embargo, se manda que haya comicios! — que en medio de esa si-
tuación, toda de coacción, el ciudadano vaya a votar — que vote
el que deba y el que no deba — que los votos sean recogidos ex-
86 HISTORIA DEL UBUGUAY
cepcionalmente, es decir de diverso modo y por otras autoridades
que las que la ley tiene establecidos. Que se vote donde se pueda,
dejando para cuando se pueda recoger los demás votos del país, es
decir: manda que liaya elecciones en diversos tiempos y de distin-
tos modos, rompiéndose así esa unidad del acto que es una de las
primeras garantías de la libertad y verdad del sufragio, y se es-
tablecen legislaciones y situaciones diversas para cada una de
ellas.»
Tales eran las dos soluciones propuestas por la Comisión de Le-
gislación. Pero en el Senado era imposible armonizar opiniones en
torno de cualquiera de ellas, por efecto de la anarquía o más
bien dicho de la lucha existente entre sus miembros.
Lia mitatl del Senado ti'ata de desalojar a la otra mitad.
¿De qué emanaba la anarquía de la Cámara de Senadores?
Estaban vacantes las senadurías de Montevideo y Soriano y ha-
bía que convocar a los suplentes que eran don Joaquín Errasquin
y don Vicente Nubel. Pero la Comisión de Legislación se oponía
-il ingreso del primero, porque era hermano de otro senador y
primo del Presidente Berro, y del . señor Nubel porque era socio
de los hermanos Errasquin. La Constitución de la República — de-
cía fundando su doble rechazo — establece que el Estado Oriental
no será jamás patrimonio de 'persona ni de familia alguna y pres-
cribe además que al Senado corresponde abrir juicio al Presidente
de la República cuando éste sea acusado por la Cámara de Diputados.
Y proponía el aplazamiento de la convocatoria de los suplentes a
la espera de lo que resolviera la Asamblea una vez reabiertas las
sesiones ordinarias.
No era esa sin embargo la razón determinante del rechazo. Actuf-
ban en el Senado dos tendencias antagónicas que respondían a lo?
bandos que la terminología de la época llamaba «vicentinos» y
«amapolas», los primeros encabezados por el Presidente Berro y
los segundos por don Jaime Estrázulas y don Juan P. Caravia. Y
los amapolas que eran mayoría querían impedir la incorporación
de dos nuevos senadores que daban influencia decisiva a Berro en
ía designación del Presidente del Senado llamado a asumir el po-
der ejecutivo durante el año 1864.
Ante la inminencia de su derrota abandonaron el local de se-
siones los senadores vicentinos don Manuel Errasquin, don Atanasio
Aguirre, don Nicolás Zoa Fernández, don Manuel Herrera v Obes
GOÍ5IER.\0 DE KEKKO 87
y don Tomás Villalba, quedando dueños del campo sus adversa-
rios señores Estrázulas, Caravía, Váz<iuez, Brid, Ruiz y Joanicó. L;i
•liferencia era como se ve de un solo voto, pero ella bastaba para
asegurar el triunfo del proyecto que aplazaba la convocatoria de los
suplentes, y el proyecto fué sancionado.
Los senadores de la minoría se abstuvieron de concurrir a las
sesiones subsiguientes y eso dio pretexto para una declaración de
.cesantía que tuvo honda repercusión en la Cámara de Diputados
donde se hizo moción para que fueran acusados los señores Estrá-
zulas, Caravia, Vázquez y Brid por violación de la Constitución,
exaltándose con ello en tal forma los ánimos que el Presidente Be-
rro juzgó prudente clausurar las sesiones extraordinarias, «habien-
do llegado a la evidencia — decía en su mensaje de me-íludos le
•enero de 1864 — los malos efectos que producen las agitaciones pro-
vocadas por la permanencia de las sesiones extraordinarias del Cuer-
po Legislativo que causan una división lameatablo entre Ins de-
fensores del orden legal de la República y que autorizadas por
imás tiempo acabarían por ser funestas».
A la sesión en que debía leerse ese mensaje sólo concurrieron
dos senadores y cinco diputados. Y el Presidenta reiteró 1:í clausura
invocando en su nuevo mensaje «la situación política de la Repú-
blica amenazada en su orden legal interno y en peligro su inde-
pendencia»; la necesidad de obtener «unidad de acción en los ele-
mentos sobre que se apoya esta misma actual? dad>': y la «anorma-
lidad en que había caído el Senado».
Intentó el Presidente de la Asamblea repetir la convocatoria,
ipero como le observara el Poder Ejecutivo que ya las sesiones esta-
ban clausuradas, contestó que significando esa advertencia «una in-
terdicción de hecho a la reunión de la Asamblea General», sólo le
quedaba para cubrir su responsabilidad enviar a la prensa las no-
tas cambiadas.
La presidencia de la Asaimblea estaba en esos momentos a rar-
go de don Vicente Vázquez, uno de los miembros del grupo que lu-
chaba contra Berro.
Una tentativ? de motín para voltear a Berro.
Los momentos eran muy graves.' La disidencia del Senado había
¡cundido al Ejército. El coronel Bernardino Olid, jefe de la división
de Maldonado y Rocha, apoyaba decididamente a los amapolas y
estaba resuelto a lanzar en la balanza toda la fuerza militar que
HISTORIA DEL UBU6UAT
el Gobierno había puesto en sus manos para luchai- contra Flore?.
Y estimulado por esas ideas salió a campaña.
Sin dejarse arredrar por las circunstancias el Presidente Berro
dictó un decreto destituyendo al coronel Olid y ordenando que ésíe
compareciera ante el Consejo de Guerra dentro de un plazo peren-
torio y mandó arrestar también a los senadores don Vicente Váz-
quez, don Jaime Estrázulas y don Juan P. Caravia y a diversos ciu-
dadanos que como don Ambrosio Velazco, don Pedro Díaz y don
Adolfo Basáñez aparecían complicados en el movimiento revolucio-
nario que debía encabezar Olid. Algunos de ellos fueron embarca-
tíos para Buenos Aires y otros para Río de Janeiro.
Don Jaime Estrázulas y don Juan P. Caravia publicaron en Bue-
nos Aires un violento manifiesto en que invitaban a los hombres
del Partido Blanco a alistarse en las filas de Olid para voltear a
Bíjrro.
JEl Presidente Berro y sus Ministros — decían — «acaban de
colocarse fuera de la ley, son rebeldes y merecen ser perseguidos
y castigados como criminales». Han impedido «por medio de la
violencia y el destierro que el Honorable Senado se reúna libre-
mente», asumiendo «una dictadura que no debe ser obedecida ni
acatada» . . . «Ya no es más que un poder de hecho, un poder igual
en categoría al del invasor Plores, un rebelde como él.» El Presi
dente Berro trata de perpetuarse en el gobierno mediante el nom-
lljramiento de Presidente del Senado a favor de una persona de su
familia... «Los valientes defensores de las leyes, que desde 1836
bajo la dirección del Presidente don Manuel Oribe, de eterna y al-
ta memoria, y después la del no menos ilustre ciudadano don Ga-
briel Antonio Pereira han pugnado siemipre por el mantenimiento
del orden legal, por el reinado del gobierno constitucional, tienen
la oportunidad, el derecho y el tiempo suficiente para resistir a la
nueva dictadura, para obligarla por medio de las armas a retroce-
der...» «El cielo ha permitido en sus últimos designios que los de-
fensores de las leyes sean sometidos a una nueva y dura prueba
de su moralidad y de sus convicciones, teniendo que luchar en es-
tos momentos con dos enemigos: con el invasor don Venancio Flo-
res, caudillo sin bandera que lo escude y que lo disculpe, porqiíe
después de los decretos de octubre de 1862 ni pretexto tenía para
invadir, — y con el rebelde y perjuro, con el sacrilego don Bernardo
P. Berro; pero de esa prueba tenemos fe en Dios y en el buen de-
recho saldrán más acrisolados y más puros que antes. La hora so-
lemne ha sonado. Un gran centro de reacción se ha formado. A su
GOBIERNO DE EERKO ' 89
cabeza se encuentra el bravo y patriota coronel don Bernardino
Olid, rodeado de los primeros jefes del Ejército y de la Guardia Na-
cional de la República..» A las armas, pues, leales y valientes de-
fensores de las leyes... Un esfuerzo y un sacrificio por algunos
días más, pero un esfuerzo lieroico y decidido en nombre y rpivin-
dicación de los principios sagrados de la Con.-titución, y en breve
caerán bajo vuestro brazo o tendrán que someterse el invasor ¡^'lo-
res y el dictador Berro. No \a(;léis, no deis tiempo a ^ue este-, dos
jefes revolucionarios se entiendan como lo desean y lo proy:ctan
por medio de una transacción en la cual vosotros y con vosotros
el gran Partido Nacional, el partido defensor de las leyes '¡ue cons-
tituye la inteligencia, la fuerza, i:i riqueza y el orden de la patria,
será traidoramente sacrificado para siempre.»
El Presidente Berro se dirigió en lo más recio de est )s incidjn-
tes al campamento del ejército p.-íra entonr.r a los militaies e im-
pedir que la defección del coronel Oli-l encontrara imitadores.
También dirigió una circular a los Jefes Políticos en que les ha-
blaba de la completa esterilidad de la Asamb'ea durante los tres
meses de sesiones extraordinarias que llevaba, de los conflictos que
ocurrían en el Senado con motivo de la convocatoria de suplentes,
de las disensiones existentes entre los ciudadanos en armas; y les
advertía que había llegado el momento de dar efectividad al estado
de sitio; que todo ciudadano debía estar en anuas y empuñar un
fusil; que los omisos debían ser perseguidos, los vándalos que aso-
laban la campaña debían ser tratados como tales vándalos; la vida
y la propiedad de los habitantes debían ser amparadas. Y en cuanto
a la prensa:
«Debe contraerse — agregaba la circular — a los intereses nacio-
nales, a la propagación de los conocimientos científicos y útiles, al
cultivo de la inteligencia y a fortificar la moral, pero no puede
extraviarse en inútiles y peligrosas discusiones ni propagar malas
tendencias, ni servir a exaltar las malas pasiones. No debe ser obs-
táculo a la defensa de la patria, ni le es permitido sin exponerse
a severas represiones herir a la autoridad directa o indirecta-
mente».
Al Jefe Político de Montevideo le recomendaba en una nota espe-
cial que llamara a los redactores de diarios para hacerles saber:
que les estaba prohibido «alimentar tendencias de división en las
columnas de sus diarios, so pena de ser considerados instigadores
de propósitos anárquicos, debiendo entenderse que no salvaba la
responsabilidad del editor la circunstancia de ser el escrito puni-
ble producción ajena.»
90 HISTORIA DEL UBUGUAT
Con estas medidas aseguraba el Presidente Berro la estabilidad
dé la situación dentro de la plaza de Montevideo. Quedaba todavía
pendiente de la actitud del coronel Olid. Pero los sucesos de la
guerra se encargaron de completar la obra. Al llegar a su campa-
mento se encontró el jefe del motín con una división revoluciona-
Tia que recorría los alrededores de Rocha y se lanzó contra ella
obteniendo una completa victoria a cambio de una herida mortal
que solucionaba la crisis que él estaba encargado de precipitar.
Vuelve el Senado a funcionar.
Se iba acercando entretanto el término del mandato presiden-,
cial y don Bernardo Berro provocó una reunión en su despacho pa-
ra cambiar ideas acerca de lo que debía hacerse en medio de la
anarquía del Senado. Concurrieron entre otros los doctores Caste-
llanos, Requena, Vázquez Sagastume y Fuentes y los señores An-
tonio M. Pérez, Doroteo García, Luis de la Torre y .Javier Alvarez.
La mayoría optó por la convocatoria del Senado para el nombra-
miento de Presidente como único medio de conjurar la crisis del
1." *de marzo.
El Presidente Berro se dirigió entonces a la Comisión Permanen-
te para darle cuenta de todo lo ocurrido y pedirle su concurso a fin
de evitar la acefalía de los poderes públicos por falta de la perso-
na que debía sustituirle en el ejercicio del poder ejecutivo. Y ob-
tuvo de ella esta nota de amplia solidaridad con su actitud:
«La Comisión Permanente se halla dominada por un profundo
pesar ante el estado actual de desquicio en que se encuentra la
Honorable Cámara de Senadores por la falta de cordura y de pa-
triotismo de algunos de sus miembros. V. E. conoce la monstruosa
inconstitucionalidad cometida por una minoría de ese Honorable
Cuerpo, aplazando por razones que repugnan al buen sentido la
incorporación de los primeros suplentes de los departamentos de
Soriano y Montevideo. V. K. conoce igualmente la no menos irri-
tante inconstitucionalidad practicada por esa misma minoría ex-
pulsando a tres señores senadores, sin más fundamento que el de
no quererse prestar a sancionar aquella monstruosidad».
Alentado por esta nota se dirigió el Presidente a la Asamblea
que todavía estaba en receso. La Cámara de Diputados se reunió en
el acto y contestó también a Berro en términos de amplia soli-
daridad con su actitud. En su minuta de contestación «lamentaba
el penoso extremo a que había llegado la disidencia '.jue diviiía a
GOBIEUXO DE BERRO 91
■los señores senadores»; esperaba que el Senado quedaría integrado
y en situación de elegir al ciudadano llamado a hacerse cargo del
poder ejecutivo; y concluía expresando que el Presidente a quien
la Constitución comete el mantenimiento del orden, debía adop-
tar las medidas necesarias para impedir q^^'^ ,tl vjiuimiento de su
mandato existiera el estado de acefalía que él temía.
La fracción del Senado que había sido vencida en los primeros In-
cidentes resolvió entonces tomar la revancha. Llamó a los destituí-
dos y convocó a los dos suplentes cuya incorporación 'había quedado
aplazada. La otra iracción que hallábase en minoría por efecto de
Icb destierros que subsiguieron al motín del coronel Olid, protestó
contra esas resoluciones. Pero la Cámara que ya estaba en quorum
p^-ocedió a la elección de Presidente, obteniendo el tiiunfo la can-
didatura de don Atanasio Aguirre.
Había sonado también, aunque sin ambiente, la candidatura le
don Tomás Villalba, atacada duramente por uno de los correspon-
sales de «La Reforma Pacífica».
En septiembre de 1853 — decía ese corresponsal — cuando la
revolución contra Giró, la autoridad constitucional nombró al ge-
neral Servando Gómez Comandante General al Norte de Río Negro
y al general Lucas Moreno Comandante al Sur. Don Tomás Villalba,
que ocupaba la Jefatura Política de Soriano, convocó a la Guardia
Nacional. Flores salió a campaña con el batallón de Pallejas y en-
tonces el coronel Moreno se dirigió a Mercedes en busca de incor-
poraciones, pero allí supo que Villalba había disuelto sus fuerzas.
Gn el Durazno está el teniente coronel Pedro Ferrer que fué
quien avisó a Moreno de lo que ocurría, adjunt<índole copia de las
órdenes impartidas a los coroneles Báez, Gómez y otros jefes. Esto
se reputó una traición. Villalba — concluía el corresponsal — pro-
siguió en la Jefatura de Soriano y de allí pasó a la de Cerro Largo
y luego a la Contaduría de la Nación, todo ello por obra de Flores.
Con la elección de Presidente del Senado desaparecía el riesgo de
la acefalía de los Poderes públicos que tan preocupado tenía a don
Bernardo P. Berro, resuelto como estaba a no prorrogar el plazo
de su mandato que vencía el 1.° de marzo de 1864.
CAPÍTULO II
Movimiento político
La acción de la Arg-entina y del Brasil en la revolución
de Flores
La contienda argentina diwante el gobierno de Berro.
Al tiempo de ascender don Bernardo Berro a la presidencia del
Uruguay, estaba en plena agitación el ambiente argentino, y esi
agitación repercutía en nuestro escenario político bajo forma de
amenazas de invasión de los jefes orientales enrolados en el ejér-
t'iio de la Provincia de Buenos Aires, como yn se había encargado
de decirlo el Presidente Pereira en su mensaje de apertura de las
cesiones extraordinarias de 1860.
Al finalizar el mismo año fueron asesinados el Gobernador de
San Juan y varios de sus allegados, y el Gobierno Nacional, que te-
nía su asiento en el Paraná, envió con órdenes de exterminio al
general Saa, librándose en seguida la batalla de Pósito, con resul-
tados desastrosos para los sanjuaninos que tuvieron 400 muertos,
contra 9 que anotaron los vencedores. «Nuestros valientes púnta-
nos — decía el general Saa en su parte oficial — no han dejado
nada que desear, pues a lanza seca rompieron el cuadro de infante-
ría, penetrando por dos frentes». Todos los prisioneros fueron fusi-
lados. El general Mitre que estaba al frente del gobierno de la Pro-
vincia de Bueno: Aires protestó contra esa guerra de exterminio,
olvidando que él mismo tenía en su foja el asiento de Villa Mayor.
Pocos meses después entrabam en lucha el Gobierno de la Pro-
vincia de Buenos A^res y el de la Confederación, hasta septiembre
de 1861 en que el general Mitre venció al general ürquiza en los
campos de Pavón, dando lugar con ello a que el doctor Santiago
Derqui, Presidente de la Confederación, se viniera a Montevideo; a
que el Vicepresidente Pedernera publicara un manifiesto en que de-
claraba en receso al Poder Ejecutivo Nacional «hasta que la Nación
reunida en Congreso o en la forma que estimara más conveniente
GOBIERNO DE BERRO 93
dictara las medidas consiguientes a salvar las dificultades que obli-
gaban al Gobierno a tomar esa disposición»; y a que Entre Ríos
reasumiera el ejercicio de su soberanía y se colocara en tren de
paz con las demás provincias.
La parte de los eniigi*ados orientales en la victoria de Buenos
Aires.
¿Qué significaba ese triunfo del punto de vista uruguayo?
Pocas semanas antes de la batalla de Pavón se publicó una re-
lación de las fuerzas a las órdenes de Mitre. Había allí 17,691
hombres, distribuidos en 32 cuerpos. Pues bien: 6 de esos cuerpos
estaban a cargo de Rivas, Abella, Patino, Vidal, Villar, Ortega,
jefes orientales todos ellos. Ocupaban además importantes posi-
ciones militares el general Plores y los coroneles Fausto Aguilar,
Francisco Caraballo y Ambrosio Sandes.
«Nuestro ejército — decía a fines de agosto «El Nacional» de
Buenos Aires, — está lleno de la más brava, distinguida y caballe-
resca juventud oriental. Buenos Aires, la República toda, tiene
gran deuda para con esos denodados jefes y oficiales del heroico
partido de la Defensa de Montevideo.»
En su parte de la batalla de Pavón hacía constar el general Pau-
nero que la vanguardia de Urquiza, compuesta de 1,500 hombres
■de caballería, había sido «vigorosamente atacada por una bien or-
ganizada línea de tiradores a las órdenes del coronel Fausto Agui-
lar, que arrolló sucesiva y constantemente a la división enemi-
ga, tomándole algunos prisioneros y obligándola a emprender
marcha al galope e ir a refugiarse al grueso del ejército».
Agregaba que Urquiza había lanzado sus mejores fuerzas de ca-
ballería sobre la derecha (que era el ala a cargo de Flores) y des-
tacaba el heroísmo de la tropa del coronel Ignacio Rivas que
había atacado briosamente a la brigada enemiga que tenía enfrente.
«Despreciando — decía — los fuegos certeros de esa brigada y
las baterías que la apoyaban, marchó resueltamente, armas a dis-
creción, posesionándose de las baterías enemigas y arrollando cuan-
to se opuso a su frente».
La prensa de Buenos Aires saludó con una salva de aplausos a
los militares orientales que habían actuado en la batalla, sin ex-
cluir a Flores que había sufrido un rudo revés.
«El general Flores, jefe del ala derecha — decía «La Tribuna» —
avanzaba resueltamente, y con el valor y serenidad que todos le
94 HISTORIA DEL UBUGUAT
reconocen. A medio tiro de cañón y bajo el recio fuego de las ba-
terías enemigas, volvióse a sus soldados, tomó un estandarte en
una mano, su espada en la otra, y exclamó: «Soldados: carabina
a la espalda y sable en mano: a la carga!» Y el general impetuoso
como el león lanzó su caballo al galope. A media cuadra del ca-
mino volvió la mirada y estaba solo con sus ayudantes. El general
hizo prodigios para contener a sus dispersos, pero en vano».
«El afamado vencedor de tantos combates — decía «El Nacional»
— se ha portado esta vez también como él lo sabe hacer. El que
su división fuese envuelta después de una arrogante carga, arrolla-
da y rechazada por una furibunda descarga de artillería a. metralla,
«so es un accidente de la guerra honroso para el mismo general
Flores y su valiente división, porque conviene que se sepa que
el general Urquiza quiso descargar sobre el general Flores lo mejor
y lo más pujante de sus tropas. Pero después de salir a dos leguas
del campo, reunió a sus soldados y volvió con ellos al ejército. No
se puede pedir más a un hábil y valiente general como don Ve-
nancio Flores. ¡Viva el brigadier general Flores!».
Son notables, agregaba otro diario, las palabras con que el co-
ronel Rivas acompañó la voz de carga a su brigada. Soberbio so-
bre» su caballo y espada en mano, gritó: ¡Soldados! el pueblo de
Buenos Aires nos pide una victoria y es necesario dársela o mo-
rir todos en la boca de los cañones enemigos. ¡A discreción y a
la carga! Tan elocuentes palabras electrizaron a sus valientes sol-
dados y es fama que a ellos pertenecen los más bellos laureles de
la victoria».
El general Mitre promovió el día al coronel Rivas al empleo de
corone] efectivo, por haber ejecutado — decía en su resolución —
«la parte más decisiva de la carga».
En el curso de esa misma campaña fué promovido el comandante
Ambrosio Sandes a coronel efectivo y al comunicarle su ascenso
hacía constar el general Paunero en nombre del general Mitre,
que era el premio «a sus distinguidos servicios en el ejército y al
noble ejemplo dado a sus compañeros de armas, manteniéndose en
¡a vanguardia con tres heridas abiertas».
Pocas horas después de Pavón, obtenía Flores un resonante
triunfo sobre las fuerzas del general Virasoro, y el encargado de
perseguir a los derrotados era el coronel Francisco Caraballo.
Quiere decir, pues, que desde fines de 1861 quedaban realmente
los emigrados orientales en situación de pedir y obtener el apoyo
de las fuerzas argentinas para reconquistar por las armas el go-
'bierno de su patria.
GOBIERNO DE l.ERKO 95
Si de inmediato no se produjo la invasión fué porque todavía
era necesario organizar la confederación argentina y triunfar de
¡os caudillos provinciales, que amagaban de continuo con sus pla-
nes autonómicos.
Vuelve a pensarse en la reincoi'poi'ación del I rii{i;uay a la Confe-
deración Argentina.
A mediados de 1862 empezó a funcionar en Buenos Aires el
Congreso de la Confederación.
Todavía continuaba la lucha en la Provincia de la Rioja, donde
actuaban con notables bríos los militares orientales que estaban
al servicio del gobierno de Mitre, y comentando esa actuación de-
cía un colaborador de «El Nacional» de Buenos Aires:
«Desde la campaña de Cepeda hasta estos momentos, el elemento
oriental representado por categorías militares como el brigadier
general Flores y por una numerosa y valiente juventud, ha figu-
rado en las filas de nuestro ejército, al lado de la juventud ar-
gentina, tomando la parte más enérgica, más atrevida y más em
prendedera. . . En la caballería el general Flores, los coroneles
Fausto Aguilar, Caraballo, Sandes (el inmortal Saudes), Mariano
Paunero y otros; y en la infantería, Rivas, Arredondo, Abella, Pa-
góla... No bastaba la Cañada de Gómez, en que el general Flores
y Caraballo tuvieron las primeras partes. Ved ahora a Rivas y
Sandes, ejecutando esa prodigiosa campaña de los llanos de la
Rioja, de esos desiertos mil veces peores que la Libia, corriendo y
batiendo un célebre montonero, ejecutando la campaña más difícil,
la que necesita de más energía moral, la campaña que arredró a
Oribe con cinco mil soldados en 1841. Nosotros que hemos presen-
ciado las hazañas del «Chacho» en la fecha en que servía a nuestro
partido; nosotros que conocemos aquel horrible país que encierra
10,000 leguas cuadradas de territorio, sabemos y podemos apreciar
la ruda campaña que han ejecutado y prosiguen en estos momen-
tos los coroneles Rivas y Sandes... EsiJcremos, tediemos fe en el
porvenir; hemos de salvar las vallas puestas por los cálculos ele
la diplomacia o del egoísmo para retrihuir vuestros importantes
servicios; hemos de pagar la deuda.»
En octubre del mismo año pasó el general Mitre de la goberna-
ción de Buenos Aires a la presidencia de la Confederación Argen-
tina, y un mes después, su órgano en la prensa «La Nación Argen-
tina», redactado por el doctor José María Gutiérrez, publicaba un
96 HISTORIA DEL URUGUAY
artículo sensacional, con el epígrafe «La Unión de la República»,
en que decía lo siguiente:
«Las nacionalidades americanas deben tender a ensancharse, por-
que Pbta es la iey natural... Por eso hemos dicho iiue la confede-
ración americana vendrá con el tiempo... Esos medios son, por
una parte, los tratados particulares, y por la otra la fusión de las
nacionalidades que tienen verdadera afinidad de intereses y que se
hallan unidas cuando menos por su posición geográfica... Así lo
que no es materia de congresos quedaría arreglado separadamente
con Chile, ton Bolivia, con Perú, etc.. El segundo medio está
ya indicado y consiste en la anexión recíproca de las repúblicas
limítrofes... Tal vez estamos destinados a reconstruir la grande
obra que deshicieron las pasiones locales, volviendo así las nacio-
nalidades americanas a las condiciones en que se hallaban antes de
¡os sucesos que las redujeron a su estado actual.»
Y a raíz de la invasión de Flores, agregaba el mismo diario
refiriéndose al 18 de julio:
«He ahí el aniversario de la independencia de la República Orien-
tal. ¡Triste fecha! Ella rememora el triunfo del localismo que ha
impedido por medio siglo la organización <\e la República y que
ha ido desmembrando poco a poco la patria de ISIO.»
El plan previo y ui-gente era el derrumbe del gobierno de Berro.
La Cámara de Diputados de la República Argentina interpeló
en julio de 1863 al Ministro del Interior con motivo de un de-
creto que prohibía a los empleados públicos concurrir a un mitin
& favor de !a revolución de Flores.
«No voy a pregunta-r — empezó aiciendo el diputado interpelante
señor Montes de Oca — si el señor Ministro simpatiza con la
revolución a cuya cabeza se halla el general Flores en el Estado
Oriental; yo sé que él, que siempre ha pertenecido al partido de
la libertad, como el Presidente de la República, el Ministro de la
Guerra y los demás miembros del gobierno, simpatizan con esa
revolución, porque fué en la nueva Troya donde aprendieron a
luchar por lá libertad y los derechos del hombre.»
Era otra cosa bien distinta lo que deseaba saber el interpelante.
¿Con qué derecho había prohibido el Gobierno a los empleados
la concurrencia al mitin? Porque en su concepto h; prohibición era
violatoria de la Constitución Argentina.
El Ministro se excusó diciendo que entre los invitantes al mitin
GOBIERNO DE BERRO 97
íiguraban varios militares. Y tras un largo y acalorado debate
surgió un proyecto de ley que prevenía que el Poder Ejecutivo no
podía proiiibir a los empleados públicos el libre ejercicio de sus
derechos políticos.
Cuando la plaza de Montevideo estaba en vísperas de caer bajo
la presión de la escuadra brasileña que la atacaba por mar, y del
ejército de Flores y Mena Barreto que la atacaba por tierra, el
general Mitre envió al director de «La Nación Argentina» doctor
Juan María Gutiérrez, para que lo tuviera al corriente de los
sucesos. Y véase cómo se expresaba el comisionado al trasmitir al
Presidente Argentino las bases de la capitulación:
La fórmula de la rendición realiza en el fondo «el pensamiento
de Elizalde, es decir, la entrega de Montevideo mediante las garan-
tías que acuerda el vencedor, quedando el Partido Blanco literal-
mente muerto y dejando a salvo la acción del Brasil para que nos
libre del Paraguay».
Varios años después, en 1869, terciando en la polémica que sos-
tenían el doctor Juan Carlos Gómez y el general Mitre acerca
de la guerra del Paraguay, decía el mismo doctor Elizalde, canci-
ller del gobierno de Mitre durante la revolución de Flores:
«El gobierno de Montevideo era la representación del partido
enemigo de la causa liberal que Buenos Aires había convertido en
gobierno argentino; significaba las invasiones a Buenos Aires has-
ta Villa Mayor, las hostilidades y la alianza contra nosotros hasta
Cepeda y las negras felonías de la negociación que fracasó en Ría
de Janeiro por la previsión y altura del gobierno del Brasil, qu-e
se negó a ser aliado del gobierno del Paraná y del de Montevideo
para someter a Buenos Aires, y de la negociación de la Asunción
que buscaba la alianza del Paraguay para el mismo objeto, entre-
gando todo el Chaco y grandes territorios argentinos y la navega-
ción de sus ríos. Fiel a sus antecedentes y bajo la presión del ho-
rrendo crimen de Quinteros que nunca pudo esiperar fuese santifi-
cado por el Gobierno Argentino, no podía dejar que este gobierno
se consolidase, pues veía en él un enemigo fatal. Como ciudadano
y como hombre público, he considerado y considero la más noble y
la más alta de las revoluciones la del general Flores, y celebré su
triunfo como uno de los acontecimientos providenciales para la fe-
licidad de los. pueblos del Plata y la consolidación de la paz bajo
gobiernos libres».
7-V
98 HISTORIA DEL UBUGUAY
La prensa de Buenos Aires apoya a los emigrados.
La prensa de Buenos Aires no cesaba por su parte en. la tarea
de deprimir al Gobierno Oriental y de envolverlo en las complica-
ciones argentinas.
Véase lo que decía «La Tribuna» al finalizar el año 1861, refirién-
dose a las polémicas de los diarios de Montevideo:
«La discusión sobre las cuestiones que se debaten en la Repúbli-
ca Argentina en este momento se ba trasladado a la prersa orien-
tal, y se explica que baya allí contradicciones en la apreciación de
los sucesos, porque en el Estado Oriental están en pie los dos par-
tidos que luchan desde mucbo tiempo atrás en aquel país, partidos
que son los mismos que han existido en la República Argentina:
-^1 Partido Blanco, que es el Partido Federal con su misma bande-
ra, sus mismas tendencias, sus mismos crímenes y sus mismas in-
famias, se ha puesto como era de esperarse al servicio del partido
vencido en Pavón... El Partido Colorado, que es el Partido Uni-
tario, con sus mismos principios y sus mismas tradiciones glorio-
sas, por el contrario defiende nuestra causa».
Comentando las primeras noticias acerca de la invasión de Fle-
jes, escribía el doctor Adolfo Alsina en el mismo diario en abril
de 1863:
«La cuestión que hace treinta años se debate en las repúblicas
del Plata va a ser resuelta definitivamente: la lucha encarnizada
que se perpetúa desde aquella época entre los principios que re-
presentan por una parte las tradiciones unitarias y por la otra las
federales, va a tener una solución estrepitosa. En la República Ar-
gentina los elementos puestos en acción por la mano oculta de
Urquiza se agitan convulsivamente, con la pretensión insensata de
conmover las bases sobre que descansa el orden consi:tucionai de
la República. Y al mismo tiempo que en la Argentina donde domi-
nan los hombres y las ideas del partido unitario la fedoración reac-
ciona, en la República Oriental subyugada por los alances, se pro-
nuncia la reacción de los hombres y de las ideas del Partido Colo-
rado... Las miradas de todos los que se interesan per el triunfo de
las buenas ideas están fijas en la República vec'na: el desenlace
del drama que allá se ejercita preocupa profundamente a los argen-
tinos, porque la causa es idéntica, porque la soli;laiida<l de los inte-
reses en innegable, porque es de importancia vital para la Repú-
blica que en el Estado Oriental se levante un go!)ieino simpático a
GOBIERNO DE BEBRO 99
nuestra autoridad y hostil a los hombres que tan '.o nial han ocasio-
nado a la causa de las buenas ideas en ambas orillas del Plata. Igno-
ramos cuáles son los elementos con que cuenta el general Flores...
pero lo que sí sabemos es que el Gobierno Argentino, dando a los
hechos toda la importancia que tienen, debe arrancar su política do
este punto de partida... El triunfo de la revolución será para la
República Argentina una garantía más de orden y de estabilidad».
La redacción del diario decía a su turno saludando al jefe
invasor:
«Este valiente soldado que ha tomado la iniciativa en la nueva
cruzada que se emprende contra el partido de los asesinos de Quin-
teros, va acompañado por dondequiera que dirija sus pasos por
las bendiciones de todas las personas de corazón, amigos de la li-
bertad y de los derechos del hombre. El general Flores al empren-
der la noble tarea de librar a su patria de cuanto forajido la opri-
me, merece ser saludado con burras por todos los que simpaticen
con la causa de los principios. Que Dios lo acompañe en su santa
causa!».
«El general Flores — decía «El Nacional» en el mismo mes de
abril — triunfará indudablemente, porque sobre sus enemigos man-
chados con la sangre de dos generaciones, pesan los crímenes y res-
ponsabilidades más terribles».
Otro diario de Buenos Aires, «El Mercurio», se expresaba así en
noviembre de 1863:
«Si Flores es vencido, la reacción federal se arranca la máscara
en Entre Ríos, corre como un reguero de sangre y fuego hasta Co-
rrientes y sin apagar su ardor salvaje en las ondas del Paraná,
asalta y discurre por toda la campaña de Santa Fe... Si Flores
triunfa, el triunfo de sus armas es nuestro triunfo, porque con él
ha ido nuestro óbolo, nuestra esperanza, nuestro anhelo y nuestro
contingente de ideas... ¿El Gobierno de la República aprovechará
ese nuevo resorte o inutilizará con la indiferencia y el olvido esa
poderosa palanca para la gran obra de la reconcentración argen-
tina?».
La actitud del gobierno de Berro frente a la contienda argentina.
El Presidente Berro había tratado, sin embargo, de mantenerse
en una rigurosa neutralidad durante la contienda armada entre
el gobierno de la Provincia de Buenos Aires y el de la Confedera-
ción Argentina, resuelto a alejar todo pretexto que pudiera dar
100 - HISTORIA DEL UBUGUAT
repercusión a esa contienda en el escenario^uruguayo. He ahí lo
que decía al inaugurar las sesiones ordinarias de la Asamblea en
febrero de 1862:
«En la lucha que a mediados del año pasado se emprendió entre
la Provincia de Buenos Aires y las otras de la Confederación, ha
sido observada la más estricta neutralidad. Debatiéndose allí cues-
tiones y sosteniéndose pretensiones enteramente extrañas a nues-
tro país, injusto a par de torpe habría sido ingerirse en ellas sin
provocación ni motivo de ningún género. Poderosas razones movían
a adoptar esa neutralidad, aun por separado de lo que acabo de
expresar, evitando por ese medio comprometer a la República en una
guerra inmotivada contra sus más vitales intereses y en oposición
a la opinión bien pronunciada del país. Lejos de mí la idea de pro-
ducir cargos contra nadie. Culpa de los tiempos más bien que de
los hombres, obra de acontecimientos raros, de circunstancias do-
minadoras e irresistibles, casi todas nuestras luchas domésticas,
si no en su origen en su prosecución, se han ligado más o menos con
las contiendas internas de la República Argentina, haciéndose así
más duraderas y desastrosas; y concluyendo a veces por figurar
apenas el interés oriental, dominado y absorbido por el argentino.
'Preciso era romper resueltamente con esa tradición funesta; pre-
ciso era que la República se recogiese a llevar una vida propia,
a separar sus cosas de las cosas extrañas, a nacionalizar, digamos
así, su existencia y sus destinos. A eso me he aplicado con firme
y decidida voluntad; y espero que tal procedimiento merecerá
vuestra aprobación y la de los pueblos que representáis. No puedo
dudar también de que allí mismo, en la República Argentina,
cualesquiera que sean los afectos y las ideas que dominen actual-
mente, no se comprenda al cabo que esa absoluta separación polí-
tica que proclamamos es de igual provecho para la quietud y segu
ridad de ambos países y para la paz y buena inteligencia que debe
reinar entre ellos».
«Habiendo tomado servicios en el ejército de Buenos Aires —
agregaba — un número considerable de orientales emigrados, el
Gobernador de aquella provincia me hizo saber que su admisión
en las filas de ese ejército no tendía a otra cosa que a utilizar
sus servidos en la guerra a que lo provocaba el gobierno de la
Confederación y que no permitiría que esa medida, hija de la
necesidad, sirviese a ningún plan de invasión a esta República. No
teniendo motivos para dudar de la sinceridad de esa manifesta-
ción y de la lealtad con que se cumpliría la promesa que ella en-
GOBIERNO UE HERRÓ lOl
volvía, he creído que nada debía reclamar contra el expresado ar-
mamento de los emigrados, cuanto que formando parte del ejército
de la Confederación otros orientales hubiera sido faltar a los
deberes de la neutralidad poner impedimento a uno de los beli-
gerantes que no se ponía al otro.»
La batalla de Pavón trajo de este lado del Plata al doctor San-
tiago Derqui, ex Presidente de la Confederación, y a numerosos
hombres del partido vencido, lo que dio tema a «El Nacional» de
Buenos Aires para decir que nuestras autoridades amparaban a
los adversarios del general Mitre. Pero otro diario de Montevideo
«La Prensa Oriental», de filiación colorada, rechazó con calor el
cargo y sostuvo que la neutralidad uruguaya era estricta.
Y hay que advertir que sobraban motivos para dudar de la sin-
ceridad de propósitos del general Mitre, cuando terminada ya la
contienda contra Urquiza confería en marzo de 1862 al general
Flores y al coronel Caraballo el nombramiento de jefes de fron-
teras.
El Presidente Berro, resuelto a no salir de la línea de conducta
que se había trazado, lejos de ir a las represalias, procuró for-
mar un ambiente de cordialidad que dificultara la obra de los
emigrados orientales que seguían trabajando sus planes de inva-
sión, y con tal objeto apenas pacificada la Argentina envió a Bue-
nos Aires al Presidente del Senado don Florentino Castellanos
para felicitar al general Mitre, y a la vez derogó el decreto de clau-
sura de los puertos orientales a las procedencias bonaerenses dic-
tado bajo el gobierno de Pereira en son de protesta contra la ayuda
prestada a la revolución de 1858.
El momento de la invasión.
Pero eran esfuerzos inútiles, porque la política argentina ya
había puesto la proa al gobierno de Berro y el derrumbe tenía
que producirse una vez consolidado el general Mitre en la presiden-
cia de la Confederación.
Los anuncios de la invasión habían empezado a intensificarse
desde el rompimiento de las hostilidades argentinas en 1861, con
motivo de una carta del coronel Francisco Caraballo a su esposa,
que hacía esta referencia a las fuerzas que rodeaban a Mitre:
«Estamos esperando noticias del general Flores, que a la vez debe
haber aceptado el puesto de general en jefe de la vanguardia y
jefe de la derecha. Los oficiales están tomando servicio ya. Yo
102 HISTORIA DEL TJBUGUAT
tengo conmigo a Ramírez, Magariños, Barragán, Moreira y algunos
soldados más. De esta hecha no paramos hasta pisar el Estado
Oriental y darles en la cabeza a los blancos, pues que la llevamos
a la fija más que nunca.»
La carta había sido secuestrada en Entre Ríos y copiada allí
por el cura don Domingo Ereñú, según él mismo se encargó de do-
cumentarlo en la prensa de Montevideo. Pero la esposa del general
Caraballo sostuvo que el párrafo transcripto había sido agregado.
En su retrospecto de 1861, el «Jornal do Commercio», luego de
referirse a la paz de que gozaba el Uruguay, a la política de estric-
ta neutralidad mantenida por el gobierno de Berro en la guerra
de Buenos Aires y Entre Ríos y a las antipatías y prevenciones
entre el Partido Blanco dueño del gobierno en el Uruguay y el
Partido Unitario victorioso en la Argentina, decía lo siguiente:
KÍiOs emigrados orientales están armados, organizados, próxi-
mos a la patria, y las operaciones de la guerra aun no concluida
pueden colocarlos probablemente victoriosos sobre las márgenes
del Uruguay. Si lo atraviesan, si de ese u otro modo despliegan
su bandera en territorio oriental, si levantan el grito de guerra
■ que será el mismo que triunfó en Pavón y en la Cañada de Gó-
mez, ¿podría la conmoción eléctrica que todo eso puede producir
en la opinión permitir al gobierno porteño abandonar a los que
como correligionarios acaban de combatir por él y con él?».
Tal es, agregaba, «el punto negro en el horizonte político de la
Repiiblica Oriental que deja el año 1861».
En octubre de 1862 fué elegido el general Mitre Presidente de
la Confederación Argentina. Y seis meses después, en abril de
1863, salía el general Flores de Buenos Aires, sin ruido alguno,
acompañado de tres partidarios, para desembarcar en la costa orien-
tal, cruzar de un solo galope la campaña y ponerse al frente de las
divisiones armadas que lo esperaban en la Provincia de Corrien-
tes. Sin ruido, hemos dicho, pero debemos agregar que acompañado
T)or el Ministro de la Guerra general Gelly y Obes hasta el embar-
cadero, donde esperaba un buque de la armada argentina, el
«Caaguazú», que era encargado de conducir a Flores hasta la cos-
ta oriental, según la declaración prestada largos años después al
doctor Luis Alberto de Herrera por el almirante don Martín Gue-
rrico, entonces oficial del «Caaguazú».
GOlilERNO DE HERRÓ 103
El gobierno de Berro se dirige al C*ueii>o Diplomático para denun-
ciai'le la complicidad . argentina y obtener su apoyo contra la
agi-esión.
Pocos días después de producida la invasión, se dirigía la can-
cillería oriental al Cuerpo Diplomático para hablarle de la compli-
cidad de las autoridades de los dos países limítrofes.
«El Gobierno está informado — decía en una primera circular
del día 28 de abril — de que para proteger esa invasión se han
hecho reuniones en la Provincia de Corrientes y en la provincia
brasileña de Río Grande, y estos antecedentes son muy elocuentes
para que deje de creer que otra clase de protección le sería acor-
dada al invasor en el momento de conseguir el menor triunfo. . .
En vista de situación tan grave, el Gobierno de la República aun-
que confía en los fuertes elementos de que dispone para sofocar
ese ataque a todas las garantías y a todos los intereses, espera
que los altos protectores de la parte extranjera de esos intereses
también en peligro, no le negarán aquel apoyo exigido por la na-
turaleza de ese peligro y origen de esa agresión, en el concepro
de que a la autoridad superior del Estado ningún móvil la guía
que no sea la salvación de la paz y del orden injustamente amena-
zados desde países extranjeros.»
Explicando el objeto de esa circular agregaba el Gobierno Orien-
tal a su agente confidencial en Buenos Aires don Andrés Lamas:
«El Gobierno entiende deber conseguir con la cooperación de los
agentes extranjeros el cese de las hostilidades indirectas pero to-
leradas que de ahí parten contra este país, a fin de que con los
medios nacionales bastantes por ahora se dé término pronto a la
guerra, pero de ningún modo aceptaría mayor intervención en la
actualidad, sobre todo si ella diera al Gobierno Argentino motivo
o pretexto para la menor ingerencia pacificadora que no cabe y
que rechaza la dignidad de este Gobierno y de este país, después
de haber sufrido por su connivencia o por su tolerancia el aleve
ataque que de su territorio se le ha dirigido.»
Los representantes de Francia, Inglaterra, Italia, España, Por-
tugal y Brasil se pusieron en el acto al habla con sus colegas de
Buenos Aires, y como resultado de sus gestiones fueron comisio-
nados los representantes de Francia e Inglaterra para obtener me-
didas de neutralidad.
El Ministro Elizalde, a quien vieron con tal objeto, les pidió
que consignaran por escrito sus deseos, lo que hicieron en esta
forma:
104 HiSTOBIA DEL ÜBUGUAY
«Profundamente conmovidos por los peligros que el desenvol-
vimiento imprevisto de la guerra civil hace correr a la propiedad
y personas de sus numerosos nacionales establecidos en ese país
y penetrados de la necesidad de tranquilizarlos en lo que se pueda
sobre las consecuencias de una perturbación que ha tenido su punto
de partida en la República Argentina, han pensado que debían
expresar al Gobierno de esta República su vivo deseo de obtener
de él la seguridad de que tiene la firme resolución de persistir
en la neutralidad que desde el principio de la lucha ha declarado
observar y de no permitir ningún acto, como pasaje de hombres
armados para reunirse al general Flores, ni otros hechos que por
su naturaleza secunden sus movimientos y que hacen esta neutrali-
dad menos eficaz. En consecuengia tienen el honor de dirigirse a
S. E. el señor Ministro de Relaciones Exteriores para hacerle co-
nocer el voto que formulan a fin de que los promotores de la gue-
rra civil tan desgraciadamente encendida en la Banda Oriental,
sepan bien que estarán reducidos a sus propios recursos, sin que
los elementos argentinos puedan venir a fortificar su acción y
aumentar sus medios. Si los sucesos que los abajo firmados deplo-
ran hacen surgir más tarde complicaciones casi inevitables, no ha-
brá* así posibilidad alguna de hacer remontar moral o material-
mente hasta el Gobierno Argentino, ni hasta las autoridades que
de él dependen, el origen o el desarrollo de estos males que tan
justamente alarman a sus nacionales. Los abajo firmados han
creído de su deber en circunstancias tan graves, dar este testimonio
de solicitud a los grandes intereses extranjeros que prosperaban
tantos años ha a la sombra de la paz y del orden legal en la
República Oriental del Uruguay.»
Pero una vez cumplida la formalidad, el canciller argentino de-
volvió la nota con la advertencia de que lo mismo haría con cual-
quiera otra sin perjuicio de las demás medidas que obligara a
r.doptar la dignidad nacional.
No es admisible — decía «La Nación Argentina» justificando la
actitud de la cancillería de Mitre — sino en casos muy determi-
nados la acción colectiva del Cuerpo Diplomático. Sobre la base
— agregaba — de que se presta ayuda a Flores, el Cuerpo Diplo-
mático dirige \vuna conminación al Gobierno para que guarde la
neutralidad» y esa conminación no puede aceptarse.
El Gobierno — decía el doctor Elizalde historiando este incidente
desde la tribuna de la Cámara de Diputados de la República Ar-
gentina en agosto de 1864 — se ha preocupado constantemente de
GOBIERNO DE EERKO lO.j
afirmar la paz en la República Oriental. Prestó su concurso para
la solución del conflicto eclesiástico. Más tarde trató de conciliar
al Gobierno Oriental con" el partido que en gran parte estaba emi-
grado, sin conseguir que fueran atendidos sus consejos. Producida
la invasión de Flores, resolvió mantenerse neutral, pero el Go-
bierno Oriental persistió en sostener que la invasión era a base
de elementos argentinos y se dirigió formulando la denuncia a
las Legaciones extranjeras. A la del Brasil fueron dadas explica-
ciones en razón de que los tratados le daban derecho a intervenir en
defensa de la independencia oriental. Pero se negó a dar explica-
ciones a las Legaciones de Francia, Inglaterra, Italia y Portugal.
Estos actos del Gobierno Oriental — • concluía el Ministro — die-
ron «por resultado el principio de un acuerdo entre el Gobierno Ar-
gentino y el Brasileño».
Adviértase que en los mismos momentos del rechazo de la nota
colectiva, publicaba la prensa un oficio del gobierno de Mitre al
de Entre Ríos en que confesaba el hecho del pasaje de fuerza ar-
mada de la orilla argentina a la oriental que daba base a las
gestiones del Cuerpo Diplomático.
«Con fecha 14 del pasado abril — decía el Ministro del Interior
en nota de mediados de mayo — tuve el honor de dirigirme a
V. E. por encargo del señor Presidente, manifestándole las noti-
cias que se tienen de una proyectada invasión a la República Orien-
tal... Posteriormente se ha tenido conocimiento que efectivamente
tanto de la provincia del mando de V. E., como de la de Corrientes,
han pasado grupos de individuos al territorio oriental con el ob-
jeto de ayudar a la revolución.»
Fracasado el objeto de la primera circular, volvió a dirigirse el
Presidente Berro al Cuerpo Diplomático.
«El Gobierno Oriental — decía en su segunda circular del 15
de junio — propone a los representantes en el país de los intere-
ses extranjeros obstar en común a la perturbación de la paz ex-
terna, resguardándola de toda amenaza directa o indirecta y por
indirecta entiende casos como el que presentemente tiene al país
en armas, de una invasión salida de país extranjero con el fin de
traer la guerra y volcar las autoridades constituidas que represen-
tan el principio del orden.»
Tratábase de iina medida más grave y los Ministros contestaron
que recabarían instrucciones de sus respectivos gobiernos.
Una tercera circular dirigió todavía la cancillería uruguaya al
Cuerpo Diplomático ante el incesante arribo de expediciones de
hombres y armas destinados al ejército de Flores.
106 HISTORIA DHX URUGUAY
En esa circular — datada el 16 de agosto — insistía nuestro Go-
bierno acerca de la tendencia manifiestamente argentina de la
revolución. Hablaba de las constantes expediciones salidas de Bue-
nos Aires, Entre Ríos y Corrientes, especialmente de la encabe-
zada por el coronel Atanasildo Saldaña, desarmada en Martín Gar-
cía y llevada luego hasta' Fray Bentos en un buque de guerra ar-
gentino. Se refería también a expediciones salidas de Río Grande,
pero con la advertencia de que el Gobierno Imperial, «inspirado
en una política muy diversa de la Argentina», tomaba medidas
para evitar la reproducción del abuso. Y agregaba:
«El Gobierno por lo mismo que obra serenamente, por lo mismo
que lo que busca no es una agravación de una situación ya bas-
tante deplorable para los legítimos intereses que encierra el país,
sino el medio de que tal agravación no se produzca, no puede me-
nos de instar a los señores agentes diplomáticos extranjeros, cu-
ya A'oz y cuya acción sería quizá decisiva para bien de los intereses
que representan, a que le manifiesten con la franca lealtad que
los caracteriza, si no creen llegado el caso de prestarle a las ges-
tiones que deduzca ante el Gobierno Argentino el apoyo moral al
meóos que afirma necesitar para tener buen suceso y no herir
insanablemente los intereses de todos... Probado como está por
la notoriedad y por actos inequívocos que de Buenos Aires y otros
territorios se lanzan diariamente expediciones contra el país, que es-
tas expediciones sean declaradas y tratadas por las fuerzas navales
extranjeras como piráticas y por consiguiente fuera de las consi-
deraciones que acuerda el derecho a una guerra legalmente de-
clarada».
Contestó el decano del Cuerpo Diplomático, respecto del primer
punto que había intentado una gestión sin éxito en el mismo sen-
tido, y resipecto del segundo que los Ministros extranjeros carecían
de instrucciones de sus gobiernos.
El Prcsiflonte BeiTo entabla a la \ez reclamaciones directas ante
el gobierno de Mitre.
El mismo día en que pasaba al Cuerpo Diplomático la primera
de esas circulares, enviaba el gobierno de Berro a su agente con-
fidencial ante el Gobierno Argentino don Andrés Lamas, un nu-
trido pliego de instrucciones.
La invasión de Flores — decía nuestra cancillería — ha partido
de territorio argentino. Las autoridades de Buenos Aires y de
GOBIERNO T)E BERRO 107
Entre Ríos han cooperado a ella o la han tolerado. Hay que pro-
testar, pues, y exigir medidas para evitar su repetición. Apenas
ascendido el general Mitre a la presidencia de la Confederación
enviamos en misión confidencial al doctor Octavio Lapido, «con
el objeto de denunciar la invasión y de pedir al Gobierno Argentino
que en virtud de los documentos que patentizaban la verdad de ia
denuncia imposibilitase la agresión». El Presidente Mitre se mos-
tró incrédulo y entonces le fué exhibida una carta en que el ge-
neral Flores desarrollaba sus planes de invasión. Con ella a ia
vista prometió adoptar medidas para impedir que Flores realizara
sus amenazas. En los primeros días de abril, ante la noticia «le
que la invasión se produciría el 20, volvimos a dirigirnos a la Ar-
gentina pidiéndole que librara órdenes encaminadas a impedir los
trabajos que se hacían en Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes
y fueran disueltos los grupos. La concillería argentina prome-
tió dictar medidas, pero lo hizo con tanta parsimonia que habién-
dose formulado la denuncia el 6, recién el 19 llegaron las órdenes
al Gobierno de Entre Ríos, permitiendo con ello a Flores y Ca-
raballo, todavía incorporados al Ejército Argentino, salir de Buenos
Aires, desembarcar en la costa oriental y abrir su campaña, te-
niendo ya prontos en Corrientes los elementos que habrían de se-
cundarlos, los mismos elementos cuya disolución había solicitado
inútilmente el Gobierno Oriental!
Como parte integrante de este pliego de instrucciones adjunta-
ba la cancillería al doctor Lamas una nota de don Mariano de Es-
pina, Cónsul oriental en Buenos Aires, y otra del doctor Octavio
Lapido, agente confidencial ante el Gobierno Argentino.
En la primera, datada el 13 de mayo de 1862, comunicaba el
Cónsul Espina al Gobierno Oriental que el general Mitre, con quien
acababa de entrevistarse, le había hecho la siguiente declaración:
«La nueva política iniciada por el Presidente Berro y la estricta
neutralidad que con tanta lealtad ha guardado (alusión a la con-
tienda entre Mitre y Urquiza) ponen al Gobierno Oriental una
corona que sus mismos enemigos políticos no podrán maroJiitar. . .
Esa política a la vez que lo rodea de un prestigio que le atraerá
una inmensa mayoría entre sus compatriotas, le hace digno del
aprecio de todos los gobiernos cultos.»
En la segunda, datada en noviembre del mismo año. decía el
doctor Octavio Lapido a la cancillería argentina:
Flores está preparando la invasión y su actitud y la de sus amigos
es tanto más -criminal cuanto que el gobierno de Berro, dándole
108 HISTORIA DEL UBUGUAY
la mayor amplitud a la ley de amnistía, ha abierto las puertas de
¡a patria a todos los emigrados, ofreciendo a los jefes y oficiales
reintegración de grados y liquidación de sueldos. Deberla, pues, el
Gobierno Argentino dictar medidas eficaces para impedir que la
agresión alcance a consumarse.
Es interesante agregar que a mediados de 1862 el gobierno de
Berro invitó a la Argentina a emprender la destrucción del «Co-
.ralito», arrecife de piedra situado entre Concordia y Salto. Con-
testó la cancillería de Buenos Aires que había que esperar la ins-
talación del Gobierno Nacional a quien correspondía el asunto. Pe-
ro a mediados del año siguiente el Gobierno Nacional, haciendo
caso omiso de ese antecedente, envió un barco de guerra a destruir
el arrecife y ante la protesta de la cancillería oriental contestó
el doctor Elizalde:
«El Gobierno Argentino ha estado en su perfecto derecho para
mandar un buque de guerra a destruir los escollos que entorpecen
la navegación del Uruguay en el territorio fluvial argentino.»
El arrecife estaba situado, sin embargo, parte en territorio ar-
gentino y parte en territorio oriental.
Según la voz pública, a bordo del buque de guerra destinado a
destruíV el escollo iba un contrabando de armas para Flores y nues-
tra cancillería hizo veladamente la denuncia en uno de sus re-
clamos.
Inicia .sus i-eclanios nuestro agente confidencial.
Don Andrés Lamas empezó por preguntar a la cancillería ar-
gentina qué medidas se habían dictado para mantener la neutrali-
dad.
«Los hechos — agregaba — que en abierta y flagrante contradic-
ción con las reiteradas declaraciones del Gobierno Argentino han
tenido y continúan teniendo lugar, sin que prácticamente se haga
sentir en ninguna parte y de ningún modo la acción del Gobierno
Argentino, han creado una situación que tengo orden expresa para
declarar insoportable, por lo mismo que tiene de oscura, de incier-
ta, de indefinida».
En otras notas dirigidas inmediatamente después, denunció la
existencia de orrnpos oroanizados en la ciudad de Buenos Aires
por oficiales incorporados al Ejército Argentino; la circulación de
listas de suscripción que pasaban de mano en mano para el envío
de fondos a los revolucionarios; la propaganda francamente hostil
de la prensa adicta al gobierno de Mitre; la organización de fuer-
GOBIEENO DE BERRO !09
zas eu las provincias de Entre Ríos y de Corrientes que servían
a los revolucionarios «de base de operaciones, de punto de reunión
y depósito de hombres, armas y caballos», a pesar de todo lo cual
«no se sentía ni la acción, ni la voz del Gobierno Argentino».
Cuando el doctor Lamas formulaba esta última denuncia tenía
en sus manos una comunicación del Vicecónsul oriental en Concor-
dia con los siguientes datos:
«Sigue en Itacumbú, una legua más abajo de Monte Caseros, el
pasaje diario de fuerzas organizadas en esta Provincia para don
Venancio Flores. Este a la fecha debe tener o tiene en Itapebí
Chico o Itapebí Grande, una fuerza de mil hombres... El bote de
la casa de Alberti en Santa Rosa es el que tienen en ese tra-
bajo diario... El día 3 pasó Erigido Silveira con treinta y pico
de hombres, y el 4 el coronel Nicasio Borges con 50... Los sar-
gentos mayores Enciso, Moia y un Martínez pasaron los primeros
con ISO hombres, y después paró Fausto Aguilar con otra fuerza
igual, armada, con divisas punzó y una bandera oriental. No dude,
no, que si lo dejan a Flores días más muy pronto tendrá una
fuerza respetable en su mayor parte correntines y brasileños, tal
es la actividad y decisión con que se le ayuda por estos puntos
sin ningún miramiento, y tal como si fueran beligerantes y no
autoridades.»
Al responder al reclamo intei-puesto hace el Gobierno Argentino
la apología de Flores.
Ante las denuncias concretas que formulaba el doctor Lamas,
contestó a mediados del mismo mes de mayo la cancillería argen-
tina a cargo del doctor Elizalde: en cuanto a reclutamiento de
expediciones en Buenos Aires, que nada resultaba de las averigua-
ciones X»racticadas; en cuanto a expediciones del litoral, «que los
hombres sueltos que hubieran podido pasar al territorio oriental,
no constituían una violación de la neutralidad»; en cuanto a la
prensa, que no había para qué preocuparse de su propaganda desde
que ninguno de los diarios era órgano oficial del Gobierno Argen-
tino.
Contestadas así las acusaciones, entraba el doctor Elizalde a
formular la apología del jefe de la revolución. Véase en qué tér-
minos:
«El general Flores había prestado a la República los servicios
más distinguidos, que lo colocaban a la altura del más notable de
lio HISTORIA DEL UBUGUAT
SUS conciudadanos, y saliendo como ha salido del país ha revelado
que ha llevado su delicadeza hasta el extremo de no echar sobre
la República la más mínima responsabilidad de sus actos. El gene-
ral Flores no necesitaba salir del país ocultamente; él más que
nadie podía salir no sólo libremente, sino rodeado de las conside-
raciones que la República le debía y que el Gobierno se habría
honrado en tributarle. Si el general Flores al salir del país tenía
la intención de ir a la República Oriental, no le tocaba en ese
caso al Gobierno indagarlo ni impedirlo. No ha podido entonces el
Gobierno dar seguridades al de la República Oriental de que el
general Flores no saldría del territorio argentino, ni ha podido
descansar en ellas, cuando por el contrario jamás se ha prestado a
tomar medidas de seguridad contra la' persona del general Flores,
únicas capaces de dar garantías para desvanecer los temores del
Gobierno Oriental cuando denunciaba a la Argentina los planes
(iel general Flore».»
Fresca todavía la tinta de esta asombrosa nota hizo notar el
doctor Lamas que el Subsecretario de Relaciones Exteriores era
redactor de uno de los diarios que patrocinaban la revolución de
Flores^ y que se valía precisamente de su posición oficial para difa-
mar al gobierno de Berro y divulgar secretos de las negociaciones di-
plomáticas en trámite. Y contestó el doctor Elizalde que la prensa
gozaba de entera libertad y que si cometía abusos tenían esos
abusos su mejor correctivo en la misma publicidad!
El incidente del vai)or '*Salto".
Como siguieran saliendo a diario de Buenos Aires y del lito-
ral argentino expediciones de hombres y remesas de pertrechos de
guerra con destino a la revolución de Flores, resolvió el gobierno
de Berro formar una escuadrilla de policía fluvial sobre la base
de los vapores «Villa del Salto» y «Artigas» para apresar esas expe-
diciones o desalentar a los que las organizaban bajo la protección
de las autoridades argentinas.
En junio de 1863 se supo que el vapor «Salto» — buque mer-
cante con pabellón argentino que hacía la carrera del Uruguay —
conducía un contrabando de guerra. El capitán del «Villa del Salto»
detuvo entonces a ese barco, revisó su carga, y luego de incautarse
de varios cajones de armas y municiones redujo a prisión a su
comandante y marchó con su presa hasta Montevideo.
Conviene advertir que durante la larga lucha entre los gobiernos
GOBIERNO IJE KEKRO 111
(3e Buenos Aires y Entre Ríos, con frecuencia se había abrogado
el primero la facultad de detener y revisar los barcos orientales,
sin que eso diera lugar . a otra cosa que a reclamos y protestas
que seguían su curso tranquilo y eran atendidas sin perjuicio de
repetirse las violaciones cada vez que lo aconsejaban las circuns-
tancias. Todavía en 1861 hacía constar la cancillería oriental en
su Memoria a la Asamblea que ¡a escuadrilla de la Provincia de
Buenos Aires había detenido y registrado varias embarcaciones del
cabotaje uruguayo en la costa de la Colonia y que nuestro Cón-
sul había reclamado contras esas violaciones, obteniendo la pro-
mesa de que no se repetirían.
Adviértase también que la detención del «Salto» se había produ-
cido en el puerto de Fray Bentos y por lo tanto en aguas orienta-
les; que ese barco, que en épocas anteriores había sido arrendado
por el Gobierno Argentino, era explotado entonces por una em-
presa particular; y que el Tesoro oriental contribuía con una sub-
vención a la regularización de su servicio.
No obstante ello y en el deseo de evitar incidentes diplomáticos,
el gobierno de Berro ordenó la restitución del barco a su empre-
sario, bajo fianza de presentarlo cuando le fuese requerido y de
quedar sujeto a las resultancias del sumario que había empezado a
instruirse, y también autorizó la entrega de los pertrechos de
guerra al Gobierno Argentino en el caso de resultar fundado un
rumor circulante, según el cual esos pertrechos iban consignados
tio a Flores sino a las autoridades entrerrianas.
Pidió a la vez el doctor Lamas una audiencia al doctor Elizalde
para dar amplias explicaciones. Pero el canciller argentino, en
vez de señalársela y resuelto como estaba a llevar el incidente a
pangre y fuego, prescindió del doctor Lamas y se dirigió a nuestro
Ministro de Relaciones Exteriores pkra expresarle en forma de
ultimátum que el Gobierno Oriental estaba «obligado a condenar
altamente ese escandaloso atentado», y a dar «una pronta y so-
lemne reparación para vindicar el ultraje, castigar el delito y
acordar las indemnizaciones debidas».
Nuestro Gobierno, que quería radicar el debate en Buenos Ai-
res, recomendó al doctor Lamas que fuera muy moderado en su
respuesta, «deseando evitar — decía — todo pretexto que ha tiempo
se busca por ese Gobierno para justificar o explicar una más di-
recta ingerencia en los sucesos que tienen lugar en este país».
El doctor Elizalde repitió entonces su ultimátum al doctor La-
mas, exigiendo en desagravio de lo que llamaba «violencias ejercí-
112 HISTORIA DEL URUGUAY
das contra el vapor paquete argentino «Salto», las siguientes repa-
raciones:
«1.0 Condenación pública por el Gobierno Oriental del acto vio-
lento ejercido contra el vapor paquete argentino «Salto»; 2."
Destitución del comandante del vapor oriental «Villa del Salto» y
sometimiento a juicio para el castigo que corresponda; 3/> Entrega
a bordo del vapor paquete argentino «Salto» en el puerto de FVay
Bentos de los cuatro cajones de pertrechos de guerra del Gobierno
Argentino; 4.o Saludo al pabellón argentino con una salva de 21
cañonazos por el vapor oriental «Villa del Salto» en el puerto de
Fray Bentos, que será devuelto por un vapor de guerra argentino
que irá a dicho punto con ese objeto; 5.<> Devolución a los parti-
culares de las cosas tomadas a bordo del vapor paquete «Salto»,
libertad de los que estuvieren presos sacados de este buque, y
pago de los daños y perjuicios que correspondan, todo con arreglo
a justicia.»
Contestó el doctor Lamas en una larga nota explicativa. Decía
en ella que algunas de las exigencias del ultimátum significaban
medidas que el Gobierno Oriental se había ya apresurado a ofrecer
antes de entablarse el reclamo. Recordaba que cuando en análogas
circunstancias durante la última guerra civil argentina, la marina
del gobierno de Mitre detenía y registraba buques dentro de nuestra
jurisdicción, el Gobierno Oriental lejos de complicar los sucesos, se
había contentado con obtener la promesa de que no se repetirían
los actos de violencia. Establecía que el «Salto» había sido dete-
nido por un duplo contrabando, de guerra el uno, y de aduana
el otro, que según las denuncias recibidas debía ser descargado en
Fray Bentos, para lo cual se había acercado allí una fuerza revo-
lucionaria. Reconocía que el barco apresado al ser conducido a
Montevideo había cruzado aguas argentinas o comunes más bien
dicho, pero que eso no constituía una ofensa al pabellón. Agregaba
que la actitud del Gobierno Argentino estaba ya pesando a favor
de la causa de Flores, y en tal forma que uno de los diarios de
Buenos Aires decía que era «una palabra de aliento a los re-
volucionarios que tan dignamente se batían». El ultimátum — con-
cluía el doctor Lamas — falla sobre cuestiones que deben reservarse
:• los Tribunales y si el avenimiento no fuera posible podría some-
terse el punto al arbitraje de la Reina de Inglaterra, del Empera-
dor de Francia, del Emperador del Brasil, de la Reina de España,
del Rey de Italia, del Rey de Portugal o del Rey de Bélgica.
El doctor Elizalde se limitó a contestar que no aceptaba el arbi-
GOHIEUNO l.E REKRO 113
traje; que insistía en sus exigencias; y que lamentaría «verse
obligado a tomar medidas coercitivas para vindicar el ultraje hecho
al país que representaba».
Volvió entonces el doctor Lamas a estudiar los antecedentes de
la detención del «Salto» para patentizar más aún la enormidad de esa
actitud. El mismo día que fondeaba el «Salto» en Fray Bentos —
decía — se aproximaba a ese puerto una fuerza revolucionaria.
El capitán del «Salto» al ser detenido por el «Villa del Salto», de-
claró que no había a bordo artículos de guerra y sin embargo al
practicarse el examen de la carga resultó que había 200 sables,
monturas, ropas acondicionadas en pequeños atados. Interrogado en
seguida el capitán si llevaba municiones contestó que no. Pero
continuándose el registro fueron encontrados 4 cajones de municio-
nes en la letrina del buque. Y todo ello sin guías, ni boletas de
carga que explicaran la procedencia de esos cajones. Tanto la de-
tención del barco, como el registro, fueron practicados en el puerto
de Fray Bentos, siendo allí mismo secuestrados los artículos de
guerra y arrestados el capitán del «Salto» y otros pasajeros. Fué
sólo después de terminado el desembarque que un pasajero dijo,
sin poderlo probar, que los cajones de municiones eran del Gobierno
Argentino, lo cual bastó sin embargo para que la cancillería orien-
tal hiciera preguntar a la argentina si era cierto el hecho, antici-
pando que en caso afirmativo los cajones serían en el acto remi-
tidos a su destino.
Establece también el doctor Elizalde — concluía el doctor Lamas
— que el «Salto» fué conducido a Montevideo por territorio fluvial
argentino, con el intento quizá «de negar a la República la conti-
nuidad de la libre navegación común entre los puertos del río
principal y de su afluente el Uruguay, de que ella es ribereña»,
pero tal pretensión sería absolutamente insostenible.
Ocupándose de esa misma afirmación de la cancillería argentina,
advertía nuestro gobierno al doctor Lamas que el doctor Elizalde
parecía dar a entender en su referencia al territorio fluvial argen-
tino violado, que consideraba como aguas argentinas el canal prin-
cipal del Uruguay al oeste de Martín Garda y que si así fuera
habría que rechazar su tesis.
El gobierno de Berro somete el caso del vapor "Salto" a una co-
misión de jurisconsultos.
Mientras el debate seguía en Buenos Aires la concillería oriental
resolvió someter el estudio del caso del vapor «Salto» a una co-
8-V
114 HISTORIA DEL URUGUAY
misión de jurisconsultos compuesta de los doctores Eduardo Ace-
vedo, Vicente Fidel López, Joaquín Requena, Florentino Castella-
nos, Jaime Estrázulas y Manuel Herrera y Obes.
Esa Comisión contestó sin discrepancia alguna que los hechos
ocurridos dentro del puerto de Fray Bentos nada absolutamente
tenían que ver con el derecho de visita; que eran «actos de policía
interna y preventiva, de pura vigilancia militar, con el objeto de
garantir la regularidad de las operaciones de cabotaje dentro de
los puertos orientales y la seguridad de las cosas en el estado
actual de la República».
«Desde que Una invasión armada procedente de las costas y
puertos arg-entiiios, realizada por emigrados orientales que alli re-
sidían, ha venido a poner en peligro el orden y la tranquilidad pú.
blica, los actos de policía interna y ribereña resultan tanto más
justificados por parte de las autoridades nacionales cuanto que se
ve que el Gobierno Argentino, a pesar de su buena voluntad, no
ha pedido estorbar que esa agresión partiese y se consumase desde
su territorio, así como tampoco puede estorbar que esos mismos
emigrados constituidos en comisiones públicas y activas usen de
los medios que la plaza de Buenos Aires les proporciona para proveer
de recursos y elementos a las fuerzas invasoras».
El «Salto» — concluía la Comisión — es un buque de cabotaje,
subvencionado por el Gobierno Oriental, que salió de Montevideo
con perfecto conocimiento del estado de sitio declarado para toda
la República. Las autoridades orientales tenían el derecho de pro-
ceder en la forma en que procedieron y no se les puede inculpar
d-e irregularidad alguna. Es «un caso de derecho criminal, inte-
rior y común». En cuanto a lo.s caj^ies de municiones del Gobierno
Argentino, prescindiendo del carácter dudoso y de la poca formali-
dad de los papeles relativos a esa parte de la carga, es indudable
que el capitán del «Villa del Salto» procedió correctamente al
sacarlos de un vapor mercante que podía ser asaltado por los re-
volucionarios.
El Gcbiorno Argentino interrunipe el dobate diplomático con un
acto «lo fuoi'za.
Tales eran las conclusiones de la Comisión de jurisconsultos. No
podían ser ellas rebatidas por la cancillería argentina. Pero como
lo que quería el gobierno de Mitre era voltear a Berro y colocar
en su lugar a Flores, recibió orden la escuadrilla de Martín García
GOniEKNU DH HEl'.KO 115
de ejercer represalias sobre los barcos de la marina oriental encar-
gados de la vigilancia de los ríos, siendo en el acto capturado, como
consecuencia de esa orden, el vapor «General Artigas».
Obsérvese que desde la protesta contra la detención del vapor
«Salto» (8 de junio) hasta la captura del Artigas (21 del mismo
mes) sólo habían transcurrido trece días, y que todo estaba en sus
comienzos cuando así se interrumpía el debate diplomático con me-
didas que significaban una verdadera declaración de guerra.
La noticia del atentado produjo grandes y justificadas protestas
en Montevideo. Varios ciudadanos tomaron la iniciativa de una
reunión pública en el Teatro Solís, para «acordar — decía la con-
vocatoria — los medios de vengar el ultraje hecho a nuestra ban-
dera, prestando a las autoridades constituidas del país el apoyo
moral y material que con tal objeto se les debe». Gruesas columnas
de pueblo, compuestas algunas de ellas hasta de tres mil perso-
nas — según las crónicas de la época — recorrieron las calles a
los gritos de ¡Viva la bandera nacional! ¡Viva la independencia
nacional! ¡Viva el gobierno de la República! ¡Abajo los piratas
del Plata! Una de las columnas al enfrentarse a la casa ocupada
por el Cónsul Argentino señor Mac-Kinlay, apedreó el escudo, dan-
do ese incidente lugar a una nota del Ministro de Relaciones Ex-
teriores a la Jefatura de Policía tendiente a evitar la reproduc-
ción del acto. El escudo argentino — observaba el Ministro — «le-
jos de excitar odios y rencores, debe despertar sentimientos de
amor y fraternidad en este pueblo y esas armas nacionales argenti-
nas han debido moderar el conato malo de algunos y hacerles ver
que constituían la casa que los tiene a su frente en invulnerable y
sagrada».
El gobierno de Berro — obligado a marchar con pies de plomo
porque la campaña estaba en plena guerra civil y emprender en
esas circunstancias una guerra internacional era caer de golpe
en manos de Flores — se limitó a dictar un decreto por el cual
declaraba interrumpidas las relaciones oficiales con la Argentina
mientras no se repusieran las cosas al estado en que existían an-
tes de la captura del «Artigas».
«Considerando -^ decía el Gobierno en su decreto — que tal
acto constituye un atentado contra los derechos y dignidad de la
bandera de la nación; habiendo este atentado sobrevenido en mo-
mentos en que el Gobierno de la República discutía con el Argenti-
no fiado en que ni el honor ni el deber de éste le permitirían ape-
lar a las vías de hecho antes de agotada la discusión y sin llenar
116 HISTORIA DEL URTTOUAY
los preliminares que deben preceder siempre a los actos de hostili-
dad entre pueblos y gobiernos cristianos y civilizados... quedan
interrumpidas mientras no se repongan las cosas al estado en
que tenían antes del expresado hecho las relaciones oficiales en-
tre el Gobierno de la República y el de la Confederación Argen-
tina.»
Alentado por su primer zarpazo, advirtió el doctor Elizalde al
doctor Lamas en respuesta a una de sus comunicaciones, que el
«Artigas» había sido detenido por haber transcurrido doce días
desde la interposición del reclamo no satisfecho, y que si la satis-
facción no se producía dentro de un nuevo plazo de 48 horas, se
vería el Gobierno Argentino en el caso «de tomar las medidas re-
queridas para obtener la reparación que había exigido».
El gobierno de Mitre consideraba, pues, como no existente el
debate diplomático entablado y por eso recurría a las vías da
hecho.
Se soluciona el incidente de los vapores "Salto" y "Artigas".
I
Nada más monstruoso que esa actitud. Pero el Presidente Berro,
que se daba cuenta de que el rompimiento pondría en el acto del
lado de Flores la escua.dra y el ejército de la Argentina, prontos ya
para lanzarse, resolvió transigir una vez más.
Al reabrir las negociaciones expresaba el doctor Lamas que «no
podía suponer en el Gobierno Argentino la intención de humillar
el pabellón oriental, en cuyo caso la guerra sería aceptada doloro-
samente, pero sin trepidaciones». Agregaba que su Gobierno lamen-
taba el insulto inferido al escudo de armas del Consulado Argen-
tino en Montevideo. Y terminaba presentando las siguientes bases
para solucionar el conflicto pendiente: nombramiento de una Co-
misión de jurisconsultos orientales y argentinos; pago al armador
del «Salto» de una indemnización que fijarían los Tribunales; sa-
ludo recíproco a las dos banderas.
Antes de finalizar el mes de junio quedaba firmado un protocolo
de arreglo en que el doctor Lamas y el doctor Elizalde hacían
las siguientes declaraciones:
El doctor EHzalde:
Que la obertura emanaba del doctor Lamas: que el Gobierno Ar-
gentino había sido y continuaba siendo neutral en la contienda
oriental y que deseaba volver al estado de perfecta amistad «por
medio de una reparación digna y cual corresponde por los princl-
OOIUEUNO DE BERRO 11'
pios del derecho público sin lastimar en lo más mínimo ni el honor
ni la soberanía del Estado Oriental»; que el gobierno de Berro ha-
bía ofrecido espontáneamente castigar el atentado cometido contra
el Consulado Argentino.
El doctor Lamas:
Que el Gobierno Oriental había puesto en libertad a las personas
y cosas detenidas por el capitán del «Villa del Salto»; que recono-
cía la obligación de pagar indemnizaciones; que estaba resuelto a
castigar el atentado contra el Consulado.
Una vez formuladas esas declaraciones, pidió y obtuvo el can-
ciller argentino que el día en que el Consulado restableciera el
escudo retirado a raíz de las manifestaciones populares y se izara
en el mismo edificio el pabellón argentino, izaría el Fuerte de
San José la bandera oriental.
Pidió asimismo el canciller argentino la destitución y enjui-
ciamiento por la justicia oriental del capitán del «Villa del Salto»,
contestando el doctor Lamas que su Gobierno lejos de entender
que ése funcionarib había ejercido actos de violencia, consideraba
que había procedido de acuerdo con las circunstancias, pero que
no tenía inconveniente en someter ese punto al arbitraje. El can-
ciller argentino, que rechazaba el arbitraje, propuso la destitución
condicional del capitán, mientras la justicia oriental se pronuncia-
ba acerca de su conducta, y. su fórmula fué aceptada por el doctor
Lamas.
Quedó acordado finalmente que el saludo a las banderas oriental
y argentina por las detenciones del «Salto» y del «Artigas» se ha-
rían simultáneamente frente a Fray Bentos y :\Iartín García.
Al enterarse de las cláusulas de ese protocolo envió el gobierno
de Berro a don Andrés Lamas un pliego de observaciones que es-
tablecía, entre otras cosas, que en vez de decretarse la destitución
del capitán del «Villa del Salto» se decretaría la suspensión; que
era necesario que quedara bien claro que se había cometido un
atentado en el caso del vapor «General Artigas»; que en el preám-
bulo del protocolo hablaba el Ministro Argentino de mantener la
neutralidad cuando era lo cierto que Flores seguía recibiendo con-
tingentes «merced a la escuadra argentina que desde Martín Gar-
cía nos bloquea el Uruguay, al cual no podemos vigilar por medios
marítimos».
Contestó el doctor Lamas que ya no era posible modificar el
protocolo, pero que se habían cambiado notas para fijar el alcance
de la palabra destitución, estableciéndose que se trataba de una
118 HISTOBIA DEL UEUGUAY
suspensión a los efectos del juzgamiento del capitán; que no era
posible hablar del atentado del «Artigas» sin dificultar la solución;
y que en cuanto a las protestas de neutralidad, se trataba de ma-
nifestaciones del doctor Elizalde a las que no había adherido el
representante uruguayo.
He aquí cómo fijaba el doctor Lamas al doctor Elizalde el alcan-
ce de las cláusulas observadas por el gobierno de Berro:
Que el atentado contra el Consulado Argentino había sido conde-
nado sin que procediese reclamación diplomática;
Que el hecho de aparecer el pabellón oriental en el Fuerte de
San José cuando flameara el argentino en el Consulado, sólo se
consideraría como un acto de fraternidad;
Que la liberación de las personas y cosas del vapor «Salto» ha-
bía sido decretada espontáneamente por el Gobierno Oriental;
Que el reconocimiento en principio de la indemnización había
üido también acto espontáneo del Gobierno y se ejercería ante los
Tribunales orientales;
Que la separación del capitán del «Villa del Salto» sólo se con-
sideraría como una suspensión a afecto de que dicho capitán pu-
diera presentarse ante el Tribunal que habría de juzgarlo;
Que el Gobierno Oriental acogía la declaración de neutralidad
contenida en el protocolo, «como una garantía de que sus recla-
maciones serían atendidas en cuanto tuvieran de justas».
Estas manifestaciones fueron aceptad'as por la cancillería argen-
tina y en consecuencia el incidente se dio por terminado.
Cómo fué juzgado el protocolo por la prensa.
Para «La Independencia», uno de los diarios de Montevideo, no
existía verdadero arreglo, sino sometimiento liso y llano del Go-
bierno Oriental a las exigencias y pretensiones argentinas. Por
supuestos abusos — decía — a un barco mercante, arrendado por
una empresa particular, el Gobierno Argentino elige para su repre-
salia un barco de guerra y ese insulto al pabellón oriental queda
en pie.
Para «El Nacional» de Buenos Aires, en cambio, era el pabellón
oriental el triunfante. «El Gobierno Argentino — decía — ha
cedido todos sus derechos sin adquirir ventajas, bajando el tono
de sus reclamaciones hasta inclinarse humilde delante del gobierno
nacido de la carnicería de Quinteros, de que es digno representante
el honorable señor Lanjas».
GOniKRNO DE I'.EIIKO 119
En tono no menos agresivo se produjo «La Tribuna» de Buenos
Aires, y con tanta insistencia que tuvo que salirle al encuentro el
órgano del general Mitre.
«Para «La Tribuna» — decía «La Nación Argentina» — que
por todos los medios quiere llevarnos a la guerra, nada es bueno
sino lo que conduce a- su fin de envolver a los dos países en una
guerra estéril, desastrosa, que sólo podríamos aceptar como una
última extremidad.»
Pudo agregar e! órgano oficial del general Mitre que resultaba
inmensamente más cómodo ayudar en la forma indirecta empleada
basta entonces, desde que se conseguía el mismo fin de voltear a
Berro, sin necesidad de asumir la posición de beligerante, llena de
peligros todavía porque el Paraguay estaba en acecho y el Brasil
no había descubierto sus planes de una manera clara y definitiva.
El Gobierno Oriental ordena el enjuiciamiento del capitán del
"Artigas".
Terminadas definitivamente las negociaciones, el jefe de la es-
cuadrilla argentina comandante Murature notificó al comandante
del vapor «Artigas» que podía emprender marcha, y el comandante
del «Artigas» sin aguardar órdenes de su gobierno, salió del fon-
deadero de Martín García y se dirigió a Montevideo.
Veintitantos días antes había dado el comandante del «Artigas»
otro ejemplo de acatamiento a las órdenes del jefe argentino. Véase
efectivamente cómo éste relataba la captura del barco oriental en
carta al Director de «La Nación Argentina»:
Al llegar el «Artigas» le di la voz de alto «a la que obedeció
fondeando luego y botando al agua una lancha con un oficial, el
cual se dirigió a bordo del buque de mi mando, pero como no
era a ningún oficial sino al jefe mismo al que competía en todo
caso apersonárseme, se lo hice presente así al oficial, el que vol-
vió a comunicarlo a su superior que vino in continenti a conferen-
ciar conmigo... Hice fondear después al «General Artigas» a mi
costado, permaneciendo a su bordo toda su tripulación, haciéndole
luego apagar los fogones y tomando las precauciones necesarias».
Apenas llegado el «Artigas» al puerto de Montevideo fué condu-
cido su comandante a la Fortaleza de San José y sometido a un
consejo de guerra. Al comunicar esas medidas decía el Ministro de
la Guerra don Silvestre Sierra al Jefe del Estado Mayor general
Andrés A. Gómez:
120 HISTOEIA DEL TXBUOUAY
«Un buque de guerra a quien cubre el pabellón nacional no obe-
dece sino las órdenes del Jefe del Estado y el Jefe que lo manda
debe por honor a las armas estar pronto en todo momento a sucum-
bir primero que mancillar los colores de la patria. El comandante
del vapor «General Artigas», sargento maj-or don Santiago Baldriz,
además de incurrir en otras faltas, obedeció con mengua de la
dignidad nacional una intimación hecha por buques extranjeros.»
Quedan aparentemente restablecidas las relaciones oficiales con
el Gobierno Argentino.
El Presidente Berro derogó el decreto que suspendía las relacio-
nes oficiales con el Gobierno Argentino y en seguida dirigió a los
Jefes Políticos una circular encaminada a contener las manifesta-
ciones de protesta contra el atropello al pabellón nacional y contra
la- prensa de Buenos Aires que no bajaba el tono hiriente de su pro-
paganda.
«Siendo la prensa la expresión fiel del sentimiento popular —
decía en su circular — cree el Gobierno que seria conveniente que
V. S. aconsejase amistosamente a los redactores de los periódicos
que se dan en esa localidad arreglen sus producciones relativamen-
te a las relaciones de esta República con la Argentina, por la situri-
ción de buena inteligencia que ambas han recobrado. Proscribiendo
la prensa nacional la acritud y la intemperancia de lenguaje en
los actuales momentos, como lo ha hecho antes, no solamente se
dignificaría poniéndose a la altura de la civilización del país,- sino
que da ejemplo a la que desde el extranjero se ha convertido
tiempo ha en medio de calumnias e infamaciones cotidianas con-
tra el país y su gobierno. Así como la insolencia no da razón a
la prensa extranjera vecina, la moderación y la cultura no debi-
lita la razón de la nuestra. Un gobierno honesto y deseoso de con-
s^ervar a estos pueblos el bien inestimable de la paz, no hace
mal invitando a los escritores públicos para que en el ejercicio "de
sus derechos que respeta, se abstengan de toda calificación ofensiva
de las autoridades y del pueblo argentino, dejando así a otros el
triste monopolio de ciertas clasificaciones contrarias a todas las
conveniencias internacionales y a los intereses de las poblaciones
pacíficas e industriosas del Río de la Plata.»
Poco después terminaba la causa relativa a la captura del vapor
«Salto», con la absolución del comandante del «Villa del Salto», ca-
pitán Errasquin, quien en el acto fué repuesto en el cargo de
(iüHlKK.Nt) l)K liKliUO \2\
que había ^ido suspendido de acuerdo con lo aconsejado por el
Fiscal militar.
Véase como recapitulaba el Fiscal las resultancias de la causa:
El capitán íCrrasíiuin recibió una nota del Comandante Militir
del Salto trasmitiéndole la noticia de ¡lue la gente de Floros es-
peraba un desembarque de armas y ferircclins en el Rincón de
las Gallinas. Estando en la boca del Yaguarí supo por intermedio
(lel Comisario de Fray Bentos que algunas de las partidas de
Flores se acercaban al pueblo y que ya estaban a una legua
de distancia. Con el doble propósito de defender a la plaza y
de averiguar si la aproximación de las fuerzas revolucionarias
respondía al anunciado desembarque de armas se dirigió al pi'erio
de Fray Bentos. A la media noche llegó el "Salto" y fondeó a
su costado. Dos pasajeros de ese buque le denunciaron en ie^uida
que allí venía contrabando de armas. El caipitán, a quien en
el acto interrogó, negó absolutamente que condujera armas, pero el
registro que se practicó en seguida hizo ver que la denur.cia eia
exacta y que en la letrina del barco estaba el cargamento de-
nunciado.
l*i'os¡j;uo la AiKfiitina su (■ain|)aria a favor Ur la rcvolutión.
En los mismos momentos en que los doctores Lamas y Eli-
zalde celebraban sus ííltimas entrevistas para fijar el alcance del
protocolo que solucionaba las diferencias entre los Gobiernos del
Plata, se reunían más de dos mil personas en la plaza del Parque
de Buenos Aires con el propósito de expresar "no sólo sus sim-
patías, sino sus votos por una causa que es la nuestra», — decía
"La Tribuna" de aquella ciudad. Y ante ese público leía el Se-
cretario de la Comisión organizadora, doctor D'Amico, el mani-
fiesto que dirigían "los liberales de Buenos Aires al ejército li-
bertador de la República Oriental del Uruguay".
«Allá se levanta erguida la imponente figura de un caudillo (el
corcnel Ambrosio Sandes que continuaba combatiendo por la
unidad argentina en las provincias del Norte) tan afortunado
como valiente y que lleva el terror en la punt£\ de su lanza hasta
la última guarida de los habitantes de los llanos. Y ese caudillo
armado por la Providencia para que se cumplan sus designios,
no vio la luz en la tierra argen'tina . . . El es el representante
armado de la revoilución y su misión es ligar por el vínculo sa-
grado del sacrificio y de la gloria la suerte de los dos pueblos
122 HISTORIA DEL URUGUAT
hermanos . . . Pero Ja patria del afamado guerrero lucha también
por conciuistar su libertad. Los que hoy llevan tan anhelada
ofrenda al pueblo oriental se hallaban ayer en nuestros campos
de batalla, ora orlados por la victoria, ora envueltos en el polvo
de nuestra derrota . . . Los campos de Cepeda y Pavón — las úl-
timas grandes batallas contra el caudillaje — fueron testigos de
la heroicidad de sus esfuerzos... Fué un oriental el héroe de
Pavón."
Concluida la parte oratoria, empezó la colecta de dinero para
el comité revolucionario, recogiéndose en un cuarto de hora
cinco mil pesos según la misma información periodística que
venimos utilizando.
El protocolo había quedado firmado a fines de junio y la asam-
blea de la plaza del Parque tenía lugar a principios de julio, cau,n-
do se cambiaban las notas explicativas finales entre los Minis+.i-os
negociadores.
En el curso del propio mes de julio el capitán del «Villa del Sal-
to» avistó tres bal' eneras repletas de armas y soldados prece-
dentes de Buenos Aires. Se apoderó de una de ellas, pero al
intentar la captura de las otras apareció uno de los buques de
la ^armada argentina, el "Pampero", fracasando por tal causa
el apresamiento.
Pocos días después hablaba "La Democracia" de Guale-
guaydhú de una fuerte expedición de soldados y de armas des-
^-mbarcada en el Hervidero, y escribía don Evaristo Carriego (lue
si el gobierno de Mitre protegía en tal forma a Flores mal podí.t
tachar a Urquiza de violador de la neutralidad porque ayudaba
"ín forma indirecta al gobierno de Berro, refiriéndose sin duda
al pasaje de los restos del ejército del general Diego Lamas por
territorio argentino después de la acción de las Cañas.
La expedición del "Pampero".
Otra fuerte expedición de guerra al mando de los comand?.ntes
Atanasildo Saldaña y Federico Varas desembarcó en Fray Bentos
a mediados de agosto.
Todos los rumores circulantes establecían que esa expedición
había sido conducida por el vapor de guerra argentino "Pam-
pero". El general Diego Lamas, Comandante Militar al Norte del
Río Negro, se propuso averiguar el grado de exactitud de esos
rumores y ordenó que se levantara un sumario por el Fiscal
GOBIERNO DE ÜERRO 123
Militar de Paysandú, recogiéndose con tal motivo las siguientes
declaraciones:
"Francisco Peña (jefe de la guarnición de Fray Bentos captu-
rada por las fuerzas de Saldaña) : Que la expedición desembarcó
del "Pampero", según lo acreditaba el hecho de que el oficial
de la plaza encargado de acordar la capitulación, don José Men-
doza, había tenido que ir a bordo de dicho buque de guerra argen-
tino para entrevistarse con Saldaña.
Benjamín Gadea (Vicecónsul oriental en Entre Ríos): Que él
se encontraba a bordo del vapor 'Salto" fondeado en la "Cabeza
del Negro" cuando oyó a dos oificiales que viajaban en su com-
pañía que desde el fondeadero veían al «Pampero» remolcando
un pailebot y dos balleneras cargadas de gente. Que oyó a un
tercer pasajero, don Ricardo Hughes, que una vez producido el
desembarco el "Pampero" siguió hasta Yaguareté, donde bajó
xtn lindo botín. 'Este mismo testigo, en carta al general Lamas,
agregaba que don Ricardo Hug'hes había escrito sobre el par-
ticular al Ministro Inglés señor Lettson.
José Baltierra (Jefe del "Villa del Salto): Que vio al "Pam-
pero" llevando a remollque una goleta y unas balleneras y que
por datos recogidos en Nueva Palmira no le quedaba duda al-
guna de que a bordo de ese buque de guerra argentino iba el
comandante Saldaña a! frente de muchas fuerzas.
También prestaron declaración cuatro marineros desertores de
un barco norteamericano aprehendidos per el "Villa del Salto"
y llevados a Paysandxi. Dijeron que habían venido en un bote
con ánimo de buscar trabajo en las estancias del Uruguay; que
cerca de Fray Bentos encontraron una embarcación con 3 0
hombres armados que procedían de Buenos Aires, sabiendo allí
por boca de sus tripulantes que aguardaban al "Pampero"; que
horas más tarde vieron otro buque remolcando embarcaciones
que en concepto de los declarantes era el vapor que esperaban
los hombres de la barca llegada de Buenos Aires.
Llamado nuevamente el comandante del "Villa del Salto", dijo
que en su concepto la expedición a que se referían los marineros
norteamericanos no era la del "Pampero", sino otra.
Faltaba la declaración de don Ricardo Hughes, respetable es-
tanciero de Paysandú, que el Fiscal Militar no pudo recoger por
encontrarse dicho testigo fuera del departamento en esos mo-
mentos.
Nada más contenía el sumario. Pero la misma amplitud de la
124 HISTORIA DEL URUGUAY
cooperación argentina se encargó de llenar los claros de sus
.' esultancias. A mediados de noviembre las fuerzas del Gobierno
interceptaron tres cartas, gravemente comprometedoras, que en
el acto fueron enviadas a la cancillería argentina como prueba
ineludible de la ayuda que el "Pampero" prestaba al general
Flores.
En una de ellas, datada en Fray Bentos el 12 de septiembre de
1863, decía el propio comandante del «Pampero» don Pedro J. Ca-
rrasco al general Francisco Caraballo:
"Antes de ayer recibí órdenes de marchar para este puerto;
ya me tienen pues aquí solo donde les puedo ser más útil que en
Paj'sandú; particípeselo al general por lo que se le pueda ofrecer».
En otra dirigida a Caraballo por su esposa pedía ésta que su
correspondencia de familia fuera rotulada al "Pampero".
Y la última del coronel revolucionario don Bernardo Dupuy al
general Flores, nada de particular contenía, pero estaba datada en
el puerto ele Fray Bentos a 'bordo del «Pamperos.
Al adjuntar esas cartas al Gobierno Argentino advertía nuestro
IMinistro de Relaciones Exteriores don Juan José de Herrén al
doctor Elizalde en su nota de fines de noviembre, que la expedición
del comandante Saldaña había bajado en la isla de Martín García,
que allí se había reembarcado en el «Pampero» hasta Fray Bentos,
y que el capitán de ese barco no había dejado de ayudar a la re-
volución desde entonces, por lo que correspondía su inmediato en-
juiciamiento y castigo.
Tan abierta era la colaboración argentina que a mediados de
septiembre publicaba «La Tribuna» de Buenos Aires una proclama
suscrita por Cesarlo Assareto, en la que luego de estabk-oprse (¡iie
en una de las manifestaciones callejeras de Montevideo se habían
proferido mueras a Garibaldi y a los gringos, se invitaba a los
italianos a enrolarse en una legión que se estaba formando para
acudir en auxilio de Plores.
«Compatriotas — decía Assareto — no desmintamos ahora el
nombre inmortal que adquirieron nuestros hermanos en otra época
bajo la dirección del gran Garibaldi. Venid todos los ofendidos a
reuniros a los que ya están aprestados conmigo a esta justa ven-
ganza. Más de 240 son ya los que están dispuestos a seguirme».
La expedición «1<»1 coronel Rebollo.
Tres meses después de la expedición del comandante Saldaña con-
ducida en un buque de guerra argentino, salía de Buenos Aires
(.oiiiKií.N'o iiK iíf:uko 12Ó
otra expedición revolucionaria bajo el mando del coronel Rebollo.
Descubierta en su marcha por la escuadrilla oriental tuvo que
desembarcar en las islas y costas del Uruguay dentro de la ju-
risdicción fluvial argentina, hasta donde fué perseguida por el vapor
«Treinta y Tres», al mando del general Lucas Moreno, quien obtuvo
que se rindieran algunos de los expedicionarios, mientras que otros
con el comandante Rebollo se internaban en las islas.
Los prisioneros, que eran cuarenta y tantos, fueron llevados a
Montevideo y desde allí trasladados a Buenos Aires previa declara-
ción en forma que prestaron. Véase la de uno de ellos, el teniente
Wenceslao Boado:
Fui en compañía del doctor José Pedro Ramírez a una casilla
de la boca del Riachuelo para recoger el armamento que estaba a
cargo de un empleado del Resguardo. «Por lo que he oído decir,
fué sacado del Parque de Buenos Aires como lo demuestra la marca
que trae de ese Estado». La fuerza de 50 hombres de que yo for-
maba parte se embarcó a fines de octubre «por el muelle principal
de Buenos Aires».
El general Moreno capturó en la misma oportunidad al sargento
Carlos Cabral que formaba parte de una fuerza revolucionaria des-
tacada en la costa uruguaya, a la altura de Higueritas, a la es-
pera de la expedición del coronel Rebollo. Y ese nuevo prisionero,
que vestía uniforme de artillero argentino, declaró que junta-
mente con otros soldados había venido a la revolución por orden
de su jefe.
Todo el armamento tomado al enemigo — agregaba en su parte
el general Moreno — tiene la marca del Parque de Buenos Aires.
Otras expediciones más.
Sólo vamos mencionando las expediciones de más resonancia por
el número de sus componentes, la publicidad con que se realizaban
c los incidentes diplomáticos a que daban lugar, porque es lo cierto
que desde Buenos Aires hasta Concordia, a lo largo de toda la
costa, el pasaje de revolucionarios o de pertrechos de guerra era
diario y se ejercía a la plena luz del día, como si fuera una fun-
ción normal del Gobierno Argentino la de echar abajo a uno de
nuestros gobernantes para entregar a otro las riendas del poder.
En octubre presentó varias denuncias el Vicecónsul oriental en
Concordia contra el vapor argentino «Salto», que no cesaba de
conducir hombres y armas a los campamentos revolucionarios de
12G HISTORIA DEL URUGUAY
•a costa, y contra las autoridades de varios puntos de Entre Ríos
transformados en verdaderos campamentos revolucionarios donde
se congregaban centenares de hombres. A raiz de una de ellas
invadieron los coroneles Enrique Castro y José A. Reyes al frente
de 200 soldados. En noviembre fueron ocupados Carmelo y Pal-
mira por otra expedición de 200 hombres, salida como las anteriores
de la costa argentina. En cartas de esos mismos días interceptadas
por las fuerzas del Gobierno, anunciaba don Pedro Bustamante a
don José Cándido Bustamante otra expedición y el envío de dos
cañones.
Trabajaba con tal publicidad el Comité revolucionario que don
Evaristo Carriego podía denunciar en la prensa de Entre Ríos que
en tal casa de Buenos Aires había un cuartel de enganche de sol-
dados para el ejército de Flores y que en tal día había salido de
Buenos Aires una ballenera con 50 hombres, 20 cajones de muni-
ciones y 2 cañones!
Al finalizar el año comunicaba el Jefe Político de Soriano al Mi-
nistro de la Gueria que acababa de desembarcar en Fray Bentos
una expedición de guerra a cargo de los comandantes Baras y
Rehollo, con dos cañones, agregando que la ballenera iba remolcada
por el buque de guerra argentino «25 de Mayo». Pocos días des-
pués, el teniente Pedro Larrosa que había desertado de las filas
revolucionarias, declaraba ante el Ministro de la Guerra que él
había sido comisionado por el Comité para conducir a Fray Bentos
un cañón extraído del Parque de Buenos Aires, mediante una or-
den del doctor Fermín Ferreira.
Gestiones del gobierno de Bei-ro para obtener la neutralidad ar-
gentina.
Todo eso se hacía en medio de las insistentes gestiones de la
cancillería oriental para obtener medidas de neutralidad, que con-
cretaba así un pliego de instrucciones enviado a don Andrés Lamas
en septiembre de 1863:
N<La disolución de las comisiones revolucionarias contra este país
establecidas en Buenos Aires y litoral argentino; la internación de
sus miembros, así como la de los emigrados orientales residentes en
dichos puntos; el castigo de los fautores de trabajos subversivos con-
tra la República Oriental, empleados en la administración pública
argentina, y una declaración del gobierno del general Mitre que re-
pruebe públicamente las maquinaciones que desde el territorio ar-
gentino se hacen contra este país y su gobierno».
GOBIERNO DE BERRO 127
Cómo cünüeouencia del cambio de ideas realizado con tal motivo,
los doctores Lamas y Elizalde suscribieron un protocolo por el que
se ponía fln a las reclamaciones de ambos Gobiernos, se declaraba
satisfecho el de Berro con la seguridad de que la Argentina acor-
daría medidas eficaces para el mantenimiento de la neutralidad y
se establecía que cualquier divergencia que surgiera entre ambos
Gobiernos sería sometida al fallo arbitral del emperador del Brasil.
La cancillería oriental aceptó al principio ese protocolo según
el doctor Lamas, quien agrega que llegaron en seguida comunica-
ciones de la Legación Oriental en el Paraguay anunciando la pro-
mesa de que al Presidente López se le daría participación en el
acuerdo, y que entonces apareció la exigencia de que en vez de un
arbitro hubiera dos como medio de dar entrada al mandatario pa-
raguayo.
El Gobierno, decía nuestra cancillería al doctor Lamas, acepta el
arbitraje que si hasta ahora no ha prevalecido es por la resistencia
del Gobierno Argentino. Acepta también como arbitro al emperador
del Brasil, por más que del territorio brasileño hayan partido hos-
tilidades a favor de la revolución; pero a condición de que tam-
bién concurra como arbitro el Presidente del Paraguay.
No aceptó el Gobierno Argentino la enmienda y el protocolo quedó
lechazado.
Ante las continuas expediciones salidas de la costa argentina,
decidió la cancillería uruguaya estimular los oficios del Gobierno
Brasileño, tan interesado sin embargo como el Argentino en el
derrumbe de Berro.
El hecho es que a principios de noviembre de 1863, el plenipoten-
ciario brasileño Loureiro dirigió una nota a la cancillería argen-
tina.
La revolución oriental — decía el Ministro Loureiro — «ha
despertado la más seria atención del Gobierno Imperial». El Brasil
está resuelto a mantenerse neutral. «Juzga que la entera absten-
ción y la estricta neutralidad por parte de los países vecinos, es
un medio conducente al término de esa lucha». El Gobierno Orien-
tal y la opinión pública oriental consideran quebrantada esa neu-
tralidad por parte del Gobierno Argentino. Desea, pues, el Brasil
obtener declaraciones que disipen los recelos y aprensiones de las
autoridades orientales.
Contestó naturalmente la cancillería argentina que el gobierno
de Mitre había observado y continuaba observando la más estricta
neutralidad.
128 HISTORIA DEL TJEUGUAT
Y con más bríos que nunca prosiguió el trabajo de colaboración
que debía echar abajo al gobierno de Berro
De nuevo resuelve el Gobierno Argentino disfrazarse de agresor
en agredido.
No era suficiente con arrimar liombres y armamentos en apoyo
del ejército revolucionario. Había que crear conflictos diplomáticos
para entorpecer la marcha del gobierno de Berro, dar aliento a
los revolucionarios y desviar un poco las críticas formidables que
despertaba la ayuda argentina a la revolución de Flores. Ya se ha-
bía ensayado el procedimiento con notable éxito en el caso del va-
por «Salto», y el general Lucas Moreno se encargó por efecto de
la. bien explicable violación de territorio de que antes hemos
hablado, de suministrar el pretexto que ansiaba el Gobierno Argen-
tino para transformarse de nuevo de agresor en agredido.
Nos referimos a la expedición revolucionaria a cargo del coronel
Rebollo, que al ser avistada por los barcos orientales que hacían el
servicio de policía fluvial desembarcó en una de las islas del Uru-
guay, dentro de la jurisdicción argentina, hasta donde se dirigió el
general Moreno obteniendo la rendición de varios expedicionarios
que en el acto fueron enviados a Buenos Aires para su juzgamiento
y castigK), con una nota en que nuestro canciller reiteraba sus incul-
paciones al Gobierno Argentino.
Luego de hablar en esa nota de «las expediciones armadas sali-
das de Buenos Aires con destino a engrosar las bandas del caudi-
llo que desde la misma ciudad partiera en abril para traer la gue-
rra a este país amigo de la República Argentina», decía nuestro
canciller que las autoridades orientales al recibir aviso de la expe-
dición Rebollo tomaron medidas para impedirla: que los expedicio-
narios desembarcaron en la isla Miní, jurisdicción argentina, y
atravesaron a la costa oriental; pero que advertidos de la proximi-
dad del vapor "•Artigas" regresaron a su punto de partida, su-
biendo en tal oportunidad algunos de ellos a bordo del barco
perseguidor.
La nota de nuestra cancillería se cruzó con otra en que el doc-
tor Elizalde protestaba por la violación del territorio argentino,
acusando a las fuerzas del general Moreno de muertes, prisiones y
capturas de embarcaciones, y pedía la devolución de las personas
y cosas tomadas, el enjuiciamiento de los culpables por los tribu-
nales competentes, el reconocimiento de los daños causados y las
debidas reparaciones al pueblo y Gobierno argentinos.
GOHIER.NO DE líEKUO 129
Había habido violación de territorio, sin duda alguna, pero se
trataba de una expedición de guerra salida de tierra argentina y
vuelta a tierra argentina ante la proximidad del riesgo. Y si en
alguna oportunidad debí^ callar la susceptibilidad nacional era
precisamente al tiempo de realizar esa persecución de grupos
revolucionarios a los cuales las autoridades argentinas protegían
í'biertamente o que en el mejor de los casos no podían obstaculizar.
El proceso de la connivencia argentina.
El tono de las protestas y de las exigencias de la cancillería ar-
gentina en medio de las continuas expediciones de hombres y de
armamentos que salían de Buenos Aires, Entre Ríos y Corrien-
tes para reforzar a Flores, obligaron a la cancillería oriental a
redactar una larga nota, verdadero proceso de las connivencias
del gobierno de Mitre.
«Desde el mes de abril — empezaba diciendo nuestro Ministro
don Juan José de Herrera al doctor Elizalde en esa nota de fines
de noviembre — en que no obstante las reiteradas seguridades del
Gobierno Argentino dadas en vista de repetidas denuncias del
Oriental, invadió el territorio de esta República don Venancio Flo-
res, es un hecho notorio, evidente, que la ciudad de Buenos Aires
de donde partió este caudillejo, es el centro principal de conspi-
ración contra este país y sus autoridades legales. En Buenos Aires
funciona públicamente desde entonces una comisión delegada de
don Venancio Flores, encargada de reunir armas y enviar elementos
hostiles a este Gobierno, todo lo que hace también públicamente,
sin que la autoridad ni superior ni inferior lo haya encontrado
nial ni prohibido. Se ha hecho y se hace recolección de fondos, subs-
cripciones en medio de la plaza pública y en comités revoluciona-
rios. Hombres, vestuarios, armas, municiones, dinero, todo se re-
une en Buenos Aires en favor de la invasión. La prensa de esa ciu-
dad santifica diariamente, insultando soezmente al Gobierno Orien-
tal, los propósitos de la invasión. Por la más deplorable desaten-
ción, indiferencia u otros motivos, las reclamaciones que repetidas
veces ha dirioido el Gobierno de la República ante el Arg-entino no
han dado resultado ninguno. A medida que se organizaban y arma-
ban aprontándose para asaltar el territorio oriental las bandas que
la comisión revolucionaria de Buenos Aires enviaba a Flores, este
Gobierno hacía sentir al de S. E. la necesidad, la obligación en
que estaba, vistas sus protestas y declaraciones de neutralidad, de
9— V
]íH) UlhJOUlA UEL VUUüVAY
no pürniítlr lal'iH atentadoK, (]<• pi'VfíiilrloH con la adopción de
medldaH práctlcaK «everaH... Todo cKfuerzy ha Htdo lnfru<;tuoH(j>/.
No era KUflclente para el Gobierno Argentino — decía en seguida
fel doctor Herrera — la notoriedad de Ioh hechos, lixivia pruebas,
y cuando se le presentaban, Instauraba un sumario que daba por
resultado el desmentido de la denuncia. I5n aquellos casos en que
por lo intachable de las pruebas era indispensable tomar medidas
(le represión, los grupos eran disueltos en un ijunto y reorganiza-
dos <:n otro. Tal f'uó lo que pasó en Qullmes y en Martín García
con los grupos de Guerra y de Saldaña. Haldaña desarmado en Mar-
tín García, invadía poco despulís desde las Islas del Iguazfi y se
apoderaba úv Fray Bentos. «Es el mismo Saldaña que en busca de
mayores y nuevos refuerzos para Flore;-s ha vuelto a Uuenoa Aires,
tn donde »e entrega en estos días, sin escrúpulos y sin estorbo,
a sus trabajos preparando una nueva expedición (¡ue despuós de es-
Lar oculta en las islas pasará a este lOstado, como lo revela la co-
rrespondencia Interceptada al (íricmlgo, rlf;! '¿'¿ al '¿i del corriente».
líl Comité revolucionarlo — seguía diciendo — ha convertido los
paquetes argentinos del litoral « en transportes de hombres y ob-
jetes b^;licos que f Olí;! 11 iHiiilfj de espera en (¡oncíndla para asegu-
i'a> el paso. Denunciada :;u j)reHencla en esa localidad, emigraban
los grupos a Corrientes, de donde Enrique Castro los conducía a
engrosar las filas de los enemigos del Gobierno». Excusábase siem-
pre el Gobierno Argentino con las dificultades de lu vigilancia de
BU8 costas, sosteniendo que er;i al Goliicriio Ori<'nl:il a tjulen co-
rrespondía hacer Imposible el arribo de; las expediciones a su terri-
torio, policiando como debía las aguas del Uruguay. ICn vista de
todfj esto y a raíz de varias expediciones que habían salido sin es-
torbo de la Argentina, ordenó el Gobictrno Orit-ntal a su marina
que redoblara la vigilancia. Se sahí.i (|iii' líibollo y ('ond<', dos
Jefes de Flores que habían salido de Huenos Aires al frente rie
lina expedición, se habían refugiado en las Islas del Igua/.ú y del
Uruguay para invadir. K\ general Moreno, a (|uien se coiirió la
tarea lie Impedir el desembarco, obligó a los expedicionarios a
refugiarse en una Isla y se apod'rú r|c i;is iiniiilclones y armanHm-
to <|U<' 'otidiicían, rlatido (*)n ••lio pril(!xto a reclamos por daños y
perjuicios. Kl el propio Gobierno Argentino qui«'re scflalar y cobrar
l»fijiil<|<>H, se le reconocerán y pagarán, «l'cro i)agarloK y recono-
'•<TÍos a los criminales mismos, seria Inaudito y atentatorio contra
trido prlnclplí» de moral y de Justicia, y como tal i!mc<'ptal)le para
un (.-lobleriK) (|iie se respeta.»
GOBIERNO bE BEBBO
En enero de 1S56 — agregaba el doctor Herrera — el general
Mitre, Que era entonces Ministro de la Guerra de Buenos Aires,
marchó a la frontera de Santa Fe para evitar la inrasión de
una fuerza revolucionaria salida de esa Provincia, y no habiendo
tenido éxito en sus gestiones cruzó la linea del arroyo del Medio,
se internó en Santa Fe y persiguió y deshizo a las fuerzas revo-
lucionarlas oue acaudillaba el general argentino José María Flo-
res. Y cuando reclamaron el Gobierno de la Confederación y el
fie Santa Fe contra la violación de territorios, se limitó a invo-
car la cancillería de Buenos Aires la absoluta Ineficacia de las me-
didas adoptadas contra los invasores de la Provincia.
Con este precedente de rigurosa aplicación ai caso, cerraba la
■ancillería oriental su larga y contundente nota, en la que no habla
una línea que no pudiera comprobarse.
Un día después volvía el Ministro Herrera a dirigirse al doctor
Elizalde.
El Gobierno Oriental considera — decía en esa segunda nota —
como una ofensa y un ataque a la República, «la impunidad en
Que en la ciudad de Buenos Aires y poblaciones del litoral argen-
tino del Uruguay se mantienen las comisiones revolucionarias,
creadas con el único fin pública y reiteradamente confesado, de
coadyuvar a la invasión que desde Buenos Aires trajo a este país
vecino y amigo de la República Argentina el cabecilla anarquista
Venancio Flores>. La ausencia absoluta de medidas de represión
autoriza al Gobierno Oriental <a llamar seriamente la atención de
su amigo y vecino el Gobierno Argentino invitándolo a que no
prolongue indefinidamente su tolerancia para con los coautores de
agresiones desde su territorio contra la autoridad y la paz de este
país>. Ha esperado hasta hoy el Gobierno Oriental la adopción de
medidas, pero en vista de que los actos públicos de hostilidad ad-
quieren cada día mayores proporciones, ha resuelto deducir las re-
clamaciones del caso y pedir que se «ordene la disolución de las
comisiones conspiradoras contra este país organizadas en Buenos
Aires y puntos del litoral argentino y la internación de sus miem-
bro6>.
Un la imposibilidad de contestar. oi)ia fl Gobierno Argentino por
la iui»tura de i"elacione<s con el OHental.
Xo era posible la discusión diplcmátlca dada la notoriedad de
las inculpaciones dirigidas, y comprendiéndolo así, trató la cancille-
132 . ' HISTORIA DEL URUGUAY
ría de Mitre de obtener el retiro de las notas en que se formulaba
el proceso de la complicidad argentina. Tal fué el programa de la
misión confidencial confiada a don José Mármol, de grandes vin-
culaciones con los hombres más importantes de Montevideo.
El Presidente Berro, según se encargó de comunicarlo el comi-
sionado a su Gobierno, rechazó desde el principio la idea del re-
tiro, pero aceptó la sustitutiva de recibir las notas que el Gobierno
Argentino le devolviera. Al darse forma a las negociaciones, resultó
sin embargo que el mandatario oriental sólo recibiría la primera de
las dos notas, mas no así la segunda, proponiendo en cambio some-
ter la cuestión pendiente al fallo arbitral de un país amigo que
podría elegir el propio gobierno de Mitre.
Nuestro Ministro de Relaciones Exteriores doctor Herrera negó,
sin embargo, que las manifestaciones sobre recibo de las notaá
hubieran tenido carácter oficial. Dijo que lo único oficial era la
negativa del Presidente Berro a retirar }■ a recibir, aunque algo
se había hablado en el curso de las conversaciones acerca de recibo
de notas, y aún de retiro de todas las que se habían pasado incluso
la de violación de la isla del Iguazú por las fuerzas del general
Moreno.
Durante la permanencia del comisionado argentino en Montevi-
deo, hubo diversos incidentes. Uno de ellos por haber levado an-
clas el vapor mercante «Libertad», obedeciendo órdenes del repre-
sentante argentino, pero desacatando la prohi'ñción de ponerse
en marcha que le había comunicado la Capitanía del Puerto, por
lo cual desde la fortaleza de San José se le hicieron dos disparos
que no dieron en el blanco, ni consiguieron detener al barco. La
otra por efecto de una manifestación popular que recorrió las calles
de Montevideo en son de protesta contra los hombres que estaban
al frente del Gobierno Argentino.
El señor Mármol regresó a Buenos Aires en los primeros días de
diciembre de 1863. Y el Presidente Mitre reanudando en el acto su
plan de campaña contra el gobierno de Berro, libró orden de cap-
tura de todas las embarcaciones de guerra con bandera oriental que
pasaran por Martín García, con el intento de suprimir la policía flu-
vial y franquear así el camino a las expediciones revolucionarias
de la costa argentina.
Pocos días después el Cónsul Argentino en Montevideo comuni-
caba que su Gobierno había resuelto suspender relaciones con el
del Uruguay y que de acuerdo con las instrucciones recibidas había
bajado el escudo de armas y confiado la protección de sus connacio-
GOBIERNO DE BERRO 133
nales al Consulado de la Gran Bretaña. Y como consecuencia de
ello se dirigía nuestra cancillería al doctor Lamas significándole el
cese de su misión confidencial y el retiro de todos los agentes con-
sulares en la Argentina, quedando por lo tanto interrumpidas las
relaciones oficiales entre ambos gobiernos del Plata.
El Ministro Británico señor Thornton, que acababa de regresar
de Londres, ofreció sus buenos oficios para un arreglo, apresurán-
dose a contestar el Presidente Berro en términos favorables bajo
5a condición de que el Presidente Mitre revocara su orden de cap-
tura de los barcos orientales de guerra. Pero el gobernante argenti-
no que buscaba con esa medida el modo de robustecer sin violencias
las fuerzas de la revolución, se negó a dar el paso previo, y la media-
ción del Ministro Británico fracasó en el acto.
Martín García quedo convertida desde ese momento en centro de
las expediciones revolucionarias, según se encargó de comunicarlo
en enero de 1864 el Comandante Militar de la Colonia, quien agre-
gaba que allí afluían también los barcos conductores de los gana-
Ios robados en toda la costa oriental, hecho que dio lugar a un de-
creto del gobierno de Berro que cerraba nuestros puertos a las co-
municaciones con la isla.
Tan intensa era la ingerencia argentina en esos días, que «El Na-
cional» de Buenos Aires, uno de los diarios más adictos a la causa
de Flores, se consideró obligado «a pedirle al Ministro de la Gue-
rra general Gelly y Obes que no desatendiera tanto la acción ar-
gentina en la frontera por servir a Flores», dando lugar con ello
a que «La Nación Argentina», el diario de Mitre, le dirigiera estas
palabras de reproche:
«¡Quién creería que un diario que se dice el amigo entusiasta y
el aliado fiel de Flores, ha estampado en sus columnas por odio al
Ministro de la Guerra, que está dilapidando el tesoro público para
robustecer la revolución oriental!»
Ya .«¡e había üeo-ado, sin embaroo. a las postrimerías del g'obier-
no de Berro y la atención pública se dirigía toda entera al problema
interno del nombramiento de nuevo Presidente, quedando de lado
el gravísimo conflicto que había provocado el Gobierno Argentino.
La actitud del ¡sjeneral Urquiza.
Frente a la influencia de Mitre, debía alzarse naturalmente y se
alzaba, la del general Urquiza en Entre Ríos,' aunque ya en plena
bancarrota después del desastre de Pavón.
134 HXSTOBIA DEL tJBüGÜAT
El general Urquiza miraba con simpatía al Gobierno Oriental, en-
tre otras razones decisivas porque Mitre quería voltear a Berro para
colocar en su lugar a Flores, uno de sus principales tenientes en
las campañas contra las autonomías provinciales.
Apenas iniciada la revolución de Flores, comunicó el coronel
Juan Lenguas al general Diego Lamas, que Urquiza le había envia-
do un comisionado para asegurarle que él estaba dispuesto a ayudar
a la destrucción de las fuerzas invasoras. La carta del coronel Len-
guas, que estaba datada en el Salto, fué interceptada por una par-
tida revolucionaria y publicada en la prensa de Buenos Aires. La
persona que aparecía como intermediaria publicó luego en Monte-
video una declaración negando que hubiera sido comisionada con
tal objeto por Urquiza.
El ofrecimiento había sido hecho, sin embargo, y se habría cum-
plido con toda seguridad si el ambiente de las provincias alejadas
ce Buenos Aires lo hubiera permitido.
Casi en los mismos momentos en que Flores iniciaba su invasión,
volvía «El Chacho» a reanudar su campaña contra Mitre, pero con
resultados tan negativos que en junio de 1863 eran totalmente des-
trozadas sus fuerzas y en noviembre siguiente era el mismo cau-
dillo capturado y degollado por sus perseguidores.
Desde las primeras derrotas de «El Chacho» resolvió Urquiza
mantenerse en buen pie de relaciones con sus viejos adversarios de
Buenos Aires. Dirigió, pues, en junio una nota de adhesión al
Presidente Mitre en que le expresaba que lejos de estimular el al-
eamiento' de las provincias y la guerra civil, era partidario de la
paz y que estaba resuelto a cooperar a la obra reparadora del
Gobierno Nacional. Y tal actitud le obligaba a mostrarse neutral .
en la contienda uruguaya para no obstaculizar el plan de Mitre
contra Berro.
Hubo momentos, sin embargo, en que la política entrerriana pa-
reció inclinada a la acción. Los principales jefes de Urquiza al ad-
herir a un manifiesto de los coroneles Navarro y Berón expresaron
su resolución de alzarse contra Buenos Aires. «Quedamos prontos —
decían ei; noviembre de 1863 — con nuestros soldados para de-
fender en todo tiempo los derechos de nuestra patria contra las
agresiones de los salvajes unitarios.»
Fué en ese paréntesis de acción que las autoridades entrerria-
nas desarmaron una expedición revolucionaria que el comité de
Buenos Aires enviab^ a Flores, y que el coronel Waldino Urquiza,
hijo del vencedor de Caseros, vadeó el Uruguay a la altura de la
(lOI'.IKKXo \)K liEHUO 130
barra del Daymán, al frente de una división de soldados entrerria-
üos «que llevaban su vestuario de gorra de manga, camiseta y
chiripá punzó y un peto blanco para el día de la pelea» según la
crónica de «El Pueblo Entrerriano». En su proclama, publicada al
pisar tierra uruguaya, decía el coronel Urquiza que él venía a
defender al gobierno de Berro contra los unitarios que ayudaban
a Flores, agregando que el general Urquiza había proclamado la
abstención, pero que los acontecimientos le obligarían a cambiar
de modo de pensar.
La división se componía de 180 hombres según «El Pueblo
Entrerriano». Pocos días después anunciaba el coronel Leandro Gó-
mez el pasaje de otra columna de 200 hombres al mando del coro-
nel Gallo Diversas informaciones de la prensa de Montevideo se
encargaron luego de duplicar esas cifras, con ánimo probablemente
de contener al gobierno de Mitre, pero sin referencias a fuentes
susceptibles de ser tomadas en consideración.
Terminado el paréntesis con el degüello de «El Chacho», volvió
el general Urquiza a cuarteles de invierno, y hasta pareció cambiar
de orientación según lo revela este suelto de don Evaristo Carriego,
publicado en enero de 1864 en «El Litoral» de Entre Ríos:
«El coronel Enrique Castro ha estado dos veces en San José
en menos do ocho días, mandado por Flores; a éste y al coronel
Caraballo les ha mandado el general Urquiza algunos caballos de
regalo. El mismo general ha impedido que pasasen más de 300
hombres que se dirigían al Estado Oriental buscando la incorpo-
ración del coronel Waldino Urquiza.»
La intervención del Brasil en la revolución de Flores.
Ya veremos que en el curso del gobierno de Aguirre, que subsi-
guió al de Berro, la colaboración argentina en la revolución de
Flores se intensificó fuertemente, transformándose en verdadera
beligerancia al llegar la oportunidad de dar el golpe de muerte al
Gobierno Oriental.
Vamos a ocuparnos entretanto de la colaboración de las auto-
ridades brasileñas en el proceso de la revolución de Flores, que
circunscripta al principio a una connivencia descarada de las au-
toridades fronterizas de Río Grande, acabó por envolver a todo
el Imperio en la contienda contra el gobierno de Aguirre.
Pero antes de hacerlo, conviene averiguar si en el curso de la
administración Berro llegó a producirse algún conflicto capaz de
136 HISTORIA DEL UBU6UAY
servir ele base o de pretexto a la intervención del Imperio en
nuestras contiendas internas.
¿Existían motívos de agravio?
De que ningún agravio podía haber, instruye este párrafo de
ivna correspondencia inserta en el «Jornal do Commercio» de marzo
de 1864, a raíz de la terminación del mandato presidencial de don
Bernardo P. Berro:
«Sean cuales fueren los errores de que esa administración puede
ser acusada, nunca se le podrá quitar el mérito de haber plan-
teado la moralidad donde dominaba la corrupción, de haber corre-
gido los abusos que degradaban a altos funcionarios del Estado,
que agotaban el Tesoro nacional y reducían a los empleados pú-
blicos y viudas de los militares a la miseria. Todas sus aspiracio-
nes eran honrosas, dignas de un ciudadano que ama a su patria.
No le fué posible en tan poco tiempo transformar completamente
su país obligando a cambiar los hábitos de anarquía y guerra ci-
vil permanente por el hábito del orden que civiliza, por el hábito
del trabajo que enriquece. Pero aún así mucho consiguió, disminu-
yendo poco a poco la influencia de los caudillos de su propio par-
tido y aumentando el bienestar de sus conciudadanos que desde que
se constituyeron independientes nunca gozaron mayor suma de
libertad ni tan largo período tle paz, lo que concurrió bastante
para el progreso sensible que todos observamos en este Estado.»
Tales eran los juicios que acogía en sus columnas el más auto-
rizado de los. diarios de Rfo de Janeiro, órgano oficial de la can-
cillería brasileña en la realidad de los hechos.
Sigamos, sin embargo, a la diplomacia blasileña en .-us protestas
y reclamos durante el gobierno de Berro.
Las reclamaciones brasileñas durante el primer año del gobierno
de BeiTo.
Inició la Legación Imperial sus reclamos en marzo de 1860. Los
Tribunales Habían librado orden de desalojo contra un brasileño y
el Ministro pedía la revocación de esa orden. La respuesta de
nuestra cancillería no admitía réplica: que el interesado podía y
debía presentarse ante el Juez de la causa.
A esa primera denuncia siguió la de un asesinato, que nuestra
cancillería contestó diciendo que el asesino había sido aprehendido
y puesto a disposición del Juez del Crimen.
GOBIERNO DE HERRÓ 137
Luego atacó a la Policía del Salto por un asesinato que según
la vista fiscal no era tal asesinato, sino un suicidio.
Insistiendo en su desconocimiento de los fueros judiciales pro-
testó por segunda vez la Legación y en forma violentísima con-
tra una sentencia de desalojo que «desconocía los títulos legítimos
del ocupante».
«El abajo firmado — decía el Ministro — no puede terminar sin
expresar el sentimiento con que prevé el deplorable efecto que
tendría la sanción del atentado contra el que reclama, cuando el
Gobierno Imperial invocado por ¡a desesperación de los brasileños
residentes en esta República, no puede ni ha de faltar al deber de
prestarles todo el apoyo de que puedan carecer para la sustentación
de sus derechos.»
«Si hay algo notorio, contestó nuestro Miniótrc de Relaciones Ex-
teriores doctor Acevedo, es que los subditos brasileños en el Estado
Oriental gozan de franquicias y exenciones de que carecen en el
país mismo de su nacimiento y de que tampoco gozan los mismos
ciudadanos de la República, para quienes sin ningún género de duda,
y sobre todo en la campaña, es envidiable la situación cíe les bra-
sileños y demás extranjeros pacíficos. Hablar entonces de deses-
peración y de necesidad de una protección exterior, es cuando me-
nos cometer la más notable injusticia.»
Descendiendo luego al fondo de la reclamación, decía el Ministro
que la Policía se había limitado a cumplir las resoluciones judi-
ciales, «y que tratándose de negocios sometidos a los Tribunales,
el Poder Ejecutivo, como había tenido motivo de hacerlo notar otra
vez a la Legación, tenía que abstenerse de toda intervención».
Volvió a insistir la Legación en que los procedimientos judiciales
eran discutibles y cerró la controversia nuestra cancillería con la
declaración de que el Poder Ejecutivo no podía intervenir en
asuntos que pendían ante los Tribunales, pero que en cambio el
despojado tenía abierto el camino para hacer valer sus derechos
ante esos Tribunales.
Más adelante denunció la Legación el asesinato de un brasileño
por la Policía de Tacuarembó, replicando nuestra cancillería que
del sumario instruido y de la propia declaración de la víctima, re-
sultaba que ésta había sido herida casualmente por efecto del dis-
Iiaro de un arma de fuego.
A mediados de año la Legación entabló reclamo contra la in-
vasión de una partida policial de Tacuarembó a Río Grande acom-
pañada de actos de violencia y de robo de caballada. Pero nuestra
138 HISTORIA DEL URUGUAY
cancillería contestó que lejos de haber pasado así las cosas, habían
iúdo los soldados brasileños los invasores al territorio oriental y
los autores de los tiros disparados.
Otro reclamo máo nutrido siguió a ese: el de sei:> atentados co-
metidos en Tacuarembó: des brasileños puestos en cepo de lazo;
i'tros dos enrolados en la Policía a despecho de su nacionalidad;
y dos casas registradas por la fuerza armada durante la noche.
«El Gobierno de la República — concluía la nota — se halla fas-
cinado por una ilusión que si no es disipada, continuará a impo-
sibilitar la represión de males que a S. E. parecen fantásticos».
Contestó nuestra cancillería que en el día se habían pedido infor-
mes a la Jefatura de Tacuarembó y que si los hechos reales tuvieran
la mitad de la gravedad con que aparecían, «el Gobierno tomaría
tales medidas que dejarían completamente satisfecha la vindicta
pública».
Prevenía la Legación en una nota posterior, que desde 185S lle-
vaba entabladas 17 reclamaciones por asesinatos cometidos gene-
ralmente por las policías e impunes todos ellos.
Jja Policía de Tacuarembó volvió a dar tema a la Legación bajo
la acusación de haber secuestrado los hijos de un moreno bra-
sileño, resultando sin embargo del sumario instruido con tal mo-
tivo, que la Jefatura, lejos de raptar, había ofrecido una chacra al
reclamante para que pudiera trabajar.
Por tercera vez se ocupó luego la Legación de diversos reclamos
relacionados con pleitos sobre campos y desalojos ordenados por
los Tribunales, contestando la cancillería que la Policía había ac-
tuado como ejecutora de mandatos judiciales que no era dable
detener.
Ao satisfecho con las explicaciones, volvió el ^linistro reclamante
í' hacer suya la protesta de una veintena de brasileños de Tacua-
rembó, que se decían víctimas de encarcelamientos, de despojo de
campos y ganados, demolición de poblaciones y asesinato de un
individuo. Contestó la cancillería que se trataba de un desalojo
decretado por la justicia ordinaria y de embargos de ganados para
el pago de arrendamientos, acerca de lo cual nada podía hacer el
Poder Ejecutivo, y que en cuanto al asesinato, se daría inter-
vención a la justicia. Poco después avisaba que el asesino había sido
preso y entregado a sus jueces. ^
Antes de finalizar el año, dedujo un nuevo reclamo la Legación,
invocando la existencia de amenazas contra un brasileño y actos de
violencia perpetradas por las autoridades departamentales contra
GOBIERNO ÜE BERRO 139
oiro. Contestó la cancillería respecto de lo primero, que había en-
viado un piquete policial a la estancia del brasileño que se decía
amenazado, y en cuanto a lo segundo que se trataba del cumpli-
miento de sentencias emanadas de las autoridades judiciales res-
pecto de las cuales nada podía hacer el Gobierno.
«Esa declaración — replicó la Legación — que envuelve una
rloctrina contraria a la que en el trato internacional profesan los
Estados soberanos, no puede eximir a la República Oriental del
Uruguay de la obligación que le prescribe la ley de las naciones
entre las cuales figura con todas las prerrogativas de la soberanía.
Sea cual fuere la autoridad especial ejercida por cada uno de los
poderes constituidos en lo interior del Estado, el Gobierno de éste
es ante los de las demás potencias el único responsable de sus
derechos, el único responsable de sus deberes en el orden inter-
nacional».
«Su Señoría — contestó el doctor Acevedo — prescinde absolu-
tamente de la doctrina universal de que un extranjero a su entrada
en el territorio contrae tácitamente la obligación de sujetarse a
las leyes y a la jurisdicción local, ofreciéndole el Estado en cambio
la protección de la autoridad pública depositada en los Tribunales.
No quiere tener presente que al poner el pie un individuo en el
territorio de un Estado extranjero contrae la obligación de some-
terse a las leyes y por consiguiente a las reglas que tiene esta-
blecidas para la administración de justicia. Su Señoría parece
creer que un extranjero que recibe agravios en su persona o su
propiedad puede prescindir de las formas establecidas en el país
de su residencia, dirigirse al representante de su nación y dar causa
en todos los casos a una discusión diplomática. Su Señoría parece
creer igualmente que si un extranjero es juzgado por los Tribu-
rales del país de su residencia y condenado o absuelto por un
3'uez de primera instancia, puede conformarse con esa sentencia, es
decir, no quejarse al superior en la forma prescripta por las leyes,
y dirigirse inmediatamente al representante de su nación para que
haga de juez de apelaciones y revoque o modifique la sentencia
del juez que lo ha agraviado. . . Permita S. S. al infrascripto que
no acepte una doctrina que sería completamente incompatible con
todo orden regular y con lo dispuesto por la ley fundamental de
la República... No habiendo querido hacer uso (el reclamante)
de los derechos que le garanten las leyes del país para obtener el
enderezamiento de los agravios que supone recibidos, no tiene de-
recho a quejarse de otra manera».
140 HISTORIA DEL URUGUAY
Los reclamos tontra el Brasil.
Tales fueron los reclamos interpuestos por la cancillería brasi-
leña durante el primer año de la administración Berro. En general
carecían de base o desconocían la independencia del Poder Judicial
y la índole general y obligatoria de nuestra legislación.
Paralelamente a los reclamos brasileños babían corrido algunos
reclamos de nuestra cancillería con motivo de violaciones del terri-
torio por una partida del ejército del mariscal Canavarro que se
babía internado en el Departamento de Tacuarembó en jira de pro-
paganda electoral, llevando su osadía el oficial que la mandaba
i.asta el extremo de desafiar al Comisario que le invitaba a entregar
las armas; de ataques a mano armada contra el agrimensor don
Martín Pays para obstaculizar la mensura de un campo, reiterados
contra la Policía, sin que las autoridades brasileñas dictaran me-
dida alguna ante las denuncias formuladas; de raptos de varios
niños radicados en el Departamento del Salto y transportados al
ipercado de esclavos de Río Grande, y del abuso — cada vez más acen-
luado entre los brasileños de los departamentos fronterizos — de rea-
lizar sus matrimonios y bautizar sus hijos orientales en el Brasil,
hecho confesado — decía nuestra cancillería — hasta por el propio
Ministro de Negocios Extranjeros del Imperio en esta frase de
uno de los discursos pronunciados desde la tribuna del Senado en
agosto de 1860:
«¡Es conveniente que se sepa que en el Estado Oriental existe
una gran masa de hijos de brasileños que no pudiendo establecer
su domicilio entre noostros, han sido bautizados en nuestras pa-
rroquias de la frontera como medio de adquirir la nacionalidad.
Es una ventaja para nosotros que nos permitirá mejorar la suerte
de nuestros connacionales.»
A los reclamos directos de la cancillería oriental se agregaban con-
linuamente los de nuestra Legación en Río de Janeiro, casi siempre
por rapto de niños y de adultos de color para su venta en el Brasil.
■Cansado don Andrés Lamas de formular denuncias sin ser aten-
didas, presentó en agosto de 1860 a la cancillería brasileña una
relación de los reclamos que todavía estaban pendientes de reso-
lución a contar simplemente desde^ fines de 1856, porque de los an-
teriores ya ni intentaba ocuparse. He aquí un resumen de esa
relación:
Invasión de brasileños armados a Tacuarembó. Incursión de
fuerzas armadas en otras partes del territorio oriental. Torturas
GOBIEaiNO DE BE^IRO 141
infligidas a dos orientales hasta arrancarle el brazo a uno de ellos
y condenación subsiguiente a ocho años de presidio sin permitirse
a las víctimas que interpusieran el recurso de apelación. Saqueo
de una estancia por brasileños. Prisiones arbitrarias en Río Grande.
Quince reclamaciones por rapto de menores de color sacados del
Uruguay para ser vendidos como esclavos en Río Grande, entre
las cuales figuraba el caso de una madre con sus siete hi-
jos! Veinte reclamos relativos a esclavización de personas de
color, nacidas en territorio oriental. Seis reclamos por servicio
militar impuesto a ciudadanos orientales. Tres reclamos exigiendo
el castigo de diversos asesinos. En conjunto, cincuenta y una re-
clamaciones pendientes, decía don Andrés Lamas, «en su casi tota-
lidad desatendidas». -f^
Comentando la actitud de la cancillería brasileña al multiplicar
sus reclamos y desatender los que se le dirigían, decía el doctor
Acevedo en su Memoria de 1860:
«La Legación Brasileña acreditada cerca del Gobierno de la Re-
pública ha parecido pretender que sus nacionales están exentos de
las eventualidades a que están sujetos en cualquier país nuevo
todos los hombres que viven aislados de la sociedad y sin más ga-
rantías a veces que las que pueden ellos mismos prestarse. La au-
toridad en tales casos no sólo es impotente para impedir ciertos
delitos, sino que encuentra dificultades hasta para castigarlos debi-
damente, atentas las imperfecciones naturalísimas de toda sociedad
nueva que recién se está organizando. Si hay algo que admire a
los extranjeros imparciales residentes en la República, es que con-
tándose con medios tan imperfectos para la represión de los delitos,
sean tan pocos los que se cometen... Entretanto el Brasil que no
ha tenido por fortuna las causas de atraso que nosotros, el Brasil
que goza de muchos años atrás de una paz inalterable, no está a
ese respecto más adelantado que la República. Nuestro ex Ministro
Plenipotenciario en la Corte del Brasil se lamentaba de que en
tfoce años de permanencia en aquella Legación no había logrado el
castigo de un solo crimen de los muchos de que habían sido vícti-
mas en aquella época los ciudadanos orientales residentes en el Bra-
sil... Convenciéndose, como creo que ya ha sucedido, los estadistas
brasileños de que no deben exigirnos lo que ellos mismos no pueden
darnos, se dejará a un lado una causa permanente de irritación
y malquerencia. Por nuestra parte haremos siempre como lo hemos
hecho hasta aquí cuanto esté a nuestro alcance para que los crí-
menes no queden impunes, sin cuidarnos nunca de la nacionalidad
142 HISTORIA DEL TRUGUAY
ni del malhechor ni de su víctima. Esa justicia la hacen todos los
hombres sensatos, sea cual fuere su origen o sus afecciones a la
actual administración de la República.»
Disiiiimiyen fuertemente las reclainjaciones brasileñas.
Antes de finalizar el primer año del gobierno de Berro quedaba
suspendida la Legación Oriental en Río de Janeiro, y justificando
esa medida de economía decía el Presidente en su mensaje de aper-
tura de las sesiones ordinarias de la Asamblea en febrero de 1861:
«Las cuestiones pendientes son pocas y de muy fácil arreglo me-
diante, como es de esperarse, buena fe y lealtad por ambas partes.
Se reducen a la convención celebrada sobre perjuicios de guerra
Que fué rechazada por la Honorable Cámara de Senadores en el
período anterior, al arreglo de la deuda que reconocemos al Brasil
y a las recíprocas reclamaciones sobre agravios recibidos por orien-
tales y brasileños en sus personas o en sus propiedades. El Brasil
en presencia de las estipulaciones del tratado sobre préstamos entre
la República y el Imperio, no puede empeñarse en sostener que
quede indefinidamente abierto el expediente de la Deuda Pública,
ni puede desconocer que las condiciones acordadas por circuns-
tancias especialísimas y que no pueden repetirse a la Inglaterra
y a la Francia, no deben ni pueden servir de antecedente para
otros casos.»
En todo el curso del año 1861 sólo alcanzó notoriedad un re-
clamo de la Legación Brasileña sobre atropello a un estanciero del
Departamento de Maldonado, que la cancillería contestó en el acto
anunciando que el Jefe Político se había puesto personalmente en
marcha para averiguar el hecho y proceder en la forma que fuera
necesario.
El Poder Ejecutivo resolvió en 1862 reinstalar la Legación y al
aconsejar que le fuera acordada la venia, decía la Comisión infor-
mante:
«Es notorio, porque es del dominio de los señores representantes
y así lo manifestó el Ministro de Relaciones Exteriores a la Co-
misión especial, que diariamente se presenta el Encargado de Ne-
gocios del Brasil con reclamaciones al Gobierno Oriental. A su vez
el Gobierno tiene por sus delegados políticos en los departamentos
fronterizos avisos frecuentes de hechos que pasan en la frontera.»
Eso decía la Comisión para no revelar las razones de política in-
ternacional que obligaban a reinstalar la Legación en Río de Ja-
GOBIERNO DE BERRO 143
neiro y la Asunción, porque es lo cierto que las reclamaciones por
atropellos habían desaparecido casi del todo.
Apenas se destaca en el trascurso de 1863 un reclamo del Vice-
cónsul de iPaysandú contra el arresto de un oficial brasileño del
ejírcito de Flores, que el coronel Leandro Gómez fundó diciendo
que el arrestado contaba dos entradas en la cárcel como ladrón
cuatrero convicto y confeso y que en la víspera de su arresto había
escrito a su hermano instigándole a que degollara a un servidor del
Gobierno.
Ya en esa época estaba conflagrada toda la campaña, y los cua-
treros brasileños hacían importantes incursiones al territorio orien-
tal para llevarse todos los ganados que podían.
Nuestra cancillería cansada de denunciar robos amparados por
las autoridades fronterizas, propuso a la de Río de Janeiro una
reglamentación salvadora. Todo exportador de tropas debería llevar
un certificado del vendedor visado por la autoridad local más pró-
xima, quedando facultadas las autoridades brasileñas en caso de
no exhibirse el documento o de existir dudas acerca de su auten-
ticidad para embargar los ganados y proceder a su venta inme-
diata, depositándose su importe a la orden del que justificara
sus derechos de propiedad. La cancillería brasileña no contestó y
la Legación reiteró su nota apremiada por la multiplicidad de las
denuncias de saqueos que seguía recibiendo, pero con el mismo re-
sultado negativo, sin conseguir arrancar de su silencio a la can-
cillería imperial!
Por ese lado, pues, no podía encontrar pretextos el Imperio para
intervenir a favor de la revolución de Flores.
¿Habría otros motivos de agravio? ¿Los tratados?
Tres tratados con el Brasil alcanzó a planear la administración
Fereira: el de comercio, el de permuta de territorios y el de neu-
tralización de la República.
El de comercio estaba ya ratificado y en plena ejecución al tiempo
de subir don Bernardo P. Berro a la presidencia de la República.
Pero los otros dos proseguían aún sus trámites parlamentarios.
El tiíatado de permuta.
En marzo de 1860 entró a figurar nuevamente en la orden del
día del Senado el tratado de permuta de territorios, ya rechazado
144 HISTORIA DEL URUGUAY
en 1858 y vuelto a estudiar entonces a pedido del Gobierno de
Pereira que no se conformaba con la resolución adoptada.
Era enteramente desfavorable el nuevo dictamen de la Comisión
de Legislación.
«La Comisión — decía — ba reconocido la trascendental impor-
tancia que un pacto internacional de esa clase podía traer en el
futuro, y ha juzgado que para salvar el principio de la integridad
del territorio nacional tan menoscabado por el tratado de límites
ce 1851, la República debía adoptar como base indeclinable de su
política internacional, la no alteración de la actual línea de fron-
tera con el Brasil, para no establecer un precedente que diera pre-
texto para alteraciones posteriores... Tratándose precisamente de
un Estado limítrofe que ha dado repetidas pruebas de que sólo es-
pera circunstancias angustiosas para la República para entonces
apropiarse grandes zonas de nuestro territorio nacional, sería lo
más peligroso para nuestra propia seguridad establecer tratados
de cesión de territorios bajo el pretexto de permuta o cualquier
otro que después servirían de precedente para negociar otros y
otros en circunstancias adecuadas para su logro. El único ante-
mural que debe oponerse en este grave peligro, es establecer en la
ct)nciencia pública, en el corazón de la Nación, que ella tiene por
principio de su política no ceder nunca por nada ni por nadie un
solo palmo de su territorio, para que así el sentimiento nacional
condene como una traición a la patria la negociación de esa es-
pecie. . . La regularización de la línea de frontera sería para el
Gobierno Imperial una nueva fuente de adquisiciones territoriales
en nuestra frontera, • ctmo ya lo fué el utí possidetis, con motivo
del tratado de 1851, en que se reconoció como poseído por el Imperio
lo que nunca había poseído porque era parte del territorio de la
República.»
El gobierno de Berro, que recién se estrenaba, pasó en el acto
un mensaje al Senado solicitando el aplazamiento del asunto a fin
de proceder a su estudio. Y pocas semanas después pedía el retiro
definitivo del tratado, alegando que no lo consideraba aceptable, y
el Senado así lo resolvía en los términos que demuestra esta mi-
nuta de comunicación sancionada en marzo de 1861-
«El Poder Ejecutivo al establecer en dicha nota que no con-
sidera aceptable ese proyecto de tratado viene a confirmar el jui-
cio que en tal concepto había formado la Cámara de Senadores y
que fué la causa por que sancionó su desechamiento desde la pri-
mera discusión. Pero como circunstancias posteriores han venido a
GOBIERNO DE HEKKO 145
demostrar la inconveniencia del tratado de permuta y hasta hacer
imposible bU aceptación, sobre todo desde que se ha pretendido
hacer valer su aprobación como una condición impuesta para la
-ejecución de otros tratados, la Cámara de Senadores accede al retiro
simple de los antecedentes de dicho asunto que pide el Poder Eje-
cutivo».
Como consecuencia de ello la villa de Santa Anna no constituyó
su ejido en territorio oriental y el Imperio se quedó con el Rincón
de Artigas que había ofrecido en permuta al gobierno de Pereira.
Los tratados de neutralización.
Pocas semanas después abordaba el Senado el estudio del tra-
tado de neutralización suscrito en 1859 por los plenipotenciarios
del Uruguay, Brasil y Argentina y el proyecto complementario que
autorizaba a garantizar la neutralización del territorio uruguayo
por Inglaterra. Francia, España, Estados Unidos y otros países, ya
sancionado este último por la Cámara de Diputados, y desprovisto
de toda sanción el otro.
Refiriéndose al primero, decía el doctor Ambrosio Velazco, miem-
Jjro de la Comisión de Legislación:
Ese tratado contiene limitaciones a la soberanía que se hacen de-
rivar de la Convención de 1828 en que la República no tomó parte.
Nuestra soberanía es plena y no podemos ni debemos aceptarla con
limitaciones. La República puede declarar su neutralidad por sí
misma, sin abdicar de su soberanía. El tratado somete al Uruguay
2 un pupilaje perpetuo. Existe un positivo peligro en entrar con
los países vecinos en convenciones que alteren la condición de
nuestra absoluta independencia, promoviendo con ello otro fac-
tor de disturbios civiles que no dejarían de utilizar algunos de
esos mismos vecinos. No se pide a las grandes potencias que ga-
ranticen nuestra independencia absoluta, sino nuestra independencia
limitada. Se declaran los países limítrofes obligados a defender
nuestra independencia, pero ellos se reservan decir cuándo inter-
vendrán, pudiendo ocurrir entonces que no quieran intervenir cuando
la República lo juzgue necesario, o que intervengan contra el voto
expreso de la República. El país no actúa para nada. Son sus li-
mítrofes los de la iniciativa, sin que podamos pensar en el re-
curso del arbitraje desde que el Brasil y la Argentina se han re-
husado expresamente a incorporarlo al tratado.
Puesto el tratado a votación, se pronunciaron nueve senadores
por el rechazo y uno por la aceptación.
10 -V
146 HISTORIA DEL UKITGUAY
El proyecto complementarlo del doctor Joanicó que autorizaba a
gestionar la garantía de las grandes potencias, fué rechazado tam-
bién a mérito de las mismas razones invocadas por el doctor Ve-
•Jazco contra §1 tratado de neutralización.
La liquidación de la deuda por perjuicios de guerra.
Otra grave cuenta de la administración Pereiía tenía que li-
quidar el gobierno de Berro: la relativa al establecimiento de una
Comisión mixta para el arreglo de los créditos provenientes de
perjuicios de la Guerra Grande, solicitada a la Legación Orien-
tal en Río de Janeiro apenas conocido el buen éxito de las ges-
tiones de la Inglaterra y de la Francia, prometida luego por nues-
tra cancillería y acordada finalmente en un protocolo suscripto
en 1858 por el Ministro Carreras y el Ministro Amaral, según el cual
!os perjuicios sufridos por los subditos brasileños durante la Gue-
ira Grande serían resueltos en cuanto a su justificación y a su
monto por una comisión que nombrarían el Gobierno Oriental y el
GjSbierno Brasileño.
El protocolo quedó encarpetado en la Cámara de Senadores hasta
mediados de 1860, en que fué informado desfavorablemente por la
Comisión de Legislación.
El tratado de préstamos de 1851 — decía la Comisión en su in-
forme — estableció la forma general de liquidación y consolida-
ción de la deuda del Uruguay en términos que son tan obligatorios
para el Gobierno Brasileño como para el nuestro. La ley de julio
de 1853 sobre perjuicios de guerra fué dictada con el fin de re-
glamentar la liquidación general de la deuda y de acuerdo con el
tratado con el Brasil. Pacticada, pues, la liquidación ordenada por
esa ley y por el tratado, no puede el Brasil pretender que se abra
en su beneficio una nueva liquidación. La concesión especial que
la ley de 1855 otorgó a Francia e Inglaterra es posterior al tratado
y no puede ser invocada por el Brasil. Y la promesa hecha por el
Ministro Lamas al gabinete imperial de que se le acordaría esa
concesión no puede producir oliligaciones internacionales.
Tan convincentes eran estas razones, que el Senado no vaciló
en votar el rechazo del convenio de acuerdo con el dictamen de su
Comisión de Legislación. Los reclamos franco-ingleses — decía
el doctor Velazco : — han resultado intolerables. Pero mucho más
tendrían que serle los de los brasileños, si se considera que ellos
(xpLotan una considerable superficie de nuestro territorio.
GOHIKKNO l)K HERRÓ !47
La Legación Brasileña al acusar recibo de la nota en que el
Poder Ejecutivo le comunicaba el rechazo, contestó que el proto-
colo fíe había firmado como consecuencia de la protesta del Bra-
sil contra la ley disolutoria de la Comisión de perjuicios de guerra,
y que la actitud del Senado hacía' revivir la protesta.
Ocupándose de esa protesta volvió a decir la cancillería oriental
en su Memoria de 1861, que la exigencia del Imperio estaba en
pugna con los tratados de 1851; que la ley de perjuicios de guerra
había sido dictada espontáneamente por las Cámaras; que circuns-
tancias especiales que no podían repetirse, habían forzado al Uru-
guay a otorgar concesiones especiales a Francia e Inglaterra, y
que puesto que el protocolo con el Brasil sólo podía adquirir va-
lidez con la ratificación legislativa, no habiéndose ésta producido,
debía darse por terminado el incidente. Entendía, sin embargo,
la cancillería que para solucionar ese y otros asuntos convenía des-
pachar una misión especial a Río de Janeiro.
Llevando adelante su programa, pidió explicaciones la Legación
Brasileña acerca del cumplimiento de la cláusula del tratado de
préstamos que establecía que luego de desembarazadas las rentas
generales y especialmente la de Aduana de los empeños que las
gravaban, quedarían todas ellas hipotecadas al pago de los prés-
tamos brasileños.
Esos empeños anteriores — respondió la cancillería oriental —
subsisten todavía. El Gobierno se propone actualmente arribar a
la liquidación general de la deuda, y el Brasil «que ha trillado
1;; misma senda como todas las demás naciones; que a pesar de
su poder y de sus vastos recursos tiene todavía aplazado indefi-
nidamente el pago de su deuda anterior a 1827 y una gran parte
de su deuda interna, sal)e por experiencia propia cuan difíciles
y morosas son naturalmente estas operaciones y debe sorprenderse
más bien de que haya sido acometida por un gobierno que cuenta
apenas seis meses de existencia, en lo cual trae seguramente la más
positiva garantía del interés que le inspiran sus acreedores legí-
timos».
Insistió la Legación en recabar informes más precisos y enton-
eles la cancillería reprodujo una nota del Ministerio de Hacienda
con les datos que subsiguen:
Están pendientes y son anteriores a los préstamos brasileños:
un crédito de los compradores de la renta aduanera de 1849 y
1850 con saldo de 120,000 pesos amén de gruesas sumas de inte-
reses; los créditos de los señores Maines, por 200,000 pesos; el
148 HISTORIA DEL URUGUAY
crédito del señor Gounouilliou, por un millón de pesos; el crédito
de los señores Costa Hnos., por un millón de pesos, cuyo monto
Liuedaría cuadruplicado si hubiera que liquidarlo sobre las bases
del convenio que el Gobierno Oriental celebró con el Brasileño; el
crédito de Antonini por 300,000 pesos; la deuda inglesa contraída
durante la intervención con capital de 300,000 pesos, y la francesa
con monto de 1.200,000.
«Y gran cantidad de letras, vales y papeles provisorios girados
sobre ella (la renta aduanera) ; papeles que todavía están en li-
quidación, por cuyo motivo no puede conocerse exactamente su
importe pero que no bajarán de tres a cuatro millones. Sabido es
que el Gobierno durante la larga guerra civil que devoró la for-
tuna pública y las particulares, vendía anticipadamente a vilísimo
precio la renta de Aduana, reservándose una cuarta parte de ella,
sobre la cual hacía sus giros y libramientos, gastando como era
consiguiente una suma diez veces mayor que la que obtenía de
las rentas, motivo por el cual los compradores de un año retenían
para el siguiente o para los siguientes la posesión y administración
de la Aduana y sus entradas hasta reembolsar el capital adelan-
tado sobre ella. Así es que cuando se celebraron los tratados de
1851 estaban todavía por cobrarse los compradores de la renta de
Aduana de 1848, 1849, 1850 y 1851, y por satisfacerse los milla-
res de libramientos hechos sobre la cuarta parte que el Gobierno
se había reservado en los remates. Una cosa tan pública, tan no-
toria como esta y que pasaba a la vista de la Legación Brasileña,
no podía ser ignorada por el Gobierno Imperial ni por los nego-
ciadores del tratado de préstamos de 1851. Debe creerse, pues, que
con el más pleno conocimiento de la situación financiera del Go-
bierno de Montevideo y de los empeños especiales de la renta de
Aduana, fué estipulada la obligación impuesta a la República de
satisfacer la deuda brasileña cuando la dicha renta quedara libre
de compromisos anteriores, para lo cual es evidente que se ne-
cesitan muchos años».
Poco después procedía el Poder Ejecutivo, de conformidad a la
ley de 1860, al nombramiento de la Comisión encargada de cla-
sificar y liquidar los créditos contra el Estado, dando pretexto coa
ello a una nueva protesta de la Legación Brasileña.
Trátase — decía la Legación — de una ley opuesta a los ajus-
tes existentes, de una ley que se ha dictado «sin previa audiencia
del Gobierno Imperial». La Junta de Crédito Público fué creada
en virtud de un convenio diplomático, y para dejarla sin efecto se
GOBIERNO DE BERRO 149
requiere el acuerdo de ambos países. La nueva ley declara, por
otra parte, prescriptos los documentos de crédito contra el Es-
tado anteriores a 1852 que no fueron presentados a la Junta de
Crédito para su clasificación y liquidación, y esto desconoce «el
incontestable derecho de protección fundado en los deberes del
Gobierno Imperial». Si ha habido demora en los reclamos es por
efecto de causas superiores a la voluntad de los reclamantes.
«La Nación Oriental del Uruguay — contestó el Ministro doctor
Acevedo — al dictar esa ley por el órgano de sus legítimos re-
presentantes, no hizo más que usar del derecho que tienen todas
las naciones libres y de que han usado todas las naciones civili-
zadas del vi^jo y nuevo mundo. Desconocer el derecho con que una
nación establece el plazo dentro del cual se presentarán las re-
damaciones que hayan de hacerse contra ella, aplicando la pena
de prescripción a los que no hayan hecho uso de sus derechos
dentro de los plazos fijados, es desccnccer uno de los principales
atributos de la soberanía y de la independencia. S. S. parece pre-
tender que por la convención de 12 de octubre de 1851 quedó el
Gobierno de la República bajo la dependencia del Brasil e inha-
bilitado por consiguiente para adoptar cualquier medida sobre la
hacienda pública sin previa autorización del Brasil. Sería absurda
semejante conclusión. Si S. S. hubiese procurado algún medio
para hacer odiosos los tratados de 1851, no encontraría ninguno
más propio que semejante pretensión».
Otra nota más pasó la Legación con ocasión del mensaje pre-
sidencial de apertura de las sesiones ordinarias de la Asamblea
en 1862.
«Las dificultades que se suscitaron con motivo del tratado de
permuta — decía en ese mensaje el Presidente Berro — han que-
dado allanadas, habiendo ordenado el Gobierno de la República y
el del Imperio la ocupación de los terrenos respectivos propuestos
para la permuta. . . De conformidad con lo estipulado en el tra-
tado de comercio y navegación de 12 de octubre de 1851, acordé
(lue se hiciera a la otra parte contratante la notificación con-
venida, declarando terminadas a la expiración del plazo fijado en
ti tratado las exenciones para la exportación libre de todo de-
recho del ganado en pie del Estado Oriental para la Provincia de
Río Grande... Redúcense las cuestiones pendientes con el Brasil
a la convención sobre perjuicios de guerra que fué dése -'lala por
la Honorable Cámara de Senadores, al arreglo üe la deuda nue
reconocemos al Brasil y a algunas reclamaciones sobre agravios
150 HISTORIA DEL UBUGUAY
recibidos por orientales o brasileños en sus personas y propiedades,
habiendo quedado resueltos algunos de estos últimos haciéndolo
recíproca justicia ambos Gobiernos. Insisto en manifestares que
el Brasil, en presencia de las estipulaciones del tratado de prés-
tamos entre la República y el Imperio, no puede empeñaise en
bostener que quede indefinidamente abierto el expediente de la
deuda pública, ni desconocer que las concesiones acordadas por
circunstancias especiales a la Inglaterra y a la Francia no de-
ben considerarse como antecedentes para otros casos. Por lo que
respecta a la deuda, ella será arreglada con la misma buena fe
con que he arreglado con otros acreedores del Estado».
Pedía la Legación a la cancillería oriental que dijera si los
reclamos por perjuicios de guerra de sus nacionales serían sa-
tisfechos y atendidos en la misma forma que los de la nación más
favorecida.
Los brasileños — contestó la cancillería oriental — como los
demás habitantes del Estado, obtuvieron por la ley de julio de
1853 el reconocimiento de los perjuicios de guerra. No se les ha
negado, pues, ese derecho. Lo que se les niega es la apertura de
un nuevo plazo después de cerrado el monto de la deuda. La con-
cesión otorgada a Francia e Inglaterra no puede servir de pre-
cedente. El Gobierno actual no la habría otorgado. Si ahora se
abriese de nuevo la puerta para los brasileños, habría que abrirla
para los españoles, para los italianos, etc. «El Presidente de la
República está irrevocablemente dispuesto a no prestarse a nuevas
concesiones sobre perjuicios de guerra, sean cuales fueren las
circunstancias que sobrevengan».
AmenazHvS a que da lugar la actitud del gobierno de Beri-o.
Véase lo que decía a mediados de 1860 el doctor Párannos en la
Cámara de Diputados del Brasil, contestando uno de los discursos
relativos al mensaje de la Corona:
«Si el noble diputado quiere decir que debemos sacrificar nues-
tros intereses, nuestra paz, nuestra prosperidad al bienestaír y
prosperidad de nuestros vecinos, ninguno dejará de concordar con
el noble diputado. ¿Mas quién es el que ha sostenido entre nos-
otros semejante política?... El Gobierno Impenial interviniendo
alguna vez lo ha hecho por intereses esenciales del Imperio... Si
el noble diputado quiere examinar con la imparcialidad de que
es capaz la intervención del Imperio, los auxilios prestados por
GOBIERNO UE BERRO lÓI
nuestro Gobierno, verá que esos actos fueron aconsejados por po-
derosos motivos, por interese.-; indeclinables de nuestro país.»
¡El interés del Imperio! Tal era, efectivamente, la primera idea
directriz de la diplomacia brasileña, y naturalmente la única que
se confesaba. La segunda, que constituía su complemento, — la ab-
sorción del territorio uruguayo, — esa estaba en el fondo de todos
los planes, pero no se publicaba por temor a las complicaciones
que inevitablemente tenía que producir.
Dos meses más tarde, refiriéndose a protestas del barón de Mauá
contra el rechazo del protocolo relativo al establecimiento de la
Comisión mixta, decía ante el Parlamento Brasileño el Ministro
Sinimbú:
«Es una nueva manifestación de hostilidad contra el Brasil, pero
esté cierto mi noble amigo (Mauá) que esto no traerá perjuicio
a los brasileños; tenemos la promesa solemne del Gobierno Orien-
tal de que los brasileños han de ser puestos en las más favorables
condiciones que fueron concedidas a los franceses e ingleses que
sufrieron depredaciones durante la guerra civil... Si el Gobierno
no cumple, nosotros procuraremos hacerlo cumplir, porque son de
aquellas cosas en que una intervención está muy justificada.»
¡Hasta de declaración de guerra al Uruguay llegó a hablarse en
el Brasil! Uno de los órganos de la prensa fluminense, «Diario do
Río Janeiro», reaccionando contra otro artículo en que había dicho
que el Brasil «estaba exhausto de recursos para entrar en lucha
centra el Estado Oriental», exclamaba en agosto de 1860 haciendo
coro a los exaltados:
«Podemos y debemos hacer la guerra al Estado Oriental, cuando
y como la quiera, visto que la desea y la provoca por todos los me-
dios.»
El «Jornal do Commercio» refutó ese artículo y dijo que «Diario
do Rio Janeiro» quería la guerra. A su turno el Presidente del
Consejo de Ministros contestando una interpelación del Senado
declaró que se trataba de un órgano de oposición, agregando que
no había desinteligencia seria oue justificase tales apreciaciones.
Pero las apreciaciones estaban en el ambiente y del ambiente las
recogía «Diario do Rio Janeiro».
La actitud del Gobierno Oriental — decía en junio de 1861 la
Legación Brasileña — comentando una de las notas de nuestra can-
cillería relativa a perjuicio.^ de guerra — trae «una alternativa en
que la elección ha de hacer pesar sobre una de las dos partes inte-
í-esadas la responsabilidad de graves covrplicacio7ics que ambas
152 HISTORIA DEL XIBUGUAT
deben esforzarse por evitar». Una parte de las reclamaciones por
perjuicios de guerra pertenecientes a brasileños quedó liquidada y
feu importe fué reconocido en pólizas que luego se depreciaron y
que parcialmente entraron en la conversión pactada con el Ban:o
Mauá. Otras de las reclamaciones brasileñas no fueron liquidadas
n no entraron en la conversión Mauá, y son esas reclamaciones las
que deben ser sometidas al fallo de la Comisión mixta. El pro-
yecto de Comisión mixta ha sido, entretanto, rechazado por el Se-
nado, y el Gobierno Oriental parece irrevocablemente dispuesto a
no prestarse a nuevas convenciones sobre perjuicios de guerra,
?ea''n cuales fueran las circunstancias que sobrevengan.
Si esas resoluciones prevalecieran — concluía la nota que ex-
tractamos del Relatorio de 1862 — quedarían prescriptas las recla-
maciones brasileñas. Pero el Gobierno Imperial no puede aceptar
■que sus connacionales queden privados de sus derechos.
Tales eran las amenazas de la cancillería y de la Legación. Para
darse cuenta de su absoluta injusticia bastará recordar que pot
uno de aquellos célebres tratados de 1851 que el Brasil arrancó al
Uruguay en días de grandes apremios y bajo la acción de la
fuerza, se establecía expresamente que el Gobierno Oriental decla-
raría en liquidación todas sus deudas el 1.° de enero de 1852; que
i.ombraría una Junta de Crédito Público encargada de practicar
fcu liquidación y clasificación; que convertiría los créditos recono-
cidos en títulos de deuda consolidada; que cerraría la contabilidad
una vez terminada la liquidación y clasificación, y que fijaría un
plazo determinado para la presentación de todos los documentos
justificativos.
El Uruguay cumplió las estipulaciones del tratado, estableciendo
la Junta de Crédito Público, llamando a todos los acreedores y
fijando un plazo para la presentación de todos los documentos
justificativos. Después del tratado y sin que mediara ninguna esti-
pulación internacional, la Asamblea resolvió reconocer e indemnizar
los perjuicios de guerra y acordar a los Gobiernos de Inglaterra
y de Francia el privilegio de que los reclamos de sus. connacionales
fueran resueltos por una Comisión mixta, sin extender ese mons-
truoso privilegio al Brasil como tenía el perfecto derecho de ha-
cerlo.
Al protestar contra el rechazo del Senado alzábase, pues, el Go-
bierno Imperial contra sus propios resortes de presión de 1851
que habían obligado al Uruguay a fijar plazos para la liquidación
6e su deuda y presentación de los documentos justificativos, plazos
GOBIEKXO DE PERRO 153
vencidos como que hasta la misma Junta de Crédito Público es-
taba disuelta, y alzábase a la vez contra la ley de perjuicios de
guerra, cuyos plazos igualmente vencidos debían reabrirse, en sa
concepto, para que los brasileños omisos tuvieran oportunidad de
presentar reclamos ya irrevocablemente prescriptos.
La cancillería brasileña, que en forma tan exigente asumía la
defensa de esos acreedores omisos, dejaba, en cambio, apolillar en
sus archivos los más incontestables reclamos uruguayos. En 18G1
pasó don Andrés Lamas al marqués de Abrantes una nota en que
citaba como ejemplos de desatención estos tres casos de conside-
rable antigüedad:
El empréstito forzoso pero reintegrable impuesto a la población
de Montevideo en 1823. Las reclamaciones relativas a ese emprés-
tito fueron entregadas por el Gobierno Imperial a una Comisión
que funcionó en Río de Janeiro y que todavía no se ha expedido
a pesar de los cuarenta años transcurridos! ;
Los fondos del Consulado de Montevideo extraídos con calidad
de reintegro por el barón de la Laguna, y les extraídos violenta-
mente en 1828 por el barón de la Calera. La Legación Oriental
entabló sus reclamos en 1830 y aunque el Gobierno Imperial pro-
metió atenderlos de inmediato, no se preocupó del asunto a pesar
de las constantes reclamaciones de la Legación, oponiendo «siste-
máticamente el más inquebrantable silencio a todas nuestras re-
clamaciones; porque ni aún acusaba el recibo de nuestras notas»;
Y los ganados a/rrebatados por el barón de Yacuhy. «Saben todos
cuándo y cómo el barón de Yacuhy al frente de gente armada del
Brasil entró al territorio oriental y extrajo de ella gran número
de ganados par más de una vez, ocasionando ese y otros perjuicios
a los habitantes del país. El Gobierno Imperial no castigó al barón
ni mandó restituir los ganados de que violentamente se apoderó e
introdujo en la Provincia de Río Grande del Sur. Por el contrario,
poco después le dio un mando militar importante en el ejército
que hizo la campaña de 1851».
Los perjuicios causados por el barón de Yacuny — concluía el
doctor Lamas — fueron realizados bajo la responsabilidad del Bra-
sil, y sin embargo se hacen figurar entre los reclamos de guerra a
cargo del Tesoro oriental!
El Gobierno del Bi'a.sil suspende el tratado de eoniercio de 1857.
La atmósfera de Río de Janeiro se había ido caldeando por
efecto de los incidentes y contiendas diplomáticas a que arrastrab:i
154 HISTORIA DEL URUGUAY
la política imperial de acuerdo con sus planes de absorción 'íe
r.uestro territorio.
Creyendo asestar a las industrias uruguayas un golpe de muerte,
resolvió el Gobierno Imperial en septiembre de 1860 suspender el
tratado de comercio ajustado en 1857. Invocaba en apoyo de esa
medida, que por notas reversales de septiembre de 1858 entre el
Ministro doctor Lamas y la cancillería imperial, había quedado
establecido que el tratado de comercio caducaría en el caso de que
no fuera aceptado el de permuta de territorios que el Gobierno
Oriental acababa de rechazar.
Pudo el Presidente Berro desconocer esas notas reversales que
se habían mantenido en absoluta reserva y que en realidad no
formaban parte integrante del tratado de comercio ajustado, apro-
bado y ratificado en forma lisa y llana, sin condiciones de ninguna
especie. Pero persuadido, sin duda, de que el Imperio amontonaría
dificultades y entorpecimientos en sus aduanas para obstaculizir
las corrientes comerciales, optó sin vacilar por la caducidad del
tratado de comercio, y así lo comunicó en respuesta a la Legación
Brasileña.
' Adoptó a la vez nuestro Gobierno diversas resoluciones encami-
nadas a contrabalancear la política del Imperio: supresión del á %
de exportación sobre las carnes saladas, de acuerdo con la facultad
que amoldaba al Poder Ejecutivo la ley de junio de 1S59; resta-
blecimiento de los derechos generales sobre los artículos de pro-
cedencia brasileña; exención de almacenaje por un año a favor
de las mercaderías reembarcadas por nuestra Aduana con destino
al comercio de tránsito; exención de los derechos de eslingaje a
favor de las mercaderías salidas del Salto para los territorios limí-
trofes, vía de Santa Rosa y Cuaredm y viceversa; habilitación del
puerto de la Colonia para las operaciones de trasbordo y depósito.
Comentando estas medidas decía «La Confederación», uno de los
órganos de la prensa argentina:
«El Gobierno Imperial delata el tratado de modificaciones espe-
rando sin duda que sus vecinos, debilitados por la lucha histórica
que iiiaiitiivieríiii, Si- apr ',-uraii m a doblar las ofrendas para des-
armar la altanera pretensión de aquel vasto y rico Imperio. Pero
el Gobierno Oriental burla esas esperanzas quiméricas con gnn
sorpresa de sus exigentes vecinos; le retira de golpe las conc?.-
siones demasiado favorables que con detrimento del país se le
habían hecho y coloca al comercio y las industrias del país en el
mismo caso que a todas las demás. Ahora en el sentido económico
G06IEBN0 DE BEStBO 1^»^
el Gobierno vecino se anticipa a dar otro golpe muy certero, apro-
vechándose de la mezquindad y la ignorancia de nuestros esta-
distas liberales. Mientras éstos tratan de monopolizarlo, de cen-
tralizarlo todo... el Estado Oriental descentraliza, esparce el co-
mercio y sus ventajas por todos los puertos, y a fuerza de liber-
tades y a fuerza de estímulos concluirá por absorberse las ventajas
del comercio argentino, por herir de muerte a nuestro naciente co-
mercio del Uruguay, dándole al mismo tiempo un golpe en la
cabeza a Buenos Aires.»
Adhiere la Comi.sión Permanente a la actitud del gobiei-no do
Berro.
El Poder Ejecutivo dio cuenta a la Comisión Permanente de Us
medidas que había adoptado para contrarrestar el golpe asestado
al comercio uruguayo.
La subcomisión encargada de practicar el estudio del asunto, pro-
dujo un dictamen en que aconsejaba que los decretos fueran pasados
oportunamente a la Asamblea, y agregaba, solidarizándose con la
actitud del Poder Ejecutivo:
El tratado de comercio fué sancionado por la República en 1857
lisa y llanamente sin condición alguna relativa al tratado de per-
muta. El Gobierno Oriental ha cumplido todas las obligaciones que
legalmente se impuso. Los actos del plenipotenciario sin sanción
legislativa no dan acción ni imponen deberes a las naciones regidas
por el sistema representativo. Al votarse el tratado de comercio
por la República, no se conocían las notas reversales que sirven
ahora de base para la denuncia del tratado. El despacho de la
Legación Oriental anunciando el canje de las ratificaciones y la
ejecución del tratado, es de fecha posterior a la que llevan las
notas reversales, y en ese despacho no se hace mención alguna a
la condición acordada al efectuarse el canje. Tampoco hace mención
alguna al respecto el Relatorio de la cancillería del Imperio. El
Gobierno Oriental empero, sin reconocer el derecho con que se ha-
ce la denuncia, está de acuerdo en que el tratado quede sin efecto.
Un largo e interesante debate se produjo a raíz de la lectura de
este informe en sesión plena de la Comisión Permanente.
Para el doctor Cándido Joanicó la condición resolutoria no había
sido comunicada en tiempo ni al Parlamento Oriental ni al Parla-
mento Brasileño, y sólo así se explicaba que el tratado de comercio
llevara ya dos años de vigencia en uno y otro país sin que nadie
156 HISTORIA DEL UBUGÜAT
hubiera invocado esa condición desconocida. «En cuanto al proceder
del gabinete imperial, agregaba, por más que quisiera ver lo con-
trario, tiene tanto de furtivo y digámoslo así de carácter subrepti-
cio, que no sé cómo conciliario con la lealtad de aquel Gobierno
liacc alai de. Y venir todavía ccn semejantes antecedentes, echan-
do en rostro al Gobierno Oriental la falta de cumplimiento a las
obligaciones contraídas, es algo que me parece incalificable».
El doctor Ambrosio Velazco aprovechó la oportunidad para for-
mular el proceso de la odiosa política del Imperio.
«Este país — dijo — nunca estuvo en una situación más ventajosa
y respetado del Brasil que desde el año 28 hasta la gran convulsión
política interna que después tuvo lugar y que tomó proporciones
colosales en 1843. Entonces este país no tenía ni los tratados en
cuestión, ni tratados de comercio, ni de .límites. Tenía los que le
daban su poder y la dignidad de los jefes que entonces estaban
p\ frente de la República. Triste es decirlo: nunca la República
fué más respetada que en esa época de los gobiernos que han
hido llamados de caudillos, que si tenían males tenían esto en
compensación para mitigar uno de sus tantos y no pequeños ex-
cesos. Al general Rivera no le propusieron tratados; al general
Oribe no le propusieron tratados de esa clase. Eí; después, pre-
valido de nuestras desgracias políticas y de esas mismas con-
vulsiones que las ambiciones internas ocasionaron, que el Brasil
he aprovechó para entrar en esa vía en que ha entrado y en que
ha seguido hasta aquí, con suma habilidad y con suceso. Estos
repetidos desengaños me hacen opinar que la mejor política a .se-
guir en nuestro país es volver al estado en que estábamos, con
la diferencia que hoy el país es más fuerte, más poderoso y que
haciendo uso de sus medios no tiene por qué temerle. No se le haga
injusticias, pero no se le haga concesión alguna».
Por el tratado de 1851 — agregaba el doctor Velazco — el Brasil
franqueaba las fronteras de Río Grande a nuestras carnes, conce-
diéndonos una franquicia inútil, desde que esa provincia era pro-
ductora del mismo artículo, y por el tratado de 1858 si franqueaba
todos los puertos era porque al mismo tiempo obtenía el contrato
Mauá sobre conversión de deudas, a base de un 4 'r sobre la ex-
portación de nuestras carnes encaminado a manter.er las ventajas
del producto similar brasileño.
Terminado el debate, la Comisión Permanente dirigió al Poder
Ejecutivo una minuta de comunicación de amplia solidaridad ccn
su actitud.
GOBIERNO IJK BEKRO 157
Declaraba en ella que se había «impuesto con satisfacción de los
decretos dictados»; que el Gobierno había usado de un derecho per-
fecto en defensa de les intereses de la Nación y que «bien pudiera
haber llevado el ejercicio del derecho de represalia hasta la denuncia
de todos los tratados» existentes entre la República y el Brasil.
Poco después era convocada la Asamblea y el Poder Ejecutivo
volvía a dar cuenta ante ella de las medidas adoptadas en vista de
la anulación del tratado de comercio. Advertía en su mensaje que
en sustitución del 4 ''/<- de exportación sobre las carnes suprimido
para compensar el recargo que iban a soportar nuestros productos
en las aduanas brasileñas y conío medio de que no sufriera merma
el servicio de la deuda pública a que estaba afectada aquella renta,
había establecido un derecho de 2 9( sobre la importación.
lEl Senado se apresuró a votar una minuta de comunicación en
que fundaba así su adhesión a la actitud del Poder Ejecutivo:
«No puede admitirse el pretexto que invoca el Brasil para de-
clarar nulo el tratado. Las llamadas notas reversales no (Constituyen
una obligación para el Uruguay, desde que no han respetado las
formas constitucionales. El Poder Ejecutivo debe hacer efectiva
la responsabilidad en que ha incurrido el plenipotenciario don
Andrés Lamas al recibir y contestar esas notas».
«Los humillantes ofrecimientos — agregaba — que ese funcionario
reconoce y acepta lisamente en esas notas para disponer del terri-
torio de la nación con prescindencia completa de la Constitución y
de todo sentimiento de dignidad nacional, aunque no constituyen
obligaciones legítimas para la República, son hechos de la más alta
gravedad que ponen de manifiesto los abusos cometidos por parte
de aquel funcionario en el desempeño de la misión que se le ha en-
comendado. Consideraciones de rigurosa justicia y las conveniencias
políticas exigen que las autoridades constitucionales no dejen sin
la debida represión abusos de ese género que se confunden con la
traición a la patria y que si se dejaran inapercibidos presentarían
precedentes funestos para la moralidad administrativa de la Re-
pública».
Como consecuencia de estas notas de censura, terminó la misión
de don Andrés Lamas y con ella la Legación Oriental en Río de
Janeiro.
Hasta en los problemas de la política interna repercutían los
debates relati\'tos al tratado de permuta y a la suspensión del tra-
tado de comercio. En la víspera de los comicios de 1860 apareció un
manifiesto de «Varios ciudadanos del «Club Libertad», en el que se
decía lo siguiente:
158 HISTORIA DEL UEUGUAY
«La nueva Legislatura tiene que ocuparse de las cuestiones que
ya le promueve el Brasil con la denuncia del tratado de í'omercio.
La nueva Legislatura va a tener en sus manos la independencia
comercial y por consiguiente la independencia política de nues-
tro país. Para vergüenza nuestra tenemos entre nosotros un círculo
fuerte por muchas razones, círculo brasileño, aunque compuesto de
orientales... ¡Orientales! Es preciso mostrar en los próximos
comicios que conocéis a los malos y que queréis excluirlos para
siempre de la representación nacional».
La Comisión Directiva del «Club Libertad» protestó contra este
documento. Pero «La Repúblicaí» puso a su diaposicióü 'os autó-
grafos de los socios firmantes y el incidente quedó terminado.
Ya había siílo violado el trataílo (lo coiiiíM-cio por el Brasil. Y el
niismo don Andi-és Lamas había hecho el proceso de la i)olítica
imperial.
-En los precisos momentos en que la Cámara de Senadores ponía
en la orden del día el tratado de permuta de territorios fronterizos,
tenía que dirigirse nuestra Legación a la cancillería brasileña para
reiterar sus protestas contra un impuesto de y^ % que se oonti-
nuaba cobrando a las procedencias uruguayas a despecho de la
letra expresa del tratado de comercio.
La cancillería brasileña — decía el doctor Lamas al Ministro
Sinimbii en marzo de 1860 — ni siquiera ha contestado las notas
que desde hace cuatro meses le vengo pasando. La posición de la
Legación resulta sin duda «mortificante»; pero la del Imperio
«puede parecer odiosa».
«Es un hecho notorio — agregaba el doctor Lamas — que las di-
ficultades que ha encontrado en la República la aprobación de los
tratados celebrados con -el Brasil ha provenido siempre del temor
de que esos tratados, p;or más iguales, justos y convenientes que
fueran en la letra de sus estipulaciones, serían prácticamente des-
iguales, porque el Brasil, abusando de su posición relativamente
fuerte, los ejecutaría por su parte como mejor le conviniere, des-
atendería las reclamaciones da la República, y no dejando a ésta
otro recurso sino el de la guerra para reivindicar su derecho con-
vencional con el Brasil, éste en la generalidad de los casos haría
impunemente de los tratados lo que se le antojase».
Para cohonestar sus procederes solía referirse la diplomacia
brasileña a los beneficios que el tratado de 1857 aseguraba a las
GOBIERNO DE UEBKO 159
procedencias orientales, como si las ventajas no fueran recíprocas.
A mediados de 18C0 el Ministro de Negocios Extranjeros señor
Sinimbú hablaba enfáticamente de las ventajas que obtenía la
industria uruguaya al ser asimilada a la brasileña. «No apoyado,
interrumpió el diputado Martín Campos, porque nosotros comemos
la carne más barata».
Y un mes después se encargaba el doctor Paranhos desde la
misma tribuna, de comprobar la justicia del «no apoyado» de su
colega Martín Campos. He aquí en qué forma:
En los años 1853-1854 y 1854-1855 correspondía al charque de Kío
Grande en la importación general del Imperio del 52 al 54 '^A , al
del Uruguay del 15 al 23 'A y al de la Argentina del 24 al 30 %.
En el trienio 1848 - 1851 el charque se cotizaba a 2,195 veis la arro-
ba, y en 1855 a 4,311. Son datos relativos a la importación por el
puerto de Río de .Janeiro, pudiendo agregarse que Bahía y Pernam-
buco importan directamente y casi tanto como Río. Todo ello antes
del tratado. La importación de junio de 1859 a junio de 1860 en Río,
fué de 1.011-144 arrobas procedentes del Río de la Plata y 830,406
de Río Grande. En conjunto, 1.841,550. Al empezar a ejecutarse el
tratado en septiembre de 1858, el charque valía de 5,400 a 6,000 reís
la arroba. Hoy se cotiza, en cambio, de 2,000 a 3,200, lo que pre-
senta una baja media de 2,000 reis por arroba.
Lia libre navegación de niiesti-os ríos interiores.
El gobierno de Berro cerró en junio de 1860 al pabellón extran-
jero el ccmercio y la navegación de los ríos Cebollatí, Tacuarí
Y Olimar 'mientras no se arribe — decía el decreto — a un acuerdo
general».
Comentando esa medida, decía el doctor Paranhos en la Cámara
de Diputados del Brasil:
«Desde 1852 juzgo que cuando las circunstancias del Estado
Oriental lo permitan y mediante las condiciones necesarias para la
policía fluvial y la seguridad de aquella parte del Imperio, la
navegación del Lago Merim podría franquearse al pabellón oriental
(aprobaciones). Esta concesión del Imperio está de acuerdo con
todo lo demás que ha sido estipulado entre él y sus vecinos acerca
de la navegación fluvial (aprobaciones)».
Era absurdo que el pabellón brasileño flotara en las aguas de
nuestra jurisdicción, cuando el Brasil excluía la bandera oriental
del Yaguarón y de la Laguna Merín. Y el Cuerpo Legislativo re-
16ü HISTORIA DEL URUGUAY
solvió apoyar la medida de circunstancias a que recurría el Poder
Ejecutivo.
La Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados aconsejó
la sanción de un proyecto por el que se declaraba que la ley de
1854 que abría a la navegación y al comercio de todas las naciones
los iíoo navegables de la República, no era aplicable al Tacuarí,
Olimar, Cebollatí y demás ríos que no tuvieran «en sus dos már-
genes centros de población». Faltando tal población — decía la Co-
misión en su informe — no hay necesidad de establecer la policía
fluvial y sin policía fluvial no puede quedar librado un río a la
bandera extranjera. De acuerdo con la propia ley de 1854, la bande-
ra extranjera debería quedar sujeta a los reglamentos policiales y
aduaneros que rigieran para los nacionales, lo cual supone la exis-
tencia de reglamentos que por la razón antedicha tienen que estar
aplazados a la espera de la población que debe dar]es oportunidad.
iNada más decía el informe escrito. Pero el miembro informante
don Antonio María Pérez fué más explícito. Sabe todo el país — di-
jo— que en los ríos Olimar y Tacuarí «sólo flamea la bandera bra-
sileña». Sabe también que el Brasil, lejos de proceder en esa mis-
iTla forma, aplaza indefinidamente la cuestión de las aguas a pre-
texto de que es necesario practicar escudioc. «Mañana — agregó —
vendrá el Brasil por nuestra desgracia a meter barullo, a hacer un
nuevo tratado: un nuevo tratado de límites con otro iíti possicletis,
y dirá: yo poseo el Cebollatí, Tacuarí y Olimar, uti possicletis, y es
así como se ha apoderado de la mitad de la Laguna Merín y de las
aguas del Yaguarón».
Otro diputado, el doctor Vázquez Sagastume, dijo adhiriendo a
los fundamentos del señor Pérez:
«Haciendo flamear en esos ríos la bandera brasileña, tendrán
derecho más tarde para hacer lo que hicieron el año 51, es decir:
nosotros ocupamos esa localidad, obtenemos el titi j^ossidetís y en
virtud de él adquirimos su dominación. Es un modo de entender
ese íiti 2iossidetis del año 51 que en mi concepto no es otra cosa
que el derecho de los ladrones».
El proyecto quedó definitivamente sancionado. Pero al pasar al
Senado sufrió modificaciones que retardaron su sanción hasta el
año 1862, en que fué definitivamente votado en esta forma:
La navegación de los ríos interiores en que la República tenga
el dominio de ambas márgenes no está comprendida en la conce-
sión hecha por la ley de junio de 1854 a los buques y al comercio
de todas las naciones. Esa navegación sólo podrá extenderse a las
aciones que acuerden la reciprocidad a la República.
GOBIEKNO DE BERRO 161
í^olazos (le estos incidentes.
En 1861 vencía el plazo del tratado de comercio pactado en octu-
bre de 1851, y la cancillería oriental notificó a la de Río de Janei-
ro que desde el día del vencimiento terminarían las franquicias
acordadas por ese tratado y especialmente la exención de derechos
al ganado que se exportara por la frontera con destino a los sala-
deros de Río Grande.
No tardó en abordarse el estudio de la ley de Aduana, en la que
figuraba un artículo con los derechos que habrían de gravitar so-
bre la exportación de ganado por la frontera. De acuerdo con el
criterio gubernativo, tal como lo estableció el Ministro Villalba en
su Memoria de ese año, el impuesto debía ser moderado para que
pudiera cobrarse dentro de una zona fronteriza en la que con sólo
mudar de sitio los rodeos de ciertas estaiicias se pasaba del terri-
torio oriental al territorio brasileño. El proyecto de ley establecía
un impuesto de 8 reales por cabeza, en vez del de un pesio que ha-
bía regido antes del año 1851, con la advertencia de que el impues-
to podría desaparecer en el caso de celebrarse un nuevo tratado
de comercio que otorgara ventajas equivalentes a la República.
Esa referencia a nuevos tratados debía provocar y provocó gran-
des y legítimas protestas en presencia de todo lo que había hecho
y de todo lo que seguía haciendo el Brasil para absorbernos.
«La historia política del Brasil para con el Río de la Plata — dijo
el diputado doctor Vázquez Sagastume — 'y la historia de todos los
tratados que desgraciadam.ente han ligado este país con el Impe-
rio, nos traen el convencimiento profundo, íntimo, de que toda
alianza con el Brasil importa la alianza de la buena fe con la
falsía... No ha habido uno solo de los tratados que nos han ligado
al Brasil y que han pesado sobre la República, algunos con ignomi-
nia, que haya sido respetado en la parte benéfica para la Repúbli-
ca por las autoridades del Brasil».
En el curso del mismo año tuvo que protestar la cancillería
oriental contra la colocación de marcos en la frontera a que esta-
ba procediendo el Brasil sin noticia ni intervención de las autorida-
des orientales. Contestó la Legación Brasileña que no estaba pac-
tada la concurrencia de los funcionarios orientales y que por otra
parte la ubicación de los marcos constaba en actas; pero que asi-
mismo el Brasil aceptaría «de buen grado la concurrencia de los
delegados orientales».
ll-V
162 HISTORIA DEL UBUGUAT
Era una obra clandestina con la que sin duda alguna se preten-
día proseguir la absorción de territorios, e interrumpiéndola a
tiempo se dirigió el Gobierno a la Asamblea en busca de un crédito
suplementario de 4,000 pesos con destino a los gastos que deman-
dara la concurrencia de los técnicos uruguayos.
El Brasil (lispuesto a i ecoiiqiiistar la riovliicia Cisplatina.
No olvidaban nunca los estadistas biasileños su viejo y persis-
tente plan de conquista del territorio oriental.
Los conflictos que ellos mismos provocaban, les servían luego de
argumento para sus trabajos de propaganda.
El «Jornal do Commercio» de Río de Janeiro abrió sus columnas
en diciembre de 1861 a «Scévola», seudónimo que según la prensa
de Montevideo correspondía nada menos que al Ministro de Nego-
cios Extranjeros del Brasil. Y véase lo que decía en su artículo:
«Por lo que respecta al Estado Oriental del Uruguay o antigua
Provincia Cisplatina, presa igualmente de tantas agitaciones y di-
ficultades en el presente y de tantas incertidumbres y peligros en
el futuro, si por ventura sus hijos más dedicados y más ilustrados
apoyados por el sufragio universal en toda la pureza y espontanei-
dad de su patriotismo creyeran que les convenía más volver al gre-
mio de la familia brasileña antes de dejar consumir la patria en
la vorágine de las luchas y ambiciones personales nunca satisfe-
chas, tampoco podría dársele a esto el nombre de usurpación y de
conquista, ni aiin de anexión: sería cuando mucho una restitución.
ya que es preciso que fuera alguna cosa».
La ayuda prestada por «*1 Brasil a Flores en los primeros meses
úv la invasión.
Un mes antes de la invasión de Flores tres respetables estancie-
ros brasileños del Salto, — don Francisco Modesto Franco, don
Manuel Vicca y don Paula Vicca, — se dirigieron al general Diego
Lamas, Comandante Militar al norte del. Río Negro, y a la Lega-
ción Imperial en Montevideo, denunciándoles la existencia en Río
Grande, sobre el Ibicuí, de grupos armados compuestos de orien-
tales y brasileños. Agregaban que según algunos de los rumores
circulantes esos grupos se disponían a emprender una «california» o
robo general de ganados, y según otros a reunirse con el general
Flores a quien esperal)an por momentos.
GOBIEK.Nü HK ÜEHKO ] (J3
La cancillería oriental se apresuró a transmitir la denuncia a
la Legación del Brasil, y ésta luego de recabar informes del briga-
dier Canavarro, declaró que no había tales reuniones en la fron-
tera.
Quince días después se producía, sin embargo, el denunciado
avance de les grupos fronterizos y nuestra cancillería volvía a di-
rigirse a la Legación para adjuntarle las nuevas denuncias.
«A pesar de la seguridad — le decía — con que el señor brigadier
Canavarro califica en su nota a la Legación Imperial de infunda-
dos los informes del Gobierno Oriental, los hechos han ver ido hoy
desgraciadamente a confirmar las previsiones de éste imponiendo
el sello de la verdad a las relaciones anticipadas que el infrascrip-
to hizo a S. S. En estos últimos días el territorio de la República
hci sido invadido por la frontera del Salto por grupos armados, con
organización militar, procedentes del Brasil, que se han apodera-
do violentamente de algunos puntos del país, que por ser fronteri-
zos con un Estado amigo confiaba el Gobierno que no sufrirían
agresión por parte de fuerzas que sólo podrían organizarse dentro
de los límites de ese país».
Contestó la Legación Brasileña que se dirigiría a las autorida-
'des de Río Grande «a fin de que reprimieran con eficacia los abu-
sos denunciados», y esa respuesta dio base a nuestra cancillería pa-
ra formular el proceso de la connivencia fronteriza de que era fac
tor principal el propio brigadier Canavarro.
No obstante las denuncias concretas de los tres estancieros bra-
sileños transmitidas a la Legación, — decía en su .nota — la inva-
sión se produjo, y no tan sólo a través de la parte despoblada de
la frontera, sino desde la misma plaza pública de Uruguayana,
'donde los invasores se reunían públicamente. «Dándose la mano
'esos grupos con los que de Corrientes, provincia argentina, salva-
ron el Uruguay para caer juntos sobre el territorio oriental, se
apoderaron violentaniente, a manera de salteadores, de los pueblos
de Santa Rosa y San Eugenio.» Ya al formular su protesta llamó
la atención el Gobierno Oriental acerca del poco crédito que de-
bían merecer los informes del brigadier Canavarro. «sino conni-
vente al menos criminalmente tolerante». No se trataba de un
salteamiento aislado. También en Santa Ana, dentro de la jurisdic-
'ción del brigadier Canavarro, se organizaban por militares brasi-
leños grupos invasores sin que se hiciera sentir de parte de las
autoridades medidas eficaces de neutralidad.
161 HISTORIA DEL URUGUAY
Dada la impunidad ^ concluía nuestra cancillería — con que los
¡hechos se han producido por la connivencia o tolerancia de las
autoridades brasileñas, se considera el Gobierno Oriental en el ca-
so de exigir una declaración del Gobierno Brasileño contra los
atentados criminales de las autoridades provinciales y el castigo
severo del brigadier Canavarro y demás culpables y a la vez medi-
das que eviten en el futuro la repetición de los atentados.
Las fuerzas a que se refería nuestra cancillería en sus notas
eran las de los coroneles Fausto Aguilar y Simón Martínez, proce-
dentes de Monte Caseros y Uruguayana, y las del sargento mayor
del ejército brasileño Pedro Píriz y capitán Elias Fernández, or-
ganizadas en Santa Ana bajo la dependencia de' coronel Goyo Suá-
rez.
Según los informes circunstanciados de «La Reforma Pacífi-
ca» los grupos de Corrientes no excedían en ese momento de un
centenar de hombres y en cambio pasaban de un millar los de las
fronteras del Salto, Tacuarembó y Cerro Largo capitaneados por
jefes orientales y una veintena de jefes y oñciales brasileños que
continuaban revistando en las filas del ejército de su país, tales co-
mq el coronel Ferreira, los comandantes Fidelis y Ferreiriña, los
■mayores Píriz y Egaña y los capitanes Machado, Illa, López, Al-
gañaraz. Buzo, Martínez, Claro, Cardozo, Fernández, Balcazo, Yfraz,
Salvatella, Díaz, Guedes y Ereñú.
En julio de 18G3, estando ya el país conflagrado, invadió el co-
ronel Fidelis.
«Brasileños — decía en su prolama — es tiempo de correr a las
jarmas y despertar del letargo en que vivís, a pesar de una serie no
interrumpida de hechos horrorosos cometido'3 por una horda de
asesinos y perturbadores del orden del Estado ümít'ofe, con mani-
fiestos perjuicios de nuestras propiedades e intereses. ¡Viva la re-
ligión católica! ¡Viva la Constitución política del Estado! ¡Vivan
nuestras leyes e instituciones! ¡Viva el bravo general libertador!»
En vista de la connivencia brasileña el gobierno de Ben-o autoriza
la violacdón áél territorio de Río Grande.
Cuando el coronel Fidelis se disponía a trasponer la frontera, el
Jefe Político de Cerro Largo se dirigió al brigadier Almeida, jefe
•dfr las fueras imperiales allí destacadas, denunciándole que entre
los invasores figuraban varios soldados del rf^Timientr brasileño
■Ts.- 5. El brigadier contestó después de consumada la inva-
GOBIERNO DE BEBSO 16Ó
sión y entonces para decir que había destacad) part'dns encarga-
das «de disuadir» a Fidelis, sin negar la participrición de lo- sol-
dados. La denuncia del Jefe Político fué luego transcripta por la
cancillería oriental a la Legación Brasileña, la cual se liniitó a ad-
juntar copia del parte en que el comandante de ',a, frontera de Ba-
gé anunciaba que iba a despachar comisiones para «disuadir» a
los invasores, con el agregado de que Fidelis había nvmdado fabri-
car lanzas en Bagé y reunido hombres armados para incorporarse
al ejército de Flores.
Tan abierta era la cooperación brasileña, que a fines de mayo de
1863 decía el Presidente Berro al general Lam-'s i:A ana nota in-
terceptada por Flores y publicada luego en Buenos Aires:
«El general Medina tiene autorización para pas-.ir al territorio
del Brasil en persecución de los invasores en el -.^ao que no estén
dispuestas de veras las autoridades fronterizas brasileñas a cum-
plir con los deberes de neutrales y de agentes de un Gobierno ami-
go y vecino de la República. De esa autorización debe hacer uso
discreto y sólo si dichas autoridades brasileñas f leran como su-
pongo conniventes o consentidoras de las hostilidades de los inva-
sores».
No era esa una resolución que se hubiera ocultado a la diploma-
cia brasileña. Al contrario, en una nota del mismo mes de mayo
que ya hemos extractado en parte, luego de formular el proceso de
la connivencia de las autoridades fronterizas, decía nuestra canci-
llería a la Legación:
«Que no permitiendo ni la dignidad del país ni el decoro de
íU autoridad ver impasible lo que pasa en las fronteras con el Bra-
sil, y la inutilidad de las gestiones que ha hecho el Gobierno Orien-
tal inspirado en el deseo de paz y buena armonía, no mirará de
hoy en adelante con la misma escrupulosidad el dober que hasta
ahora le ha corrido de respetar el territorio y la iurisdicción ve-
cina, desde que con inaudito escándalo y con irreparable daño pa-
ra los intereses precisamente brasileños en su máxima parte, no
se subordinan a igual deber las autoridades brasileñas fronterizas
o resultan impotentes para hacerse obedecer».
Prosiguen las protestas contra la connivencia fronteriza.
No había cesado entretanto la Legación de repetir que de Río
de Janeiro saldrían órdenes terminantes a las autoridades de Río
Grande a favor del mantenimiento de la neutralidad.
16G HISTORIA DEL URUGUAY
Causado de recibir esas comunicaciones que a diario eran des-
mentidas por actos efectivos de violación de la neutralidad, decía
nuestro Ministro de Relaciones Exteriores al diplomático brasileño
en octubre de 1863:
«Hasta hoy, siete meses después de la primera de aquellas co-
municacio)ies, el Gobierno Oriental no La sido instruido de que en
la Provincia de Río Grande se hayan adoptado ;'on sucedo medi-
das de la naturaleza de las que reclama, y lejos de saber que tales
medidas hayan sido adoptadas, cada día ve menos encubierta la
protección de las milicias fronterizas en favor da don Venancio
Flores. Hombres, armas, municiones, caballos, etc , todo lo recibe
este caud"illo criminal en la parte brasileña de la frontera, que pa-
san y vuelven a pasar los capitanes de la revolución sin que auto-
ridad ninguna les pida cuenta de su conducta».
La Cámara de Diputados, con el propósito sin duda alguna de
dar mayor repercusión a los abusos que se venían cometiendo por
los dos países limítrofes, resolvió interpelar en noviembre al Mi-
nistro de Gobierno y Relaciones Exteriores acerca de la ayuda pres-
tada por el Brasil y la Argentina a la revolución de Flores.
«Hace seis meses — decía el diputado interpelante don Pedro
Fuentes — el Ministro declaró en esta Cámara que había hecho
gestiones cerca de los Gobiernos vecinos con ocasión de la invasión
del ex general Flores. Después se ha sabido y también lo han confir-
mado documentos oficiales, que las filas del invasor se han engrosa-
do con auxilios de hombres, armas, etc., que han partido de los te-
rritorios brasileños y argentinos» . . . Son notorios los casos de
fuerzas revolucionarias derrotadas que han cruzado la línea fron-
teriza para rehacerse y volver de nuevo al territorio oriental; de
numerosas caballadas arrebatadas de nuestras estancias para las
invernadas de Río Grande: de oficiales del ejército imperial que
han cooperado al triunfo de la revolución; de desembarco de fuer-
zas revolucionarias en Fray Eentos, bajo la protección de un buque
argentino y de armamentos llevados a Caraballo por otro l)arco
argentino.
«¡La República — contestó el Ministro de Gobierno — desde que
empezó la guerra que sufre el país lucha con dificultades diarias,
de todos los momentos, con los países vecinos, la República Ar-
gentina y el Brasil. Mucho de lo que ha dicho el diputado interpe-
lante es la verdad. De parte de la República Argentina ha sufrido
este país ataques que han lastimado más de una vez sus derechos;
de parte de la provincia de Río Grande ha sucedido lo mismo, aun-
GOBIERNO DE liERRO 107
que 110 ccn un carácter de hostilidad tan pronunciado». .. Para salir
de esta situación existen dos medios: la diplomacia y la guerra.
El Gobierno está empleando la primera; ha reclamado y sigue re-
clamando ante la Argentina y el Brasil. Las hostilidades del lado
de la Argentina son más tenaces, más apasionadas, más incorre-
gibles. El Gobierno no desespera del resultado de las gestiones
entabladas ante el Gobierno Argentino, pero si llegara a persua-
dirse de la ineficacia de sus esfuerzos, «entonces vendría el des-
agravio por la fuerza, vendría el desagravio por la guerra, y enton-
ces la gueri'^ sería justificada y sería justificada la ruina que trae-
ría consigo para el país y para todos los habitantes de esta tie-
rra, y entonces sería el caso de decir: perezca todo por salvar la
dignidad del país».
Refiriéndose a otro discurso pronunciado en el misino mes de no-
viembre desde la tribuna de la Cámara de Diputados, decia el Mi-
nistro de Gobierno:
«Ya el tiempo ha demostrado cuál es el verdadero carácter de
esta lucha y por dos veces las hordas han sido repelidas sobre la
frontera y otras tantas se han reorganizado allí».
El gobiei-no di' Bei-ro pide el apoyo del Brasil cpntra el gobiei-no
de Mitre.
Tenía razón el Ministro de Relaciones Exteriores, porque del lado
argentino se estaba extreniando la connivencia mediante expedi-
ciones que se realizaban a la luz del día y hasta en los mismos bar-
cos de guerra encargados de hacer efectiva la neutralidad, según
ya lo hemos visto. Y esa ingerencia descarada que convertía casi
al jefe de la revolución en un lugarteniente del general Mitre, car.
go que ya había desempeñado en las campañas contra I^rquiza, era
como para alarmar al Brasil.
Comprendiéndolo así, la cancillería oriental se había dirigido
fiesde mediados de agosto de 1863 a la Legación del Brasil en
.Montevideo para despertar sus sospechas y preguntarle qué ac-
titud se proponía asumir el Imperio. «La República Oriental —
decía el Ministro de Relaciones Exteriores don Juan José de He-
rrera al plenipotenciario brasileño — ve en la guerra que le ha
traído don Venancio Flores una amenaza argentina contra su auto-
nomía, una amenaza que ya se traduce claramente y que adelanta
en los medios prácticos de hacerse efectiva».
Antes de finalizar el año, volvía la cancillería oriental a diri^'irse
HISTORIA DEL UBUGUAY
a la Legación y esta vez para referirse a la neutralización de la
isla de Martin Garcia. La política imperial — decía el doctor Herre-
ra en su nota — ha conseguido comprometer en ese sentido a las dos
repúblicas del Plata, «señora una, y usurpadora otra de esa isla».
En 1851 la pactó con el Uruguay y en 1856 con la Argentina. Desde
la isla se bloquea hoy a la bandera oriental en el Uruguay y se
ompara a la bandera argentina que enarbolan los barcos que con-
ducen hombres y material de guerra a la revolución. «Martín
García es hoy una fortaleza al servicio de la invasión de Flores;
la escuadra argentina es la fuerza naval a su disposición que tiene
a su cargo la policía del Uruguay contra los buques del Gobierno
legal de la República».
Contestó la Legación que el Gobierno Imperial no se consideraba
facultado para emplear medidas coercitivas, pero que emplearía, sí,
«.Jos medios persuasivos» a favor de la neutralización de la isla.
El hecho es que el Imperio resolvió llamar al orden a las auto-
ridades fronterizas y dar una voz de alarma al Gobierno Argentino.
Ocupándose de lo primero, decía en diciembre de 1863 el Mi-
nistro de Negocios Extranjeros marqués de Abrantes al Presidente
de' la provincia de Río Grande:
«El Gobierno Imperial ha visto con profundo pesar que a des-
pecho de sus constantes y reiteradas órdenes y recomendaciones,
la causa de la rebelión que actualmente flagela al Estado Oriental
continúa encontrando el apoyo y el concurso de algunos brasileños
irreflexivos que desconociendo sus propios intereses y los del país,
ejcponen así al mismo Gobierno a acusaciones de deslealtad en sus
declaraciones solemnes y acaso a conflictos internacionales de con-
secuencias gravísimas. Además de infringir la abstención y neu-
tralidad que tanto importa al Gobierno Imperial hacer guardar en
prevención de la desastrosa lucha de que se trata, la imprudencia
cíe aquellos brasileños es tanto más criminal y condenable cuanto
que no sólo inhiben al mismo Gobierno de prestarles la protección
debida reclamando contra cualquier vejamen o violencia de que
puedan ser víctimas en el camino desatinado a que se lanzaron,
sino f,ue es lo que más dificulta el apoyo a que tienen .'¡agrado
derecho los brasileños inofensivos que residen en el territorio de
la República exclusivamente dedicados a su trabajo y a su in-
dustria.»
Esa nota que fué también trasmitida a la Legación, y por su
intermedio a la cancillería oriental, concfluía recomendando la
adopción de medidas eficaces, encaminadas a «evitar la reproduc-
GOBIERNO DE BERRO 169
ción de tan reprobados abusos, haciendo responsabilizar y castigar
a los que se mostrasen omisos o laegligentes».
La voz de alarma al Gobierno Argentino fué dada por la Le-
gación Brasileña en Montevideo pocas semanas antes de la nota
que acabamos de transcribir. He aquí lo que decía el Ministro
Loureiro a la cancillería de la Confederación Argentina:
«En el curso de los acontecimientos han tenido lugar hechos
que preocupan al Gobierno Oriental llevándolo hasta el punto de
suponer amenazada su autonomía, la cual sería por otra parte
sostenida por el Gobierno Imperial, como un resultado indeclinable
de los pactos vigentes y como una condición indispensable de los
mutuos intereses y del equilibrio político de estas regiones. La
justa susceptibilidad del Gobierno Oriental ha calificado aquellos
hechos como quebrantamiento de autoridad, y desgraciadamente
análogo juicio se manifiesta también en la opinión pública de
aquel país, la cual ve en esos hechos un apoyo prestado por el
Gobierno Argentino a la causa de la revolución. No puede el
Gobierno Imperial dejar de acceder a los reclamos del Gobierno
Oriental para entenderse convenientemente a tal respecto con el
de la República Argentina».
Contestó, naturalmente, la cancillería argentina afirmando su a,b-
soluta neutralidad. Pero la voz de alarma estaba dada del mismo
modo y hubiera producido quizá algún resultado si la diplomacia
oriental no hubiera cambiado luego de rumbos ante el anuncio de
'.a incorporación del factor paraguayo a las cuestiones de! Río de
la Plata.
Todavía al escribir su Relatorio de 1863 estaba dominado el Mi-
nistro de Negocios Extranjeros del Brasil por la idea de la pre-
potencia argentina en el territorio oriental. Véase cómo se expré-
s-aba al ocuparse de la revolución de Flores:
«Había razones para creer que algunos brasileños menos refle-
xivos simpatizaban y protegían la causa de los rebeldes. Eran más
fundadas las sospechas de que sacaban ellos precisamente su fuerza
y su desarrollo de Buenos Aires y de Corrientes. Con esas apren-
.ñones el primer cuidado del Gobierno de la República fué reclamar
del gobierno del Brasil y del de la Confederación Argentina ias
providencias precisas para que las autoridades y habitantes de los
•espectivos países se mantuvieran frente a tan deplorables acon-
tecimientos en la más estricta neutralidad»... El Brasil se declaró
neutral y adoptó medidas eficaces para mantener su neutralidad...
«No obstante haberse declarado también neutral la Confederación
17U HISTORIA DEL URUGUAY
Argentina... el Gobierno de este Estado la liacía responsable de
ios armamentos y contingentes de fuerzas que recibía' la rebelión...
Las manifestaciones de la prensa y del espíritu público de Buenos
Aires en favor de los rebeldes y varios hechos que coincidían con
estas manifestaciones, vinieron a corroborar la creencia de que no
era indiferente y que toleraba si no ayudaba el gobierno de la Con-
federación al movimiento revolucionario de Flores»... En esta cir-
cunstancia la cancillería oriental dirigió una circular al Cuerpo
•Diplomático, 'sa fin de obtener si no un ajuste internacional, al-
guna cooperación para obstar a la perturbación de la paz exterior
de la República».
La vieja cuestión de límites entre el Brasil y el Paraguay. Su re-
percusiór en ía contienda uruguaya.
Desde piincipios de 1862 resolvió el gobierno de Berro reinstauír
la Legación Uruguaya en el Brasil, clausurada desde el retiro del
doctor Lamas en 1860, y resolvió a la vez crear otra Legación en
el Wraguay.
Fué confiada esta última al doctor Juan José de Herrera, quien
poco después de su arribo a la Asunción dirigía una nota al Go-
bierno Oriental historiando los antecedentes del conflicto sobre
límites y jurisdicción que agitaba en esos momentos a las can-
cillerías del Brasil y del Paraguay.
Entre el Paraguay y el Brasil — decía el doctor Herrera — existe
una controversia que más de una vez ha puesto en riesgo el estado
de paz: la de límites y navegación de los ríos Paraná y Paraguay.
En 1856 se firmó en Río de Janeiro un tratado sobre libre nave-
fración, reservándose cada contratante la facultad de dictar los re-
glamentos respectivos. También se ajustó en ese mismo año una
convención de límites revisada dos años después, en que luego de
reconocerse la imposibilidad de llegar a acuerdos inmediatos, se
aplazaban las negociaciones por seis años, obligándose uno y otro
contratante dentro de ese plazo a mantenerse en el nti possidetis J
a nombrar plenipotenciarios que ajustaran definitivamente la línea
divisoria... El tratado de navegación dio lugar al principio a
pravas incidentes, alegando el Brasil qup los reglamentos que dic-
taba el Paraguay eran violatorios del mismo tratado. Pero en 1858
las dificultades quedaron solucionadas, mediante un nuevo ajuste
oue reglamentaba en común la navegación fluvial. El de límites,
en cambio, continúa en problema. Los iseis años empezados a
CjOHIERNO de l'EKRO 171
correr en junio de 1856 van á terminar de un momento a otro,
sin que nada se haya hecho', ni nada se haga, como que el Ministro
Brasileño en la Asunción, señor Borges, acaba de irse al Río de
lu. Plata eu uso de licencia, a raíz de un cambio de notas que
puede sintetizarse así:
Bastante tiempo antes del vencimiento de los seis años hizo
saber el señor Borges a la cancillería de la Asunción que el Brasil
estaba dispuesto a reanudar el estudio, contestando la cancillería
paraguaya que todavía no había llegado la oportunidad de hacerlo
de acuerdo con lo pactado. Al aproximarse el vencimiento fué el
Gobierno Paraguayo quien asumió la iniciativa mediante una nota
en que manifestaba que estaba pronto para la discusión del arreglo.
Pero entonces contestó Borges que el Brasil «consideraba inoficiosa
la discusión a que se declaraba estar pronto el Paraguay, y que en
su concepto ya había sido dicha la última palabra por una y otra
parte, y que teniendo ésta carácter de indeclinable no se podía
prever buen resultado sino mayor acritud de la tardía discusión
a que se le invitaba.»
Cerraba su nota el doctor Herrera con este nuevo y grave dato*
«Los brasileños, a más de frecuentes incursiones por el terri-
torio temporariamente neutralizado, han llevado la violación del
pacto existente hasta establecer poblaciones y fortines dentro de
aquel territorio y aún dentro de los límites paraguayos que nunca
han sido materia de disputa».
Realmente, pues, el Brasil y el Paraguay se encontraban abo-
cados al estado de guerra a la llegada del diplomático oriental.
El Brasil declaraba cerrada la contienda diplomática y entretanto
seguía avanzando sobre el territorio paraguayo de acuerdo con el
viejo sistema de absorción que ya había aplicado con notable éxito
en nuestro país. No se había recurrido a las armas todavía, pero
a las armas tendría irremediablemente que recurrirse dada la in-
saciable voracidad del Imperio.
Era ese un antecedente valioso para el caso de que se com-
plicaran los sucesos del Río de la Plata. Y el gobierno de Berro
debió tomar buena nota de las informaciones que le trasmitía su
Ministro en la Asunción.
El Unigiiay i-ecaba el {-onciu'so i>ai'agttayo. La iiii.sión Lapido.
Un año más tarde, ante la inminencia de la revolución de Flo-
res patrocinada por las autoridades de los dos países limítrofes.
172 HISTORIA DEL TJEUGUAY
el gobierno de Berro, que había resuelto sacar partido de esos
conflictos del Paraguay con el Brasil que se extendían también
a la Argentina, envió a la Asunción al doctor Octavio Lapido con
un pliego de instrucciones en que se le decía lo siguiente:
El Paraguay está en una situación análoga a la nuestra. La
Argentina y el Brasil tratan de arrancarle territorios, y tal es
también el riesgo que amenaza al Uruguay y que ya ha hecho
estragos en él. De ahí la conveniencia de una asociación protec-
tora que supla la debilidad de cada uno de los dos países. «El
sistema del equilibrio ha sido y es una de las más fuertes ga-
rantías del derecho de gentee. Este sistema creándole a la ley
internacional una sanción positiva que no tiene, expone a las na-
ciones que quisieran respecto de otras separarse de la ley ge-
neral, a la oposición de todos los Estados interesados en impedir
que un engrandecimiento desmedido ahogue la justicia interna-
cional. El sistema del equilibrio conserva la paz porque inspira
el temor de la guerra». No sería imposible armonizar en ese
sentido los intereses de Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y Pa-
raguay, hasta constituir una sola agrupación.
Hacía también referencia el pliego de instrucciones a los pe-
ligros de la isla de Martín García dominada y armada por el
gobierno de Buenos Aires.
Llegó el doctor Lapido a la Asunción en junio de 1863, ya ple-
namente conflagrado el territorio oriental y cuando el Gobierno
Argentino y las autoridades de Río Grande ayudaban a manos lle-
nas a los revolucionarios en su empresa de voltear al gobierno
de Berro.
El ambiente de la Asunción, cada día más agitado por la ab-
sorción brasileña, predisponía el ánimo de los estadistas para-
guayos a favor de una liga permanente con el Uruguay, víctima
de la misma absorción.
Véase cómo comentaba «El Semanario», órgano del Presidente
López, a mediados de 1863, una referencia del Relatorio del Mi-
nistro de Negocios Extranjeros del Brasil acerca de la cuestión
de límites:
«Desde hace un año los asuntos de límites entre esta Re-
pública y aquel Imperio han sido objeto de acaloradas dis-
cusiones en la Cámara del Brasil... Nuestro Gobierno, tranquilo
en la justicia de su derecho y en la mejor disposición acerca de
los gobiernos limítrofes, espera que más tarde o más temprano en-
trará en arreglos de límites de una manera honrosa y satisfactoria
GOBIERNO DE BEBBO 173
para él y para ellos, y es probable que terminada felizmente la
cuestión de límites no sólo con el Brasil, sino también con la
Confederación Argentina, los intereses generales de los tres Es-
tados se expandirán de una manera notable, adquiriendo cada día
más solidez sus relaciones políticas y comerciales».
Comunicando impresiones, decía el doctor Lapido al Gobierno
Oriental en notas de esos mismos días:
«El pensamiento de un acuerdo dirigido a dar una base sólida
al concurso recíproco que los dos países pueden prestarse para
la seguridad de su independencia y soberanía y para el desarrollo
progresivo de sus intereses económicos, lo considero completamente
aceptado y dispuesto este Gobierno a las negociaciones necesari;is
para el acuerdo...» También he conversado con el Ministro Ber-
ges acerca de la posibilidad de un estado de guerra entre el Uru-
guay y la Argentina, o de la continuación de las hostilidades de
la Argentina y de si el Paraguay estaría dispuesto a cooperar a
nuestra defensa. El Gobierno Paraguayo no quiso todavía hacer
manifestaciones, atento sobre todo a que el Gobierno Argentino
insiste en sus pretextos de neutralidad; pero no es dudoso de
que la agresión a la independencia oriental constituiría un casiis
belli para el Paraguay.
Después de sus primeras conferencias presentó el doctor La-
pido un proyecto de tratado de alianza, comercio y navegación.
Comentando sus cláusulas, decía la cancillería de Berro que no
era suficiente con establecer que ambas partes contratantes se
obligaban a defender y sostener su independencia e integridad te-
rritorial y a proclamar la neutralización de Martín García; que
era necesario que el tratado fuera más explícito en la parte re-
lativa a la cooperación que debían prestarse ambos países: «coo-
peración moral y material por medios marítimos y terrestres'».
Ante la ayuda pública — agregaba luego — que las autoridades
argentinas prestan a la revolución de Plores, no es suficiente ya
con pactar la alianza en principio, sino que es urgente acordar
los medios prácticos para sostener de inmediato la indeipendencia
oriental atacada. De esa manera el Gobierno Oriental se encon-
traría habilitado para requerir desde ya la intervención para-
guaya. Si el Paraguay considerara prematura la intervención en
esa forma, habría que acordar por lo menos la ocupación de Mar-
tín García atento a que desde esa isla se ponen en peligi'o los de-
rechos del Paraguay a la libre navegación de los ríos. El Gobier-
no Uruguayo anticipa la declaración de que encontraría justifica-
da «la ocupación eventual de esa parte de su territorio».
174 HISTORIA DEL tTBrGUAT
Juntamente con la nota que acabamos de extractar, dirigía el
Gobierno Oriental otra «reservadísima.» en que decía al doctor
Lapido:
«Para este Gobierno es ya fuera de duda que la g;ierra que
so le ha traído al país desde Buenos Aires tiene por objeto herir
la independencia nacional como comienzo de ejecución de planes
argentinos. La lucha que aceptará será como toda lucha de un
pueblo por su independencia, resuelta, sin vacilación alguna...
La cooperación decisiva del Paraguay como la entiende el Go-
bierno Oriental, para adquirir con el Uruguay en el acto una
posición de supremacía inconmovible, está a nuestro juicio en la
inmediata ocnpacicn por fuerzas navales y terrestres para;ínayas
y orientales de la Isla de Martín García, así como de !a escua-
drilla argentina para asegurar el dominio de los ríos... En cuanto
este hecho se produzca y a su abrigo el Entre Ríos y Corrientes,
ya en inteligencia con el Estado Oriental, se pronunciarán en fa-
vor de una liga ofensiva y defensiva, poniendo en acción sus me-
dios que ya preparan con el debido sigilo para tal eventualidad».
Insistiendo en estas ideas, decía algunas semanas después el
Gobierno Oriental al doctor Lapido:
«Es indudablemente oportuna la segregación de los territorios;
situados al oriente del Paraná del contacto de la demagogia ar-
gentina, poniendo a los pueblos que encierra fuera de los tiros
de la política tradicionalmente agresiva que tiene su asiento y su
foco en Buenos Aires»... También lo es la ocupación in'nediata
por el Paraguay de Martín García, «una parte del territorio orien-
tal»... Son tres los caminos que conducen a nuestro desiderátum:
«levantamiento de Entre Ríos; conflicto y ruptura provocada por
la revolución oriental; iniciativa del Paraguay»... En cuanto a lo
primero, es necesario tener en cuenta las dificultades con «lue
lucharía el levantamiento de Entre Ríos, «sin encontrar inme-
diatamente el apoyo material bastante para resistir»... «En las
inteligencias que este Gobierno mantiene con dicha provincia
ha tenido ocasión de persuadirse de que este temor justificado a
la verdad es el objeto principal que la detiene»... En cuanto a
la Repi'iblicá Oriental, con una guerra intestina provocada por Bue-
nos Aires, tampoco puede afrontar una ruptura franca «sin los
medios prácticos de dominar las consecuencias»... «El Paraguay
está en muy diverso caso — concluía la nota — : su poder es
incontrastable, y una vez puesto en acción tendrán necesariamente
que acompañarle la República Oriental y Entre Ríos».
GOBIERNO UK HKKKO 115
En esta misma nota se ocupaba también la cancillería oriental
del Brasil. Pero en forma amistosa, porque en esos momentos la
política imperial que empezaba a mirar con recelo la ayuda pú-
blica del Gobierno Argentino a la revolución de Flores, parecía
inclinarse a la consolidación del gobierno de Berrj.
«Hoy mismo parte de Montevideo — decía — después de confe-
renciar conmigo el Ministro del Brasil señor Loureiro, encargado
de una misión especial de su gobierno cerca del Argentino, con-
ducido por un vapor de guerra llegado ayer con instrucciones
de Río de Janeiro. Esas instrucciones le prescriben al diplomáti-
co brasileño hacer sentir seriamente al Gobierno Argentino todo
el desagrado con que el Gobierno de S. M. ve y verá la coopera-
ción que desde Buenos Aires se le dispensa a la invasión de Flo-
res, y la decisión en que está el Gobierno Imperia'. de llenar sus
compromisos internacionales de proteger la naz y la independen-
cia de la República Oriental del Uruguay... Como el Brasil debe
por ahora ser enteramente extraño a lo que pasa entre los gabi-
netes paraguayo y oriental, me limito a incitar al gobierno del
Brasil a que no retarde el cumplimiento de sus órdenes».
Del vasto programa de las misiones Herrera y Lapido — que
hemos extractado de la importante documentación publicada por
el doctor Luis Alberto de Herrera — sólo alcanzó a obtenerse
una gestión ante la cancillería argentina y una nota circular al
Cuerpo Diplomático radicado en la Asunción con las declaracio-
nes que subsiguen:
«Que el Gobierno del Paraguay considera la independencia per-
fecta y absoluta del Estado Oriental una condición del equilibrio
político de estos países... Que empleará todoy los esfuerzos a su
alcance para poner término a la funesta situación que aquella in-
vasión (la de Flores) ha creado y para restablecer la paz y la
tranquilidad de las repúblicas del Plata».
También accedió el Gobierno Paraguayo al establecimiento de
un servicio de navegación entre la Asunción y Montevideo por in-
termedio de varios vapores mercantes que estaban equiparados
¡1 los de guerra.
En octubre de 1863 fondeó en nuestro puerto uno de esos vapo-
res, el «Tacuarí», y su comandante fué recibido en la Casa de Go-
bierno, donde se cambiaron discursos que al día siguiente fueron
comentados en términos expresivos por la prensa de Montevideo.
«Actualmente nadie ignora ya, decía «La Nación», hasta qué gra-
do se han estrechado las relaciones de esta República con la del
176 HISTORIA DEL UBUQUAI
Paraguay; en las dos márgenes del Plata se palpa ya la influencia
que ejerce esa república en la política de estos países, y si alguien
dudase de lo que decimos le recordaríamos la presencia del vapor
de guerra «Tacuarí» en nuestras aguas, precisamente en los momen-
tos en cue los orientales tienen atacada su independencia por una
invasión filibustera que partió del territorio argentino, favore-
cida por una comisión pública establecida en Buenos Aires y que
aún actualmente recibe de allí los contingentes de guerra».
El Gobierno Paraguayo descorre el velo que ocultaba los traba-
jos de la diplomacia oriental.
Vamos a completar la documentación que acabamos de extractar
con una nota histórica no menos importante que dio a la prensa la
propia cancillería de la Asunción en septiembre de 1864, en medio
de lo más hondo del conflicto en que ya se incubaba la triple alian-
za contra el Paraguay.
Es la respuesta dada por el Gobierno Paraguayo el 30 de agosto
de^ dicho año a la nota del Ministro Oriental en la Asunción doctor
José Vázquez Sagastume, adjuntando el ultimátum del Ministro
Brasileño Saraiva de que hablaremos en otra oportunidad, e ins-
tando al Paraguay a intervenir de una manera activa en los suce-
sos de que era teatro el Uruguay. En ella historiaba así la canci-
llería paraguaya los trabajos anteriores de la Legación Oriental en
la Asunción:
En julio de 1863 llegó el doctor Lapido. Agitábase en esos mo-
mentos entre los dos gobiernos del Plata la cuestión de los vapo-
res «Salto» y «Artigas». El doctor Lapido «propuso celebrar un
tratado de alianza ofensiva y defensiva entre el Paraguay y la Re-
pública Oriental para el sostenimiento de la independencia e in-
tegridad territorial de ambos Estados. Contestó el Gobierno Para-
guayo que era suficiente un tratado de amistad, comercio y nave-
gación. Pero el Ministro Oriental insistió y presentó un proyecto
de tratado que entre otras cosas prescribía lo siguiente:
«Reconociendo que la independencia e integridad territorial de
los dos Estados es condición de equilibrio, de seguridad y de
paz para ellos y para los Estados limítrofes y vecinos, los gobier-
nos de la República Oriental y del Paraguay se obligan a la defen-
sa y sostenimiento recíprocos de la independencia e integridad te-
rritorial de los dos Estados contra cualquiera injusta agresión o do-
minación extranjera... Considerando las altas partes contratantes
GOBIERNO UE BEaiRO 177
que la Isla de Martín García puede servir por su posicióa para
impedir o embarazar la libre navegación de los afluentes del Pla-
ta, en que están principalmente interesados todos los rüiereños, la
República Oriental se obliga estando en posesión de dicha Isla a
no hacer de ella uso alguno que pueda impedir o estorbar esa libre
navegación y a cooperar con ese mismo objeto y en garantía co-
mún con el Gobierno de la República del Paraguay, a fin de que
el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que la posee actual-
mente no pueda convertirla en una fortaleza o punto militar».
«Acceder a este proyecto de tratado equivalía a declarar la gue-
rra a la República Argentina, con quien estaba el Gobierno del Pa-
raguay en perfecta paz y amistosas relacioneá» . . . La cancillería
paraguaya solicitó aclaración y explicaciones a esas y otras cláu-
sulas del tratado, y mientras tramitaban unas y otras quedó solu-
cionado el incidente del «Salto» y del «General Artigas». El doc-
tor Lapido dejó entonces de lado el tratado y se dirigió a propo-
ner al Gobierno Paraguayo «que hiciera oír su voz al Gobierno Ar-
gentino con el fin de contener el desborde de su política tendiente
a dominar otras nacionalidaldes y a reconstruir el antiguo virreina-
to», a lo que observó la cancillería paraguaya que tenía motivos
para creer en la estricta neutralidad del gobierno del general Mi-
tre.
En septiembre del mismo año — agregaba la nota — fué agitado
nuevamente el asunto con motivo de la circular al Cuerpo Diplo-
mático en que el Gobierno Oriental historiaba los antecedentes
de la invasión de Plores. Pedía otra vez el Pre<íidente Berro la coo-
peración del Paraguay, «contra los avances de la política argen-
tina que protegía abiertamente la invasión del Estado Oriental»,
contestando entonces el Gobierno Parí'guayo que consideraba «la
independencia del Estado Oriental cuestión de equilibrio, de se-
guridad y de paz de los Estados del Plata y que en ese sentido se
dirigía en la misma fecha al Gobierno Argentino para recabar ex-
plicaciones sobre los sucesos que motivaban aquella corresponden-
cia». En presencia de esa comunicación resolvió el doctor Lapido
trasladarse a Montevideo. Pero luego desistió del viaje y «miitió
la idea de que fuera enviado un agente ante el general ürquiza
para conseguir el pronunciamiento de Entre Ríos contra el go-
bierno de Mitre. Propuso asimismo que la escuadra paraguaya
en combinación con la oriental se apoderara de la Isla de Martín
García, a cuyo pensamiento no fué posible adherir. Posteriormen-
te el Gobierno Paraguayo dirigió diversas comunicaciones a la Ar-
12 -V
178 HISTORIA DEL HBUGUAT
gentina sobre salida de expediciones en ayuda de Flores, íortifi-
cación de Martín García, etc.
En enero de 1864 — proseguía — propuso la Legación Orien-
tal pasar una nota formalizando la declaración de estar pronto
su gobierno para combinar con el Paraguayo «medios prácticos
de resistencia y de represión». Pero el Gobierno Oriental asumía
en ese mismo momento una actitud que no era las más indicada
para el mantenimiento de las buenas relaciones: ocultaba los tra-
bajos de pacificación que se realizaban por intermedio de los Mi-
nistros extranjeros y obligaba al vapor paraguayo «Paraguarí»,
donde estaban asilados los señores Estrázulas, Caravia y Basá-
ñez, a salir del puerto, política vacilante que ha impedido al
Paraguay trabajar eficazmente en momento oportuno a favor de la
pacificación.
Por estas razones— concluía la nota — el Presidente López «no
halla oportuno que su gobierno intervenga por ahora, como V. E.
solicita en su nota del 25 de este mes, en las dificultades surgi-
das de la política del Gobierno Imperial con el de V. E. por la
reunión de fuerzas navales y terrestres en las aguas y fronteras
de la República Oriental del Uruguay, procurando de consuno con
e] gobierno de V. E. los medios de salvar los derechos y la sobe-
ranía del pueblo oriental; pero que siendo estas calidades condi-
ción necesaria del equilibrio del Plata y éste principio de su polí-
tica y prosperidad, se reserva alcanzar este resultado con su acción
independiente».
El incidente del «Paraguarí» era uno de los que más había agria-
do al Presidente López. Se trataba de uno de los vapores mercan-
tes mandados por oficiales de línea, que hacía la carrera entre Mon-
tevideo y Asunción. Allí estaban asilados los senadores que habían-
pretendido voltear a Berro. La Capitanía i'iel Puerto notificó
al comandante del buque capitán Robles que les .-' cc;".errados debían
salir de aguas orientales dentro de un plazo perentorio de 12
horas, y ofreció una embarcación para que pudieran realizar el
viaje a Buenos Aires. Contestó Robles que el «Paraguarí», aunque
barco mercante estaba asimilado a los de guerra; que tenía sa via-
j:- anunciado para dos días después, pero que si no se autorizaba
la permanencia de los asilados hasta entonces, emprendería via-
je de inmediato. El Gobierno contestó negativamente, fundándose
en que no se trataba de un barco de guerra y el «Parao;uari'> levó
anclas en el acto, quedando desde ese momento interrumpido el
servicio de navegación que había empezado a realizarse con tanto
estrépito.
GOBIERNO DE HÍHIRO 179
Polvareda que levanta la nota paraguaya.
Esa repuesta de la cancillería paraguaya que descubría toda la ges-
tión de la diplomacia oriental y que probaba que el gobierno de Ló-
pez estaba decidido a intervenir a viva fuerza en la contienda del
Plata, levantó gran polvareda en la prensa de Buenos Aires, por
más que su contenido estuviera ya de tiempo atrás en la concien-
cia de todos.
En mayo del mismo año 1864 había publicado efectivamente
«La Nación Argentina» una nota amenazadora del gobierno de Ló-
pez al gobierno de Mitre.
Recordaba en ella la cancillería paraguaya que a fines de 1863
había pedido explicaciones a la Argeiatina acerca de su actitud en
la contienda que tenía por teatro el territorio oriental, sin conse-
guir absolutamente su objeto; que las medida::- adaptadas por la
Argentina tales como la fortificación de la isla de Martín García y
la clausura de las aguas uruguayas a los propios buques de guerra
del Gobierno Oriental daban pábulo «a la opinión pública que atri-
buía al Gobierno Argentino la preferencia de los medios que em-
pleaba para de esa manera dar mayor protección al general Flo-
res», y concluía con estas graves palabras:
«Colocado mi gobierno en la necesidad de prescindir de las expli-
caciones amistosas solicitadas cerca del gobierno de V. E., en ade-
lante atenderá sólo a sus propias informaciones sobre el alcance de
los hechos que puedan comprometer la soberanía e independencia
del Estado Oriental, a cuya suerte no le es permitido ser indiferen-
te, ni por la dignidad nacional, ni por sus propios intereses en el
Río de la Plata».
Puede decirse que la idea de la alianza con el Paraguay empezó
a difundirse fuertemente desde agosto de 186-3 en que la prensa
de Buenos Aires atribuyó a esa idea la misión de don Fede-
rico Nin Reyes. Pocas semanas después recorría las calles de Mon-
tevideo una gran columna popular festejando 'a persecución de las
fuerzas de Flores por las de Medina y Moreno en medio de vivas
al Paraguay y Entre Ríos, juzgados ya como -iliados del Uruguay.
Y en seguida el gobierno de López formulaba su sensacional pedi-
do de explicaciones a la Argentina, dando lugar con ello a que el
gobierno de Mitre se apresurara a recabar venia para el nombra-
miento de Ministros diplomáticos con la alarma que reflejan estas
palabras de la crónica parlamentaria de «La Nación Argentina»:
«El Ministro de Relaciones dijo que debía declarar que desgracia-
180 HISTORIA DEL UBUQUAT
damente las cosas se precipitaban mucho más de lo que se creía y
que era necesario mandar cuanto antes una misión al Paraguay y
al Brasil».
Al finalizar el año 1863 volvía la prensa de Buenos Aires a pre-
ocuparse de la alianza del Uruguay y del Paraguay como consecuen-
cia de las misiones Lapido y Xin Reyes, al mismo tiempo que la
de Montevideo presentaba al Brasil como inclinado a la Argentina
a consecuencia, según se creía al principio, de haber trasmitido la
cancillería de López a la de Mitre una nota del Gobierno Orien-
tal a la Legación del Brasil en Montevideo que el doctor Lapido le
había pasado reservadamente.
La indiscreción era cierta según se encargó de probarlo !á can-
cillería oriental en una de sus coulunicaciones al doctor Lapido.
Pero era ese un detalle que no podía suministrar base para un
cambio fundamental de rumbos. Otra era la razón del cambio.
Consistía en que el Emperador del Brasil había encontrado en Mi-
tre aliado que necesitaba para reducir al Paraguay, y la alianza
con Mitre era también la alianza con Flores a quien el Imperio ha-
'bía empezado a negarle su concurso precisamente por su calidad de
lugarteniente del mandatario argentino antes de que el problema
de la guerra del Paraguay entrara a ocupar el primer rango en la
política platense.
Ya en esos momentos se hablaba corrientemente de la guerra en-
tre la Argentina y el Paraguay. «El Semanario» de la Asunción, ór-
gano oficial del Presidente López, reproducía y comentaba con al-
haracas dignas de las que solía aplicar Rosas al Paraguay, un suel-
to en que se decia que el Gobierno Argentino podría armar 14 vapo-
res y lanzar sobre el territorio paraguayo un ejército de 50,000
hombres.
El conflicto parecía inminente en la víspera de la terminación de
la presidencia de Berro. El mismo órgano oficial del Presidente Ló-
pez exteriorizaba así en febrero de 1864 la probabilidad del rompi-
miento:
«Xos es sensible manifestar que nuestras relaciones con el GrO-
bierno de "Buenos Aires no son por cierto las más satisfactorias. Al-
gunas notas se han cambiado con aquel Gobierno en el sentido de
pedir una explicación acerca de los cargos que la opinión pública
arroja sobre él en la violación de la neutralida.l en la vandálica
guerra que está destruyendo la República Oriental. Las serias pre-
venciones del derecho de gentes sobre este punto y la segurid-.id
misma de nuestro país directamente amenazado en tal caso, recia-
GOBIERNO DE BERBO 181
marón prudentes explicaciones a que hasta hoy el Gobierno Ar-
gentino no ha querido dar una satisfación cumplida; por el contra-
rio, la fortificación de Martín García y el gravamen que quiere
hacerse pesar en Corrientes sobre los buques nacionales, hacen más
complicadas y vidriosas las relaciones con aquel Estado».
La política internacional al temiinar la presidencia de Berro.
Al bajar don Bernardo P. Berro de la presidencia de la Repúbli-
ca quedaban, pues, envueltas en la revolución de Flores las canci-
llerías de la Argentina, del Brasil y del Paraguay.
El gobierno de Mitre había sido el incubador de la revolución.
Fa'-a abatir a Urquiza había resuelto sacar a Berro del poder y co-
locar a Flores, su lugarteniente en las campañas por la unidad
argentina. Tenía también la esperanza, de que participaban tantos
prohombres de la época, de reconstituir las antiguas provincias del
Río de la Plata mediante la reincorporación dei Uruguay.
El Brasil había también ayudado en sus comienzos a la revolución
do Flores por las mismas razones por que siempre había ayudado
a las revoluciones orientales: la comunidad de intereses de las po-
blaciones fronterizas y ante todo y sobre todo la absorción gradual
de territorios tanto más fácil cuanto más re\uelto estuviera el
país.
El Paraguay estaba presionado por sus contiendas de límites
con el Brasil y la Argentina que más de una vez habían dado pre-
texto al Imperio para empujar hacia las soluciones de fuerza.
Así que la revolución de Flores se hizo inminente y con más
razón después de producida, trató el Presidente Berro de contener
a la Argentina dentro de los límites de la neutralidad, mediante el
apoyo de López en el Paraguay y de Urquiza en Entre Ríos.
El mismo Brasil pareció alarmado ante la formidable colabora^
ción argentina. Triunfante Flores, ¿quedaría reincorporada la Re-
pública Oriental a las antiguas Provincias del Río de la Plata? Era
grave el problema y la prudencia aconsejaba dar un compás de es-
pera a la jamás interrumpida colaboración brasileña en todas y
cada una de las guerras civiles que habían castigado al Uruguay.
Pero apenas dado los primeros pasos en ese sentido por la misión
Loureiro que la cancillería de Río de Janeiro se apresuró a despa-
char, desaparecieron las alarmas y entonces el Brasil resolvió apro-
vechar la oportunidad que se le presentaba para resolver su con-
tienda de límites y exterminar a su enemigo. No se había arries-
182 HISTORIA DEL UBUGUAY
gado aisladamente a lanzarse sobre su presa, pero con el concurso
de las repúblicas del Plata la guerra le resultaba tentadora.
De ahí arranca el sangriento drama que empezó a tener amplio
desarrollo bajo el gobierno de Aguirre, que subsiguió al de Berro,
y que absorbió casi por entero el período de la dictadura de Flo-
res.
CAPITULO III
Movimiento económico
Nuestra población segíin el censo de 1860.
El gobierno de Berro resolvió a mediados de 1860 levantar el cen-
so general de la República por intermedio de los Jefes Políticos
y con el concurso de los respectivos vecindarios.
En la Capital actuaron dos vecinos en cada n'.anzaua.
Véase el resultado de esa operación comparado con el de 1852:
DEPARTAMENTOS
Territorio
Población
ea 1860
Población
en 1852
Montevideo.
25
leo:uas
57,913
33,994
Canelones
178
3,200 cuadras
20,468
17,817
San José
432
800
1 2,527 í
13,114
Florida .
455
2,800
. 12,170i
Minas
554
400
12,852
8,089
Durazno.
538
3,200
8,973
5,591
Colonia .
213
3,200
13.349
7,971
Soriano .
347
800
i 14,138
9,031
Pavsandú
817
2,800
14.201
6,247
Salto . .
902
2.800
15,821
7,364
Tacuarembó
1,IH1
400
9,593
6,567
Cerro Largo
837
„ —
17,475
6,451
Maldonado .
572
800
—
9,733
209,480
131,969
La Mesa de Estadística calculaba la población del Departamento
de Maldonado, no censada, en 20,000 almas y prevenía a la vez que
podían estimarse en 98,000 las omisiones generah^?, arribando así
a la cifra de 327,480 habitantes.
Llenando las omisiones y vacíos del censo en forma más pruden-
te, véase cómo calculaba la población la Comisión organizadora de
la Sección Uruguaya en la Exposición de Londres de 1862:
184
HISTORIA DEL URUGUAY
Montevideo
Canelones
Florida .
San José .
Colonia .
Soriano .
Durazno .
Habitantes
70,078 Minas . .
30,000 Maldonado
15,925 Salto . .
16,092 Paysandú .
15,707 Cerro Largo
17,122 Tacuarembó
11,123
Habitantes
16,268
15,000
21,434
17,751
17,000
18,000
281,500
Su DISTRIBUCIÓN POE SEXOS.
Extraemos las siguientes cifras de los mismos cuadros del censo
qe 1860 (no figuran Paysandú y Maldonado) :
DEPARTAMENTOS
Nacionales Extranjeros
Nacionales Extranjeros
Montevideo
Canelones .
San José .
Florida .
Minas .
Durazno
Colonia.
Soriano.
Salto . .
Tacuarembó
Cerro Larg-o
13,867
6,520
5,538
5,245
5,522
4,268
4,425
6,053
3,666
2,694
5,797
63,595
18,158
4,527
1,491
1 ,346
1,231
1,055
2,131
1,817
5,958
3,i;^o
4,593
45,437
16,320
6,645
5,035
5,081
5,565
3,290
5,119
5,607
3,154
1,979
4,667
62,462
9,516
2,776
463
498
534
360
894
661
3,043
1,790
2,418
22,480
Su DISTRIBUCIÓN POR NACIONALIDADES.
Don Adolfo Vaillant, organizador de nuestra estadística, luego
de estudiar y corregir cifras y de llenar vacíos del censo, fijaba
la población de 1860 en 221,243 almas (Apuntes Estadísticos) y la
distribuía así por nacionalidades:
GOBIERNO DE BERBO
185
DEPARTAMENTOS
Nacionales Extranjeros
TOTAI.
Montevideo
30,187
27,674
57,861
Canelones .
13,165
7,303
20,468
Cerro Largo
10.464
7,011 ,
17,475
Salto. . .
6,820
9,001 '
15,821
Pavsandú .
9,466
4,735
14,201
Soriano .
1 1 ,660
2,478
14,138
Colonia .
y.544
3,625
13, 169
Minas
1 1 ,087
1,765
12,852
San José
10,573
1.954
12.527
Florida .
10,326
1.844
12,170
Maldonado .
8,670
3..M30
12,000
Tacuarembó
4,673
4.920
9,593
Durazno.
7,558
1,415
fs,973
144,193
1
77,055
221,243
El censo de 1852 arrojó 103,383 orientales y 28,586 extranjeros,
equivalentes al 78.4 '/<_ y al 21.6 % respectivamente.
Y el de 1S60 arrojó el 65 Sf de nacionales y el 35 ''A de extranje-
ros, siendo en Montevideo donde principalmente se reconcentraba
la inmigración hasta igualar casi las proporciones: 52 % de nacio-
nales y 48 % de extranjeros. Entre los censados de ese año (exclui-
dos Paysandú y Maldonado por falta de datos) sobresalían las sT-
Eíuientes nacionalidades:
Orientales .
Brasileños .
Esftañoles .
Italianos .
Franceses .
126,057 Argentinos .
19,106 Africanos
18,337 Ingleses .
10,055 Portugueses
8,891
6,337
2,300
1 ,062
1,032
Al terminar el año 1863, último de la administración Berro, tenía
el país, según los cálculos del señor Vaillant (Almanaque de «El
Siglo») 250,000 habitantes.
Movimiento vegetativo.
Extraemos de otro cuadro del señor Vaillant las siguientes cifras
correspondientes al número de defunciones ocurridas en el Departa-
mento de Montevideo durante los cuatro años del gobierno de Be-
rro y el subsiguiente de la administración Aguirre:
186
HISTORIA DEL URUGUAY
ANOS
PLANTA URBANA
( Montevideo,
Cordón, Aguada)
PLANTA KUKAL
( Reducto, Paso del
Molino, Unión, etc. )
Total
1860
1861
186-2
1863
1864
1,470
1 ,443
1,543
1,874
1 ,8¿ó
8,155
203
202
334
403
477
1,619
1,673
1,645
1,877
2,277
2,302
9,774
Clasificación por nacionalidades:
ANOS
Nacionales Extranjeros Se ignora
Total
18.60
1861
1862
1863
1864
1,049
1.009
1,229
1 ,554
1,546
624
632
644
715
740
4
4
8
16
1,673
1,645
1,877
2,277
2,302
Clasificación por edades, según el registro estadístico de 1860;
1859
1860
Menores de 7 años
De 7 años a 25
De 25 años arriba.
739
183
751
Entre las causas de las defunciones destacaba el censo de 1860 la
viruela (113), el «mal de siete días», (57), la tisis pulmonar (41),
la tisis (35), la fiebre (38), la pulmonía (33), la gastroenteritis
(31), el tétanos (25), los nacimientos inanimados (25), la tos con-
vulsa (24), la meningitis (21) y la disenteria (20).
GOBIERNO DE BEBBO 187
El crecimiento de la p<>l)la<ióii de >L()nte\-ideo.
Los cuadros censales de 1860 arrojaban una defunción por cada
34.58 habitantes, equivalente a 29 por mil. Partiendo de esta pro-
porción, calculaba así el señor Vaillant el crecimiento del Departa-
mento de Montevideo durante el quinquenio 1860-64:
AÑOS i! Población urbana ! Población rural ![ Total
1
1860
1
50.837
1
7.024 !
57,861
1861
49.905
6.987
56.892
1862
53.365
11.551
64.916
1863
64.812
13.938
78.750
1864
63,117
16,497
79,614
Contra la esclavitud.
No podían ser más terminantes nuestras leves contra la esclavi-
tud. Pero los estancieros brasileños, que siempre habían hecho caso
omiso de sus disposiciones, continuaban violándolas a despecho de
todas las medidas adoptadas por las autoridades para asegurar su
cumplimiento. La fórmula más corriente era la de contratos le
arrendamiento de servicios personales por plazos que absorbían la
vida entera del peón de estancia. En vez de traer, pues, a los escla-
vos bajo su verdadera denominación, el estanciero brasileño impor-
taba peones contratados por un número de años que coincidía con el
de la vida probable del esclavo. Algunos de los contratos visados
Tior el Consulado Uruguayo en el Brasil llegaban a 30 años!
Con el propósito de poner fin a ese abuso el doctor José Vázquez
Sagastume presentó en 1860 a la Cámara de Diputados un proyecto
de ley por el cual se establecía: que los esclavos que llegaran al
país eran libres; que las autoridades nacionales no reconocerían
contrato alguno sobre prestación de servicios personales sino entre
individuos reconocidamente libres; que los esclavos traídos por sus
dueños a nuestro territorio no estaban regidos por los tratados de
octubre de 1851.
«La ciudadanía oriental — decía el doctor Vázquez Sagastume
fundando su proyecto — se está extinguiendo al norte del Río Ne-
gro: contra el texto expreso de la Constitución de la República y
lo establecido por la liberalidad de nuestras leyes, la esclavatura es
188 HISTORIA DEL UBUGUAY
un hecho en algunas parte; la mayor parte de los establecimientos
(íc campo situados al norte del Río Negro están servidos por brasi-
leños, unos como esclavos y otros esclavos con el nombre de jíeones
que vienen del Brasil por contratos que hacen registrar en alguna
oñcina pública.»
La Cámara de Diputados, de acuerdo en lo fundamental con el
doctor Vázquez Sagastume, sancionó una legislación más restricti-
va y eficaz. Los contratos con colonos de color sólo serían reconoci-
dos en la República en el caso de que fueran ratificados ante los
Alcaldes Ordinarios, quienes advertirían previamente a los colonos
que en el Uruguay no había esclavos. Deberían además reunir las
siguientes condiciones: que el plazo no excediera de seis años, que
3l salario no bajara de 8 pesos mensuales, que los colonos no que-
daran obligados a salir del territorio nacional, que los contratos
Ir.eran protocolizados.
Era de mayores exigencias el ambiente del Senado. En concepto
de la Comisión de Legislación, la Cámara de Diputados había «con-
temporizado con un abuso y con un abuso que conculcaba un prin-
cipio humanitario consagrado en la Constitución de la República».
La Comisión aconsejaba el rechazo del proyecto y presentaba otro
radicalísimo que declaraba nulos todos los contratos celebrados fue-
ra del territorio nacional sobre servicio personal por individuos de
raza africana, agregando que los Tribunales rechazarían cualquiera
acción sobre cumplimiento de dichos contratos y liberarían a los
colonos de sus obligaciones. Y el Senado procedió de acuerdo con
su Comisión de Legislación.
Llevada la disidencia a la Asamblea prevaleció una fórmula
transaccional, que anulaba los contratos celebrados en el extranjero
con individuos de la raza africana por servicios personales, pero
que a la vez ordenaba que los de fecha anterior a la promulgación
ae la ley fueran Inscriptos en un registro especial, previa exhibi-
ción del documento que acreditase la libertad del colono.
Anticipándose a la sanción de esta ley dirigió el Poder Ejecutivo
in noviembre de 1861 una circular a los Jefes Políticos de Tacua-
rembó, Salto, Cerro Largo y Maldonado, en la que invocando el
hecho de qut algunos estancieros brasileños introducían negros
en calidad de peones contratados por 16 hasta 20 años de plazo con
violación de las leyes que habían abolido la esclavitud, ordenaba a
iiichos funcionarlos que no Insoribieran contrato alguno sin la pre-
via presentación por el colono de su carta de libertad; que no
admitieran plazos de más de seis años; y que instruyeran a los
colonos acerca de su verdadera situación jurídica de hombres libres.
GOBIERNO DE BEBBO
189
La edificación en la Capital.
En 1861 fueron incorporadas a la nueva ciudad las secciones del
Cordón y la Aguada. Invocaba el Gobierno en su decreto el au-
mento de la población en esas zonas y la necesidad de hacer llegar
hasta ellas «las mejoras de higiene y de policía de que disfrutaba
!a ciudad».
«La Prensa Oriental» atribuía en esos momentos a la planta ur-
bana de Montevideo 45,765 almas, entrando en su cálculo el Cordón
y la Aguada con la cifra de 7,978.
Según un censo parcial de mediados del mismo año la planta
urbana de la Unión constaba de 3,000 almas y de otro tanto el
resto de la sección. Esa población se alojaba en 400 casas de azotea,
100 de material y paja, y 60 de estanteo. Existían allí 5 escuelas
de varones y 5 escuelas de niñas, 312 establecimientos de giro en-
tre los que figuraban 50 pulperías y almacenes, 14 tiendas de gé
aeros, 10 carpinterías, 12 zapaterías, 12 atahonas, 5 herrerías y 5
reñideros de gallos.
He aquí el número de permisos para edificar y reedificar en el
Departamento de Montevideo expedidos de 1859 a 1862:
1859
1860
1862
Para edificar .
Para reedificar
97
53
86
40
120
46
Casi todos los edificios de Montevideo constaban de un solo piso.
En 1862 daba cuenta «El Comercio del Plata» de un edificio de
dos pisos que estaba construyendo don José María Estévez en la
calle Rincón esquina Misiones. Las otras tres esquinas del mismo
propietario tenían también edificios de dos pisos, cosa que no se
repetía en ninguna otra parte de la ciudad, por lo cual no sería di-
fícil — agregaba el referido diario — que el lenguaje popular que
ya había adoptado las designaciones de «la esquina del hacha» y
«la esquina del reloj», incorporara esta otra: «las cuatro esquinas
de alto».
lia inmigración.
Son deficientes los datos de 1860. Apenas nos dicen que de los
Estados Sardos salieron con destino a Monte\ideo 933 pasajeros
190
HISTORIA DEL URUGUAY
ea 1859 y 1,486 en 1860 (informes anuales del Cónsul General del
Uruguay en Genova don José Mateo Antonini), y que en la se-
gunda quincena del mes de diciembre de 1860 bajaron en Monte-
video, con procedencia de Barcelona, Burdeos, Genova y Coruña,
739 pasajeros.
El movimiento debió acentuarse en 18G1. He aquí el cuadro que
registra la prensa de la época:
Entradas Salidas
De ultramar
De Buenos Aires, ríos e interior
8,728
9,696
533
9,920
18,424
10,453
Saldo a favor del país, 7,971.
La Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados despa-
chó favorablemente en el curso de este año un proyecto de ley de
creación de cuatro Consulados generales en Europa a cargo de ciu-
dadanos que tratarían de acrecentar la corriente de agricultores e
industriales, que no alcanzó a figurar en la orden del día por la
estrechez de los recursos seguramente.
A mediados de febrero de 1862 desembarcaron en Montevideo
con procedencia de Genova, Savona y Canarias, 461 artesanos y
labradores. Computando los arribos de otras procedencias, fijaban
los cuadros estadísticos de la prensa en 1,291 los pasajeros de ul-
tramar desembarcados en el primer trimestre del año.
La Comisión encargada de organizar la sección uruguaya en la
Exposición de Londres, dirigió en ese mismo año una circular a
todas las Juntas Económico- Administrativas, avisándoles que el
Cónsul del Uruguay en Inglaterra había recibido propuestas venta-
josas para el envío de colonos suizos, belgas y alemanes, mediante
el único desembolso de 20 pesos fuertes por cada Inmigrante des-
embarcado en el puerto de Montevideo, y que esa propuesta po-
día hacerse llegar a los establecimientos rurales, ofreciéndose la
Comisión a actuar como agente intermediario.
De la acogida que tuvo esa circular da idea una respuesta del
Jefe Político del Salto don Dionisio Trillo al Presidente de la
Comisión de Exposición, comunicándole que había depositado on
la sucursal del Banco Mauá 6,000 pesos fuertes con destino al
GOBIERNO DE BERRO 191
pago de pasajes de 300 colonos de Alemania, solicitados por los
vecinos de su departamento.
Ante la acrecentación del movimiento, resolvió la Cámara de Di-
putados autorizar la construcción de un A.silo de Inmigrantes, san-
cionando con tal objeto un crédito suplementario de 6,000 pesos.
Pero la guerra civil se encargó luego de abatir las cifras que
hablan impulsado ese proyecto. En todo el transcurso de 1863 la
navegación a vela sólo dejó en Montevideo 1,113 pasajeros de ul-
tramar, y el mal siguió en aumento al año siguiente, hasta que-
dar anulada por completo la corriente inmigratoria.
El gobierno de Berro era partidario de la inmigración espontá-
nea, y rechazaba la inmigración contratada.
«Se han recibido en el Ministerio a mi cargo — decía en 3u
Memoria de 1860 el doctor Acevedo — diversas propuestas de in-
migración, reposando todas en la concesión de cierta cantidad de
tierras públicas o su venta por precios moderados. El Gobierno,
sin desantender el estudio de esas propuestas, ha considerado que
el mejor medio de favorecer la inmigración se encuentra en la
conservación de la paz y orden interno que garante las perso.
ñas y las propiedades, la buena administración de justicia, la ins-
titución de las municipalidades, la instrucción gratuita y la tole-
rancia de cultos. Gozamos ya felizmente de la mayor parte de esos
beneficios. Los otros, es decir, la buena administración de justicia
y las municipalidades no tardarán en conseguirse.»
En 1861 fué derogado el decreto que imponía a los pasajeros del
exterior la obligación de presentarse a la Policía, estableciéndose
en su lugar que el Capitán del Puerto pasaría la lista diaria de
los pasajeros. La presentación personal — decía el decreto — cons-
tituye una traba inútil en circunstancias normales.
En la Asamblea encontró también eco simpático la abolición del
pasaporte. La Cámara de Diputados temiendo ir demasiado lejos
lo suprimió para el exterior. Justificando la reforma decía un dia-
rio de la época que las tres cuartas partes de los pasajeros eludían
la traba, sacando pasaje para Paysandú o Salto, cuando en reali-
dad se embarcaban para Entre Ríos. Persuadida de ello la Cámara
de Senadores suprimió la traba en absoluto, fuere cual fuere el
punto de destino.
Tampoco descuidó el Gobierno la situación de las familias po-
bres que en época anterior habían traspuesto las fronteras en
busca de tranquilidad y elementos de vida. El Jefe Político de
Cerro Largo don José G. Palomeque pidió y obtuvo autorización
192 HISTORIA DEL URUGUAY
en 1860 para invertir algunos de los recursos de la Policía en la
repatriación de esas familias emigradas.
«Ya es tiempo — decía en su nota al Ministro de Gobierno — i
que las autoridades delegadas de V. E. en estos departamentos fron-
terizos, nos ocupemos de reparar los males por que desgraciada-
mente ha pasado la República, Las luchas y los desastres políticos
h.an arrojado de la madre patria numerosas familias, que ni el
tiempo ni las cosas han sido suficientes para libertarlas del durí-
simo sufrimiento, como que las más de ellas se resignan a men-
digar en el extranjero el amargo pan de la caridad pública».
La colonización de la frontera.
La Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados abordó en
1861 el estudio de la colonización de nuestra frontera terrestre.
Refundiendo y complementando diversos proyectos presentados,
resolvió aconsejar que se declarara de una manera general que
las tierras públicas de los departamentos del Salto, Tacuarembó,
Cerro Largo y Maldonado quedaban destinadas a la colonización
agrícola y a la instalación de familias del país, y que estaba fa-
cultado el Poder Ejecutivo para conceder en usufructo por el
plazo de 10 años chacras de 60 cuadras y estancias de 900 cuadras,
y asimismo para adjudicarlas en propiedad a los colonos por la
mitad de su precio una vez vencido el plazo de los 10 años.
Al año siguiente volvió la Comisión de Hacienda a estudiar su
proyecto y luego de oir diversas opiniones lo modificó en esta
forma:
El Poder Ejecutivo deslindará una gran zona fronteriza en la
que todas las tierras públicas y sobras de campo se destinarán
a colonización agrícola sobre la base de familias nacionales.
Esas tierras podrán ser donadas a empresas particulares que se
obliguen a colocar un mínimum de 25 familias dentro de los 18
meses de la concesión, y a dejar trabajada la totalidad de la tie-
rra dentro de los cuatro años. También podrá el Poder Ejecutivo
conceder chacras por cinco años a familias nacionales o extran-
jeras y adjudicar esas chacras en propiedad una vez vencido el
plazo de la concesión.
¿Cuál era la idea inspiradora de ese plan de colonización de la
frontera terrestre con el Brasil?
Al discutirse los proyectos de la Comisión de Hacienda, dijo el
diputado García Sienra, refiriéndose a la incesante absorción bra-
sileña:
GOBIERNO DE BERRO 193
«Yo 110 encuentro otro camino para salvar nuestra independen-
cia que establecer colonias en las fronteras, cuesten lo que cuesten*
No me importa el costo, no me importa la concesión. Si queremos
ser orientales, si queremos ser independientes, es necesario hacer
sacrificios.»
Otro diputado, el señor Díaz, insistiendo en la misma idea de
nacionalizar las fronteras mediante el establecimiento de colonias
nacionales, se expresó así:
«Es notorio que nuestras autoridades no tienen imperio, puede
decirse, del otro lado del Río Negro, que mandan exclusivamente las
autoridades brasileñas, y que los hábitos, las costumbres y hasta
los nacimientos se legitiman ^or medio de actos religiosos para
que los individuos tengan la ciudadanía no oriental, sino bra-
sileña.»
«Se ha dicho con razón — agregó el diputado Diago — que
este asunto es de vida o muerte. Yo digo que es el más grande
que pueda presentarse hoy a la consideración del Cuerpo Legisla-
tivo, porque después de las largas desgracias que han gravitado
sobre el país, después que un poder astuto que por medio de la
astucia, aprovechándose de todos nuestros errores y desgracias, ha
ido estableciendo sobre esta desgraciada tierra una conquista pa-
cífica, subterránea, sorda, de zapa y mina, nos encontramos hoy,
señores, en una situación que no parece sino que Sila golpea a
nuestras puertas.»
Y para robustecer su argumentación citó el señor Diago las
siguientes palabras del diputado Silva Ferraz, representante de la
provincia de San Pablo ante el Parlamento brasileño en 1845, al
creerse inminente la guerra con Rosas y Oribe y expresarse por
algunos de sus colegas dudas o temores acerca de los recursos
militares del Imperio:
«Veo, señores, que tenéis una idea muy equivocada del poder- y
de los recurs'os del Imperio. Vosotros creéis que allí en la línea
o divisa material del Yaguarón, adonde termina el imperio de
nuestras leyes, al pasar a la otra banda y al territorio que se
dice la República Oriental, creéis que vais a encontrar al otro lado
de la línea material un pueblo completamente distinto de lo que se
llama Imperio del Brasil; pero es preciso que sepáis que feliz-
mente no es así. Al pasar al otro lado del Yaguarón, señores, el
traje, el idioma, las costumbres, la moneda, las pesas, las medidas,
todo, hasta la otra banda del Río Negro, todo, todo, señores,
hasta la tierra, todo es brasileño.»
1.3 -V
194
HISTORIA DEL rRUGÜAY
Después de larga discusión y a pedido del propio señor Diago
volvió el asunto a Comisión y allí quedó encarpetado por efec-
to de los sucesos políticos que sobrevinieron.
Cifras globales del comercio exterior.
He aquí las cifras de nuestro intercambio comercial por el puerto
de Montevideo durante los 12 meses corridos de junio de 1860 a
mayo de 1S61, según la Memoria de la Comisión organizadora de
la Sección Uruguaya en la Exposición de Londres de 1862:
Valor de la importación S 8.282,222
» » » exportación 5.488,406
Advertía la Comisión que no había computado dos partidas del
intercambio con el Brasil relativas al segundo semestre de 1860
que elevarían el ruonto de nuestra importación a 9.641,000 pesos
y aún a 10.113,206 (moneda antigua) agregando los artículos libres
de derechos.
Véase ahora el movimiento del año 1861, según la estadística co-
mercial de la prensa de la época:
Importaciones Exportaciones
¡
Montevideo
Salto !
Paysandú
Cerro Largo
§ 9.069.850
324.170
132.204
116,297
$ 5.582,093
255,292
288,738
1.450.134
$ 9.642,521
S 7.576,257
En conjunto 17.218,778 pesos, sin incluir por falta de datos el
movimiento de las receptorías de Maldonado, Minas y Tacua-
rembó.
En 1862 se intensificó el movimiento según lo acreditan las
siguientes cifras de la estadística oficial de Aduana, ajustadas al
nuevo peso nacional de cien centesimos establecido por la ley de
ese año:
Impnrtaeióii
Exportación
í 8.151,802
8.804,442
GOBIERNO DE HERRÓ
195
Al año siguiente estalló la guerra civil y aunque la corriente
comercial no pudo escapar al desastre, todavía acreditaron los
despachos de Aduana la fuerte energía de que estaba dotada la
plaza. He aquí según los datos publicados por don Adolfo Vail-
lant en el Almanaque de «El Siglo» el movimiento comercial
de 1863:
Importación . $ 8.7t)3,18l
Exportación 9.464,767
El siguiente cuadro recapitulativo de los guarismos que antece-
den, traduce el movimiento comercial durante el gobierno de Berro:
Importación Exportación
Total.
1860 pesos antiguos de 80 centesimos.
1861 » » » »
1862 » actuales de 100 centesimos
1863 » » » »
8.282,222
9.642,521
8.151.802
8.763,181
5.488,406
7.576,257
8.804,442
9.464,767
13.770,628
17.218,778
16.956,244
18.227,948
El comercio exterior en el Río de la Plata.
Ya veremos que algunas de las estadísticas particulares de la
época inflaban esas cifras a título de que estaban basadas en afo-
ros aduaneros excesivamente bajos. Pero sin entrar en un debate
para el que nos faltarían elementos de juicio, puede afirmarse
que ellas exteriorizan la considerable energía comercial del Uru-
guay durante el período que examinamos. Basta compararlas con
las cifras similares que subsiguen relativas al movimiento comer-
cial de la Argentina, que reproducimos de un estudio de don
Adolfo Vaillant acerca de la Memoria de Hacienda presentada al
Congreso Argentino en 1867 y otros documentos oficiales:
Importación
Exportación
1862 $ 22.118.168 $ 16. 12.S, 734
1863 I 20.240,3631 18.175.294
Tomando aisladamente los puertos de Montevideo y Buenos Ai-
res fijaba así el mismo estadígrafo el valor oficial del comercio
exterior en el año 1862 (importación y exportación reunidas) :
196
HISTORIA DEL URUGUAY
Pesos fuertes
o patacones
Libras
esterlinas
Montevideo .
Buenos Aires
14.316,838
28.178,531
2.924,290
5.755,615
La capacidad económica de Montevideo que llegaba en esos mo-
mentos a la mitad de la de Buenos Aires a pesar de la considerable
inferioridad de su población, da idea de los progresos que hubiera
piodido realizar el Uruguay a no haber sido trabada su marcha por
la revolución de 1863.
Algunos rubros de nuestro comercio de importación.
He aquí los de mayor relieve en los cuadros estadísticos de 1862:
Valor de los tejidos y géneros .... $ 2.505,638
» » » comestibles 1.733,632
» » las bebidas 1,535,394
» » los artículos confeccionados . 546,299
La «Estadistica de Aduana», importante fuente de información
comercial de la época, suministra interesantes detalles acerca de
ias mercaderías despachadas para el consumo en el transcurso de
ese año. De ella extraemos las siguientes cifras relativas a la Adua-
na de Montevideo exclusivamente:
GOBIEKXO DE BEl'.RO
197
Valor oficial
Producto
de los derechos
de Aduana
Azúcar (barricas)
» (cajas)
> (sacos)
Arroz (sacos)
» (barricas)
Bebidas espirituosas (cascos) .
» » (cajones).
» » (damajua-
nas)
Calzado y artículos de zapatería
Caña (pipas )
Paño
Casimir
Ropa hecha
Sederías
Sombreros y artículos de som-
brerería
Suelas (número)
Tabacos (en hoja)
» (en cuerda) . . . .
Tejidos de algodón ....
» » ^ y lar.a .
» ) lana
Vino (cascos)
» (cajones)
Yerba mate (tercios) . . . .
29,902
5,464
317
12,233
1,015
916
18,082
35,217
3,542
15,375
30,708
13,809
21,368
572,186
198,209
4,712
106,260
9,329
14,750
55,805
56,991
163,201
183,835
116,466
89,705
250,446
294,338
132,650
102,732
76,861
199,240
1.348,920
104,457
192,908
1.078,998
53,470
292,956
114,437
39,658
942
21,251
1 ,865
3,247
12,777
12,538
24,471
40,445
17,469
13,455
37,567
17,648
19,697
13,328
11,390
39,848
202,238
15,668
28.935
237,379
11,763
52,732
En nuestro intercambi'o de 1862 destacábanse los seis países que
subsiguen:
Importación
Exportación
Total
Inglaterra
Francia .
Brasil
Argentina
España .
Habana .
2.288,302
2.016,111
1.575,371
842,271
922,820
234,530
2.065,835
1.861,180
1.117.637
415,349
273,390
914,224
4.354,138
3.877,291
2.693,008
1.257,620
1.196,218
1.148,754
He aquí ahora los principales rubros de nuestra importación en
1863, según los cuadros estadísticos publicados por don Adolfo Vail-
lant:
198 HISTORIA DEL UBUGUAT
Tejidos de algodón $ 1.364,855
» hilo 97,219
» s lana 550,304
» seda 231,157
Vinos 979,001
Azúcar 766,659
Mercería y ropa hecha 575,479
Aguardiente, coñac y caña 308,310
Tabacos y cigarros 287,689
Calzados 228,678
Países que sobresalían en nuestras importaciones de ese año:
Inglaterra $ 1.967,939
Francia 1.733,855
Brasil • 1.354,819
España 793,625
Algunos artículos de nuestras exportaciones.
De la estadística comercial del diario «La República» extraemos
estos ocho productos correspondientes al año 1861:
Cueros vacunos secos 361,144
» » salados 274,153
» de potro secos 16,603
» » " salados 104,228
Lanas (fardos) 6,659
Gorduras (pipas j 6,934
» (cajones) 2,658
Carne f quintales) 304,116
Mucho más completos son los datos de la «Estadística de Adua-
na» de 1862. Reproducimos los de mayor importancia:
GOBIERNO DE BERRO
199
Número
Valor de aforo
Producto
de los derechos
Cueros vacuuos secos .
» » salados .
» de potro secos
» » » salados.
Cerda (arrobas).
Gordura de saladero (cascos
Grasa vacuna (cascos)
Lana (arrobas ) . . . .
Sebo
Trigo (fanegas).
Carne tasajo (quintales) .
Harina (sacos) ....
Ganado en pie ....
397,502
400,472
18,690
83,630
38,830
3,704
5,945
249,287
42,904
425,352
21,879
1.186.284
2.072,860
18,886
103,700
151,793
250,452
437,780
535,408
231,935
257,719
1.914,084
114,884
1.736,750
47.451
82,914
751
4.148
6.071
10,018
17,511
21,416
9,277
10.308
Se trata de cifras oficiales relativas al puerto de Montevideo ex-
clusivamente y de aforaos siempre más bajos que los de plaza.
El «Standard» de Buenos Aires, adoptando las bases más am-
plias del movimiento de toda la República y de los precios del mer-
cado, calculaba así nuestra exportación de 1862:
622,061 cueros vacunos secos ... a 4 pesos $ 2.488,244
517,916 » » salados . . a 5 » 2.589.580
18,093 » yeg-ua secos .... a 1,200 » 22,619
111,479 » salados a 2 » 222,958
11,724 fardos lana a 140 » 1.641,360
1,580 » cerda a 300 » 374,000
17,830 pipas grasa y sebo vacuno . a 100 » 1.783,000
1,460 » » potro .... a 70 » 102,200
954 fardos cueros carnero ... a 200 » 190,800
741,519 quintales tasajo a 2,320 , 1.779,638
200,000 novillos para Rio Grande . . a 10,640 , 2.160,000
8,670 fardos ceniza y hueso ... a 15 >> 130,050
101,000 astas, el millar a 40 » 40,400
Varios otros productos — 1.870,227
Llegaba así el expresado diario a la conclusión de que el valor
oficial de nuestra exportación en 1862 no era de $ 11.005,553 (mo-
neda antigua) como aparecía en las estadísticas, sino de 15,400,000
en números redondos. Para el articulista había también que au-
mentar en un 30 %, por concepto de aforos bajos y contrabandos,
200
HISTORIA DEL URUGUAY
la cifra oficial de nuestra importación que era de 10.189,752, al-
canzándose entonces el valor efectivo de 13 y V2 millones.
Sólo tenemos datos parciales acerca de la exportación de 1863.
La guerra debió dejar sin empleados a la Mesa de Estadística.
«El Telégrafo Marítimo», refiriéndose exclusivamente al puerto
do Montevideo fijaba en esta forma el monto de nuestros principa-
les productos de exportación en el expresado año:
Cueros vacunos secos 518,542
» » salados. 499,170
» potro secos . 13,608
» » salados 86,731
Carne tasajo (quintales) 408,515
Carneros en pie 1,290
Grasa vacuna en pipas 9,192
Lana en fardos 13,248
» vellones 2,012
Sebo en pipas 4,226
«El País», refiriéndose a todas las exportaciones del Uruguay, lle-
gaba a la cifra de 16 millones de pesos (moneda antigua) distri-
buida en la forma que subsigue:
607,220 cueros vacunos secos, a .
799,476 » » salados, a
11,292 » yeguarizos secos, a
89,242 . » salados, a
15,026 fardos lana, a . . . .
1,523 »• cerda, a . . . .
30,393 pipas g-rasa vacuno, a.
521 > » yegua, a .
1,494 fardos cueros carnero, a .
912,942 quintales de tasajo, a .
232,000 animales en pie para el Bras
2.000,000 astas, el millar ....
19,000 toneladas ceniza y hueso .
Trigo, harina, frutas, etc
3. .50 $ 2.125.270
4.50
3.597,642
1.00
11,292
1.30
116,014
110.-
1 .652,860
240.—
365,520
65.-
1.915,545
50.-
26,050
150.—
224,100
1.80
1.643,295
9.—
2.0S8.000
25.-
.50.000
130,800
2.000.000
GOBIERNO DE UERRO
201
El coinercio de tasajo.
Poblemos (lar cifras más amplias acerca de la exportación de ta-
sajo, utilizando los cuadros estadísticos del corredor de frutos don
Felipe Muñoz. Abarcan el movimiento saladeril' de todo el Río de
la Plata en los cuatro años del gobierno de Berro. Helas aquí:
ANOS
Buenos Aires y
Entre Ríos
Montevideo
y costa oriental
Exportado a 1
Brasil
Exportado a la
Habana
1860. . . .
1861. . . .
1862. . . .
1863. . . .
Quintales
675,682
583,181
481,400
Quintales
436,640
390,0 J3
863,590
Quintales
492,717
526,994
603,905
Quintales
619,605
446,210
657,575
Hemos dejado en blanco la columna correspondiente a 1862 por-
que la planilla de ese año engloba parte de la producción uruguaya
y de la producción argentina. He aquí esa planilla, advirtiendo que
ex 1861 Fray Bentos figuraba con 4,585 quintales y que el Salade-
ro del Arroyo Negro no figuraba absolutamente, pero sí el de Con-
cepción del Uruguay con 82,180 quintales, cifra casi Igual a la d«
los otros dos saladeros en 1862:
Brasil
Habana
Total
Buenos Aires
jMontevideo
Giiale^i'uaychú, Concordia y Fray
Bentos
Paysandú y Salto
Concepción y Arroyo Ne<;T0 .
Gualeo'uay
Mercede.s
Rosario
Colonia
1
¡ 141,977
236,526
79,370
74,532
1 36.510
22,530
9^60
3,400
222.511
220,310
112,720
15,000
49.634
17,400
10,000
10,000
364,488
456,836
192,090
89,532
86,144
17,400
32,530
19,060
3,400
603,905
657,575
i
1.261,480
Acreditando a la producción uruguaya una parte igual a la
obtenida por el Saladero de Fray Bentos en la zafra anterior.
202
HISTORIA DEL UBUQUAY
xesultaría esta cifra recapitulativa para llenar el claro de la colum-
i=a de 1862:
Buenos Aires y Entre Ríos
Montevideo v costa oriental
674,597 quintales
586,883
La producción uruguaya inferior a la argentina en los dos pri-
laeros años, se aproximó a ella en 1862 y acabó por superarla fuer-
temente en 1863, el año de la invasión de Flores, en parte por la
necesidad de liquidar haciendas ante el desastre de la guerra, pero
en parte también por efecto del tren de progreso en que ya esta-
ban los saladeros orientales desde el año anterior.
El «Club Nacional», institución fundada para la apertura de
nuevos mercados a las carnes uruguayas, publicó en 1862 un cua-
dro de las exportaciones de tasajo, que difiere en algo de los que
anteceden, por efecto sin duda de la distinta manera de compu-
tar las zafras o de la involucración dé la producción similar ex-
J^ranjera llegada en tránsito al puerto de Montevideo. Lo reprodu-
cimos a continuación advirtiendo que el impreso que nos sirve
para el extracto contiene un error numérico que no liemos podido
rectificar:
ANOS
1857
1858
1859
1860
1861
1862
Quintales ' Quintales ' Quintales
199.040 204.930 348.536
168,520 187,510 293,330
322,817 227,288 489,331
428,220 290,662' 416,378
386,786 255, 860i 316,537
Quintales '
752.506
649,360
1.039.436
1.135.260
1.055.183
738,3401 206,875j 310,500,, 1.255,715,
« Va
Juntamente con la mayor actividad de los embarques, había ido
descendiendo el precio del tasajo en una forma gradual y persis-
tente que demostraba que la baja no procedía de circunstancias ex-
traordinarias de los mercados de consumo, sino del ensanche de la
producción y de la competencia de los productores del Río de la
Plata que figuraban en ese cuadro y de los de Río Grande que no
figuraban.
GOBIERNO DE BERRO
203
La Comisión Directiva del «Club Nacional» fijaba así el consumo
del charque en la plaza de Río de Janeiro y los precios corrientes
en ese mercado:
1859
1860
1861
475,904 quintales de 4,500 a 5,000 reis la arroba
582,528 » » 3,800 >. 4,500 »
629,600 » » 2,000 » 3,500 >,
El consumo de todo el Brasil estaba calculado por la Comisión
en un millón de quintales al año y el de la Habana entre 540
y 600,000.
De un cuadro de las exportaciones del Río de la Plata con des-
tino al Brasil y Cuba durante el primer sementre de 1862 y 1863,
obra de los corredores de Buenos Aires señores Martí y Matta,
extraemos las siguientes cifras relativas a la distribución de los
embarques:
1862
1863
Buenos Aires y Entre Rios (quintales).
Montevideo y costa oriental (quintales)
292,302
349,528
184.900
484,290
641,890
669,190
Nos hemos limitado al primer semestre p'orque sólo en parte muy
pequeña pudieron recibir los embarques de ese período la influen-
cia de la actividad saladeril bajo la presión de la guerra.
Se ve, pues, que desde mediados de la administración Berro los
saladeros uruguayos iniciaron un fuerte desarrollo al mismo tiem.
po que los argentinos se estancaban primero y retrocedían des-
pués, hasta quedar desalojados del puesto prominente que habían
ocupado.
Ese progreso de los saladeros orientales coincidía con la tenden-
cia cada vez más acentuada a reconcentrar en la plaza comercial
de Montevideo los negocios tasajeros de la Argentina, actuando así
nuestro puerto como intermediario para la financiación de casi to-
da la zafra del Río de la Plata, según lo demuestra el siguiente re.
sumen de la carne desembarcada en Río de Janeiro durante el
año 1860: .
204 HISTORIA DEL URUGUAY
Arrobas
ExistCBcia de 1859 85,000
Importado de Rio Grande 785,400
» » Puerto Alegre 137,300
» Estado Oriental 943,000
» Entre Ríos 48,000
» » Buenos Aires 293,700
2.292,400
Exportación de ganados,
.Una estadística de 1861 fijaba así el número de animales expor-
tados con destino a la Provincia de Río Grande por las recepto-
rías y resguardos de los departamentos de Salto, Cerro Largo,
Paysandú y Minas (omitidos Tacuarembó y Maldonado, el primero
de ellos sobre todo fuerte suministrador de materia prima a los
saladeros ríograndenses) :
Novillos 98,607
Vacas 11,995
» de cria 24,719
Yeguarizos 4,104
Muías 264
Ovejas 1,706
El grueso de las exportaciones correspondía a Cerro Largo, por
donde habían- salido 111,789 animales vacunos, aforados en
1.450,134 pesos.
Invocando datos de personas caracterizadas aseguraba don Isi-
doro De-María en «La Prensa Oriental» que durante el último tri-
mestre de 1861 habían salido con rumbo al Brasil por la sola
frontera de Cerro Largo y Tacuarembó, entre despachado por las
receptorías y ~ contrabandeado, 272,000 animales.
El comercio de cueros.
La mayor actividad saladeril debía naturalmente repercutir en
los embarques de cueros. He aquí un estado comparativo de las
exportaciones por los puertos de Buenos Aires, Montevideo y Río
Grande desde 18.58 hasta 1861:
GOBIEBXO DE BERRO
205
Cueros salados i Cueros secos
I
Total
1858
Montevideo
Buenos Aires
Rio Grande
219,256
329,247
173,317
215.366
588,358
78,584
882,308
•
434,622
917,605
251,901
721,820
1859
Montevideo
Buenos Aires i
Rio Grande
374,588
489,806
258,705
í
193,890
537.878
118,475
568,478
1.027,684
377,180
1.123,099
850,243
1860
Montevideo
Buenos Aires
Rio Grande
453,766
418,790
361,226
409,191
820,823
180,871
1.410,885
862,957
1.239,613
542,097
1.233,782
1861
Montevideo
Buenos Aires
Rio Grande
274.153
276,000
300,000
361,144
635,297
276,000
300,000
850,153
361,144
Son datos que reproducimos de las revistas comerciales de «La
República». Otro diario de la época «La Reforma Pacífica» se en-
cargó de publicar una estadística de la exportación realizada des-
de el 1.° de noviembre de 1861 hasta el 31 de octubre de 1862 ex-
clusivamente por los puertos de Montevideo y Río Grande. Y de
esa estadística en la que figuran los dos últimos meses de 1861
comprendidos en los datos de «La República» resultan estas nue-
vas cifras:
206 HISTORIA DEL UBUGUAY
Cueros salados Cueros secos
Montevideo
Rio Grande
520,393 604,208
420,711 I 3^5,530
Advertía «La Reforma Pacífica» que en la exportación riogran-
dense figuraban los cueros de 150,000 animales vacunos proce-
dentes del territorio oriental, que acreditados al país de origen per-
mitían elevar el monto efectivo de las exportaciones uruguayas a un
millón trescientos mil cueros aproximadamente. Pudo y debió agre-
gar, sin embargo, que una parte de la exportación de Río Grande
se unía a la nuestra en la frontera y se confundía con ella al tiem-
po de ser transportada a Europa.
lEstán lejos de concordar los cuadros de exportación de carnes y
cueros que hemos reproducido de las distintas fuentes de infor-
mación comercial de la época, por efecto sin duda del año adopta-
do, el civil para unos y el saladeril o de zafra para otros, y de la
acumulación o rechazo de los frutos y productos similares a los del
país procedentes de la Argentina y el Brasil. En la imposibilidad
de elegir a causa de la falta de estadísticas oficiales, hemos preferi-
do reproducirlos por emanar todos ellos de fuentes serias y pres-
tigiosas.
Y a propósito de cueros: en 1860 el Gobierno pasó una circular
a las Juntas Económico-Administrativas adjuntándoles varias de-
•iuncias encaminadas a corregir defectos en los cueros vacunos de
matadero que deprimían la cotización de nuestros productos en
Europa. De ella resultaba que los abastecedores tajeaban los cue-
ros y adelgazaban excesivamente la parte correspondiente al ma-
tambre con el fin de dar a la carne mayor apariencia de gordura.
Opinaba el Gobierno que en vez de medidas represivas correspon-
día estimular el interés de los mismos abastecedores.
El nio\iniipiito de algunas receptorías.
Mucho se preocupó el gobierno de Berro de intensificar la acti-
vidad de las receptorías fluviales y terrestres como medio de com-
l)atir el contrabando.
Acordó desde principios de 1860 el libre depósito a los pueblos
del Cuareim y Santa Rosa. El decreto sólo subordinaba la ejecución
de estas franquicias a la construcción de «almacenes sólidos», y pa-
GOBIERNO DE BERRO
207
ra estimular a los capitaJistas a que abordaran la obra ofrecía
un alquiler equivalente al interés del 1 '/< mensual de los fon-
dos invertidos. Ya se había levantado una información sobre el te-
rreno por el empleado de Aduana don José María Roo, de la que
resultaba que el comercio de Alégrete y de Santa Ana do Livra-
mento realizaría sus compras en San Eugenio con preferencia a
Uruguayana situada a mayor distancia y separada de aquellos cen-
tros por ríos y arroyos profuados.
Al ünalizar el año 1861, fueron habilitados diversos puntos de
la frontera terrestre para la exportación de ganado con destino a
los saladeros de Río Grande, organizándose a la vez un servicio de
guardias bajo la dirección de los comandantes de fronteras. Uno de
éstos, el coronel Dionisio Coronel, fué nombrado jefe de los depar-
tamentos de Salto y Tacuarem'bó y de toda la guardia nacional que
hubiera necesidad de movilizar para atender el servicio aduanero
de la frontera.
Durante el primer trimestre de 1861 salieron por la receptoría
de Artigas 30,128 vacunos, aforados en 361,536 pesos, y por la fron-
tera de Tacuarembó 11,186 vacunos. Durante el segundo trimestre
la corriente de exportación llevó al Brasil 38,184 animales vacunos
de faena y 4,130 de cría.
En 1863 salieron por el puerto de Mercedes los siguientes pro-
ductos :
42,728 cueros vacunos salados, 27,642 cueros vacunos secos, 743
cueros vacunos curtidos, 10,908 cueros yeguarizos salados, 424 ye-
guarizos secos, 840 yeguarizos curtidos, 9,651 cueros lanares, 243
docenas de badanas curtidas, 608 docenas de becerros curtidos.
Nuesti'o foiuercio con algunos mercados.
De un informe del Consulado del Uruguay en Liverpul extrae-
mos las siguientes cifras:
1860
1861
Arríenlos uruouavos introducidos en la Oran
B f'taña (libras esterlinas") i 867.328
Artículos ino'lesps enviados al Uruji'uay libras
esterlinas) . \ 922,733
639,717
582,518
208
HISTORIA DEL URUGUAY
Según los cuadros del Consulado del Uruguay en Italia, durante
el año 1862 salieron del puerto de Genova con destino al de Mon-
tevideo 19 buques de 4,231 toneladas en conjunto y la siguiente
carga:
Aceite, kilogramos
16,500 Valor en francos 198,006
Arroz, id 748,600
Cuerdas de cáñamo, id. 21,500
Dátiles, id 34,250
Fideos, id 372,508
Quesos, id 11,480
Papel, resmas . . . 80,150
Vino de Francia, pipas 1,785
219,440
266,600
513,750
204,306
241,080
240,450
240,975
/De una estadística m^s amplia del Cónsul del Uruguay en Es-
paña don Antonio Aldama, reproducimos el siguiente resumen del
valor de las mercaderías españolas enviadas al Uruguay y del va-
lor de los artículos uruguayos llegados a España (en pesos fuer-
tes) :
ANOS
Exportación Importación
ANOS
Exportación
Importación
1847 . .
$ 241,662
$ 150,665
1854 . .
$ 928,317
$ 54.758
1848 . .
273,668
212,980
1855 . .
1.243,104
195,408
1849 . .
166,140
—
1856 . .
1.016.810
99,121
1850 . .
17,000
—
1857 . .
875,940
131,330
1851 . .
56,584
—
1858 . .
1.019,754
22S.000
1852 . .
346.263
7,1.08
1859 . .
1.170,707
674,711
1853 . ' .
539,699
403,253
1 1860 . .
i 934,664
1.086,235
De los informes del Consulado Oriental en la Asunción resulta
que en 1860 fueron despachados para Montevideo 10 buques con
60,000 pesos de mercaderías; al año siguiente 50 buques con
120,000 pesos; y un año después 22 barcos simplemente pero con
productos aforados en 145,606 pesos.
Otros resúmenes complementarios publicados por nuestra Mesa
de Estadística y por la agencia comercial a cuyo frente estaba el
señor Brizuela, demuestran que la yerba paraguaya introducida
en la plaza de Montevideo dio este considerable salto: de 868 ter-
cios en 1862, a 2,888 tercios en 1863. Más de dos mil tercios de un
año a otro.
GOBIERNO DE BEBBO
209
Al ocuparse la Comisión Permanente en 1860 de la denuncia
del tratado de comercio con el Brasil, suministró estos datos el
miembro informante don Javier Alvar ez:
Desde el 1." de enero de 1859 liasta el 31 de marzo de 1860 han
salido por el puerto de Montevideo y receptorías de Paysandú con
destino al Brasil 394,931 quintales de carne seca y 131,831 arro-
bas de gordura, recaudándose por tal concepto 76,000 pesos de de-
rechos. Lo importado en ese mismo período por la Aduana de
Montevideo y receptorías de Paysandú, Salto y Artigas, ascendió
a 1.539,477 pesos, con un rendimiento aduanero de 79,000 pesos.
Puerto de Monte\'ideo.
'Durante el año 1860 entraron al puerto de Montevideo 914 bu-
ques de ultramar de las procedencias, tonelaje y tripulación que
establece el cuadro que reproducimos de la Memoria de Hacienda
de ese año':
PROCEDENCIAS
Buques Toneladas Tripulantes
Uruguay
Argentina .
Bra.«il . . .
Portugal
España .
Francia .
Inglaterra .
Estados Unidos
Alemania
Italia
Otros puertos .
46
191
140
12
147
ó9
118
41
70
ñl
39
9,039
43,027
30,263
2,825
35.112
19,939
33,087
14,470
14,330
12,525
9,755
914 224,372
463
2,117
1,574
130
1,873
966
1,340
524
676
749
517
10,929
Descontando el movimiento con puertos orientales y argentinos
y corrigiendo algunas de las cifras oficiales, reducía don Adolfo
Vaillant las procedencias directas de ultramar a 636 buques con
162,383 toneladas y asignaba el primer cargo a los pabellones
de los siguientes países:
14 -V
210
HISTORIA OEL URUGUAY
Buques Toneladas
Inglaterra 109 3-2,496
España . . 129 3(i.860
Brasil 139 , 29,981
Francia 59 | 19,565
Véase ahora el movimiento de entradas de cabotaje en el mis-
mo año, según los cuadros publicados por la Comisión organizado-
ra de la Sección Uruguaya en la Exposición de Londres de 1862:
PUERTO DE MONTEVIDEO
Buques Toneladas , Tripulantes
Nacionales
Argun linos
Brasileños
663 ! 23.936
286 I 10,2-24
2 98
951
34,258
3,207
1.641
12
4,s60
Entrada total de ultramar y de cabotaje en 186) (no incluidos
les vapores de la carrera a Buenos Aires):
Buques Toneladas
Ultramar
Cabotaje ,
636
951
1,587
162.383
34,-258
196.641
En 1863, último año de la administración Berro, entraron al
puerto de Montevideo según los resúmenes estadísticos publicados
por don Adolfo Vaillant en el «Almanaque de «El Siglo», 1,930 bu-
ques con 299,763 toneladas, que le distribuían así por procedencias:
1
Buques
1
Toneladas
Puertos orientales '
» aro'entinos
805
329
33,044
14.104
» de ultramar
796
252,615
GOBIERNO HE BERRO 211
Y salieron en el mismo año del puerto de .Montevideo 1,023 bu-
ques de 301,649 toneladas, dirigiéndose 794 de 34,320 toneladas a
puertos orientales, 331 de 14,301 toneladas a puertos argentinos,
y los demás a puertos de ultramar.
Eligiendo al azar en las estadísticas comerciales de la época un
día cualquiera del año para la determinación del número de bu-
ques de ultramar fondeados en el puerto de 'Montevideo, resulta
que el 12 de noviembre de 1862 había 76 barcos (de 618 toneladas
el mayor) distribuidos así por pabellones:
Norteamericanos 5, brasileños 10, españoles 11, franceses 13,
italianos 8. ingleses 11, nacionales 4, otras nacionalidades 12,
aparte de 11 barcos de guerra de los siguientes pabellones: bra-
sileños 4, españoles 4, otras nacionalidadesS.
Sfivii'io «le líii'cs.
La Asamblea prorrogó en 1860 el impuesto a que estaba sujeta
'.a navegación de Montevideo al interior del Río de la Plata y sus
afluentes, a despecho de un dictamen de la Comisión de Hacienda
del Senado basado en la ley de franquicias al cabotaje que acaba-
ba de dictarse en cumplimiento de una aspiración verdaderamente
nacional. El producto del impuesto, que primitivamente estaba
destinado a la construcción del faro de la Colonia, debía aplicarse
líurante la prórroga al sostenimiento del mismo faro y a la cons-
trucción de un muelle y un templo en esa localidad.
Mucha agitación produjo en nuestro escenario un proyecto san-
cionado por la Cámara de Diputados argentina que autorizaba al
Poder Ejecutivo para contratar con don Tomás Libarona el esta-
blecimiento de faros en el Banco Inglés e Isla de Lobos mediante
un inípuesto «de 75 centésin*3s de real oriental por tonelada a los
])uques de cabos afuera». Pero ese proyecto inconsulto recibió una
enmienda tranciuilizadóra en el Senado, que luego aceptó la Cámara
■emitente, por la que se dejaba a salvo la jurisdicción uruguaya.
Véase la forma en que quedó sancionado en definitiva:
«Concédese a la Empresa de don Jua'i Tomás Libarona por el
término de 20 años el derecho de cobrar en los puertos de la Con-
federación el importe de 75 centesimos de real oriental, o su equiva-
lente en moneda nacional, por tonelada, a los buques que vengan
de cabos afuera y que no lo hubieren pagado en Buenos Aires o
Montevideo, desde el día en que esta empresa haya establecido en
el Banco Inglés e Isla de Lobos los faros y luces que tiene contra-
tados con el Gobierno Oriental».
212 HISTORIA DEL URUGUAY
Al discutirse la ley de Aduana presentó el doctor Antonio de las
Carreras a la Cámara de Diputados un proyecto de expropiación
de los faros de Punta del Este, Banco Inglés y la Colonia. Y fun-
dando esa medida dijo que en 1860 habían entrado al puerto de
Montevideo Mé buques de 224,372 toneladas; que las empresas
concesionarias de Punta del Este y Banco Inglés habían embol-
sado 24,284 pesos; y que esa renta enorme que tenía ya cinco años
de antigüedad no guardaba relación con el costo reducido de las
obras. Su propósito era abaratar la entrada de los barcos al puer-
to de Montevideo.
Al despachar ese proyecto propuso la Comisión de Hacienda de
'.a Cámara de Diputados que se abonara a los concesionarios por
concepto de expropiación una bonificación de 100 Vo sobre el ca-
• pital invertido en las obras, que se redujera de inmediato el im-
puesto y que una vez reembolsado el Fisco sólo se cobrara a la na.
vegación la cantidad necesaria para el mantenimiento y conser-
vación de los faros.
Iios gastos del i)uei'to de Montevideo comparados con los del puer-
to de Buenos Aires.
La navegación nacional — decía el Presidente Berro en uno de
sus primeros mensajes presidenciales — está en constante dis-
minución. Los mismos barcos que se construyen en nuestros asti-
lleros se ven obligados a cubrirse con pabellón extranjero para
afrontar la concurrencia. Y ello proviene de las caí-gas a que es-
tán sujetos: el impuesto de 40 centesimos por tonelada del servi-
cio de faros; el derecho de rol con destino al Hospital, de 4 rea-
les para los patrones y la mitad para los marineros; el derecho de
arqueo con destino al extinguido Consulado, de 12 pesos; la paten-
te de tonelaje por cada viaje, la patente de sanidad de 3 pesos y la
contribución directa.
Reanudando el importante tema, decía el Ministro don Tomás
Villalba en su Memoria de Hacienda correspondiente al año 1860:
Los fletes de ultramar para Montevideo son los más caros del
Río de la Plata. Exceden a los de Buenos Aires en la proporción
de 16 % por efecto de los derechos portuarios. El buque que en
Buenos Aires paga 52 pesos fuertes, abona aquí 247 pesos, o sea
144 fuertes más. Nuestros faros son un 50 % más caros. Pero el
recargo emana principalmente de la ley dé papel sellado. Cual-
quier embarcación tiene que gastar entre abrir y cerrar registro
GOBIERNO DE BERRO 213
34 pesos. También resulta excesivo el derecho ele tonelaje de '¿
reales pov tonelada.
Me a:juí la lista comparativa — agregaba — de los gastes de
puerto en el Río de la Plata para un buque de 300 toneladas:
En el puerto de Buenos Aires: visita de entrada, 7 pesos papel;
sellos para dar entrada, 12 pesos; derechos de escribanía, 30 pe-
sos; sellos para abrir registro de carga, 83 pesos; sellos para el
despacho del buque, 116 peííos; derechos de escribanía y capita-
nía del puerto, 50 pesos; rol de sanidad, 18 pesos. En suma 316 pe-
sos papel moneda que al cambio del día representan 15 pesos fuertes.
Hay que pagar además por los faros de Lobos y Flores medio real
por tonelada y otra cantidad igual por la farola del Banco chico,
o sea por los 3 faros, 37 y y^ pesos fuertes. En conjunto 52 y^
pesos fuertes.
En el puerto de Montevideo: visita de sanidad, 7$160; práctico
y bote para entrar y amarrar el buque, 10 pesos; papel sellado pa-
ra abrir registro de descarga, 11$320; derecho de escribanía para
ídem, 8 pesos; sellado para cerrar registro, 0$240; ídem para abrir
registro de carga, 11$320; ídem para cerrar registro de carga,
11$570; 60 días de guarda para cargar y descargar, 60 pesos; de-
recho de tonelaje a razón de 2 reales por tonelada, 75 pesos; faro-
la de Lobos a razón de tres cuartos de real pOr tonelada, 28$100;
boleto desanidad, 3 pesos; hospital y rol, 5 pesos; derecho de escri-
banía de salida, 12 pesos; practicaje de salida del puerto 4 pesos.
En suma 247 pesos cqrrientes, equivalentes a 206 pesos fuertes.
Franquicias al cabotaje. ^•-«.
La Asamblea dictó a mediados de 1860 una importante ley de
franquicias. Los buques de cabotaje nacional quedaban sujetos a
una patente que oscilaba desde dos reales para los de 7 toneladas,
hasta 40 reales para los de 100 toneladas arriba. La patente
se pagaría en el primer puerto oriental donde el barco iniciara ope-
raciones, pero por una sola vez cualquiera que fuese el número de
entradas subsiguiente en ese y demás puertos orientales. Los
barcos de cabotaje argentinos, brasileñas y paraguayos pagarían
los mismos derechos a que el pabellón oriental estuviera sujeto
en la Argentina, Brasil y Paraguay. Los buques de bandera uru-
guaya que tuviesen capitanes orientales pagarían la mitad de los
derechos, y solamente el tercio los que integraran la mitad de su
214 HISTORIA DEL URUGUAY
tripulación con elementos nacionales. El cabotaje nacional quedaba
además exento de contribución directa y los patrones y marineros
orientales exentos del rol.
Una segunda ley hizo extensiva la exención de derechos de puer-
to a los buques de ultramar y a íos de cabotaje que operaran en
puertos orientales.
lias empresas de navegación.
¡La navegación fluvial era atendida en esta época por dos empre-
sas: la «Salteña» y la «Nueva Compañía Salteña».
La primera poseía 4 vapores; el «Montevideo», el «Salto», el
«Pampero» y el «Buenos Aires». Durante los 12 meses corridos des-
de el 1." de febrero de 1860 hasta el 31 de enero de 1861 transpor-
taron 12,974 pasajeros en la línea del Uruguay y 15,072 en la del
Paraná.
Uno de esos vapores, el «Salto», realizó a mediados de 1860, por
nniciativa de don Mariano Cabal Presidente de la Compañía Salteña
y don Dionisio Trillo Jefe Político del departamento, un viaje des-
de la ciudad del Salto hasta el puerto de Uruguayana con esca-
las en todos los puertos intermedios. Era un hermoso barco cons-
truido en Glasgow por la compañía Salteña. Tenía comodidad
para 80 pasajeros de cámara y 40 de segunda, 191 toneladas de re-
gistro, 165 pies de largo, 21 de ancho, 9 de alto y 4 pies y 6 pulga-
das de calado. Su máquina era de 100 caballos de fuerza y podía
desarrollar una velocidad de 16 millas por hora. La excursión se
realizó con toda felicidad, a pesar de que era la primera vez que
un buque a vapor surcaba esas aguas tan llenas de escollos.
Gozaba la Salteña de una subvención oficial de mil patacones
mensuales gestionada en 1860 por su representante en Montevideo
don Leandro Gómez.
La otra compañía Salteña empezó a funcionar a principios de
186] con el vapor «Mississipí», al que se incorporó pocos meses des-
pués el «Villa del Salto», espléndido vapor construido en Inglate-
rra, con 82 camarotes de primera y 42 de segunda y máquinas pa-
ra desarrollar una velocidad de 16 millas por hora.
Su primer año de funcionamiento le proporción:! una utilidad
de 103 ''/í. Pero al anunciarla advertía el Directorio a los accio-
nistas que en adelante no se obtendría arriba del 40 <^}, por efecto
de la competencia del vapor argentino «Salto».
C.O-,!IEB\0 DE BERRO 215
Tan extraordinario resultado estimuló el espíritu de empresa.
A mediados de 1863, don Manuel Sciurano constituyó una nueva
compañía anónima presidida por don Pedro Sáenz de Zumarán,
don Manuel Rocha Farías, don Carlos Diego Shau y don Miguel
Alvarez, que encargó un lujoso vapor a Norte América.
No tardó en organizarse un comité análogo en la Colonia por ini-
ciativa del coronel Lucas Moreno y de los señores Drable y Wright,
para la construcción de un vapor que haría la carrera a Buenos
Aires.
Otra empresa más importante encabezada por don Diego Bell se
presentó al Cuerpo Legislativo con bases muy aceptables para '.'1
establecimiento de un servicio de navegación a vapor en los ríos
Santa Lucía y San José hasta la ciudad de este último nombre.
Obligábase el proponente a realizar las obras de canalización que
fueran necesarias y a establecer vapores mediante un derecho de
tonelaje y la exclusividad de la navegación a vapor durante el pla-
zo de 20 años. El plan fué acogido favorablemente por la opinión
pública, y la Cámara de Diputados le prestó su sanción.
Xo era el capital local el único que así actuaba durante la admi-
nistración Berro. También era atraído el capital extranjero por el
puerto de Montevideo.
La Legación de Francia comunicó a fines de 1860 a la cancillería
oriental que se había resuelto extender al Río de la Plata el servi-
cio de vapores de la compañía de mensajerías imperiales, que ya
funcionaba entre Francia y Brasil. Inauguraría el servicio el vapor
«Saintouge». Pedía los privilegios e inmunidades ya concedidos
a los vapores de la Compañía Real Británica y las franquicias de
la Convención Postal celebrada entre Uruguay e InglaterTa^ en 1853.
El Gobierno accedió en cuanto a lo primero y contestó en cuanto
a lo segundo que era asunto privativo de la Asamblea General.
El Gobierno Paraguayo estableció a fines de 1862 un servicio
regular entre Asunción y Montevideo con los vapores «Paraguaryx
e «Igurey», tripulados por paraguayos y mandados por oficiales de
línea.
Todo este fuerte movimiento que respondía a la creciente pros-
peridad del país y a las esperanzas que infundía el gobierno de
Berro, quedó bruscamente detenido por la invasión de 1863.
216 HISTORIA DEL URUGUAY
Idjupieza del puerto.
Desde mediados de 186± quedó establecido el servicio de recolec-
ción de las basuras de los barcos surtos en el puerto de Moutevi-
aeo.
El decrecimiento del fondo de nuestro puerto — decía un diario
aplaudiendo la medida — proviene en parte de las basuras. Y para
demostrarlo invocaba el «Manual de la Navegación del Río de la
Plata», citado por el general Reyes en su Descripción Geográfica,
según el cual la comparación entre los sondajes de entonces y los
realizados en 1849 por Dillon, de la marina británica, probaban
que la bahía se iba rellenando por efecto de los arrastres hasta
alcanzar a 5 pies la disminución del agua en algunos puntos.
Naufragios, mangas iuai>inas y otros accidentes.
En septiembre de 1861 avanzó del Sur en dirección al interior
*de la bahía de Montevideo una formidable manga marina. Los bu-
ques de guerra de Francia y de Inglaterra surtos en el puerto,
descargaron sobre la manga sus cañones y fusiles para evitar el
estrago de que estaban amenazados. Era el período álgido de la gue-
rra civil entre el Gobierno de la Confederación Argentina y el de
la Provincia de Buenos Aires, y la población de Montevideo, brus-
camente despertada por el cañoneo, creyó al principio que se tra-
taba de un combate entre las dos escuadrillas rivales.
En abril de 1862 se sintió en Mercedes un temblor de tierra de
Este a Oeste que duró de dos a tres segundos. Y a fines del mismo
mes se produjo otro temblor especialmente sensible en Martín Gar-
cía, seguido de un violento huracán que causó destrozos en el río
y se extendió hasta el puerto de Montevideo-
Durante el año 1860 ocurrieron veinte naufragios dentro del puer-
tto de Montevideo y a lo largo de nuestras costas, según los cua-
dros del «Registro Estadístico».
Proyectos de construcción de feíTOcarriies.
En 1860 quedó organizada una empresa para la construcción de
an ferrocarril que ligaría las ciudades del Salto y Uruguayana,
pasando por Constitución y Santa Rosa, con un recorrido de 320
kilómetros. Los estudios terminaron al finalizar ese mismo año.
GOBIERNO DE BKBBO 217
y aún cuando la prensa .del Sallo de donde tomamos la informa-
ción aseguraba que la empresa solicitaría de los Gol)iernos del
Uruguaya y del Brasil alguna garantía, debió tropezarse con dificul-
tades insalvables en los trabajos preliminares, porque no volvió a
hablarse más üel asunto.
Durante ese mijmo año volvió a tramitar en la Cámara da Di-
putados el proyecto de ley que autorizaba la construcción de un
ferrocarril de Montevideo a la Unión iniciado durante el gobier-
no de Pereira y paralizado luego.
Existían ya dos propuestas que fueron infoimadas al año si-
guiente por la Comisión de Legislación, que patrocinaba la de Mal-
tón Buggelu, sobre estas bases:
No podrá cfenstruirse otro ferrocarril en esa dirección. El mer-
cado de frutos será trasladado a la Unión. Las tarifas se estable-
cerán de aciierdo con el Gobierno. La concesión durará 50 años.
El Poder Ejecutivo garantizará el 10 ',< de interés al año. Cuan-
do las utilidades excedan del 15 ',< , el exceso se dividirá por par-
tes iguales entre el fisco y la empresa.
Examinando las ventajas del proyecto, expresó uno de los ora-
dores que en 186J habían entrado a las plazas Sarandí y Treinta
y Tres veinticuatro mil carretas con frutos del país.
Después de largo debate prevaleció el proyecto que autorizaba
al Poder Ejecutivo a contratar la línea con cualquier empresa so-
bre las bases de Buggeln. La obra fué sacada a licitación en las
postrimerías del gobierno de Berro, pero ya el país estaba convul-
sionado por la guerra civil y el decreto cayó en el vacío.
Don José de Buschental presentó en 1862 una propuesta para la
construcción de una línea férrea de Montevideo a Palmira. El Go-
bierno la pasó a estudio de una Comisión compuesta de los señores
Manuel Herrera y Obes, Tomás Villalba, Cándido Joanicó y Anto-
nio de las Carreras, que aconsejó su rechazo, presentando en cam-
bio un proyecto sustitutivo que autorizaba al Poder Ejecutivo para
contratar la construcción de un ferrocarril que iría desde la Adua-
na de Montevideo hasta San José y Florida, pasando por Las Pie-
dras, Canelones y Santa Lucía, con ramales a la Unión y Pando
que servirían de punto de arranque a la línea férrea a Maldonado.
Por cada milla de línea en explotación se pagaría hasta el máxi-
mo de 10,000 libras esterlinas. Los materiales y útiles de consumo
del ferrocarril estarían exentos de impuestos durante 50 años.
El Estado garantizaría durante esos 50 años el 7 ^i del interés sobre
el capital de 10,000 libras por milla. Las tarifas se fijarían de acuer-
218 HISTORIA DEL UBÜGUAY
do con el Gobierno una vez que el producto neto de la línea excedie-
ra del 12 '/r.
De acuerdo con estas bases, la Comisión de Hacienda de la Cáma-
ra de Diputados presentó a mediados de 1863 un proyecto que auto-
rizaba la construcción de la línea a San José y Florida con la ga-
rantía del 7 '-/c de interés sobre 10,00'0 libras esterlinas por milla
y el reconocimiento del derecho del Estado a intervenir en la con.
fección de las tarifas.
Casi al mismo tiempo se presentaba al Gobierno don Senén M.
Rodríguez, en representación de una empresa de Londres, solici-
tando la línea de Montevideo al Durazno.
El número y la importancia de estos proyectos de construcción
de líneas férreas determinaron al gobierno de Berro a pedir a la
Asamblea la sanción de una ley general que autorizaba la contra-
tación con empresas particulares sobre la base del sistema de la
garantía de un mínimum de interés, que la Cámara de Diputados
rechazó después de largos debates sustituyéndola por la garantía
d'el 8 'A sobre los capitales fijos de la empresa.
Ninguno de estos proyectos alcanzó a ejecutarse, sin embargo,
al principio por efecto de su tramitación tan llena de vacilaciones,
y luego por la invasión de Flores.
«Nuestra República — decía con tal motivo «El Siglo» en 18G3 —
joven y de proporciones tan diminutas, tiene sin embargo la honra
de haber sido siempre la primera en la ih-iciativa de' los pensamien-
tos grandes y generosos». Montevideo organizó la reconquista de
Buenos Aires. Cuando en 1810 resonó el grito de independencia,
ya hacía un año que los orientales eran perseguidos por sus pla-
nes de emancipación. Montevideo luchó contra Rosas durante 14
años y preparó la jornada de Caseros. Eso ha sido en la guerra y
en la política. Y lo mismo ha sido en la administración y gobier-
no interior. Ha precedido de treinta años a la Confederación Argén
tina en la declaración de sus principios constitucionales. Y lo que
es en materia de legislación económica, civil y comercial, guarda
siempre la delantera. En cuanto a los progresos materiales, el tea-
tro, el empedrado, el alumbrado público la señalan también como
la primera en materia de iniciativas. Fué aquí también en Monte-
video donde se habló por primera vez en el Río de la Plata de fe-
rrocarriles con la proyectada línea a la Unión. Cabe agregar ahora,
sin embargo, que Buenos Aires cuenta con tres vías férreas y
Montevideo con ninguna, por efecto de haber desp"eciado lo bue-
no para aspirar a lo mejor. Por haber pretendido una línea más ex-
GOBIKHNO DK BEKRe 219
tensa, hemos estado diíicultando la línea a la Unión que una vez
construida se habría pnolongado a San José y a Minas.
Pocas semanas antes de la terminación de su mandato, a media-
dos de enero de 1864, el Presidente Berro llamó a propuestas para
el establecimiento de una vía férrea con ramales de Montevideo a
la Unión y al Paso del Molino, servida al principio con motores a
sangre y luego con locomotoras a vapor.
El servicio de transporte de pasajeros entre Montevideo, la Unión
y el Paso del Molino, era atendido entonces por ómnibus con capa-
cidad para 16 personas. De la importancia del movimiento instru-
ye el hecho de que durante el mes de diciembre de 1860, la empre-
sa de esas líneas expidió hasta 6,000 boletos trabajando en compe-
tencia con 20 carruajes que también atendían el tráfico de pasa-
jeros.
La red de caminos.
La multiplicidad de los proyectos ferroviarios de que acaba-
mos de hablar no fué obstáculo para que el gobierno de Berro se
ocupara de los caminos.
En 1861 pidió a la Asamblea un crédito suplementario de 3,000
pesos para el estudio del deslinde, rectificación y dirección de las
principales arterias de los departamentos de Montevideo y Cane-
lones. La Comisión de Legislación del Senado resolvió dar más am-
plitud al plan gubernativo y extenderlo a todos los departamentos
antes que el aumento de la población y los cercos — decía en su in-
forme— lleguen a dificultar el trazado definitivo y la w^ora de la
vialidad rural. Propuso dos proyectos sustitutivos.
El primero autorizaba al Poder Ejecutivo para realizar el tra-
zado de los caminos entre Montevideo y las capitales de los depar-
tamentos y las fronteras, y entre unos departamentos y otros.
Los camirfos deberían tener según su importancia de 22 a 45 metros
de ancho. En los ríos y arroyos que interceptasen el tránsito se
construirían puentes.
iEl segundo autorizaba al Poder Ejecutivo para conceder la cons'
trucción de puentes mediante la garantía del 7 '/( de interés del ca-
pital invertido y la concesión de peajes por plazos no mayores de
50 años. El Poder Ejecutivo tendría derecho de intervenir en la re-
ducción de las tarifas de pasajes una vez obtenido el 12 '', del ca-
pital invertido. Concluido el plazo de la concesión, la obra pasa-
220 HISTORIA DEL URUGUAY
ría al Estado. Los contratos serían sometidos a la ratificación de
la Asamblea.
Estos proyectos fueron discutidos y sancionados por la Cámara
de Senadores a mediados de 1863, cuando ya estaba el país en ple-
na conmoción revolucionaria.
Por un decreto del año anterior había ordenado el Gobierno el
deslinde, alineación y amojonamiento de los caminos de la Unión,
Cerrito y Paso del Molino.
El cable a Eiu-opa.
En 1862 volvieron a estudiar los técnicos ingleses el proyecto de
cable eléctrico entre la Gran Bretaña y los Estados Unidos ya en-
sayado anteriormente, pero con fallas que hablan determinado su
inutilización después de algunos centenares de mensajes trasmi-
tidos.
> Juntamente con esos estudios se emprendió el del cable entre Eu-
ropa y el Brasil. Y el concesionario de esa nueva línea, don Eduar-
do Well, se presentó al gobierno de . Berro solicitando privilegio
exclusivo por 50 años a favor de un ramal entre el Brasil y el Uru-
guay. La Cámara de Diputados votó el privilegio en la forma soli-
citada. Pero el Senado, sin perjuicio de autorizar la concesión del
ramal del cable ultramarino por plazo hasta de 50 años, sin sub-
venciones ni garantías de intereses, estableció que el Poder Ejecu-
tivo sometería los contratos respectivos a la consideración del Cuer-
po Legislativo.
Ya era corriente en esos momentos que una empresa que respon-
día a combinaciones financieras del barón de Maná tenía el pro-
pósito de establecer el telégrafo eléctrico entre el Brasil, el Uru-
guay y la Argentina.
I/a riqueza del Uruguay.
El Registro Estadístico de 1860 fijó así el monto de la rique-
za del Uruguay, tomando por base las declaraciones de los con-
tribuyentes para el pago de los impuestos-:
GOUIKKNO ME BERRO
221
Ganado S 3.0.166,044
Tierras de pastoreo (3,357 suertes de es-
tancia) 26.045,127
Tierras de agricultura (.161,541 cuadras 1.913,408
Fincas urbanas 18.787.776
» rústicas 2.446,977
Capitales en giro 7.950,714
Otros bienes 682,677
$ 93.592,723
Algunos de los departamentos quedaron excluidos (Florida,
Maldonado, Tacuarembó) por no haber remitido los datos en
tiempo oportuno. Don Adolfo Vaillant llenó esos claros con ayu-
da de cifras tomadas de las estadísticas del general José María
Reyes o de las declaraciones de los contribuyentes en el año
anterior, formulando entonces dos cuadros: uno de ellos con el
valor declarado de las tierras, edificios y capitales en giro, y otro
con el valor de los ganados, sin haber podido rectificar en ellos
diversos errores de cálculo del Registro, por ignorar de dónde
procedían.
He aquí el primero:
DEPARTAMENTOS Tierras
Fincas
Capital
Otros bienes
Total
i 1
en giro
I
Montevideo .... $ 591.621
$ 17.103,381
$ 5.050,830'
$ islíítee
$ 22.877,860
Canelones
2.294,9201
638,029
255,810
140,779
3.310,038
San José .
2.010.45.3
537.740
195,994
23,604
2.857,138
Florida .
2.534,70:3
450,290
163,725
51,772
3.200,490
Durazno .
1.793,687
191.158
110,180
21.721
2.116,745
Minas. .
2.043,851
345.962
136,755
71,030
2.613.608
Maldonado
2.040,000
370,000
210,000
50,000
2.670,000
Colonia .
1.317.121
461,324
184.750
39,804
2.029,384
Mercedes .
2.170.500
857.466
297.660
26,260
3.350,987
Paysandú
2.897.004
525,437
298,220
60,354
3.781,015
Salto . .
6.138,000
821,911
527.471 1
56,969
7.551.961
Tacuarembó
3.759,083
205,1:34
604,760
21.851
4.531,829
Cerro Largo . . .
3.878,271
599,887
422,779
148,631
5.029,167
j $ 33.469,214
$ 23.107,719
$ 8.458,934
$ 844,803
' $ 65.920,222
HISTORIA DEL UBUGUAT
Véase ahora el segundo:
DEPARTAMENTOS
Ganado Ganado Ganado
vacano i yeguarizo molar
Ganado Ganado Valores
lanar . cabrío declarados
Montevideo ....
<| 5»
2.609
512
584
56'
S 16.579
Canelones
83.978
14.4K0
906
123.729
5.287
819.789
San José
372.842
42.759
366
319,762
1.244
2.979,051
Durazno
:}86.196
47,792
753
162.213
550
2.804.670
Minas .
286.866
45.629
65
113.616
1.139
2.ÍÍ89.004
Colonia.
221,618
32.848
1.170
:i31.747
743
2.103,247
Mercedes
:J94.541
51.011
6.36
445.712
643
3.421.497
Paysandú
541.567
72.192
—
238.550
—
3.946.218
Salto
767.2;i7
143.416
3.166
154,361
445 1
5.448.680
Cerro Largo
576.802
65.492
727
99,655
1.161
3.918.048
Florida . .
339.297
47.829
129,364
—
3.551.422
Maldonado
465.080
65.560
177,320
—
2.455.200
Tacuarembó
782.180
110.260
—
298.220
—
4.067.839
5.218.760
741,857
8.301
2.594.833
11.268 '
% 37.621.244
Cálíiilo <I«' la liíjuf/.a i)íil)lifa en 1800.
"En resumen, la riqueza pública declarada para el pago de la Con-
tribución Directa en 18G0 subía a 103 y y^ millones de pe*s dis-
tribuidos en esta forma:
Ganados 8 37.621.244
Tierras d<; pastoreo y a;rrieiiltur;i . . .33.469,214
Fincas urbanas y rústicas 23.107.719
Capitales en giro 8.4.08,934
Otros bienes 844,803
Juzgaba el señor Vaillant que de acuerdo con las reglas ad-
mitidas en materia estadística era dable triplicar las declaracio-
nes de los contribuyentes para aproximarse a la verdad y que
«•n consecuencia podía admitirse como exponente de la riqueza
pública gravada por la Contribución Directa en 1S60 la cifra de
300 millones de pesos.
La fíanadfiía <n 1803.
Con el propósito de organizar la Sección Uruguaya en la gran
Exposición internacional de 1862, instituyó el gobierno de
Berro una Comisión encargada de formar el muestrario de los
GOBIERNO DE RERRO
233
principales productos dé nuestras industrias y de pnbliiar un
folleto de propaganda. Esa Comisión, que estaba formada por
elementos muy prestigiosos, luego de consultar opiniones y uti-
lizar los datos oficiales, llegó a la conclusión de que en las es
iancias orientales pastaban trece y medio millones de animales
C:Ue se distribuían así:
Montevideo
Canelones
Florida
San José .
Colonia .
Soriano .
Salto . -
Paysandú
Minas .
Maldonado
Tacuarembó
Cerro Largo
Durazno .
Vacunos Caballares Mulares Lanares , Cabrios ! Porcinos
ll i II I I
1 4.000
3.000
1,000
2.000
500
6,000
50.000
lO.OOÜ
1.800
80,000
500
16,000
900.000
130,000
6.000
1.2(10.000
700
15,000
520.000
50.000
8.400
33(1.000
1,500
21.000
410.000
130.000
3.000
500.000
2.5Ü0
5,400
506.000
114.000
6.000
700.000
1,800
13,500
1 756,000
330.000
14.000
300.000
4.000
12.000
750.000
80.000
6.600
214.000
2.700
14,000
400.000
90.000
3.000
40.000
2.000
5,000
500,000
70,000
3.000
50,000
600
5.000
L 500.000
425.000
58.000
12.000
600
10,000
1.300.000
300,000
4.000
120.000
600
2.000
500.000
45,000
1.800
70,000
500
1.300
I 8.096.000
1.457,000
116.600
3.618,000
18,500
126.200
Véase las diferencias entre las declaraciones para el pago de
la Contribución Directa en 1S60 y el cálculo de la Comisión de
Exposición en 1S62:
1860
1862
Ganado vacuno n,-2lS,760
^ yegiinrizo 74l,iS,ñ7
» mular !S,oOI
lanar -2.094.800
» cal>rio y porcirin 11, '288
8.(196,000
1.457,000
11G,G00
3.618.000
144,700
8.ñTñ,0l9 I 1 0.43-2,800
El aumento de cerca de cinco millones de cabaza? debe atri-
'•uirse a las ocultaciones de capitales declarados para el pago de
la Contribución Directa y a la expansión de la riqueza pública
duiante los primeros tiempos de la administración Berro.
Los cuadros estadísticos publicados por el general de ingenieros
don José María Reyes en su «Descripción Geográfica» daban al país
224 HISTORIA DEL URUGUAY
en 1859 mayor cantidad de ganados que la que al año siguiente arro-
jaban las declaraciones para el pago de la Contribución Directa.
He aquí las cifras del general Reyes:-
Vacunos 5.891,450
Caballares 1.295,876
Lanares 3.134/270
El negocio de estancia en 1881. Cillculos de vui estanciei'O.
Véase cómo describía don Juan Mac-Coll el negocio de estancia
en una carta de propaganda escrita en 1861, condensando sus expe-
riencias y las de otros estancieros vecinos:
Compré en 1855 el campo en que trabajo a razón de 2,000 pesos
la suerte de estancia de 2,700 cuadras. Hoy vale 8,000 pesos la suer-
te. Mi suegro Mac Eachen compró seis suertes en 1853, a 900 y
1,200 cada una. Hoy valen 8,000. Cuesta poco trabajo el cuidado de
una estancia. El ganado vacuno se reúne dos veces por semana en
un paraje determinado del campo y se acostumbra tan admirable-
mente a ello que basta un hombre a caballo para hacerlo correr
a ese paraje. Para un rodeo de 6,000 animales bastan dos hombres.
En cada suerte de estancia sólo pueden mantenerse dos mil vacu-
nos que representan un capital de 14,000 pesos, o 15,000 ovejas que
cuestan 45,000 pesos.
Supongamos que un estanciero compra cuatro suertes de estan-
cia a razón de 6,000 pesos cada una (24,000 pesos) y cuatro mil ani-
males vacunos a siete pesos cada uno (28,000) y que gasta en po-
blaciones y corrales 1,000 pesos y en otros rubros 500. Capital in-
vertido 53,000 pesos. El ganado vacuno se dupliía cada tres años.
Da anualmente un 10 % de novillos costeados aparte del consumo
de carne del establecimiento. Habrá, pues, a los tres años una exis-
tencia de 8,000 cabezas que al precio de 7 pesos representan 56,000
pesos. Los novillos valen 13 pesos cada uno. En los tres años po-
drán venderse 2,000, obteniéndose por ellos 26,000 pesos. Vea-
mos ahora los gastos de la estancia: un capataz a 16 pesos, en 36
meses 576 pesos; 3 peones a 10 pesos, l.OSO; leña, yerba, etc., 300
pesos; gastos de casa, a razón de 500 pesos anuales, 1,500. Total
de gastos: 3,456 pesos. Podría obtenerse en los tres años una uti-
lidad de cuarenta y tantos mil pesos cargando el interés del capi-
tal tierra.
Pero supongamos que en vez de explotar vacunos, explota ove-
jas. Entonces la cuenta sería así:
GOHIEKNO IJE BEUUO
Tres suertes de campo apropiado para la cría de ovejas, a razón
de 8,000 pesos cada suerte, 24,000 pesos; 15,000 ovejas a 3 pesos ca-
da una, 45,000 pesos; F*3blaciones, corrales, etc., 3,000 pesos. Total:
72,000 pesos. El ganado ovino se duplica cada dos años. A los cua-
tro años habrá, pues, 60,000 ovejas equivalentes a 180,000 pesos y
10,000 arrobas de lana que al precio de 5 pesos representan 50,000
pesos). Total: 230,000 pesos. Descontando el interés del campo
(12,000 pesos), los salarios de peones y gastos de esquila (28,000 pe-
sos), el vaFor de las 15,000 ovejas (45,000 pesos), quedará una utili-
dad de 145,000 pesos. Dedúzcase el interés de las ovejas muertas, y
quedará todavía una utilidad muy superior a 100,000 pesos.
Mi suegro Mac Eachen — concluía el señor Mac Coll — empleó
22,000 pesos en campos y ovejas en 1853 y 1854, y cinco años después,
en 1859, su capital le dejaba un beneficio líquido de 123,000 pesos,
gracias también es verdad a la suba de los precios.
Con ligeras variantes presentó don Juan Mac Coll su cálculo a
la Comisión organizadora de la Sección Uruguaya on la Exposición
de Londres, para que lo reprodujera en su folleto de propaganda.
Otro documento de la época, la Memoria anual del Jefe Político
de Cerro Largo don José Gabriel Palomeque, corroboraba en estos
términos la tesis de don Juan Mac Coll, sosteniendo que era un
error que los estancieros se dedicaran exclusivamente al ganado
vacuno:
«Es bien averiguado que una legua cuadrada de nuestros buenos
terrenos no puede contener más de dos mil reses de procreo, cuya
renta anual no excede de 150 novillos. Vendidos éstos a razón de 10
pesos término nu-dif) entre los primeros y los últimoStque talen del
rodeo, darán 1,500 pesos al año, mientras que esa^ misma área
puede indisputablemente admitir y mantener 12,000 ovejas. Este
número de ovejas daría en la esquila anual dos libras y media por
cada vellón, y entonces tendríamos 30,000 libras de esa materia, o
sean 1,200 arrobas que vendidas al precio de 6 pesos presentarían
una suma de 7,200 en lugar de la de 1,500 que produce el ganado».
Mejoramiento, de razas.
Hubo una fuerte importación de reproductores ovinos en 1861.
Primeramente llejiaron 40 carneros Xeiírctte Escurul, de una acre-
ditada cabana de Sajonia, que fueron comprados en remate a dos-
cientos pesos cada uno por diversos estancieros. En seguida llega-
226 HISTORIA DEL URUGUAY
ron de Burdeos 81 carneros Rambouillet de la famosa cabana impe-
rial de Geurolle, y poco después arribó un importante lote de ovejas
merinas para formar los planteles de varias estancias. Antes de ter-
minar el año el señor Giot, copropietario de una prestigiosa ca-
bana de Francia que había obtenido 150 premios, instalaba en el
saladero de Lapuente, a dos leguas de Montevideo, una sucursal
que desde los primeros momentos se encontró provista de 140 car-
neros Rambouillet y Negrette, 225 ovejas de la misma raza y un
toro Durham. La esquila de ese mismo año produjo al nuevo esta-
blecimiento de 18 a 25 libras de lana por cada carnero.
Tal impulso había empezado a tomar la importación de repro-
ductores y el mejoramiento de las razas desde los comienzos de
la administración Berro, que don Rafael Camusso, progresista es-
tanciero del Departamento de San José que tenía a su cargo la ad-
ministración de las estancias de los señores Juan Quevedo y C",
se presentó al Gtobierno a mediados de 1860 en demanda de ayuda
para la organización de una exposición rural. Ofrecía galpones
para el alojamiento de 50 vacunos y de 100 lanares durante 10 días,
alimento para los conductores de los ganados, dos medalla,s de oro
y seis de plata; y pedía en cambio exención de Contribución Direc-
ta y de derechos de marca en el año de la exposición. El Poder Eje-
cutivo dispuso que la Jefatura de Policía y la Junta Económico-Ad-
ministrativa prestaran al señor Camusso todo el concurso que es-
tuviera a sus alcances, pero no hizo lugar a la exención de impues-
tos por tratarse de resoluciones que incumbían al Cuerpo Legis-
lativo.
El ganado pai-a el abasto de la población.
Indica el siguiente :3Viadro el número dt animales sacrificados en
el curso de 1861 para la producción de tasajo y para el abasto de
la población (faltan los datos relativos a Maldonado, Tacuarembó
y Colonia) :
GOBIERNO DE BETÍKO
ELABORACIÓN DE TASAJO COSSUMO DE I,A POIil. ACIÓN
Vacunos Yeguarizos
Consumo
!
Montevideo
Canelones
San José
Soriano
Pavsandú !
Saho
Cerro Largo ....
Minas
Florida
Durazno ¡
224,371
52,743
6,000
13,416
16,000
31,411
6.582
22,000
16,866
2 1 , 1 00
54,395
10,430
22,595
24,000
27.709
43.377
55,452
1 19.765
14,167
21,400
312,530
97.959
1
■J93,29ü
En 1860 habían sido sacrificados en el departamento de Monte-
video 47,850 vacunos para abasto y 188,728 para saladero, cifras
inferiores, como se ve, a las del cuadro que antecede.
Los mataderos de Montevideo estaban instalados en la Aguada y
la Junta de Higiene solicitó su traslado obteniendo que la Junta
Económico - Administrativa llamara a propuestas en 1861 para la
construcción de nuevos corrales de abasto en la restinga de piedra
de la barra del Arroyo Seco.
Carnes consei-radas.
N
El problema de la exportación de carnes frescas estuvo perma-
nentemente a la orden del día durante la administración Berro.
Los señores Cabal y Williams, saladeristas del Salto, solicitaron
patente a favor de un prbcedimiento para la conservación de car-
nes frescas que habían inventado. Don Francisco Sinistri, de Pay-
sandú, utilizó una sustancia con tan buenos resultados durante
el período de tres meses de los ensayos, que el inventor se decidió
a enviar muestras de carnes a la Exposición Internacional de Lon-
dres. Don Mariano Fragueiro implantó la elaboración del llamado
charque argentinb, mediante el secamiento de la carne en grandes
hornos. Don Pablo Nin y González pidió y obtuvo privilegio en
ambas márgenes del Plata a favor de otro procedimiento para el
secamiento de carnes en hornos de alta temperatura. El charque
HISTORIA DEL UBUGUAT 228
salado — decía el inventor — no tiene otroo mei'cados que los de Cuba
y el Brasil, en cambio que el charque dulce podrá exportarse a Eu-
ropa. Finalmente, el señor Oliden inventó un procedimiento me-
diante el cual la cama aparecía seca por tuera y fresca por den-
tro. No tenía sal, pero también podía prepararse en salmuera sin
inconveniente alguno, desde que esa sustancia quedaba en la parte
exterior de la carne y era poi- lo tanto rápidamente eliminable.
iMucho interés despertaron en Europa los dos últimos procedi-
mientos, el de Oliden sobre todo, que obtuvo medalla de oro en la
Expipsición Internacional de Londres, dando lugar con ello a la
inmediata fundación de Montevideo del «Club Nacional», prestigiosa
sociedad de propaganda con un vasto programa encaminado a la
apertura de nuevos mercados que empezó a funcionar en 1S62 bajo
la dirección de don Francisco A. Gómez, doctor Vicente Fidel López,
don Luis Lerena, doctor Jaime Estrázulas, don Ricardo Hughes,
don Adolfo Lapuente y don Estanislao Camino.
El «Club Nacinal» envió a Inglaterra 400 fardos de carne seca y
350 barriles de carne fresca; a Francia 250 fardos y 115 barriles;
a Genova 50 fardos y 25 barriles; a Río de Janeiro 200 fardos y 150
barriles y a Lisboa 200 fardos. Para el desenvolvimiento de este
programa tuvo que recurrir a una emisión de acciones que fué rápi-
damente cubierta por los principales estancieras.
Algunos de los fardos y barriles fueron aplicados a diversos actos
de propaganda, entre ellos un banquete en Glasgow, de cuyo menú
hizo muy buenos elogios la prensa británica. Los demás fardos y
barriles encontraron mercado a precios remuneradores, dejando en
>
general una utilidad del 25 %.
Con idénticos fines de propaganda envió a Lima el saladero del co-
ronel Lucas Moreno un cargamento de 200 fardos de carne Oliden,
con rendimientos muy halagadores. Después de pagados el 25 ''«^ de
importación y las comisiones, los fletes y demás gastos, resultó un
producto líquido de 40 reales plata por quintal, o sea el doble del
precio corriente de la carne en el mercado de Montevideo.
Tan convincentes parecían los ensayos que a' finalizar el año 1862
el Cónsul Oriental en Londres señor O' Neill anunciaba a don Ma-
nuel Herrera y Obes Presidente de la Comisión organizadora de la
Sección Uruguaya en la Exposición de Londres, que había empezado
a organizarse una compañía británica para la exportación de carnes
conservadas por los sistemas Oliden y Nin.
A mediados del año siguiente, ya envuelto el país en la guerra
civil, una importante sociedad formada en Bélgica por don Fede-
GOBIERNO DE BEKKO
229
rico José Bennert compró seis suertes de estancia en el Rincón de
las Gallinas al precio de 15,000 pesos cada una, con destino al esta-
blecimiento de la fábrica Liebig.
La industria saladeril en crisis.
No liabía quedado olvidado el estudio del tasajo en medio de ese
intenso movimiento a favor de los nuevos sistemas de preparación
y exportación de carnes. Al contrario, era por efecto del resultado
pesimista de esos estudios que nuestros iiombres de negocios se
apresuraban a abrir nuevos rumbos a la industria ganadera.
De uno de los informes de la Comisión Directiva del «Club Na-
cional» extraemos el cuadro que subsigue relativo al número de ani-
males vacunos faenados en los saladeros orientales, argentinos y
brasileños:
1857-58
1858-59
1859-60
1860-61
1881-62
Estado Oriental.
But'iios Aires
Entre Kios . . |
Rio Grande . . |
16S.!00
324,800
53,500
190,000
243.300
531, iUl)
141.300
280,000
2. '2. 000
360,oUü
265.000
3(]0,000
293.000
290,000
237.000
360,000
505,000
279.000
204,000
362,000
736,400
1.198,900
1.257,000
1.180.000
1.350,000
Adviértase que, según lo afirmado por don Tomás Vülalba en
su Memoria de Hacienda de 1860, las dos terceras'partes de las no-
villadas faenadas en los 32 saladeros que entonces funcionaban en
RJo Grande procedían de las estancias orientales.
La faena saladeril se había ido intensificando. Pero a expensas
del precio de la carne según hemos tenido oportunidad de verlo al
ocuparnos del comercio de exportación de tasajo: seis y medio pe-
sos fuertes el quintal en 1857; siete pesos en 1858; cinco y tres
cuartos en 1859; cuatro y un cuarto en 1860: tres en 1861 y dos y
un cuarto en 1862.
Examinando la situación de nuestra gran industria decía la Co-
misión Directiva del «Club Nacional»:
Las carnes están en crisis desde 1859. La escala de la producción
ha aumentado en la proporción de 7 a 12 desde 1857, y en cambio
el valor del artículo ha bajado en la proporción de 6 a 2 pesos por
230 HISTORIA DEL URUGUAY
quintal. Una vez que este precio de dos pesos se estabilice habrá
que tirar la carne para no exponernos al decrecimiento del valor
de los campos, salarios y comercio. Los saladeristas están en du-
da sobre si faenarán o no el año entrante dada la situación de los
dos únicos mercados con que cuentan. Es una situación que ema-
na de causas permanentes y de causas tiansitoria:. Las permanen-
tes provienen de estar reducida la exportación a dos mercados for-
zosos. El mercadto de la Habana está además monopolizado por los
intermediarios: el consumidor, que es el esclavo, no compra; el que
compra es el empresario del esclavo, y entre esos pocos empresa-
rios no hay competencia. En el Brasil no existe monopolio de com-
pradores, pero existe en cambio protección a la industria salade-
ril de Río Grande. Hay que agregar la competencia creciente del
bacalao en las poblaciones consumidoras de tasajo. El mercado de
Cuba sufrió en los años anteriores una grave crisis y a raíz de
ella la repercusión de la guerra civil en los Estados Unidos que
redujo el comercio cubano y el comercio brasileño de café.
' La República Oriental — agregaba — es la que ha aumentado
más la faena saladeril y la que por consiguiente soporta el grue-
so de la baja de los precios de la carne de 7 a 2 pesos fuertes el quin-
tal. El aumento de la producción traduce sólo nuestra ruina. El
consumo actual de charque en Cuba y Brasil puede calcularse en
1.600,000 quintales. Deducidos los 450,000 que suministran los
saladeros de Río Grande, resulta el saldo que corresponde a la ex-
portación del Río de la Plata. Cuanto más activo sea el proceso
ganadero, mayor será la cantidad de carne que tendremos que fae-
nar y menor la demaíida de nuestros dos únicos mercados consumi-
dores. Urge, pues, la apertura de nuevos mercados, sobre todo en In-
glaterra y norte de Europa donde se consume tanta carne.
Terminaba el informe proponiendo el envío a Europa, con fines
de propaganda, de tres a cuatro mil quintales de tasajo.
Una nota del Jefe Político de Soriano don .T. Eduardo Fregeiro
e la Comisión Directiva del «Club Nacional» a propósito de estos
trabajos para la apertura de nuevos mercados, hacía constar que
el animal de saladero que en la faena de 1857 valía 20 pesos, en la
de 1862 se cotizaba simplemente a 8.
Poco después empezaba a agitarse la atmósfera política con los
anuncios de la invasión de Flores y ya nadie volvía a ocuparse
úel candente problema de la exportación de carnes.
GOniERXO DE BERRO 231
Garantías a la propiedjid iiU'al.
Durante el gobierno de Berro la policía rural persiguió con te-
nacidad y eficacia a los ladrones de ganados, multiplicados y esti-
mulados bajo los gobiernos anteriores por efecto del abandono en
que había quedado la campaña.
Hablando de la administración local de Cerro Largo, decía en
1861 un corresponsal de «La Prensa Oriental» que allí se hablan
conocido vecinos que con 50 o 60 reses aparecían dueños de centena-
res de terneros, pero que bajo la jefatura de don José G. Palomeque
«el roBo de una vaca resultaba un crimen mayor que el degüello
de un hombre en épocas anteriores». Eran palabras que podían apli-
carse al país entero, sea dicho en honor del gobierno de Berro.
Había, sin embargo, enormes dificultades para la completa regu-
lar ización de la propiedad rural. Véase cómo las describía el Jefe
Político de Soriano don J. Eduardo Fregeiro al Ministro de Gobier-
no a mediados de 1862:
«Es fuera de toda duda, Excmo. Señor, que hay muchos vecinos
que tienen ganados en cantidad desproporcionada al área de su
campo, y llamo excesivo a lo que pasa de 2,500 cabezas de gana,
do por suerte de estancia en campos de primer orden, y de 1,500 a
2,000 los más inferiores o regulares, porque el que no tiene más
que una suerte de estancia tiene que ocupar con ello una parte con
la población, majada, yeguas o caballos de servicio. . . Hay veci-
nos que con una pequeña fracción de campo se llaman estancieros
y tienen crecido número de vacunos, lanares o yeguarizos, contan-
do con los campos linderos o colindantes para «oner sus haciendas,
a los que invaden siempre con media docena de perros, como si lo
ajeno fuese su propiedad, y éstos son muy abundantes en nuestra
campaña y dan por única razón que si el dueño del campo quiere
evitarlo debe mandarlo cercar.... Hay hacendados... que poseyen-
do un número crecido de ganados, es decir de miles, sólo apartan
para hacer ventas o marcaciones, y después sueltan a que vayan a
alimentarse y reproducirse en las ajenas propiedades... Otros
hay que en una pequeña área de campo hacen poblar a seis u ocho
familias, ya de deudos, ya de arrendatarios, teniendo todos más o
menos el número de animales suficiente para llenar toda la super-
ficie. Al propietario de un área regular de campo que le toca una
vecindad de esta especie, es como si su propiedad estuviese inva-
dida por una manga de langosta todo el año, porque no sólo ocu-
232 HISTORIA DEL tTBUGUAT
pan lo único que tienen con la población, sino que agregan sembra-
dos como si los terrenos de estancias fuesen para destinarlos a
sembrados como el de chacras, y entonces corren sus ganados y
los del propietario inmediato, como si estuvieran dentro del ejido
destinado a éstas».
Entre las medidas fiscalizadoras dictadas durante la invasión
de Flores figuraba un decreto creando una oficina de contralor en
las plazas Sarandí y Treinta y Tres y en la Tablada, con el propó-
sito de garantizar la propiedad de los ganados y cueros. Todos los
ganados y frutos deberían ser revisados y su legítima propiedad
domprobada bajo pena de ser decomisados y vendidos al precio co-
rriente para ser entregado su importe al verdadero dueño.
La marca de los ganados.
Pero quedaba todavía otro gran paso que dar: el establecimiento
»de un registro de marcas llamado a dar autenticidad y garantía
a la propiedad de los estancieros.
Verdad es que al finalizar el año 1859 el gobierno de Pereira ha-
bía dictado un decreto por el que se aprobaba el sistema de marcas
de don Juan Ildefonso Blanco con el complemento de que era el
único susceptible de acreditar la propiedad ganadera. Pero contra
ese decreto que invadía atribuciones legislativas, no tardaron en
alzarse los estancieros, y en tal forma que uno de los primeros ac-
tos del gobierno de Berro consistió en suspender su ejecución y
en designar una Oomisión de estancieros para el estudio del impor-
tante asunto.
Esa Comisión de la que formaban parte don .Taime Illa y Via-
mont, don Juan P. Ramírez, don Juan Quevedo, don Juan D. Jack-
son, don Marcos Baeza y don Gervasio Burgueño, produjo a fines de
1860 un largo dictamen en el que aconsejaba el desechamiento del
sistema Blanco, invocando la confusión y semejanza de su? signos,
la falta de aptitudes en los peones y capataces, la dificultad para
estampar la marca de una manera clara, el atentado que envolvía la
imposición de una marca determinada, la obligación de cambiar
de marca a cada cambio de ubicación del estanciero de un departa-
mento al otro. Lo que debía hacerse en concepto de la Comisión
era reorganizar los registros departamentales y crear un registro
central en Montevideo.
Eran muy discutibles algunos de esos fundamentos, sobre todo
GOBIERNO DE l'.ERRO 233
el atentado a la propiedad por la imposición de una marca dada,
imposición justificada por razones de orden público. Pero como el
sistema adoptado se prestaba a confusiones graves, el Gobiernto es-
timuló y aceptó luego una nueva propuesta de don Juan Ildefonso
Blanco, por la cual éste se obligaba a organizar un registro donde
se inscribirían todas las marcas existentes en la campaña, previa
eliminación de las iguales y de todas aquellas que aún no siendo
iguales pudieran por simple superposición originar fraudes y con-
fusiones. El Gobierno designaría una Comisión encargada de re-
solver las apelaciones de los estancieros. Por cada marca registra-
da y boleto correspondiente exigiría el contratista un peso. El uso
del sistema inventado por el señDr Blanco sería facultativo.
Este contrato fué elevado en seguida a la Asamblea y tras una
larga tramitación quedó aprobado, elevándose a dos pesos el precio
de cada marca registrada y fijándose en dos años el plazo para la
terminación de la tarea confiada al señor Blanco. Antes de concluir
el año 1862 quedaba instalada la oficina central y el Gobierno pu-
blicaba un decreto exigiendo a los estancieros la presentación de
sus marcas y documentos justificativos para iniciar de inmedia-
to la formación del Registro Central.
El Jefe Político de la Colonia coronel Lucas Moreno, preparó a
su turno un plan de señales para el ganado lanar, consistente en ta-
jos y agujeros en las orejas, representativos de números, que no hu-
bo oportunidad de estudiar porque ya las intranquilidades del mo-
mento desviaban la atención pública a los asuntos políticos.
La agricultura. \^
EM registro estadístico de 1860, muy incompleto en esta parte,
asignaba al Departamento de Canelones (secciones de Guadalupe,
Brujas, Piedras, Sauce, Pando, Cuello, y Santa Lucía) un conjun-
to de 2,506 agricultores, con sementeras que habían absorbido
14,422 fanegas de trigo.
Durante el año anterior el Uruguay había exportado, según ese
mismo registro, 43,919 fanegas de trigo y 3,601 de maíz, por los
puertos de Montevideo, Mercedes, Nueva Palmira, Paysandú y Mal-
donado.
En febrero de 1862 calculábase la cosecha de toda la República
por los redactores comerciales de la prensa en 150,000 hectolitros.
Véase los precios a que en esos momentos se cotizaba el trigo
en la plaza de Montevideo:
231 HISTORIA DEL UEUQÜAY
Trig-0 para pan, de 1/^ $ 6 por fanega
» » 2.a 5 a 6
- :. 3.=^ 4 a 5
Harina de ).=^ '. 1 a 1.50 arroba
Maíz 2 1/2 a 3 fanega
Bajo tan optimistas impresiones escribía la Comisión organiza-
dora de la Sección Uruguaya en la Exposición de Londres:
«Hace bien pocos años que ha empezado la cultura del trigo y
una regular cosecha da hoy no sólo lo suficiente para el consumo
interno sino que se exporta anualmente grandes cantidades para el
Brasil y Buenos Aires. Además de los innumerables molinos movi-
.dos por el viento o por caballos que trabajan en pequeña escala,
hay en los alrededores de Montevideo cuatro a vapor de grandes di-
mensiones. Es un hecho digno de llamar la atención el que el trigo
que producá la Banda Oriental es de una calidad muy superior al
que se recoge en la otra orilla del Río de la Plata. Una fanega pe-
§a término medio 240 libras y este año ha pesado 252, mientras
el otro rara vez alcanza a 210 libras. Esta inmensa disparidad sólo
puede ser explicada por la gran diferencia en la formación geoló-
gica de los dos países. Es bien sabido que las bajas planicies de
Buenos Aires deben su existencia únicamente a los depósitos dilu-
vianos o neptunianos, mientras que la Banda Oriental, que está si-
tuada en la terminación de la gran cadena de montañas que des-
ciende del Brasil a lo largo de la costa oriental del continente
austral, contiene grande abundancia de rocas de formación volcá-
nica y secundaria».
Hablábase también con elogio de un tabaco negro de Tacuarembó,
de las plantaciones de sorgo anexas a la destilería de los señores
Santiago Martín y C", y de ensayos de la misma empresa para la
plantación de una variedad de remolacha blanca procedente de
Burdeos que serviría para la producción de azúcar.
La Asamblea trató de estimular en 1862 la producción del algo-
dón mediante la sanción de una ley que eximía de impuestos por 12
años a las tierras destinadas al cultivo de esa planta. El Presiden-
te Berro prometió a su vez que daría cumplimiento al decreto de
1853 que mandaba crear la Granja Experimental de amplio y fe-
cundo programa de que ya hemos tenido oportunidad de ocuparnos,
decreto que una vez más quedó aplazado por las estrecheces del
erario y las agitaciones políticas de la época. Y entre los legislado-
res encontró eco simpático la presentación de un proyecto desti-
GOUIEK.N'O ÜE IJEKKO 23ñ
nando cinco kilómetros de tierras públicas a la colonización agrí-
cola.
La Colonia Piamontesa fundada en 1S58 sobre la base de 40 fa-
milias valdenses, contaba a los cuatro años de existencia con 355
personas, agrupadas en 68 hogares.
La empresa fundadora de esa Colonia vendió en 1861 dos leguas y
media de sus campo? con destino al establecimiento de la Colonia
Suiza, otro importante centro que en pocos me^-es llegó a igualar
el número de habitantes de su hermana mayor, gracias a la activi-
dad de la empresa en la contratación de familias europeas.
Un año después el Presidente de la colonia agrícola del Rosario
don Doroteo García, y el agente de esa colonia en Francia don An-
tonio Gelot, resolvían la contratación de 40 nuevas familias, bajo
un programa de trabajo que comprendía el cultivo de cereales y la
cría del gusano de seda. Cada familia debería t/aer para sus pri-
meros gastos de 1,500 a 2,000 francos y entraría inmediatamente
de su arribo al país en posesión de una chacra de 36 cuadras.
Reglanientación de bosques.
Algo se intentó también en favor de la conservación de los
montes.
El decreto de 1834, obra de don Lucas Obes, que respondía a un
plan de conservación de los bosques dentro de los limitados elemen-
tos de la época, h^bía caído en completo desuso por efecto del lar-
go período de guerra civil y de desquicio administrativo en que ha-
bía vivido la campaña. El gobierno de Berro, resolvió a mediados
de 1860 restablecer la vigencia de sus cláusulas o más bien dicho
que se diera principio a su ejecución porque hasta ese momento no
había regido en realidad.
Inspirada en lo'^ mismos propósitos de conservación, impuso la
Asamblea en 1862 una patente a los leñateros de las islas del alto
Uruguay y del Río Negro. Era muy moderada la patente: dos pe-
sos anuales con destino al establecimiento y sostenimiento de hos-
pitales departamentales. Pero ella permitía ejercer una fiscalización
periódica de la que mucho bueno habría podido obtenerse, sin la
nueva serie de trastornos que la invasión de Flores se encargó de
promover.
236 HISTOBIA DEL XJBUGUAT
Lia sequía de 1860-1862.
Una gran sequía de cerca de dos años de duración agobió a nues-
•tros productores rurales desde los comienzos de la administración
Berro.
Los campos estaban abiertos y confundidos en esa época. Rara
era la estancia que tenía cercos. Los ganados hostigados por la
sed abandonaban sus querencias en busca de aguadas y pasturas,
y allí se agolpaban en condiciones ruinosas para el dueño del esta-
blecimiento invadido que quedaba convertido en un erial, y para
los dueños de los ganados que en general no podían reclamar sus
animales por falta de noticias acerca de su paradero o por las
confusiones de las marcas.
Conocemos estancieros — decía en marzo de 1862 el redactor de
«La República» — que hoy no conservan un solo animal vacuno
de los seis mil que poblaban sus campos, por efecto de la emigra-
dón de los ganados. Hay estancieros, agregaba el redactor de «El
Pueblo», que luego de haber abonado fuertes salarios para recoger
sus haciendas, las han vuelto a perder, por efecto de la emigración
desesperada en busca de lejanas aguadas.
Tan general e intensa era la catástrofe que el Jefe Político de
San José don Silvestre Sienra se dirigió al Gobierno en demanda
de un decreto que prohibiera marcar, señalar, vender y matar ani-
males orejanos. Apenas conocida esa gestión, otros Jefes Políticos
se dirigieron en el mismo sentido al Gobierno y éste dictó un de-
creto que suspendía la marcación en todo el país.
Cesó finalmente la sequía en mayo de 1862 y en el acto el Gobier-
no derogó su decreto prohibitivo y fijó una fecha próxima para
la marcación de ganados en toda la campaña.
Casi todos los aljibes de Montevideo habían quedado secos, hecho
gravísimo en esa época en que todavía era desconocido el servicio
de aguas corrientes. De las angustias de la población instruye un
aviso de don Antonio Martorell, dueño de un gran aljibe situado
a espaldas de la Matriz, anunciando que daría hasta dos baldes de
agua a cada familia que los mandara buscar a su casa.
Dificultades comerciales quo detienen el progreso del país.
Desde los primeros meses de 1862 se vio obstaculizado el vigoro-
so desenvolvimiento del país por causas que según el concepto de
GOBIERNO ÜE BERRO 231
algunos observadores eran de carácter local y que para otros ema-
naban de los mercados internacionales.
Ateniéndose a lo primero, escribía el doctor Fermín Ferreira y
Artigas en «El Comercio del Plata»:
«La República Oriental está en plena paz. "Montevideo goza de
una tranquilidad inalterable y sin embargo no se siente la menor
señal de actividad en el comercio, en la industria y en ningún gé-
nero de trabajo. Esta es una verdad notoria que la siente desde el
propietario más acomodado hasta el último artesano... Nosotros
encontramos una explicación muy fácil y natural de este fenómeno
en la inacción administrativa».
Otro escritor de distinta filiación política, don Nicolás Calvo,
era de la msma opinión, según lo revela este párrafo de uno de
los artículos de «La Reforma Pacífica»:
«La República sigue su marcha regular y sin obstáculos. Luchas
pacíficas en el parlamento y en la prensa entre el ministerio y la
oposición prueban simplemente que el sistema representativo se
radica; pero es también cierto que no hay en las altas regiones gu-
bernativas el espíritu de iniciativa que podría levantar al país de
la especie de apatía que predomina en su modo de ser».
Al intensificarse las dificultades, agregaba el mismo publicista
en enerp de 1863:
«Si bien es cierto que el país progresa en el camino de las ins-
tituciones y que ellas van haciéndose prácticas por la convicción
que cada ciudadano adquiere de la verdad de sus derechos y de la
existencia de sus deberes, no podemos decir lo mismo al hablar de!
progreso material del país en general. Se siente una falta de vita-
lidad notable, un adormecimiento general, y\ina pereza, puede de-
cirse, que deja a la espontaneidad de la tierra su engrandecimien. .
to y prosperidad».
Para el doctor Antonio de las Carreras, en cambio, los factores
principales estaban fuera del país. Abordando el tema a fines de
1861, señalaba en su diario «La Discusión», como hechos dignos de
estudio para el Gobierno y el Parlamento, la baja de las rentas pú-
blicas, la restricción del crédito, la creciente paralización de los
negocios, y agregaba:
En 1857 y 1858 experimentó la Europa una formidable crisis a
la que no pudo escapar el Río de la Plata. Luego de cesados sus
efectos y de reaparecido el crédito bajó entre nosotros el precio de
los ganados, pero en cambio se valorizó considerablemente la tie-
rra, formándose grandes fortunas. Experimentamos ahora otra
238 HISTORIA DEL URUGUAY
nueva crisis: los precios de nuestros frutos han bajado en Europa, la
cosecha agrícola se ha malogrado en gran parte por la seca, los sa-
laderos han disminuido sus matanzas por falta de ganado gordo,
los comerciantes de campaña no han podido cobrar sus cuentas,
el comercio minorista ha quedado en descubiertio con los mayo-
ristas, y a todo ello ha venido a agregarse la guerra en los Esta-
dos Unidos, mercado que absorbía la mayoría de nuestros cueros
secos, y la guerra argentina de inevitable repercusión en nuestro
medio.
Tenían razón unos y oti'oa A raíz de la primera crisis ministe-
rial en 1861, el Gobierno, que había inciado una acción activa y
grandemente fecunda en todas las esferas de la administración
pública, pareció quedar a la espera de lo que hiciere espontánea-
mente el país, a marchar a remolque de los sucesos en vez de
orientarlos él mismo. Pero al lado de los factores internos, entre
los que también figuraba la sequía, obraban los factores interna-
^cionales: la baja de los cueros en Europa, la guerra separatista
en Norte América y la guerra civil argentina en que se incubaba
la revolución de Flores.
Al producirse la invasión de Flores ya la plaza había reaccio-
nado sin embargo y estaba en tren de nuevos progresos, según lo
hacía notar «La Reforma Pacífica».
Hay nuevos mercados abiertos a nuestras carnes — decía ese
diario. — Los campos de pastoreo se valorizan fuertemente, hasta
alcanzar en ciertos casos la cotización argentina de tres mil onzas
de oro la suerte de estancia. Las nuevas líneas de vapores direc-
tas a Liverpul y Glasgow, agregadas a las ya existentes de Sou-
thampton y Burdeos, aseguran una comunicación casi hebdomada-
ria con los grandes centros de civilización europea. Los Estados Uni-
dos han fundado otra línea más. El crédito público se prestigia.
Las rentas crecen.
Pi-ecio (le los caiiipos y í>aníulos.
Hemos dado algunos de los precios de la época en el curso de
- este capítulo y vamos a complementarlos con ayuda de los aforos
oficiales y de las informaciones comerciales de la prensa.
Al reglamentar la ley de Contribución Directa de 18fiO. estable-
ció el Poder Ejecutivo como precio mínimo para las tierras de
pastoreo 1,500 pesos la suerte de estancia en Maldonado y Minas,
GOBIERNO DE HERRÓ 239
3,000 en Florida y Durazno, 4,000 en San José, Colonia, Soriano,
Paysandú, Salto, Cerro Largo y Tacuarembó, ó,000 en Montevideo
y Canelones.
El decreto reglamentario del año siguiente elevó el precio mí-
nimo en esta forma: Paysandú, Salto, Durazno, Cerro Largo, Ta-
cuarembó, Maldonado y Minas, 4,800; Florida y San José, 5,600;
Canelones y Soriano, 6,400; Colonia 7,200, Montevideo, de 6.40 a
12.80 según la ubicación de las tierras.
Antes de dictar su segundo decreto reglamentario el Poder
Ejecutivo nombró una Comisión de aforos, presidida por don Do-
roteo García, y esa Comisión tasó la suerte de estancia en el De-
partamento de la Colonia a 9,000 pesos, en Canelones y Soriano a
8,000, en San José y Florida a 7,000 y en los demás departamentos
a 6,000 y 5,000, precios todos ellos superiores a los adoptados en
seguida para el pago del impuesto.
Hace tres años — escribía el redactor de «La Nación» a fines de
1860 — la suerte común de estancia valía 3,000 pesos, mientras que
hoy vale 8,000. Una suba paralela, agregaba, a la que experimen-
tan los terrenos urbanos de Montevideo que ya se cotizan a 10, 12
y 16 pesos fuertes la vara por efecto de la inmigración.
[No ocurría los mismo con los precios del ganado El decreto re-
glamentario de la Contribución Directa de 1860 tasaba el animal va-
cuno a 6 pesos y el yeguarizo, lanar o porcino a 2 pesos. En 1861
el aforo era reducido a 4.80 para los bueyes, 2.40 para el animal
vacuno en general, 1.60 para el ovino mestizo y 0.80 para el co-
mún. Y un año después el Jefe Político de Soriano don J. Eduar-
do Fregeiro se dirigía al Gobierno proponiéndole una tarifa de ava-
lúos con el precio unifbrme de 2 pesos paVa los vacunos de cría,
los ovinos y los yeguarizos, y 6 pesos para los caballos y bueyes
mansos.
Tales eran los aforos oficiales, más bajos que las cotizaciones de
plaza que según los datos suministrados por el diputado Diago os-
cilaban a mediados de 1862 para el ganado vacuno de 10 a 11 pe-
sos, después de haber llegado excepcionalmente a 58 en 1858.
De esa baja no aprovechaban siempre los consumidores.
Una vaca de abasto — decía «La República» a principios de 1860 —
vale en el rodeo 15 patacones y 5 más por concepto de gastos de
con:lucción, derechos de corrales, etc. De esa vaca se extraen 16
arrobas de carne que valen 24 pesos al precio de 12 reales la arroba;
20 libras de cuero que valen 5 pesos; una arroba de gordura que va-
le 2 pesos y 4 reales; sesos, lengua, cabeza, inte -tinos, ríñones,
240 HISTORIA DEL UBUGUA.T
hígado, patas, cola, uñas y astas que valen 2 pesos. En conjunto,
33 pesos, lo que representa un beneficio 'enorme de 13 pesos por ca-
beza.
Al año siguiente formulaba otro diario esta nueva cuenta: precio
de una vaca 12 pesos y 3 más por concepto de derechos de abasto,
máquina, alquiler, carneada y trasporte, quince pesos. Producto:
15 a 16 arrobas de carne 16 pesos, cuero fresco 4 pesos, 3 arrobas
de grasa 5 pesos. En conjunto 25 pesos, lo que representa 10 pesos
a favor de los intermediarios.
Antes de finalizar ese mismo año- los precios descendieron a la
mitad de su cotización normal y como consecuencia de ello abrié-
ronse variaü carnicerías que vendían la carne a razón de wn vintén
ia libra. Fué un beneficio pasajero para el público. En 1863 volvía
la prensa a clamar contra los intermediarios. La vaca gorda para
abasto había bajado a 8 pesos y sin embargo las carnicerías se-
guían embolsando por sus diversos productos 25 pesos, como si el
precio del ganado hubiera permanecido inalterable.
Otilas intlustriÉis.
EJn agosto de 1863, ya el país en plena guerra civil pero cuando
todavía se creía que la invasión de Flores quedaría rápidamente
sofocada, se presentó al gobierno de Berro la Casa Giebert y C.*,
del comercio de Montevideo, en representación del barón Liebig,
solicitando patente de privilegio a favor de un sistema para la fa-
bricación de extracto de carne. Anunciaba en su escrito que Liebig
se proponía explotar en gran escala su invento en el Uruguay, y
para dar idea de la importancia del nuevo establecimiento preve-
nía que cada libra de extracto, equivalente en valor nutritivo a 33
libras de carne, podría venderse en Europa al precio de 12 a 14
francos. El Gobierno le concedió el privilegio por 8 años, que era
el plazo más largo que autorizaba la ley tratándose de importación
de inventos y fijó el término de un año para el planteamiento de
la fábrica.
Juntamente con esa gestión anunciaba la prensa que en Bélgica
se había constituido una sociedad en comandita bajo la dirección
de don Federico José Bennert, con un millón de francos de capi-
tal y que el primer acto de la nueva empresa había consistido en
la compra de seis suertes de estancia en el Rincón de las Gallinas,
tiOIüEUNO DE HEUKO 24!
entre el Uruguay y el Río Negro, al precio de 15,000 pesos la suerte,
para servir de asiento a la gran fábrica en gestación «de extracto
de carne y azul de Prusia.»
«El Siglo», que era el diario que daba la noticia, agregaba que
don Juan Harris, antiguo socio de la casa bancaria de Londres
Becketts Boutcher y C.', acababa de comprar también sobre el
Río Negro y a pocas leguas del Uruguay, 12 suertes de estancia
con destino a la explotación de un gran rebaño de 60,000 ovejas.
Otros industriales, los señores Portal y Martín, instalaron una
fábrica de alcohol en el Manga, a base del sorgo y de la remolacha,
capacitada para la elaboración de 4 pipas cada veinticuatro horas.
Los señores Federico Cachón y Guillermo Bonilla organizaron
una empresa para la explotación de varios lavaderos auríferos en
el Departamento de Minas, que luego extendió el primero de aqué-
llos al Departamento de Tacuarembó donde ya se habían hecho di-
versas investigaciones, especialmente en Corrales y Cuñapirú.
Don Adolfo Meyer importó una variedad de gusanos de seda dis-
tinta de la que había traído Larrañaga, que en vez de morera
utilizaba el tártago y la palma Cln-isti, muy abundante en ciertas
zonas de nuestra campaña y que en vez de multiplicarse una vez
al año, se multiplicaba siete veces. Era el llamado gusano de seda
del ricino. Su introductor solicitó la protección de la Asamblea,
que le fué concedida mediante la sanción de una ley que eximía
de derechos de exportación durante 10 años a los productos obte-
nidos con la ayuda de la nueva variedad del gusano de seda.
Los señores Narizano, dueños de la «Confitería Oriental», ins-
talaron una fábrica de cerveza y gaseosa bajo la dirección técnica
de don Alejandro Dosset, provista de amplios sótanos, grandes
cubas de fermentación y varias máquinas para la molienda de la
cebada, colocación de tapones, elaboración de limonada gaseosa y
utilización de las botellas a sifón.
Ese mismo señor Dosset instaló en 186,1 la primera panadería
higiénica de Montevideo, con amasijo a máquina y horno econó-
mico sistema Rolland. Prestigiando el invento, había dicho tres
años antes el Presidente de la Sociedad del Comercio y de la In-
dustria del Sena, estas palabras que nuestra prensa reprodujo ul
aplaudir su rápida implantación en el Uruguay:
«El trabajo del amasador con su cuerpo encorvado y medio pei'-
dido en la batea, en cuyo fondo deposita la esencia de sus es-
fuerzos, es un trabajo insalubre que produce catarros y enferme-
dades a la vista. La aspiración continua de las partículas pulveru-
16 -V
242 HISTORIA DEL URUGUAY
lentas engendra enfermedades del pecho. Rara vez el amasador
llega a una edad avanzada».
Don Juan Enrique Figueira consiguió elaborar un tipo de vino
r.iuy semejante al Jerez, que tuvo la virtud de estimular la plan-
tación de viñas en los alrededores de Montevideo, plantación que
el propio señor Figueira se encargó de acrecentar luego mediante
la publicación de un aviso por el que se obligaba a comprar toda
id uva que se le ofreciera. La prensa recordó en tal oportunidad a
los predecesores del señor Figueira, especialmente don Esteban
Zaballa que había elaborado un excelente vino en Montevideo por
el año 1830, y don Francisco Aguilar que en 1831 había hecho lo
mismo en Maldonado.
Don Augusto Las Cases recibió de París en 1861 un aparato
para la fabricación de hielo, el primero que venía a Montevideo.
Ccnsistía en un frasco de cristal dentro del cual giraba una botella
de tamaño común destinada a la congelación del agua. Simultá-
neamente pidió y obtuvo don Juan Antonio Pallares patente .1e
introducción de invento a favor de un procedimiento para la
fabricación de hielo mediante la liquefacción del amoníaco o la
evaporación del éter.
El señor Yjes inició trabajos en Maldonado para la organiza-
ción de una empresa que se encargaría de ensanchar y explotar
los criaderos de ostras que allí existían en rápida multiplicación
desde el año 1819 en que Larrañaga depositó los primeros ejempla-
res traídos por él mismo de Río de Janeiro.
Los señores Báseos y Jofre instalaron una alfarería para ¡a
elaboración de baldosas, columnas y capiteles, utilizando materias
primas nacionales.
Pocos meses después de realizados los primeros ensayos de in-
cubación a vapor en Europa, llegó a Montevideo una máquina cuyo
propietario cobraba una cuota por cada docena de huevos que se
le llevaran para incubar.
Verdadera revolución causó entre las costureras de Montevideo
una máquina de coser de sencillísimo manejo y de 15 patacones
de costo, llegada de Norte América en 1862. El modelo primitivo,
del que había varios ejemplares entre las familias pudientes,
era de manejo muy complicado y de un costo (100 patacones) inac-
cesible a la generalidad de los bolsillos.
• Los señores Goedaga y Lopetedi obtuvieron privilegio para la
fabricación de fósforos de cera, bajo el compromiso de dar apren-
dizaje ¡I 40 obreros orientales.
GOBIEBNO DE BESBO
243
Y a propósito de aprendizaje de los obreros nacionales: al dis-
cutirse en la Cámara de Diputados la ley de Aduana de 1861,
dijo el Ministro de Hacienda don Tomás Villalba que era inútil
aumentar el derecho a las puertas y demás artefactos de fabrica-
ción europea, desde que el hijo del país no se contraía al apren-
dizaje de ningún oficio, prefiriendo las profesiones liberales y el
comercio. Pero entonces, ¿por qué no establecer una escuela de
Artes y Oficios?, replicó desde las columnas de la prensa don Lu-
cio Rodríguez en un interesante estudio encaminado a demostrar
la practicabilidad de la idea.
Los establecimientos patentados.
He aquí el número de establecimientos comerciales e industria-
les sujetos al impuesto de patentes que existían en 1859 y 1860,
según los cuadros del «Registro Estadístico» de 1860, depurados de
sus errores de suma o de colocación por don Adolfo Vaillant en «El
Siglo» de la época.
1859
1860
Montevideo
Canelones
San José
Florida .
Minas
Maldouado
Durazno .
Colonia .
Soriano .
Salto . .
Paysandú
Tacuarembó
Cerro Largo
\
2,620
428
183
127
144
178
127
17f)
135
324
211
153
210
5,015
,373
468
199
202
218
227
362
179
204
139
207
127
128
5,033
Véase ahora cuáles eran los gremios más numerosos en la lista
de establecimientos patentados:
244
HISTORIA DEL UBUGUAT
Pulperías 1,738 Vendedores ambulantes
Almacenes al menudeo con
despachos de bebidas .
Bodegones
Mesas de billar ....
Asientos de atahonas .
Panaderías
Puestos de frutas, carbón
y leña
de fruta 117
201 Embarcaciones de tráfico
121 del puerto .... 294
118 Tiendas de géneros . . 290
340 Zapaterías 187
109 Sastrerías 98
Carpinterías .... 257
169 Herrerías UO
La gran mayoría de los establecimientos patentados pertene-
cía a extranjeros: 3,925 contra 1,108 de nacionales. Hasta del per.
sonal subalterno quedaban excluidos los nacionales a despeclio de
los esfuerzos del legislador para abrirles camino. La ley de Paten-
tes imponía la cuota superior inmediata a las casas que no tuvie-
ran uno o más dependientes orientadles. Pero fuera por lo liviano
»del recargo o por cualquier otra circunstancia, eran contados, como
lo observaba la prensa de la época, los establecimientos industriales
o comerciales que no se compusieran exclusivamente de extranje-
ros.
El registro de patentes de 1861 arrojó un total de 5,928 estable-
cimientos comerciales e industriales en toda la República. De esa
cantidad correspondían 3,045 al Departamento de Montevideo y
2,883 a los demás departamentos. Del punto de vista de la naciona-
lidad, eran de extranjeros 4,331 y de orientales 1,597.
De un año a otro se había, pues, realizado un aumento de 900 es-
tablecimientos en números redondos, hecho extraordinario que co-
rrespondía al movimiento de expansión de las fuentes de riqueza
y de los negocios en dicho período de la administración Berro.
Entre las cifras más altas del registro general de ISGl figuraban
las siguientes:
Pulperías
Almacenes al menudeo
Bodeg'ones
Asientos de atahonas .
Tiendas de género .
1,888 Carpintería.^.
191 Hojalaterías
127 Saladeros formales .
2ñ8 Salazones simples
332 » con graseria
295
126
12
11
3
Al empezar el año 1861 estaban funcionando en Montevideo, se-
gún los datos de una guía de la época reproducidos por la prensa:
GOBIERNO DE BEKP.O 245
15 agencias y compañías, 53 almacenes al por mayor de comesti-
bles, 297 almacenes al por menor, 7 almacenes navales, 3 almace-
nes (le suelas, 2 bancos, 32 barracas, 8 casas de comisiones, 76 de
consignaciones, 7 corredores de número, 12 ferreterías, 22 panade-
rías, 23 registros de tienda, 131 tiendas al por menor, 12 merce-
rías, 15 mueblerías, 54 fábricas diversas, 18 boticas, S hoteles, 19
fondas, 286 casas de artes y oficios.
El movimiento de expansión prosiguió en 1862 según lo de-
muestra el hecho de haberse fundado 320 establecimientos de indus-
tria y de comercio en la sola ciudad de Montevideo. Y continuó has-
ta principiíos del año siguiente en que todo se retrajo bajo la pre-
sión de la guerra civil.
Las tiendas y pulperías volantes.
La ley de patentes de 1860 prohibía las tiendas y pulperías vo-
lantes. Pero el Ministro de Hacienda don Tomás Villalba se propu-
so reaccionar contra esa medida restrictiva.
Dos razones se han dado — decía en la Memoria ministerial de ese
año — ^para desterrar a los mercachifles. Una de carácter policial
y otra de índole comercial basada en la conven'encia de dar pro-
tección a las casas fijas. En cuanto a la primera, que es la más im-
portante, es notorio que la ebriedad y el juego se desarrollan
más fácilmente en los comercios estables que en los volantes y que
al abigeato, plaga difundida en toda la campaña, no escapan las
casas fijas, desde que ellas se ocupan también del comercio de cue-
ros.
Al dictarse la ley de 1S61 volvia a hablar el Ministro de Ha-
cienda de las casas volantes. Se les acusa — decía — del robo de
ganados cuando en realidad debiera dirigirse la acusación contra
los estancieros mismos que son los que de ordinario aparecen com-
plicados en los sumarios, aparte de que la proscripción resulta ab-
solutamente ineficaz en la práctica, como lo demuestra el hecho de
no haber disminuido el número de mercachifles durante los varios
años que lleva de vigencia la ley prohibitiva.
La Asamblea dejó al fin sin efecto la prchibición y eso produjo un
fuerte movimiento de protesta entre los comerciantes de Montevi-
deo y de los departamentos. En una solicitud al ^Ministerio de
Hacienda recordaban que la ley de 1831, dictada por el primer go.
bierno de Rivera, prohibitiva de las pulperías volantes, había que-
246 HISTORIA DEL faUGUAf
dado casi en desuso hasta la administración Giró en que las Jun-
tas Económico-Administrativas volvieron a clamar contra ellas a
mérito del daño que causaban al comercio estable, dictándose en
tal oportunidad varios decretos que no atacaron el mal, pero que
impulsaron a la Asamblea a repetir la prohibición en la ley de paten-
tes de 1S59. Quiere decir — agregaban los comerciantes — que a los
treinta años de vigencia de las leyes prohibitivas viene la Asamblea
a legalizar la condición de los mercachifles, pro\t)cando con ello el
decaimiento del comercio estable, la protección al extranjero sin
arraigo y el ataque a la propiedad rural.
Antes de pas^r la representación a la Asamblea resolvió el Go-
bierno oir a los Jefes Políticos y Juntas Económico-Administrati-
vas de los departamentos y a un gran niimero de hacendados.
Condensando el resultado de esa encuesta decía la Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados que en general estaban las
opiniones de acuerdo en que el mercachifle promovía el abigeato
mediante la compra de frutos robados, empobrecía la circulación
por la extracción de numerario, explotaba al trabajador rural
comprándole al contado y en cualquier época en vez de comprarle
a crédito para liquidar en momento oportuno, y arruinaba al co-
mercio estable.
La Comisión de Hacienda del Senado, más explícita en su in-
forme, establecía que de nueve respuestas de los Jefes Políticos,
ocho eran contrarias a los mercachifles a título de que perjudicaban
a los pueblos y a los hacendados: que todas las Juntas Económico-
Administrativas se habían prontinciado en el mismo sentido y que
entre los hacendados era igualmente unánime la protesta con-
tra los mercachifles.
Hubo animados debates en la Cámara de Diputados. Uno de ios
oradores sostuvo que los comerciantes fijos querían evitarse la
competencia de los mercachifles, importándoles poco que los po-
bladores rurales tuvieran que caminar 20, 30 y 40 leguas en busca
de sus surtidos, y en cuanto a los hacendados que sólo se había
recogido la opinión de los que -sivían en Montevideo o en las ca-
pitales de los departamentos. También se sostuvo por algunos le
los oradores que la prohibición atacaba la libertad de industria
garantizada por la Constitución.
No comulgaba la mayoría de los diputados con esas ideas y
en consecuencia obtuvo el triunfo un proyecto de ley prohibitiva de
las tiendas o pulperías volantes en toda la República. Pero el
Senado, más conciliador, prefirió gravar a los mercachifles con
una patente de 77 pesos.
GOBIERNO DE BERBO 247
Los prodin to-» uruf;uayü> en la fíian Exposición de Londres.
Hemos hecho ya referencia a la Comisión organizadora de la
Sección Uruguaya en la Exposición Internacional de 1862, com-
puesta de don Manuel Herrera y Obes, don Florentino Castellanos,
don Fermín Ferreira, don Juan Ramón Gómez, don Ricardo
Hughes, don Luis Lerena, don Jaime Estrázulas, don Francisco
Lecocq, don Doroteo García y don Adolfo Rodríguez. Esa Comisión
alcanzó a reunir con el concurso de las autoridades locales un
excelente muestrario de la producción nacional, en que estaban
representados casi todos los departamentos.
Entre los productos del departamento de la Colonia figuraban
espléndidas muestras de lana de ovejas Rambouillet, Xegrette y
cruzas, enviadas por Drabble, Wilson y Lambretch, Frange y
Wellmann, habiendo vellones de 16 y % libras. Nuestras lanas, se-
gún «La Prensa Oriental», gozaban en Europa de una bonificación
del 10 9c sobre las argentinas.
Entre los productos del departamento de Soriano figuraban las
lanas de las majadas del barón de Mauá, que a los tres años
de explotación ya daban empleo a 50 esquiladores en su mayoría
mujeres, según las informaciones de la prensa. También concurría
este departamento con tierra romana, cal hidráulica y baldosas.
El Salto estaba representado por muestras de algodón silvestre
de capullos grandes, blancos y finos, petrificaciones y ágatas.
Ese mismo departamento y el de Paysandú estaban representa-
dos por cueros curtidos, suelas y pieles.
El de Tacuarembó por algodón cultivado de calidad muy buena,
tabaco en cuerda, yerba silvestre\j" oro.
Maldonado y Minas por minerales de plomo y de hierro, már-
moles y piedra imán.
Varios departamentos por pieles, carnes preparadas, cereales,
trozos de ñandubay, algarrobo, sombra de toro, laurel, sauce, coro-
nilla y otros árboles del país.
Don Domingo Ordoñana, que visitó la Exposición de Londres,
elogiaba en una de sus correspondencias las muestras de lana,
carne y cereales de la Sección Uruguaya. «La lana — decía — es
generalmente reconocida como la primera de todas las presentadas
por la sección americana. Los fabricantes de tejidos con quienes
he tenido ocasión de hablar encarecen la elasticidad, consistencia
y firmeza de la hebra. La carne de Paysandú es la primera en su
248 HISTORIA DEL URUGUAY
género en la Exposición. Esa carne está hoy fresca y sana como
cuando se preparó».
El Cónsul General del Uruguay en Londres don E. B. O'Xeill,
dando cuenta de los veredictos de los jurados, hacía constar que
el Uruguay era el país que había alcanzacJo mayoría de premios
proporcionalmente al número de expositores y de artículos premia-
dos. «Todo el mundo, agregaba, admite que la lana uruguaya es
muy fina y .su calidad excelente». La .sección lanas ha recibido dos
medallas: una al conjunto y otra a los señores Mallmann, y una
mención honorífica el establecimiento de Mauá cerca de Mercedes.
Se observa que es desmasiado corta la fibra. El trigo del Uruguay
«no tiene que temer rivalidad con ningún otro presentado a la
Exposición». La carne seca de Paysandú ha llamado mucho la
atención. Es suculenta y tierna; su gordura no está rancia; la
parte flaca no es fibrosa; tiene poca sal y a pesar de que está
al aire desde que se abrió la Exposición, se conserva fresca y de
buen paladar. Casi todo el contenido del cajón — terminaba el
* Cónsul • — ha sido consumia'o por los visitantes en estado crudo,
produciendo excelente impresión.
Hemos hecho referencia anteriormente a una nota del mismo
Cónsul Oriental en Londres señor O'Neill al Presidente de la Co-
misión organizadora de la Sección Uruguaya don Manuel Herrera
y Obes, acerca de una empresa para la explotación de las carnes
preparadas por los sistemas de Oliden y Nin. Y debemos agregar
ahora que la idea de esa empresa surgió precisamente dentro de la
Exposición, en presencia del estado de las muestras de carnes allí
existentes. Nuestro Ccnsul proponía que los capitalistas urugua-
yos aportaran 20,000 libras esterlinas en acciones de 10 libras ca-
da una. La Comisión de Exposición pasó la nota al Club Nacional,
que presidía don Francisco A. Gómez, a fin de que iniciara los
trabajos necesarios entre los estancieros. Pero el Club Nacional
contestó que lo que coHvenla al país era precisamente lo contra-
rio de lo que pretendía el Cónsul: «traer aquí dinero, en vez de
llevarlo». ~
En la Exposición de Londres figuraban 26,000 expositores. Sólo
34 eran del L'ruguay. Pero esos 34 obtuvieron 6 medallas de plata
y 7 menciones honoríficas. Las medallas por el trigo de Joani-
có, la carne de Oliden, la lana de Mallmann, el conjunto de lanas
del Uruguay, el algodón del Salto y la madera de San José, y las
menciones por la lana de Mauá, la carne de Nin, el trigo y harina
de Gianelli, los trigos de varios departamentos, las maderas de
Proudfort, las ifiaderas del Salto y el aceite de Mignon.
UOIlIliUNO UE ÜEUICÜ 249
Tan alentadores fueron esos premios que un grupo de 70 hacen-
dados, agricultores y amigos del país tomó la iniciativa de cons-
lituirse en sociedad para realizar una Exposición Nacional pre-
paratoria de la Internacional que tendría lugar en París en 1864,
quedando nombradas de inmediato las comisiones departamentales
destinadas a secundar la tarea.
La repartición de los premios de la Exposición de Londres
tuvo lugar en lo más recio de la guerra civil que en esos momen-
tos destruía las fuentes de riqueza que los jurados británicos
acababan de premiar.
Fundación de bancos.
A los establecimientos de crédilio que ya existían desde la ad-
ministración Pereira — el Banco Mauá y el Banco Comercial, —
se agregó durante el gobierno de Berro el Banco de Londres y
Río de la Plata, previa sanción por el Cuerpo Legislativo de una
ley que facultaba al nuevo establecimiento para emitir billetes de
10 pesos y mayores de 10 pesos hasta el triple de su encaje me-
tálico y billetes fraccionarios hasta el 10 ','< en las épocas de
escasez de moneda menor.
El Banco de Londres empezó a funcionar a fines de 1863 bajo
su forma definitiva de establecimiento emisor en reemplazo de
una agencia que ya existía en la plaza de Montevideo según se
encar<ió de declararlo su iieri-nte don Jiiaii CU'iiu'ntc Kiuliii^' al
tiempo de abrir operaciones.
El Banco Comercial del Salto solicitó y obtuvo de la Asamblea
a fines de 1860 autorización paiHi elevar su capital a 500 mil pe-
sos, prueba evidente de los rápidos progresos que había alcanzado.
En Paysandú empezaron a funcionar dos establecimientos banca-
rios en 1862: el Banco Comercial de Paysandú creado por inicia-
tiva de don Manuel Carneiro, don Nicolás Reborati y don Miguel
tíorta, con capital de 100 mil pesos, y el Banco de cambios, emi-
£.;- n y descuentos fundado por los señores Libaros, Mujica, Raña,
Migone, Felipon, Saranga, Sacarda e Iglesias, con capital de
300,000 pesos, habilitados ambos para emitir billetes de 10 pesos
y mayores hasta el duplo de su capital efectivo. Eran dos esta-
blecimientos concurrentes que difícilmente podían coexistir en
una plaza pequeña y que por lo mismo no tardaron en fusionarse
bajo un nuevo organismo: el Banco Comercial de Paysandú con
capital de 500,000 pesos.
250 HISTORIA DEL URUGL'Ay
Emisión abusiva de billetes.
La notable escasez de cambio menor había creado en la gene-
ralidad de los departamentos de campaña, según hemos tenido
oportunidad de decirlo en otros capítulos, el hábito de emitir bi-
lletes fraccionarios de patacón. Simples casas comerciales en la
generalidad de los departamentos, y verdaderas instituciones de
crédito en otros, como las de Cerro Largo, Paj'saudú, Soriano, Co-
lonia y Florida, pero que funcionaban sin autorización legislativa,
emitían esos billetes que la plaza local aceptaba a falta de otra
moneda por la absoluta confianza de su firma emisora.
El gobierno de Berro se propuso concluir con este abuso mediante
un decreto dictado en 1860 que prohibía absolutamente la circu-
lación de billetes fraccionarios de 10 pesos, salvo el caso de autori-
zación legislativa.
Es justo agregar — decía el Ministro Villalba al dar cuenta a
la Asamblea de esa medida en su Memoria ministerial — que to-
dos los billetes emitidos han sido pagados con puntualidad y que
contra las casas emisoras río existe una sola denuncia por abusos
cometidos.
Ley general de bancos.
Ya funcionaban varios bancos y existían otros en incubación.
Había llegado, en consecuencia, la oportunidad de que la Asam-
blea dictara un reglamento general que uniformara las disposicio-
nes y evitase a los legisladores la tarea de dictar leyes especiales
cada vez que ocurriese el caso de fundar o modificar una institu-
ción bancaria cualquiera.
Don Tomás Villalba trató de llenar esa necesidad a principios de
1863, mediante la presentación de un proyecto de ley a la Cámara
de Senadores de que formaba parte, inspirado, según lo decía la
Comisión de Hacienda al aconsejar su sanción, en el doble propó-
sito de habilitar al Poder Ejecutivo para resolver diversas gestio-
nes en trámite sobre establecimiento de bancos y uniformar las
reglas relativas a la proporción de los billetes circulantes y el
capital efectivo y demás garantías de la emisión. He aquí sus
bases capitales:
Los bancos de emisión sólo podrán fundarse por sociedades
anónimas. El capital mínimo será de un millón de pesos. Ningún
GOtilKU.VO UI-: MKKKO 201
banco p-odrá empezar a funcionar con menos de 300,000 pesos. La
emisión no excederá del triple del capital efectivo. Nadie estará
obligado a recibir billetes. Al Poder Ejecutivo corresponderá la
verificación y control de la emisión y a ese efecto le serán presen-
tados los billetes de cada emisión para el estampado de un timbre
en seco que aplicará gratuitamente la Contaduría General de la
Nación. Será obligatoria la presentación a la Contaduría de la
nómina de los accionistas. Los billetes no bajarán de un doblón,
correspondiendo al Estado la circulación de billetes menores. Pro-
visoriamente podrán los bancos emitir billetes menores hasta el
10 9í de su capital, a condición de retirarlos a indicación del Po-
der Ejecutivo. Los billetes gozarán de prelación sobre las demás
deudas del Banco. La falta de conversión de un solo billete de-
terminará la cesación del privilegio. Será obligatoria la publica-
ción de un balance mensual. Los bancos de emisión podrán hacer
operaciones de cambio, depósito y comercio, pero les está prohi-
bido prestar sobre hipoteca u otra garantía inconvertible. El inte-
rés será fijado mensualmente. El Poder Ejecutivo podrá nombrar
comisarios ad-hoc para cerciorarse del estado de los bancos. El pri-
vilegio de la emisión se concederá por períodos de veinte años re.
novables.
Después de un cambio de ideas, el asunto volvió a estudio déla
Comisión de Hacienda integrada con dos senadores, y allí quedó
encarpetado porque ya se había producido la invasión de Flores
y el problema político absorbía toda la atención de los legisladores.
El crédito hipotecario.
Desde la época colonial funcionaba en Montevideo una oficina
de hipotecas, cuyos asientos recapituló así el Registro Estadísti-
co de 1860:
PERIODOS DE 16 AÑOS I *^°°'° ^^ '°^ capitales
prestados
Desde
1797
hasta
1812
$
6.^2.
,164
»
1&13
»
1828 i
404.084
»
1829
»
1844 '
2.9s(>.
177
»
184Ó
»
1860 1
4.407.
,719
$
8.430,144
25:
HISTORIA DEL URUGUAY
Sólo una parte de las hipotecas buscaba entonces la garantía del
registro, y esas cifras en consecuencia no pueden dar idea exacta
del movimiento del crédito hipotecaiio en los sesenta y tantos años
que abarcan.
El doctor Antonio de las Carreras presentó a la Cámara de Dipu-
lados en 1863 un proyecto de ley que autorizaba la fundación de
bancos hipotecarios por acciones, con capital mínimo de 5 millones
Je pesos y un amplio programa en que figuraba la emisión de le-
tras por el triple del encaje metálico a plazos desde 6 meses has-
ta 5 años con la garantía de las hipotecas constituidas. Triunfó en
la Cámara de Diputados donde fué discutido largamente, pero la
guerra civil interrumpió su evolución en el Senado.
El crédito prendario.
En 1862 empezó a funcionar en Montevideo un Monte de Piedad
o Casa de Préstamos sobre alhajas y otros objetos, institución no co-
' nocida hasta entonces según resulta de la crónica periodística de
?a época que hablaba de ella como de una verdadera novedad.
Balances de los bancos emisores.
De los balances mensuales de los dos establecimientos emisores
que funcionaban en Montevideo (el Banco de Londres y Río de
'a Plata no publicaba todavía los suyos) extraemos las siguientes
cifras:
BASCO MAUA
UAXCO COMERCIAL
Emisión
Encaje
Emisión
Encaje
.
$
1
S
1809 Diciembre ....
657,788
417,871
722,0.30
4-27,433
1860
909,00 J
878,826
777,980
.049.091
1861 Junio .
1.066,334
827,64.0
890. 70Ó
513,644
» Octubre .
Sol, 486
.004,877
.016.687
642,857
186-2 Junio
1. -277,040
7.38,906
692,989
490,107
<)ctul)re .
1.423.734
826,108
689,711
560,721
1863 ?:n('ro (1)
1.442,922
ñ23,ó01
073,440
419.354
» Marzo
l.f)7ñ,847
61.0,148
097,181
387.799
» Octubre .
1.879,116
987,313
706.926
1.020.262
j> Noviembre
1.778.966
8:^9.470
76 1 .869
1.1-28.3-20
1864 Enero .
2.1.0Ó.367
872.232
928.021
90?.7-26
< 1 ) Desde este balance los pesos de 100 centesimos reemplazan a los de 80 cente-
simos de la moneda antigua.
GOBIERNO DE líERRO
253
Son cifras que reflejan el tren del país que era de rápidos
y no interrumpidos progresos. El Banco Mauá. actuaba como sumi-
nistrador de fondos al Tesoro público antes y durante la guerra
tjue esterilizó el último año del gobierno de Berro, debiéndose a
esta circunstancia el aumento desproporcionado de sus billetes con
relación a la reserva metálica. El Banco Comercial sin detener el
Impulso de la emisión enriquecía su encaje a medida que avanzaba
la guerra y que crecían las dificultades para el país y para el Go-
bierno, poniénd'ose así a cubierto de cualquier contingencia.
Véase ahora el movimiento denlos bancos departamentales de
Salto y Paysandú (no incluidas las agencias del Banco Mauá en-
globadas en las cifras de la casa matriz) :
B.^SCO COMERCIAL
DEL. SALTO
BANCO COMERCIAL
DE PAYSASDÚ
Emisión
Encaje
Emisión
Encaje
1861 Octubre .
» Diciembre
1862 Junio
» Noviembre
1863 Febrero ,
» Septiembre
99,93U
91.977
72,277
7(t,767
52,977
34,125
79,710 I 37,057
65,9í¡5 51,835
128,565 ¡ 95,767
206,975 ; 133.862
Estos dos establecimientos que no tenían otro campo de acción
que el muy pequeño de sus respectivas localidades, se vieron traba-
dos desde los primeros impulsos de sus operaciones por el estado
de guerra en que vino a quedar>^nvuelto el país, debiéndose la ele-
vación de las cifras de Paysandú más que al progreso efectivo del
crédito a la refundición de tos dos bancos concurrentes que funcio-
naban en esa plaza.
Había triunfado una vez más el país de la plaga del papel incon-
vertible que en esos mismos momentos acentuaba sus estragos en
la Argentina. Baste saber que Rosas alcanzó a dejar una carga de
130 millones de pesos y que la guerra civil que subsiguió al de-
rrumbe de la tiranía dejó otra de 233 millones, elevándose con ello
la emisión circulante en 1863 a la cifra asu.stadora de 363 millones.
254 HISTORIA DEL URUGUAY
La moneda nacional.
Nuestro régimen monetario fué reformado fundamentalmente
por la ley de 1862 que estableció como únicas monedas nacionales
el peso de plata y el doblón de oro. El primero con peso de 25 gra-
mos 480 miligramos y fino de 917 milésimos se dividiría en 100 cen-
tesimos y reemplazaría en la contabilidad al pes'> antiguo de 800
centesimos. El segundo con peso de 16 gramos 970 miligramos y
fino de 917 milésimos representaría el valor de 10 pesos plata. La
moneda de plata se acuñaría en piezas de cinco, diez, veinte, cin-
cuenta centesimos y un peso y las de oro en piezas de un cuarto de
doblón, y de medio doblón y de un doblón. Para las fracciones meno-
res se acuñarían monedas de bronce, debiendo circular entretanto
las antiguas piezas de 40, 20 y .5 centesimos por el nuevo valor de 4,
de 2 y de y^ centesimos. Mientras no se acuñara la moneda nacional
seguirían circulando las monedas extranjeras por su valor corrien-
te. Así el peso de plata español y la pieza brasileña de 2,000 reis se
recibirían por 1 peso, y la libra esterlina por 4 pesos 70 centesi-
mos. El mínimum de valor de los billetes bancarios sería de un
doblón.
Hay que advertir que el llamado centesimo de la moneda anti-
gua era el milésimo o reis brasileño y no la centésima parte de un
peso como después vino a serlo por efecto de la ley de 1862. El peso
corriente antiguo se componía de 800 centesimos o reis equivalen-
tes a 80 centesimos de la nueva moneda. La pieza de cobre de un
vintén se componía de 20 centesimos o reis equivalentes a dos
centesimos de la nueva ley.
Tratábase de una revolución completa en la contabilidad de to-
do el país, y al llegar la oportunidad de ejecutarla nombró el
Gobierno una Comisión compuesta de don Manuel Herrera y Obes,
don Tomás Villalba, don Doroteo García y don Carlos de Castro
para que lo asesoraran respecto de la practicabilidad inmediata de
la reforma.
La nueva ley — contestó la Comisión — simplifica la contabili-
dad y extingue las denominaciones exóticas de la ley vigente —
patacones, vintenes y reis — y suprime también los pesos nomina-
les de SOO centesimos no representados por signo material alguno;
adopta como unidad fundamental de la moneda nacional el peso pla-
ta de 10 reales subdivididos en centesimos con el peso, ley y valor
de la pieza brasileña de 2,000 reis. Las equivalencias de la moneda
GOBIERNO DE BERRO 255
nacional con las monedas extranjeras están fijadas exactamente i¡or
la ley, y en cuanto a las de la moneda menor una pieza de 2 vintenes
— o sean cuarenta centesimos de real actual, — equivale a cuatro con-
tésimos del nuevo peso. No puede, pues, haber inconveniente —
concluía la Comisión — en que se ponga en ejecución la ley aún
cuando todavía podría aplazarse po;- unos meses para dar tiempo
a que los bancos sustituyan sus billetes.
El interés del dinero.
La Cámara de Diputados sancionó en 1861 un proyecto según el
cual el interés legal del dinero sería el que establecieran las partes
contratantes y en defecto de pacto el G 'M al año, que constituiría
también el mínimum del dinero perteneciente a menores de edid.
El Senado aceptó la primera parte, pero introdajo en la segunda
una modificación de importancia. En defecto de pacto se fijarían
los intereses de acuerdo con la tasa de los bancos en operaciones
análogas, y habiendo varias tasas con la más baja. Pasado ei
asunto a la Asamblea, aconsejó la Comisión de Hacienda la fórmula
de la Cámara de Diputados, invocando las frecuentes variaciones de
la tasa del interés bancario y las dificultades de la prueba. Pero la
Asamblea resbivió aplazar su decisión, y como ya el país estaba en
guerra quedó el proyecto olvidado.
También se ocupó la Cámara de Diputados de un proyecto le
ley del doctor Antonio de las Carreras limitativo de la tasa del
interés bancario. Según el referido proyecto los bancos emisore?
no podrían cobrar arriba del 1 9Í mensual, salvo el ciso de crisis
en que el Poder Ejecutiv>v, podría autorizar tasas mayores dando
cuenta a la Asamblea o en su receso a la Comisión Permanente.
Los impugnadores del proyecto sostenían que el dinero estaba en
las condiciones de cualquier mercancía y que era atentatorio en-
tonces fijar un límite máximo al interés, aparte de la inefica-
cia de la medida desde que los bancos se abstendrían de prestar
cuando la tasa de la plaza excediera del 1 ''A. La emisión de bi-
lletes es un privilegio — contestaba el autor del proyecto — y
la concesión de ese privilegio puede hacerse con condiciones.
Después de larga discusión la Cámara rechazó el proye-^to por
considerable mayoría: 20 votos contra 4.
256 HISTORIA DEL URUGUAY
La tasa con iente del interés.
El Banco Maná y el Banco Comercial cobraban en agosto y
octubre de 186,1 el 15 9f a sus deudores y pagaban el 10 % a
sus acreedores.
Eran tipos muy altos, sin duda alguna. Pero téngase presente
que en febrero del mismo año el Banco de Inglaterra alzaba su
tasa del descuento del 7 % al 8 %, obligado — según «Tke Po-
litical Economiste» — por los crecientes embarques de oro con des
tino a los Estados Unidos y de plata con destino a la India. No
se trataba, pues, de un encarecimiento local del dinero.
En marzo de 1863 — víspera de la invasión de Plores — el
Banco Mauá cobraba el 12 ^A y pagaba el 8, y el Banco Comercial
cobraba el 9 Sr y pagaba el 6, rigiendo en plaza el interés del
1 % al 1 y y^ mensual, según las informaciones comerciales dé
«ILa Reforma Pacífica».
' Al finalizar el mes, ya bajo la presión de las alarmas poli
ricas, ambcs bancos cobraban el 1.5 '/c y pagaban el 10, osci-
lando el interés de plaza del 1 y i/4 al 1 y i/^ 9^ mensual según las
informaciones comerciales de «El Siglo».
En diciembre del mismo año, en lo más recio de la guerra civil,
la tasa del interés volvía a declinar por efecto de la paralización
general de los negocios. Según la revista mensual de «El Comercio»,
el Banco Comercial cobraba el 9 y pagaba el 6 % , el Banco de Lon-
dres y Río de la Plata cobraba el 10 y pagaba el 5 'ic, y el Banco
Mauá cobraba el 12 y pagaba el 8 9f, rigiendo en plaza el interés
del 12 9r al año y estando el cambio sobre Londres a 52 y % peni-
ques por peso nacional de la nueva moneda.
Se proyecta construii- un edificio para la Bolsa de Coniorcio.
Hemos hablado ya del «Club Nacional», institución útilísima
fundada en los comienzos del gobierno de Berro para ofrecer un
centro de reunión e información a los estancieros, agricultores y
fabricantes, hasta entonces sin un órgano que centralizara y asu-
miera la defensa de sus intereses.
De una de esas asambleas surgió la idea de construir un gran
edificio, con capacidad para el Club y para la Bolsa de Comercio
designándose para llevarla a ejecución un Comité del que fbrma
GOBIEBNO DE BERRO 257
ban parte don Vicente Fidel López, don Jaime Estrázulas, don
Juan D. Jackson, don Augusto Hoffmann, don Pedro Piñeyrúa, don
Jaime Cibils, don Marcos Vaeza y don Florentino Castellanos. Se
trataba de levantar 120,000 pesos.
Una vez suscriptos l'os fondos necesarios, se reunieron los accio
nistas de ambos centros y nombraron una Comisión mixta bajo
la presidencia de don Florentino Castellanos que en el acto abordó
la compra de un terreno de 2,000 varas.
Fué otra de las iniciativas que la guerra civil se encargó de
paralizar momentáneamente.
Tierras públicas.
El gobierno de Berro resolvió desde 1860 proceder a la mensura
general del territorio y al examen de toda la titulación particular,
y como paso previo nombró una Comisión encargada de dictaminar
acerca de la manera de llevar a término esa gran operación.
La Comisión se dividió en dos secciones, una de ellas bajo la
presidencia del general de ingenieros don José María Reyes y la
otra bajo la presidencia del doctor Cándido Joanicó. Po.-ic después
solicitó del Gobierno la fundación de un instituto de ingenieros, la
sanción de una ley de procedimientos judiciales para resolver los
conflictos de dominio por razones de ubicación y la creación de
un registro general de títulos que desenvolvería sus trabajos pa-
ralelamente a los de la mensura territorial. Y a eso quedó reducido
el trabajo de la Comi.sión, por efecto sin duda alguna de la crisis
ministerial que subsiguió y del cambio de rumbos que debió pro-
ducirse con tal motivo. x,^^
También intentó el Gobierno reaccionar contra el régimen a que
estaban sometidas las tierras públicas por la ley de 1853 que pro-
hibía su enajenación y la de 1858 que impedía a las oficinas
públicas admitir denuncias de tierras. Esas leyes — decía el Go-
bierno — muy útiles al tiempo de su promulgación, hanse conver-
tido después en factores de ocultación y de p'^'rdidas efectivas
para el fisco. Lo que realmente conviene, agregaba, es mantener
la prohibición absoluta de vender la tierra pública, pero sin
proscribir las denuncias destinadas a obtenerla en arrendamiento
mientras no vuelva a autorizar.=e la salida del dominio fiscal.
Da acuerdo con estas ideas presentó un proyecto a la Asamblea
que acordaba plazos a los poseedores de tierras públicas para de-
17 -V
258 HISTORIA DEL IJRTTGUAT
nunciarlas, bajo apercibimientx) de admitirse la denuncia de terce-
ros. La Cámara de Diputados se manifestó de acuerdo con ello.
Pero el proyecto no alcanzó a completar su evolución parlamenta-
ria. Don Manuel Herrera y Obes presentó entonces a la Cámara
de Senadores de que formaba parte otro proyecto más sencillo que
autorizaba los contratos de enfiteusis hasta por diez años, que tam-
poco tuvo resultado.
A raíz de estas tentativas el Poder Ejecutivo publicó un decreto
por el que ofrecía a los ocupantes de tierras públicas contratos de
airendamiento al precio de 200 pesos anuales por cada suerte de
estancia, bajo apercibimiento de que pasados tres meses regiría el
precio dé 300 pesos. Su propósito era obtener algunas rentas y,
lo que era más importante, el conocimiento de la propiedad públi-
ca detentada por los particulares. Pues bien, ocho meses después de
publicados los avisos habían sido denunciadas al Fisco por sus ocu-
pantes 366,701 cuadras equivalentes a 101 leguas o 131 suertes de
eoiancia, según ]a Memoria de Hacienda de 1861, i estacándose por
su mayor volumen los seis departamentos siguientes:
Cuadras
Salto 91,8-20
Soriano ¡I 70/200
Paysandú !Í 82.0r)l
Colonia ' 41,958
Tacuarembó 34,425
San José \, 29,623
Habían sin embargo vaticinado el fracaso los adversarios del de-
creto á título de que el Gobierno ignoraba la ubicación de las tie-
rras públicas, sin tener en cuenta el interés de los ocupantes en sa-
car partido del bajísimo precio a que era ofrecido el arrendamiento
y en alejar también el peligro siempre posible de las denuncias de
terceros.'
Otra resolución adoptó el gobierno de Berro en 1864, ya en las
postrimerías del término de su mandato: la de transferir a las
Juntas Económico-Administrativas para ser aplicado su importe a
objetos de embellecimiento o utilidad, los derechos que conferían al
Estado la ley de 1831 que autorizó la venta de la tierras públicas
lonocidas por de Propios del extinguido Cabildo de Montevideo y
las del ejido de la ciudad y la ley del mismo año que declaró que
GOBIERNO DE BERRO 259
las tierras comprendidas dentro del tiro de cañón de la plaza de
Montevideo conocidas bajo nombre de Ejido, habían qaodado de
propiedad pública desde el trazado de las fortificaciones.
Algunos de los decretos que acabamos de mencionar debieron es-
timular el apetito de los intermediarios. El hecho es que a fines
de 1860 la Policía de Montevideo descubrió un robo de títulos y
denuncias de grandes proporciones, como que en breves horas fue-
ron rescatados nada nienos que 15.5 expedientes!
\
CAPÍTULO IV
Movimiento administrativo
Las rentas y los gastos generales del primer ejercicio del gobier-
no de Berro.
En los comienzos de la administración Berro se dictó una ley
Que hacía correr el ejercicio económico de enero a diciembre. Y
para que la nueva lejí pudiera aplicarse sin trastornos quedó re-
suelto que el Presupuestto votado en esa misma oportunidad re-
^giría desde julio de 1860 hasta diciembre de 1861 y que los estados
fie la Contaduría General de la Nación abarcarían el mismo pe-
ríodo de 18 meses.
En el curso de ese extenso ejercicio la Tesorería tuvo los si-
guientes ingresos y egresos (no comprendidos los departamentos
de campaña) según los estados presentados a la Asamblea por el
Ministro de Hacienda:
INGRESOS EGRESOS
Existencia anterior. ... $ 88,811 Gastos públicos $ 2.090,465
Rentas públicas 3.625,855 » municipales .... 492,772
Rentas municipales. . . . 669,783 » eventuales (Banco Mauá
Ingresos eventuales ( principal cuenta corriente $ 2.233,657). 2.431,805
rubro Banco Mauá, cuenta Créditos obligatorios .... 1.320,073
corriente $ 2.189,120) . . 2.237,592 Existencia para 1862 .... 286,926
$ 6.622,041 $ 6.622,041
Véase ahora el monto de los ingresos y egresos de 1861 aislada-
mente, ya que para las comparaciones subsiguientes habrá que se-
guir el ejercicio de enero a diciembre:
gobikr.no de berro 2(i1
INGRESOS EGRESOS
Rentas correspondientes a gas- Deuda fundada $ 380,816
tos generales $ 3.909,468 Créditos obligatorios .... 831,021
Rentas afectadas a la deuda Cuerpo Legislativo 69,972
fundada 389,752 Gastos públicos y eventuales . 2.935,85*
Rentas que recauda la Junta Lazareto 13,304
Económico - Administrativa Junta Económico - Administra-
de Montevideo v Corrales y tiva de Montevideo .... 444,667
tabladas $ 103,780; loterías
$ 190,750; contribución di-
recta $ 70.533. etc. ). . . 523.723
$ 4.822,943 $ 4.675.676
Esfuerzos del gobierno de Berro para obtener la i-egulai-izíición
financiera.
Al terminar la administración Pereira — decía el Ministro de
Hacienda al Cuerpo Legi.slativo en su Memoria anual según hemos
tenido oportunidad de recordarlo — gravitaljan sobre' las grandes
rentas créditos hipotecarios procedentes de convenciones diplo-
máticas o leyes especiales que originaban cada año un déficit mi-
llonario, a expensas principalmente del servicio policial de la cam-
paña y de las clases pasivas civiles y militares, cuyos haberes se
atrasaban fuertemente. En el solo rubro de sueldos existía un dé-
ficit de 300,000 pesos, que fué subiendo gradualmente hasta aproxi-
marse al doble en el curso de 1860 por efecto del pago de varios
créditos exigibles procedentes de aquella misma administración.
Contra ambos males se"S^ropuso reaccionar el Presidente Berro
desde los primeros días de su administración, y así lo anti-
cipó al Cuerpo Legislativo al adjuntar el estado de ingresos y
egresos del último año del gobierno antecesor.
En nuestro país — decía — se viene aplicando un sistema con-
tra el que es forzoso reaccionar. En vez de buscarse el equilibrio de
los ingresos y egresos se entrega una renta o parte de ella, que-
dando el Gobierno en la imposibilidad de atender al mayor número
de acreedores. No es que las rentas sean insuficientes. Es que se
aplican mal.
Los departamentos — agregaba planeando una importantísima
reforma financiera — están ya en situación de bastarse a sí mis-
mos, porque encierran fuentes de riqueza que les permiten obte-
262 HISTORIA DEL URUGUAY
ner- mayor rendimiento de sus impuestos. Lo único que tiay que
conservar es la centralización de la acción gubernativa y la fis-
calización de los ingresos y egresos departamentales.
Para apresurar la regularización de los pagos, hubo necesidad en
1860 de realizar un arreglo con los tenedores de créditos situados
sobre la Aduana y otro con el Banco Mauá sobre anticipo 6e
fondos.
Consistía el arreglo con los acreedores en la cesión al Tesoro pú-
blico del 10 % del capital y renuncia a los intereses del 18 Vo
anual vencidos y a vencer que acordaban los contratos originarios,
mediante el pago del remanente de 103,000 pesos en cinco men-
sualidades.
Pocos días antes había dictado el Gobierno un decreto que
suspendía la expedición de órdenes sueltas por sueldos y prohibía
la admisión de solicitudes de ese género en las oficinas públicas.
Mediante el segundo arreglo el Banco Mauá se obligaba a abrir
al Gobierno un crédito en cuenta corriente por 110,000 pesos men-
suales, con destino al pago puntual del Presupuesto, y anticipaba
300,000 pesos para el -pago de los presupuestos atrasados de la
administración^ anterior. Quedaba obligado el Gobierno a verter en
esa cuenta corriente la parte libre de la renta de Aduana, papel
sellado, patentes, mercados y correos. El Banco cobraba el 12 %
anual por los saldos deudores y abonaba el 8 % por los saldos
acreedores. Percibía además una comisión del 2 % sobre el prés-
tamo de 300,000 pesos.
Refiriéndose a la amortización del déficit de la administración
Pereira, decíe el Presidente Berro al abrir las sesiones extraordi-
narias del Cuerpo Legislativo en febrero de 1861:
«Merced al orden y economías introducidos en todos los ramos
de la administración, el estado de la hacienda pública es relativa,
mente satisfactorio, habiendo permitido pagar con regularidad
los servicios determinados en el Presupuesto General de Gastos y
satisfacer, en el año transcurrido ó'il.'/DS pesos procedentes de em-
peños y consumos de la administración anterior, sin cuyos com-
promisos hubiera sido posible mejorar la situación de las clases
pasivas».
lEl Gobierno — decía a su turno el Ministro de Hacienda don
Tomás Villalba en la Memoria correspondiente a 1860 — ha intro-
ducido severas economías en los gastos públicos, ha fiscalizado con
resultado satisfactorio la percepción y destino legal de los im-
puestos, ha hecho efectiva siempre que ha sido necesario la res-
GOKIKRNO DE BERKO 263
ponsabilidad de los administradores, ha pagado con exactitud y
regularidad los gastos presupuestados, satisficieudo además medio
millón de la administración .anterior, ha rescatado valiosas p''0-
piedades de manos de particulares y ha emprendido obras públicas
de importancia.
Entre las propiedades fiscales rescatadas figuraban varios sola-
res de las plazas Constitución (.vendidos a 9 pesos y 3 reales vara
en lS4o), Independencia, Artola y Treinta y -Tres, Ibs terrenos sub-
marinos conocidos por de Hegui. el «Fuerte», donde tenía su asiento
el Poder Ejecutivo, rescatado al señor Hocquard por 70,000 pesos
y los edificios anexos a la Iglesia Matriz situados en la calle Sa-
randí, enajenados todos ellos por el gobierno de la Defensa le
Montevideo.
I-os ingresos y egresos de 1862.
En 1S62 recaudó la Tesorería General 4.S94.S10 pesos por los si-
guientes conceptos:
Existencia del año anterior S 30(i.040
fieutas generales '2.70G.Ü89
Ingresos eventuales 1.íS00,81'2
» municipales de Montevideo . . 381. SGO
Destacábanse entre las rentas generales los derechos de Aduana
por 1.7G2,34li pesos, los adicionales por 462,525, el papel sellado
y las patentes por 310,691, el Correo 54,2S2 y el mercado prin-
cipal por 51,237 pesos.
Entre los ingresos eventuales figuraba la cuenta corriente del
Banco Mauá por 1.381,484 pesos.
Y entre los ingresos de la Municipalidad de Montevideo sobre-
salían las loterías por 129,000 pesos, los derechos de corrales y
tabladas por 118.S5."í y la contribución directa por 63.768.
Los egresos se distribuían así:
Gastos generales S 1.993.474
eventuales Banco MnuáS 1.307.870"^ 1.408,r>18
Ohliiraciones de la Nación (servicio de
la deuda fundada S 4(iO,(í42^ .... 936.00G
Gastos municipales de Montevideo (Hos-
pital S 131.222; salubridad S 71.663 ; ce-
menterios $ 39,115, instrucción pública
S 32,897) 370,281
264
HISTORIA DEL TJBUGUAT
Hechos todos los pagos quedaba un sobrante de 186,531 pesos,
según los estados generales de la Contaduría que hemos utilizado
para estos extractos.
Al abrir las sesiones ordinarias de 1862 había dicho el Presiden-
te Berro:
«Los pagos del presupuesto se han hecho con escrupulosa reli-
giosidad. El servicio de la deuda fundada se ha hecho con toda
regularidad y sus títulos han adquirido creciente valor.»
Y las mismas palabras pudo repetir al terminar el año, desde
que los pagos continuaron realizándose con la misma escrupulosa
exactitud.
El porcentaje por habitante.
Haciendo entrar las rentas departamentales distribuía así don
Adolfo Vaillant los ingresos de 1862:
Contribuciones directas
Sellado y patentes .... $
Contribución directa de Mon-
tevideo
Rodados
Pasaportes
Peaje
Cementerios
Serenos
Asilo de Mendigos ....
Contribución directa de los de-
partamentos de campaña .
Demás impuestos directos de
los departamentos
Contribuciones indirectas
310,691 Aduanas $ 2.224,872
Timbres 14,839
63,768 Correos 54,282
14.844 Mercados 64,138
10,976 Corrales y tabladas .... 118,853
2,460 Herencias 3,776
11,370 Registro de ventas .... 3,445
38,468 Ramos policiales en la Capital. 10,545
7,121 Puerto 2,294
Loterías 129,000
196,000 Multas 5,858
Montepíos 21,420
10,000 Corrales y demás ramos afec-
tados a los departamentos . 210,000
665.698 $ 2.863.324
Cada habitante del país pagaba 3 pesos por concepto de im-
puestos directos y 13 por concepto de impuestos indirectos. En con-
junto 16 pesos por cabeza, cifra más alta decía el señor Vaillant
que la abonada en Inglaterra (14 pesos), en Francia (11), en Bél-
gica (7) y en Estados Unidos (3).
¡'Legado maldito de nuestras revoluciones que a la vez que des-
truían las fuentes de la riqueza pública impulsaban el crecimiento
de las deudas y el de las clases pasivas!
GOBIERNO DE BíaiRO 265
El Tesoro nacional argentino recaudó en 1863 por concepto de
aduanas, papel sellado, correos, contribución directa de Buenos Ai-
res y otras rentas de menor cuantía, 6.478,682 pesos fuertes, cifra
que no alcanzaba al doble de la recaudación uruguaya del año
anterior.
No sufre alteración la inaicha financiera durante los prinicros
meses de la guen'a.
Cayó luego el país en crisis bajo la presión de la devastadora
guerra que desde principios de 1863 se encargó de destruir las
fuentes de la riqueza pública, deprimir el nivel rentístico e in-
flar los gastos de sostenimiento de las autoridades constituciona-
les. Pero era tan fuerte el tren de regularización impreso por el
gobierno de Berro, que los primeros meses siguieron corriendo como
si no se hubiera producido solución de continuidad en el encade-
namiento normal de los sucesos políticos y administrativos. Nada
lo demuestra tan concluyentcmente como los balances trimestrales
de la Contaduría de la Nación.
Durante el primer trimestre de ese año la Tesorería tuvo un in-
greso de 1.027,741 pesos por concepto de sobrante del año anterior
(60,811), de rentas públicas (696,618) y de ingresos eventuales
(270,311). Y luego de abonadas las planillas del Cuerpo Leoisla-
tivo, del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores, del Minis.
terio de la Guerra (166,263), del Ministerio de Hacienda (96,535),
obligaciones de la Nación (235,708) y gastos eventuales (347,470),
resultó un sobrante de 12016 pesos, a pesar de que ya se daba co-
mo inminente la invasión de Flores y con ella la necesidad de po-
ner en armas al país.
Al recorrer el balance del segundo trimestre, correspondiente
a la invasión de Flores, nadie diría que el país ardía ya de un ex-
tremo a otro y que había llegado para el gobierno de Berro la ho-
ra de defenderse contra un movimiento revolucionario oficialmen-
te apoyado por la Argentina y que contaba con todas las simpatías
de las autoridades brasileñas de la frontera. Ingresaron a la Teso-
rería 1.274,018 pesos por los siguientes conceptos: exislencia ante-
rior 124,916, rentas públicas 603,873, ingresos eventuales 546,275
(del Banco Manuá 537,332). Y con su producto fueron abonada'?
las planillas del Cuerpo Le^'i^^lativo, del Ministerio de Gobierno,
del Ministerio de la Guerra (193,137), del Ministerio de Hacienda
266 HISTORIA DEL UEUGUAY
(110,794), las obligaciones de la Nación (256,609) y los gastos
eventuales (548,134), de cuya suma correspondía 283,815 a la
cuenta corriente del Banco Mauá, quedando luego de cubiertos to
dos los pagos un saldo en caja de 96,155 pesos.
El mayor elogio de la gestión administrativa del gobierno de
Berro está ahí, en las cifras de esos balances que ya no pudieron
seguirse publicando con regularidad por efecto del estado de gue-
rra y de los sacrificios de dinero que imponía la colaboración de las
autoridades argentinas y brasileñas en nuestros disturbios inter-
nos.
• Ai empezar los apremios el Presklente expone la situación de la
Hacienda i)ública.
Fué recién en el último trimestre de 1863, al acentuarse el des-
equilibrio financiero como consecuencia del continuado descenso
de las rentas y de los gastos abrumadores que demandaba el esta-
do de guerra, que el gobierno de Berro se vio obligado a dirigirse
a la Asamblea en demanda de nuevos y más amplios recursos.
De acuerdo con la auíorización concedida en la ley de Presu-
puesto— empezaba diciendo en su mensaje del mes de octubre — se
llamó a propuestas para la emisión de deuda interna, concurriendo
al llamado el Banco Comercial por 250,000 pesos al 40 *:> (propues-
ta firmada a nombre del Directorio por don Pablo Duplessis y don
Manuel Herrera y Obes) ; cinco particulares (entre ellos don En-
rique Platero por 70,000 pesos) a tipos que oscilaban del 34 al 40 Vr ;
y el Banco Mauá que ofrecía tomar la totalidad de la emisión o el
saldo que dejaran los demás suscriptores, al tipo del 40 Sr, bajo Ir
declaración expresa de que el Gobierno dispondría del plazo de
tres meses para realizar una operación más ventajosa y cancelar
la que celebrase con el Banco. De este llamado resultó la coloca-
ción de dop y medio millones de pesos nominales de deuda interna
Ya está agotado su producto — agregaba— y aún cuando de acuer-
do con la ley podría ampliarse la operación, es preferible que la
Asamblea intervenga de nuevo y vote a la vez recursos pa-
ra cubrir el servicio de lo ya emitido y a emitirse. El presupues-
to sólo prevé 1.000,000 de pesos y su cálculo de recursos está basado
en el rendimiento del primer trimestre de 1863 que ya no puede
ni debe tomarse como base.
Entraba en seguida el Presidente a exponer el resultado de su
GOBIERNO DE BERRO 261
INGRESOS
Existencia en 1." de enero
$
60,811
Rentas generales
Eventuales
1.684,546
78,945
Mauá en cuenta corriente
1.788.263
Deuda interna ....
1.000,175
gestión financiera durante los nueve primeros meses de 1863 que
concretaba en esta forma:
EGRESOS
Créditos obligatorios de la Na-
ción $ 684,011
Gastos presupuestados . . . 988,719
Compromisos de 1862, a vencer
en 1863 54,765
Eventuales 16,996
Extraordinarios de guerra . . 1.085,878
Cuenta corriente Mauá . . . 1.689,742
Existencia que pasa a octubre . 92,627
La parte de renta aduanera aplicable a gastos generales que ha-
bía producido 406,917 en el primer trimestre descendió a 343,281
en el segundo, y a 260,021 en el tercerb. En conjunto 1.012,219 pesos.
No obstante ello, el Poder Ejecutivo «ha satisfecho íntegra y pun.
tualmente el servicio ordinario presupuestado, ha atendido el de
la deuda franco-inglesa para el cual no se le había señalado fon-
dos y ha cubierto las obligaciones inherentes al servicio de la nue-
va emisión de títulos de la deuda interna que tampoco pudieron
ser presupuestados y a los que tendrá que continuar atendiendo
hasta fin de año».
Entre los documentos de prueba presentados al Cuerpo Legisla-
tivo figuraba un estado del movimiento de la cuenta corriente
con el Banco Mauá (enero a setiembre de 1863), del que resul-
taba que la Tesorería había vertido 1.689,741 pesos, hasta reducir
el saldo deudor a 171,545 p^os.
A esa exposición del estado de la Hacienda pública adjuntaba
el Poder Ejecutivo un proyecto de contrato con el Banco Mauá des-
tinado a suministrar nuevos fondos para la continuación de la gue-
rra.
El Banco se obligaba a tomar una nueva cantidad de títulos de la
deuda interna de 6 Sé de ínteres y 1 f/r de amortización acumulativa
al 40 <^/í de su valor, hasta completar la suma de 6 millones in-
cluidas las emisiones ya realizadas. Al servicio de los 6 millones
quedarían afectados el 3 'Á adicional de importación y el 2 <;, de
exportación, dos nuevos impuestos cuyo producto calculábase en
436,000 pesos al año. El Banco Mauá percibiría una comisión del
2 % % del monto del servicio de intereses y amortización. Pro-
ponía a la vez el Banco gestionar en Europa la transformación de
268 HISTORIA DEL URUGUAY
la deuda interna en deuda externa, con el mismo servicio y las mis-
mas afectaciones, dando al Estado la mitad de las utilidades que se
obtuvieran por efecto de las diferencias de cotización en los mer-
cados de Montevideo y de Londres, palpable prueba de la confianza
extraordinaria que seguía inspirando el gobierno de Berro en
plena guerra civil.
El balón de Maná explica por qué innio\TJizaba simias tan im-
portantes.
«Estoy convencido — decía el barón de Mauá en su propuesta de
suscripción del empréstito — de que presto de esta manera un buen
servicio a la República por cuya prosperidad hago constantemen-
te sinceros votos, habilitando a su gobierno para dominar los ma-
los elementos que perturban la paz pública».
Advertía que no eran del Banco los fondos que él ofrecía, si-
no de su patrimonio particular y del patrimonio de sus amigos,
porque él comprendía bien que un establecimiento emisor no podía
inmovilizar en tal forma sus caudales.
«Los bancos de emisión, depósitos y descuentos bien dirigidos —
decía — tienen altos e importantes destinos que llenar en la plaza
en que funcionan. Su primer cuidado debe siempre ser tener pron-
to y realizable su capital propio y el ajeno que les es confiado, a fií,
de que en tiempo alguno puedan encontrarse en la triste condi-
ción de dejar de pagar puntualmente en el acto de serles presentadas
las notas de su emisión, de atender éon religiosa exactitud las
exigencias de sus depósitos y de servir el comercio descontando
sin dificultad títulos de reconocido crédito que representen legí-
timas transacciones comerciales y a cortos plazos, para que su car-
tera les proporcione diariamente los medios de satisfacer a t^^dos
sus compromisos. Ese es el mayor de los servicios que esas insti-
tuciones prestan y que de ellas se pueda exigir, pues contribiijen
así indirecta y aún directamente al desarrollo de la riqueza públi-
ca y por consiguiente al engrandecimiento del país».
La Asamblea aprobó el contrato y creó los dos impuestos desti-
iiQdos a garantizar el servicio de intereses y amortización. Tam-
bién facultó al banco para convertir la deuda in^ern? en deuda
externa bajo la expresa condición de que el cambio no impondría
recargo alguno al erario público.
El jefe de la revolución publicó en el acto una prof'sta contrae se
GOBIEBXO DE BERRO 269
contrato, anticipando que él no lo respetaría en caso de triunfar,
y a su turno la prensa de Buenos Aires trató de presentar al go-
bierno de Berro como un deudor insolvente que aceptaba que le
pusieran la soga al cuello con tal de obtener dinero.
Mauá, que tenía casa en Buenos Aires y que deseaba mantener
su crédito, contestó a los diarios adictos a Flores que la tasa del
descuento en el Río de la Plata giraba del 12 al 18 yr al año y que
por lo tanto un título de 6 % lanzado al 40 % de su valor corres-
pondía al interés medio del 15 % al año.
Pocas semanas después tenían que ocuparse las Cámaras de un
nuevo proyecto de ley por el que se autorizaba al F'oder Ejecutivo
para levantar fondos mediante la afectación de rentas o de pro-
piedades públicas. Al aconsejar la sanción del proyecto decía la
Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados en su informe
que si se hubiera previsto la prolongación de la lucha, «fiando
menos en la lealtad de vecinos pérfidos», se habría conferido esa
autorización al Poder Ejecutivo al discutirse la ley de Presupuesto
General de Gastos.
Y algo más adelante, en enero de 1864, de nuevo agotados los
fondos disponibles, extendía el Gobierno a la exportación de car-
nes el adicional del 2 % comprendido en el contrato Mauá pero
pendiente de aplicación todavía en holocausto al interés de los
ganaderos y saladeristas nacionales.
I>os presupuestos de la administración BeiTO.
El primer presupuesto del gobierno de Berro fué dictado con
destino a los 18 meses cortmrendidos desde julio de 1860 hasta di-
ciembre de 1861, como medio según ya hemos dicho de regularizar
la contabilidad de los ejercicíbs subsiguientes que habrían de co-
rrer de enero a diciembre.
Los gastos generales absorbían 3.299,892 pesos que se distribuían
así:
Leg'islatura $ 97,707
Mini.sterio de Gobierno y Relaciones Ex-
teriores 492,236
Ministerio de Guerra 942.259
» » Hacienda 499,942
Créditos obligatorios 1.267,748
270 HISTORIA DEL URUGUAY
Los recursos estaban calculados en 3.300,000 pesos, destacándose
la Aduana con 2.612,968 pesos, los derechos de corrales, tabladas
y mercados con 185,242 pesos, y el papel sellado y patentes con
270,000 pesos.
Dentro de esa misma ley quedaba comprendida la Junta Econó-
mico-Administrativa de Montevideo con 271,266 pesos de gastos y
un cálculo de recursos por 311,621 pesos en que sobresalían la
lotería (162,800), la contribución directa (40,000) y el impuesto
departamental (15,000).
Englobadas las partidas generales y las del Municipio de Mon-
tevideo, subía el monto de los gastos a 3.571,158 pesos y el de los
recursos a 3.611,808, con un superávit en consecuencia de 40,650
pesos.
La F»olicía de Montevideo absorbía 165,226 pesos y la compañía
urbana que complementaba sus servicios 38,346 pesos.
La instrucción pública del departamento de Montevideo se reali-
zaba por intermedio de 13 escuelas primarias.
El Ministerio de la Guerra contenía naturalmente las partidas
más altas. Estaba allí la vieja y creciente herencia de todas
nuestras guerras civiles. En el Estado Mayor activo había 4 briga-
dieres y 6 coroneles mayores y en el Estado Mayor pasivo hacían
cabeza los siguientes jefes y oficiales:
21 coroneles.
18 coroneles graduados.
34 tenientes coroneles.
7 tenientes coroneles graduados.
32 sargentos mayores.
24 sargentos graduados.
86 capitanes.
18 ayudantes mayores.
Las asignaciones del Estado Mayor Pasivo muy retaceadas por
la administración Pereira, absorbían al año 84,120 pesos y las de
las viudas y menores de militares 102,256 pesos.
El ejército de línea estaba reducido en este primer presupuesto
de la administración Berro a 524 soldados rasos, distribuidos en-
tre las siguientes unidades:
Escuadrón escolta 116
Artillería do plaza 88
Batallón 1.° de Cazadores 320
GOBIEKXO DE RERHO 271
La Escuela Militar costaba 7,188 pesos al año.
Entre los créditos obligatorios, último rubro del Presupuesto,
figuraban estas partidas: 160,000 pesos para construcción de depó-
sitos de Aduana, 172,000 con destino a la sociedad compradora de
la renta aduanera de 1848; 126,000 para los créditos británicos;
184,000 para el rescate de edificios y plazas vendidos por el gobier-
no de la Defensa de Montevideo, y 100,000 para imprevistos de
guerra. En buena paite, como se ve, legados de la Guerra Grande.
La Asamblea que se daba cuenta de la dificultad de cubrir to-
dos los gastos con las rentas existentes, incorporó a la ley de
Presupuesto un artículo que facultaba al Poder Ejecutivo para
hacer «reducciones y trasposiciones» con la sola limitación de no
ultrapasar la suma general destinada a gastos públicos.
Previendo además situaciones que presentaban como posibles el
estado de guerra civil en la Argentina y la incorporación de los
emigrados orientales a uno de los partidos en lucha, autorizó al
Poder Ejecutivo para aumentar la fuerza pública si fuera necesa-
rio, en cuyo caso podría tomar dinero con garantía de las rentas
al 12 % al año.
Y poniéndose en el caso inverso de que se consolidara la paz
en el Río de la Plata y se despejara la situación financiera, fa-
cultó al Poder Ejecutivo para mejorar las asignaciones de las
clases pasivas una vez que el estado del erario público lo per-
mitiese.
La Comisión Permanente interpeló en enero de 1861 al Poder
Ejecutivo para averiguar si había llegado la oportunidad de resta-
blecer las asignaciones Integras de las clases pasivas, y contestó
el Ministro que todavía no lo permitían los ingresos del erario.
Había pensionistas, segú«L las referencias de los oradores, que sólo
recibían la mitad o la cuarta parte de sus pensiones por efecto
de las reducciones operadas bajo el gobierno de Pereira.
El doctor Ambrosio Velazco, que era el senador interpelante,
hizo constar en esa misma sesión que ninguno de nuestros gobier-
nos, salvo el de Giró, se había mostrado tan severo como el de
Berro en el cumplimiento de la ley de Presupuesto.
Don Joaquín Siiárez solicita el pago íntegro de su pensión.
Uno de los perjudicados por la reducción de las pensiones de-
cretada bajo el gobierno de Pereira era don Joaquín Suárez y este
272 HISTORIA DEL URUGUAY
ciudadano se presentó a la Asamblea en 1860 solicitando el pago
integro de su asignación.
El ex Presidente don Juan Francisco Giró formaba parte del
Senado en ese momento y a él pasó a estudio la solicitud del
mandatario que había presidido la Defensa de Montevideo.
l^aés bien, el informe expedido en tal oportunidad i>or el ex Pre-
sidente blanco, da exacta idea de la gran obra política de apro-
ximación de los ciudadanos que se realizaba al amparo del go-
bierno de Berro y que habría terminado seguramente con la for-
mación de partidos de principios, si la invasión de Flores no hu-
biera vuelto a ahondar las viejas divisiones y a recrudecer los anta-
gonismos de otra época.
«Un anciano respetable — decía el informe — se presenta ante
V. H. haciendo presente sus cuarenta años de servicios a la pa-
tria, gran parte de ellos en las guerras por nuestra independencia,
la ruina de su fortuna reducida hoy a propiedades hipotecadas y
la imposibilidad en que se halla de subvenir a sus más premiosas ne-
cesidades por la corta mensualidad que le pasa el Poder Ejecutivo
a consecuencia de la pensión que le asignó la Asamblea General,
y solicita encarecidamente que el Honorable Senado decrete el pago
íntegro de las mensualidades atrasadas desde enero del corriente
año y que en lo sucesivo se continúe pagando dicha pensión ínte-
gramente... Pero lo que la modestia patriótica de ese respetable
anciano le ha hecho silenciar, es el desprendimiento con que du-
rante la guerra civil renunció al cuantioso premio que decretó a
su favor la Asamblea de Notables... Pues bien. Honorable Senado:
ese anciano es el ciudadano don Joaquín Suárez y el hecho que
acaba de mencionar la Comisión de Peticiones demuestra que no
por gracia, sino por justicia merece el pago íntegro el soi-lcitante.J>
Y el Senado acordó su sanción a ese dictamen.
En los mismos momentos en que la Cámara hacía justicia a los
servicios, relevantes de don Joaquín Suárez, éste se dirigía a Ga-
ribaldi para felicitarle por su gran campaña a favor de la unidad
y de la libertad de Italia.
«No sería consecuente don mis sentimientos — le decía — si
guardase silencio cuando la Europa entera prorrumpe en vítores
al héroe de la libertad italiana... La causa que usted defiende es
la causa de todos los hombres que han peleado por la indopenúei-
cia de su patria; es la causa que he defendido por espacio d? cua-
renta años sacrificándole mi reposo, mi fortuna y todo lo más caro
que tenía, y por lo tanto no puede serme indiferente... Sus hechos
GOBIERNO DE BERBO 273
gloriosos y heroicos, sus rasgos magnánimos al frente de la legión
italiana por mar y por tierra en defensa de las instituciones y de
la independencia de la República Oriental, me daban la medida de
lo que es usted hoy en la Italia, su patria».
«Ha despertado en mi alma — contestó Garibaldi — mil recuera
dos que me han conmovido sumamente, usted, venerable y virtuo-
so Presidente de la República del Uruguay en una época de peli-
gros y de calamidades nunca vistas en otra parte de la tierra...
Entre sus valerosos conciudadanos yo he aprendido cómo se pe-
lea al enemigo, cómo se sufren los padecimientos y sobre todo có-
mo se resiste con constancia en la defensa de la causa sagrada de
los pueblos».
El Pi-esupuesto de 1862.
En su proyectí) de Presupuesto para 1862 fijaba el gobierno de
Berro los gastos generales de la Nación (incluido el Departamen-
to de Montevideo) en 3.733,174 pesos, distribuidos en estn forma:
Obli<j aciones de la Xación $ 1.358,025
Leg-islatura 71,858
Ministerio de Gobierno y Relaciones Ex-
teriores 871,971
Ministerio de Guerra . ■. 971,920
» » Hacienda 459,400
En el cálculo de las rentas que se aproximaba a esa suma, so-
bresalían los derechos de importación marítima y exporta.':'(ón te-
rrestre por 2.500,000 pesos, la exportación marítima por 443,000 y
el papel sellado y las patentes por 286,446.
Con pequeñas modificaciones fué sancionado ese Presupuesto que
no estaba exactamente equilibradlo, por lo cual la Asamblea facil-
tó al Poder Ejecutivo para hacer reducci'ones y aun para realizar
operaciones de crédito al interés máximo del 12 %, cion calidad de
dar cuenta en uno y otro caso al Cuerpo Legislativo. Quedaba a la
vez autorizado el Poder Ejecutivo para elevar la asignación de las
clases pasivas proporcionalmente al crecimiento de las rentas.
El ejército de línea reducido a 524 soldados rasos en el Presu-
puesto de 1860-61, recibió la incorporación de un nuevo batallón
de cazadores y de un escuadrón de caballería, resultado de los in-
sistentes rumores de invasión de los emigrados que habían senta-
18-V
274 HISTORIA DEL ÜBUGUAY
do plaza en los ejércitos argentinos, quedando elevado a 1,200 en
esta forma :
Escuadrón-Escolta 142, Batallón 1." de Cazadores 352, Batallón
2." de Cazadores 352, Escuadrón de Caballería 256, Compañía de Ar-
tillería 98.
El Piesupuesto de 1863.
Al sancionar el Presupuesto de 1863 la Asamblea aplicó por
primera vez el sistema monetario que reemplazaba el peso de 800
centesimos o reís por el peso de cien centesimos.
He aquí el monto de los gastos votados (no incluido el Departa-
mento de Montevideo) :
Cuerpo Legislativo $ 61,215
Ministerio de Gobierno y Relaciones Ex-
teriores 247,558
Ministerio de Guerra 864,487
» Hacienda 472,303
Oblig-aciones de la Nación 648,132
Total $ 2.293,695
Los recursos estaban así calculados:
Importación $ 1.648,000
Exportación 320,000
Sellos y patentes 248,000
Timbres 10,640
Correos 41,301
Herencias transversales 6,400
Montepío 15,664
Arrendamiento de tierras 21,730
$ 2.311,735
La magistratura judicial costaba 60,000 pesos.
La Academia de Jurisprudencia absorbía 144 pesos al año; la
escuela nacional de profesores 2,304; la Universidad 12,200,
con destino a un catedrático de derecho civil y de gentes, un cate-
GOBIERNO ÜE BERRO
drático de economía política, derecho constitucional y derecho ad.
ministrativo, un catedrático de derecho canónico y 9 catedráticos
de preparatorios para la enseñanza de la filosofía, matemáticas,
latinidad, química, francés, inglés, geografía general, derecho mer-
iit.l, teneduría de libros y dibujo.
La Escuela Militar estaba presupuestada en 5,4?8 pesos al año.
En el Estado Mayor activo figuraban 2 brigadieres generales y
5 coroneles mayores. En el Estado Mayor pasivo revistaban 18 co-
roneles efectivos, 15 coroneles graduados, 32 teniei.tes coroneles
efectivos, 9 graduados, 34 sargentos mayores, 26 graduados, tí4
capitanes, 16 ayudantes mayores, 41 tenientes l.o, 18 tenientes 2.0
y 43 alféreces. Lejos de denotar aumento denunciaban baja estos
guarismos con relación al Presupuesto de 1860-61.
El ejército de línea, compuesto del Regimiento-Escolta (320 pla-
zas), del Batallón 1.° de Cazadores (352), del Batallón 2." de Ca-
zadores (352), del Regimiento 1.° de Caballería (256) y del Es-
cuadrón de Artillería (186), llegaba a 1,466 plazas. Era uno de
los rubros inflados por los rumores cada vez más intensos de
invasión armada de los emigrados que guerreaban en la Argen-
tina y que en cualquier momento podían vadear el Uruguay.
Incluyendo todos los demás militares en actividad dentro del
ejército o en los demás servicios administrativos, llegaba «La Re
forma Pacífica» a las siguientes cifras-
Ministro de la Guerra
Brigadieres generales
Generales ....
Coroneles ....
» graduados
Tenientes coroneles.
» graduados
Sargentos mayores .
» graduados
Cirujanos ....
Capellán ....
1
4
8
2»s
21
54
9
59
27
219 jefes
Capitanes 129
Ayudantes mayores ... 57
Capitanes graduados ... 3
Tenientes 1." .... . 78
Tenientes 2° 44
Alféreces 51
Portas 41
403 oficíales
Sargentos 1." y 2." . . . 232
Cabos 1.° y 2." 175
407 clases
Maestros de música ... 3
Músicos 150
Clarines, cornetas y tambo-
res 175
328 músicos
Soldados rasos 1,347
276 HISTORIA DEL UBUGLAT
Alrededor de dos mil setecientas plazas que exigían máo de im
millón de pesos al año.
La plana mayor de la Guardia Nacional absorbía 121,907 pesos,
correspondiendo 87,024 a los departamentos de campaña y 34,883 a
la Capital.
Entre las obligaciones de la Nación destacábanse el servicio ;le
la deuda fundada por 320,000 pesos, el servicio de la deuda interna
por 98,400 pesos, los acreedores de 1848 por 64,000 peses y lOs cré-
ditos británicos por 72,000 pesos.
¡La ley autorizaba al Poder Ejecutivo en caso de insuficiencia de
las rentas para tomar dinero a tipo no mayor del 1 % mensual,
y en caso de excedentes para mejorar las asignaciones de las cla-
ses pasivas.
En abril de 1863 se presentaron a la Asamblea varios jefes y
oficiales solicitando el pago íntegro de sus asignaciones y para
demostrar lo angustioso de su situación invocaban el caso de un
coronel del Estado Mayor pasivo a quien en vez de abonarse 110
pesos, que era su medio sueldo, se le abonaban 5o pesos, es decir la
mitad de ese medio sueldo.
Pocos días después el gobierno de Berro decretaba un aumento
del 25 % a favor de los militares del Estado Mayor pasivo, <le
los pensionistas y de los jubilados, y ese decreto, promulgado cuando
la invasión acababa de consumarse, hacía decir al doctor José Pe-
dro Ramírez redactor de «El Siglo» en un artículo sobre «Morali-
dad administrativa» :
«Es sin disputa una de las fases del gobierno del señor Berro
que merece elogio. Esa moralidad ha sobrevivido a todos los vai-
venes y a todos los cambios y vacilaciones de su política».
Y no se trataba ciertamente de un aumento nominal seguido de
atrasos efectivos en los pagos. En julio del mismo año, cuando
la guerra arreciaba por efecto de la colaboración argentina, ha-
cía constar otro de los diarios que la planilla de las viudas de
militares seguíase pagando con religiosa puntualidad.
El Presupuesto dictado el año do la guerra.
El Presupuesto que acabamlos de extractar era el destinado al
último afio de la administración Berro. Pero ofrece positivo in-
terés el examen del de 1864, sancionado durante la misma admi-
nistración cuando la guerra de Flores había ya convulsionado al
GOBIERNO DE BERRO
país entero, porque ese Presupuesto demuestra que el Presidente
Berro supo mantenerse dentro de las normas fundamentales de su
programa administrativo, resistiendo a la enorme presión de las
circunstancias que empujaban al desborde.
Los gastos quedaron así distribuidos:
Ministerio de Gobierno $ 266,080
» » Relacioiie>< Exteriores . . 43,061
» » Guerra 947,5-38
» * Hacienda 1.243,909
En conjunto 2.500,000 pesos, lo que significaba un aumento r^e
200,000 pesos sobre el Presupuesto de 1863. correspondiendo la ter-
cera parte de esa modesta diferencia a las planillas del Ministerio
de la Guerra.
Xo puede darse una prueba más concluyente del espíritu de
economía y de severa administración de la época.
Los recursos calculados en 2.625,000 pesos, distribuíanse en la
forma que subsigue: '
Aduanas $ 1.800.000
60,000
Ramos afectado.s a la den la fundada . .370,000
Sellos y patentes 300.000
Timbres . ^ . 12,000
Correos . ' 44.000
Herencias transversales 2,400
Montepío civil 11.400
ídem militar 5,700
Arrendamiento de tierras 20.000
Era un Presupuesto equilibrado, con un ligero superávit desti-
nado a cubrir mermas posibles en la recaudación de algunos de
los impuestos.
La planilla universitaria recibió la incorporación de dos nuevas
cátedras, la de Física y la de Anatomía.
En las distintas planillas del Ministerio de la Guerra, exceptua-
das las de la Guardia Nacional, figuraban los siguientes jefes y
oficiales, clases y soldados:
278 HISTORIA DEL URUGUAT
Generales 12
Coroneles efectivos y graduados 46
Tenientes coroneles efectivos y graduados . 51
Sargentos mayores 85
Demás oficiales 445
Cabos, sargentos, soldados y músicos. . . . 2,179
La plana mayor de la Guardia Nacional de Montevideo estaba
compuesta de 4 tenientes coroneles y 12 oficiales, y la de campaña
de 6 coroneles, 6 tenientes coroneles y 24 oficiales.
El ejército de línea estaba constituido por el Regimiento-Escolta
3 batallones de cazadores, un regimiento de caballería y un escua-
drón de artillería. En conjunto 1,532 soldados rasos, que agregados
a los sargentos, cabos y músicos de cada unidad y a los soldados
y clases destribuídos en otras dependencias del Ministerio de la
Guerra, daban la cifra de 2,179 del resumen que antecede.
En las planillas del Ministerio de Hacienda figuraban bajo el
rubro Obligaciones de la Nación el servicio de la deuda fundada
por 370,000 pesos, el de la deuda franco-inglesa por 192,000,
e! de la deuda interna por 82,000 y otros de menor cuantía.
Repetía esta nueva ley la autorización y^a concedida al Poder
Ejecutivo para tomar dinero a interés a tipo no mayor del 12 %
anual y asimismo para mejorar la asignación de las clases pasivas
en el caso de resultar superávit en el producto de las rentas. La
fórmula proyectada por la Cámara de Senadores autorizaba al Po-
der Ejecutivo para tomar a interés toda la suma que requiriese el
servicio público ordinario y extraordinario y la 'votada por la Cá-
mara de Diputados en ley independiente facultaba al mismo Po-
der mientras durase el estado de guerra para contraer empréstitos
con garantía de las rentas y propiedades públicas, bajo obligación
de dar cuenta de lo que hiciera a la Asamblea General.
Ocupáronse también las Cámaras de la situación de las fami-
lias de los guardias nacionales que formaban parte integrante del
ejército, estableciendo mediante la ley de 1863 que las viudas, ma-
dres e hijos Se los jefes, oficiales y soldados que cayesen en los
campos de batalla, tendrían opción a las pensiones acordadas a los
militares por la ley de 1835.
Era una excepción al plan de severas economías que se había tra-
zado el Senado desde el año 1860, en que invocando 'la situación
de la hacienda pública rechazó un proyecto de pensiones civiles
sancionado por la Cámara de Diputados, según el cual las viudas
GOBIERNO DE BERRO 279
de los jubilados gozarían de la mitad de las jubilaciones y las viu-
das de los empleados de una pensión del 90 % del último sueldo
tratándose de 40 años de servicios, del 68 tratándose de 30 años
y así en escala descendente, hasta el 20 % tratándose de 10 años
de servicios.
I>fs(« ntralizarión <1<' rrntas. Iji;s i)r«'siipii'.'st(js (lí-pai-taiufiitales
(Ir 1862.
Los departamentos de campaña tenían su presupuesto propio, y
la ejecución de ese presupuesto corría paralelamente a la del Pre-
supuesto General de Gastos.
El de 1S62 fijaba el monto de los gastos de las .Jefaturas de Po-
licía, Juntas Económico-Administrativas y Administración de
Justicia de todos los departamentos, exceptuado el de Montevideo
que figuraba en la ley de Presupueslío General, en 727,780 pesos y
destinaba para su pago la contribución directa, los corrales de
abasto y los ramos policiales, bajo la i^oble advertencia de que los
sobrantes deberían aplacarse a mejoras materiales de los mismos
departamentos en que se produjeran, previa autorización del Po-
der Ejecutivo, y de que en caso de déficit el mismo Poder podría
hacer reducciones en las planillas y suministrar una ayuda hasta
de 600 pesos mensuales por departamento.
Cada departamento tenía para atender el servicio de seguridad,
según su grado de extensión y de recursos, de 8 a 10 comisarios,
de 8 a 10 sargentos y de 60 a 70 celadores, aparte de una compañía
urbana de 44 a 100 plazas.
Haciendo uso de la facultad de reducir los servicios departamen-
tales en caso de insuficiencia de los recursos votados, el Gol '3rno
suprimió a mediados de 1862 las compañías urbanas de varios
departamentos y redujo fuertemente el númej^D de sus elementos
en otros. Sólo dejó en pie las compañías urbanas de Montevideo,
Salto y Paysandá*-^
Véase cómo juzgaba el Presidente Berro en su mensaje de aper-
tura de las sesiones ordinarias de la Asamblea en febrero de 1861
'os resultados del primer año de descentralización de rentas:
«Las rentas departamentales, localizadas primeramente por me-
ílidas administrativas y más tarde por la ley de julio último, han
crecido a la par de las que se han destinado para gastos genera-
les y su recaudación notablemente simplificada y entregada es-
280 HISTORIA DEL UBDGDAT
pecialmente a la responsabilidad de los Jefes Políticos, ha dado
ya resultados que en varios departamentos exceden a lo que se
había esperado. Débese no sólo a ios métodos fáciles y sencillos
de percepción, sino muy principalmente al buen espíritu de ios
contribuyentes y a la probidad y empeño de aciiiellos agfntes del
Poder Ejecutivo. Reducidas esas rentas desde el 1." de enero a un
ramo solo — la contribución directa — calculada sobre el principio
de la disminución de impuestos con relación a los que existían en
los años anteriores, no puedo lisonjearme aún de que en todos los
departamentos sin excepción alcance la renta para subvenir a sus
necesidades. En unos excede ya el rendimiento del impuesto,,
mientras que en otros no alcanza todavía teniendo la renta general
que suplir el déficit. Naciendo esto únicamente de causas acciden-
tales y transitorias, que han de ir desapareciendo año por año,,
nada prueba contra el sistema de separación y localización de pre-
supuestos, que en la práctica se ve ha llenado bien los objetos que
se tuvieron en vista al adoptarlo. La le>' de 20 de julio citada debe
mantenerse a mi juicio, con pequeñas modificaciones que la expe-
riencia aconseja y que se os propondrán oportunamente en el
proyecto respectivo».
«La institución municipal — agregaba — necesaria en todas partes
para el cuidado de los intereses locales, lo es más en las repúblicas,
donde forman la gran escuela práctica del pueblo y donde por su
medio adquiere éste los hábitos, el espíritu y la disposición propia
para la vida republicana. La Constitución ha establecida lo con-
veniente para el gobierno general de la Nación y para el parti-
cular de los departamentos. Nada ha proveíd'j respecto al régi-
men de los municipios o administración de las localidades, dejando
al arbitrio de las Legislaturas que viniesen después, como lo hizo
respecto a otras cosas im^rfirtantes, la determinación del modo y
forma de organizar esa institución natural. Considero que no debe
diferirse más la satisfacción de una necesidad tan grande y gene-
ralmente reconocida y en tal virtud me he decidido a formular un
proyecto de ley que someteré después a vuestra consideración.»
El Ministro de Gobierno doctor Acevedo complementaba así,
en su Memoria <Je 1860, los elementos para juzgar de la eficacia del
nuevo régimen:
El Departamento de San .losé, «no sólo ha cubierto todas sus
necesidades en el año último, sino que tiene un sobrante (6,139
pesos al finalizar el año 1860) que ha sido autorizado para invertir
en mejoras materiales de necesidad urgente».
GOBIERNO DE BEKKO 281
El de Florida «ha podido también bastarse a sí mismo, pagando
con sus propios recursos todos los gastos de la administración
departamental».
El de Colonia «es uno de los pocos departamentos a quienes ha
sido necesario auxiliar, mensualmente».
El de Soriano, luego de cubiertos todos los gastos de su admi-
nistración departamental, ha quedado con un sobrante de 4,693 pe-
sos que se ha destinado a mejoras materiales indispensables.
El de Durazno tenía al finalizar el año una existencia de 9,'ílí*
pesos con destino a mejoras materiales
Paysandú se enriquece cada día más. Luego de cubierto su pre-
supuesto ha invertido sumas de consideración en mejoras materia-
les, quedándole todavía al finalizar el año un sobrante de in.l."i9
pesos.
El Salto cuya importancia comercial crece de una manera asom-
brosa para los que no conocen todo lo que puede hacerse en estos
países con un orden regular, ha quedado después de ■ satisfechc.í
todos sus gastos ordinarios con un sobrante de 26,630 pesos.
Tacuarembó ha luchado con graves dificultades pecuniarias en el
año que acaba de terminar. Fué indispensable señalarle una men-
sualidad de 600 pesos. Pero el Jefe Político pidió y obtuvo la sus-
pensión del auxilio desde enero de 1861.
El Departamento de Cerro Largo arroja un sobrante de 8,181 p"-
sos. Pero como los empleados de su dependencia han estado a medio
sueldo durante el año, habrá que completar los pagos antes de se-
ñalar el saldo efectivo.
Minas y Maldonado siguen recibiendo la mensualidad, porque
sus entradas no alcanzan para cubrir los gastos.
«Puede decirse — concluía su relación el Ministro — con entera
confianza que la nueva organización importa un progreso y que
los resultados que ha de dar en lo sucesivo han de ser inmensa
trascendencia».
Ijos presupuesto departamentales de 1863.
Pei'o donde más exactamente puede apreciarse la organización
dada a los departamentos por el gobierno de Berro, es en el Presu-
puesto sancionado a mediados de 1862 con destino al año 1863.
La ley departamental de ese año incluía a Montevideo que en
€i año anterior estaba adscripto al Presupuesto General de Gastos.
Í&2 HISTORIA DEL UBUGUAT
La Junta Económico-Administrativa de Montevideo tenía a su
cargo el Hospital de Caridad, el Asilo de Mendigos y el Asilo de
Expósitos; el servicio policial atendido por 15 comisarías, com-
puesta cada una de un comisario, un sargentjo, un cabo y 14 cela,
dores, exceptuando la del Cerro que tenía 30 celadores, y una com-
pañía urbana de 125 soldados; la enseñanza primaria atendida por
3 maestros, que trabajaban en el Instituto de Instrucción Pública,
y 20 escuelas con 20 maestros y 1:5 ayudantes; el Cuerpo de Sere-
nos; el Juzgado Ordinario.
El servicio de caridad absorbía 115,907 pesos. La Instrucción
Pública, comprendidos el Instituto, las escuelas, los alquileres y
gastos de enseñanza, 21,006 pesos. El Cuerpo de Serenos 36,000 pe-
sos. La planilla de obras públicas con destino a empedrados, te-
rraplenes y 24 camineros 32,000 pesos.
Total del presupuesto de Montevideb: 420,538 pepos.
Vamos a extractar ahora del presupuesto cíe los departamentos
las planillas más importantes (policía o instrucción pública) co-
mo medio de apreciar la carga de los respectivos vecindarios:
Canelones: Policía, 22,432 r^esos con destino a 10 comisarios, 10
sargentos y 80 celadores. Instrucción Pública, 8,899 pesos con des-
tino a 10 escuelas, con 10 maestras y 4 ayudantes.
San José: Policía, 22,768 pesos con destino a 8 comisarios, 4 sub-
comisarios, 4 sargentos y 80 celadores. Instrucción Pública, 10,307
pesos para 10 escuelas.
Florida: Policía, 21,155 pesos con destino a 8 coonisarios, 9 sar-
gentos y 80 celadores. Instrucción Pública, 4,704 pesos con destino
a 4 escuelas.
Durazn^o: Policía, 20,496 pesos con destino a 7 comisarios, 7 sar-
gentos y 80 celadores. Instrucción Pública, 4,128 pesos con destino
a 4 escuelas.
Colonia: Policía, 16,128 pesos con destino a 6 comisarios, 6
sargpntos y 50 celadores. Compañía urbana de 30 plazas, 6,854 pe-
sos. Instrucción Pública, 10,352 pesos para 8 escuelas.
Soriano: Policía, 18,034 pesos con destino a 8 comisarios, 8 sar-
gentos, 50 celadores. Compañía urbana de 30 plazas, 6,854 pesos. Ins-
trucción Pública, 13,024 pesos para 6 escuelas.
Paysandú: Policía, 24,435 pesos para 10 comisarios, 10 sargentos
y 84 celadores. Compañía urbana de 80 plazas, 18,937 pesos. Instruc-
ción Pública, 5,385 pesos para 4 escuelas ubicadas dos de ellas en
Paysandú y otras dos en Fray Bentos.
GOBXEBNO DE BEBBO 283
Salto: Policía, ;^,U,192 pes'os para lU comisarios, 12 sargentos y
100 celadores. Compañía urbana de 80 plazas, 22,652 pesos. Instruc-
ción Pública, 14,844 pesos con destino a 10 escuelas, dos de ellas
en el Salto y el resto en lo.s demás pueblos.
Tacuarembó: Policía, 28,204 pesos para 15 comisarios, 15 sargentos
y 89 celadores. Compañía urbana de 30 plazas 6,854 pesos. Instruc.
ción Pública, 3,974 pesos.
Ceno Largo: Policía, 27,368 peses para 12 comisarios, 13 sargen-
tos y 100 celadores. Compañía urbana de 30 plazas, 6,854 pesos. Ins-
trucción Pública, 14,736 pesos con destino a 8 escuelas.
baldonado: Policía, 24,608 pesos para 10 comisarios, 10 sargentos
y 100 celadores. Instrucción Pública, 5,616 pesos para 6 escuelas.
Minas: Policía, 24,534 pesos para 9 comisarios, 9 sargentos y
100 celadores. Instrucción Pública, 2,400 pesos.
Para el pago de los presupuestos departamentales quedaban afec-
tadas las siguientes rentas: contribución directa, corrales, merca-
dos, pasaportes, registro de ventas, loterías, patentes de rodados,
faro de la Colonia, Serenos, ramos policiales, peajes y cementerios.
Los excedentes de las rentas serían aplicados por los Jefes Polí-
ticos y Juntas Económico-Administrativas previa autorización del
Poder Ejecutivo en mejoras de los mismos departamentos en que se
produjeran. En caso de déficit el Poder Ejecutivo podría reducir
los presupuestos y también conceder auxilios pecuniarios hasta la
cantidad de 2,000 pesos mensuales tratándose de la Capital y de
600 tratándose de los demás departamentos.
El producto de las rciitíis depai-tamentalos. Los sobrantes de 1861.
Durante el ejercicio de 18 meses comprendido de julio de 1869
a diciembre de 1861, los 12 departamentos en que entonces se dis-
tribuía la campaña tuvieron 903,433 pesos de ingresos y 800,571
de egresos, resultando en consecuencia un saldo sobrante de 102,862
pesos.
He aquí las cifras por departamentos suprimidas las columnas
de centesimos:
284
HISTORIA DEL URUGUAY
Producto
de las rentas
Monto
invertido
Saldos
que pasan a 1862
Canelones .
San José
Florida .
Durazno
Cerro Largo
Colonia .
Soriano .
Paysandú
Salto.
Tacuarembó
Minas
Maldonado .
43,349
6-2,551
55,992
56,208
107,800
56,534
74,260
124,304
167,499
78,299
49,600
27,031
42,881
58,197
55,637
42,992
92,483
51,292
68,766
13,191
2j,368
76,597
49,169
26,994
468
4,354
355
13.216
15,317
5,242
5,494
11,112
45,131
1 ,702
430
36
Véase cuáles eran las fuentes productoras de esas rentas:
Existencia en junio de
1860
Derechos de abasto
Guias y tornaguías
Registro de escrituras
Ramos policiales
Impuesto departamen
tal V
ídem Ídem
Contribución Directa
Cementerios .
Pasaportes .
Peajes
Tesorería General .
Montepío ....
Devoluciones
13,027
72,916
7,018
4,577
38,053
115,928
3,423
461,967
1,448
3,610
5,494
35,483
1,480
1,741
Empréstitos .
Descuentos
Ciientas corrientes
Intereses .
Donaciones
Mullas ....
Suplementos .
Derecho de fábricas
Derechos municipales
» de muelles
» » faro .
Receptorías (para
cárceles)
Solares y chacras
Ganancias y pérdida
Los gastos clasificábanse así:
Presupuesto de Policía
» compañía
urbana
Juntas Económico- Ad-
ministrativas .
Escuelas .....
Juzgado Ordinario .
Manutención de las
compañías urbanas .
Obras públicas .
17,673
4,687
70,445
4,749
658
6,638
20
955>
4,331
13,284
4,427
5,502
3,825
5^
$ 378.377 Recaudadores . . S 13,197
Empréstitos . . . 27,307
104,599 Cuentas corrientes . 65.350
Alumbrado público . 132
17,365 Eventuales 827
54,054 Derecho de Tuuelles. 1,921
7,780 Derechos municipales 2,274
Anticipos .... 112
83,224 Devoluciones . . . 4,046
39,741 Intereses .... 29S
GOBIEKNO OE RERKO 2bÓ
Las Juntas y Jefaturas rendían mensualmente sus cuentas a la
Contaduría General y ésta, luego de un prolijo estudio de los ante-
cedentes de cada rubro de egresos, elevaba el expediente al Minis-
terio de Hacienda para la publicación inmediata con las resolucio.
nes a que hubiere lugar. En 1861 empezó a retardarse el envío de
las cuentas y entonces el Gobierno dictó un decreto que autorizaba
a la Contaduría «para exigir enérgica y directamente a cualquier
oficina o empleado la presentación documentada de las cuentas».
Prescribía el mismo decreto que las Jefaturas y Juntas deberían
rendir cuentas en la Capital dentro de los primeros ocho días del
mes y en la campaña dentro de los primeros veinte días «sin ad-
mitirse disculpas sino en virtud de causas muy excepcionales y
justificadas, publicándose las causas».
Por regla general demostraban los balances mensuales que las
planillas de sueldos y gastos de la Municipalidad, de la instrucción
pública y de la policía, estaban al día, que a nadie se adeudaba
nada y que había sobrantes en Caja para atender mejoras locales.
Y el Gobierno hacía destacar en casos notables al departamento
que podía servil* de ejemplo. A fines de 1860 el Jefe Político del
Salto don Dionisio Trillo comunicó que en la caja departamental
había un excedente de 51,000 pesos. «Contéstese — puso al pie de
la nota el Ministro de Hacienda — que el Gobierno se congratula
del estado satisfactorio en que se halla la hacienda del departa-
mento del Salto, cuyo resultado se debe en gran parte a la excelen-
te disposición y moralidad de los contribuyentes, al celo de su
autoridad y a la integridad y pureza con que dicha hacienda se
administra».
La Junta Económico-Administrativa de Montevideo adminis-
traba también sus rentas propias, a las que fueron incorporadas en
1860 la contribución directa, el derecho de corrales, el derecho le
dos de los tres mercados que funcionaban y la patente de rodados.
Pero sus planillas recién en 1863 fueron segregadas del Presu-
puesto Generarle Gastos de la Nación.
La Memoria de Hacienda correspondiente al año 1861 asignaba
a la mencionada Junta Económico-Administrativa un ingreso de
669,783 pesos, en el que sobresalían el derecho de corrales y abas-
to por 103,780, la lotería por 190,750 y la contribución directa por
70,533 pesos.
De la estrictez del contralor da idea un decreto de mediados de
1860 que encomendaba a los Jefes Políticos la recaudación del im-
puesto departamental, con cargo de entregar su importe a las Jun-
286
HISTORIA DEL UBUGUAT
tas Económico-Administrativas, bajo la condición expresa de que
no podría realizarse pago alguno sin orden escrita del Jefe Polí-
tico, intervenida por el Presidente de la Junta.
Prosiguen los sobrantes en 1862.
'No hemos encontrado los estados generales de la administración
departamental correspondientes a 1862. Pero como la prensa publi-
caba con frecuencia los balances mensuales de ingresos y egresos,
vamos a reproducir, tomándolo al azar, el resumen de los saldos^
publicados en el mes de setiembre:
Tacuarembó, mayo
Colonia, junio .
Maldonado, marzo .
Minas, mayo
Soriano, junio .
13,903 Durazno, junio .
8,889 Cerro Lar^^o, junio
13,076 Florida, junio
6,485 Paysandú, junio .
4,299 Maldonado, junio
20,55^
10,495
36»
5,303
8,297
La Junta Económico-Administrativa de Montevideo recibió en
1862 1^ cantidad de 381,860 pesos que agregada al saldo de 87,161
del año 1861, destinado a construcción de corrales de abasto y
otras mejoras, dalia un monto disponible de 469,021 pesos.
Gastó 370,281 pesos por los siguientes conceptos, entre otros de
menor cuantía:
Hospital de Caridad .
$
131,222
Limpieza .
Construcción de Corra-
Obras públicas .
les de abasto.
53,128
Empedrado
Obras del Cementerio.
36,866
Asilo de Mendigos
Instrucción Pública .
31,817
26,648
26,046
23,353
11,217
Y le quedó un sobrante de
obligaciones y contratos.
?,740 pesos con destino a diversas-
Ni aun durante la gueiTa desaparecieron los .*aldos favorables.
Ofrecen mayor interés los balances de 1863, el año de guerra.
Ni la invasión de Plores con la formidable cooperación de la Ar-
gentina, ni la conflagración general de la campan i con sus pastos
GOBIERNO DE BERRO 287
extraordinarios y su inevitable merma rentística, pudieron des-
truir o rebajar de pronto los hábitos de orden y de severa econo-
mía implantados desde los comienzos del gobierno de Berro
Vamos a extractar, eligiéndolos también al azar, a\^unos de los
balances de la víspera de la guerra y del período de guerra:
San José: En enero el sobrante en caja era de 10,747 pesos, en
junio de 23,333 y en diciembre de 12,69fJ.
Paysandú: En febrero el sobrante era de 582 pesos y en diciem-
bre de 2,555.
Maldonado: En marzo el sobrante era de 12,615, en junio de
6,964 y en diciembre de 1,755 pesos.
Cerro Largo: En enero el saldo era de 7,901 pesos, en octubre
de 2,150 y en diciembre de 2,031 pesos.
Soriano: En febrero el saldo era de 2,515, en octubre de 2,582
pesos y en diciembre de 1,079 pesos.
Florida: En enero el sobrante era de 330 pesos, en julio de 2,820
y en octubre de 408 pesos, figurando entre los ingresos algunas
cantidades anticipadas de su peculio por el Jefe Político don Car-
melo Barceló con destino a gastos ^extraordinarios de guerra.
Durazno: En febrero el sobrante era de 5,097 pesos y en setiem-
bre de 19,176.
Colonia: El sobrante en Caja era en junio de 4,973, en agosto de
3,930 y en diciembre de 1,848 pesos. Anteriormente había ocurrido
un incidente con motivo de fuertes atrasos en los pagos de dolorosa
repercusión sobre el Jefe Político, que fué arrestado y procesado.
Montevideo. En enero el sobrante era de 83,291 pesbs, en julio
de 62,733, en octubre de 45,580 y en noviembre de 21,243 pesos.
Adviértase que de las rentas de la Junta Económico-Adminis-
trativa salían los fondos necesarios para cubrir casi íntegramente
el servicio policial. Así, durante el año 1863 la Receptoría policial
de Montevideo tuvo un ingreso de 127,868 pesos, habiendo concurri-
do el tesoro municipal con 102,526 pesos para el pago de los presu-
puestos de enero ""tr- diciembre, la renta de pasaporte con 9,270 pe-
sos, las multas con 3,383 y en menor cuantía Potros arbitrios. Lue-
go de satisfechos todos los pagos quedaba un sobrante de 10, 'i 10
pesos que la Policía depositó en el Banco Comercial.
Demuestran estos saldos, sobre todo los posteriores al mes de
abril en que se produjo la invasión de Flores, el orden existente
en todos los departamentos, más fuerte que las tentativas y pretex-
tos del estado de guerra, y que en el tiempo ya corrido del gobier-
288 HISTORIA DEL URUGUAY
no de Berro se había conseguido afianzar y prestigiar un régimen
de descentralización de rentas que parecía incompatible con la es-
casa población y más escasa cultura de nuestra campaña.
^lodidas de «•ontralor.
Una de las caraterísticas del gobierno de Berro, como lo hacía
notar la prensa de la época, era el acatamiento al principio de la
publicidad.
A mediados de 1860 se dictó un decreto que obligaba a la Conta-
duría General, a la Colecturía, a la Administración de Papel Se-
llado y Patentes y a la Administración de Mercados a publicar
mensualmente sus estados de ingresos, sin perjuicio de pasar los
originales a la Contaduría para su examen. Una ley del mismo año
estableció que toda obra pública costeada por rentas generales o
locales se haría mediante propuestas cerradas. Y ese decreto y esa
ley tuvieron tan estricto cumplimiento que los diarios de la época
aparecían frecuentemente con sus columnas absorbidas por los es-
tados de ingresos y egresos nacionales y departamentales.
En esa misma época fué ofrecido en venta al Gobierno el ^Nlerca-
do de la Abundancia por 18,000 pesos. Pasado el asunto en vista al
Piscal observó este funcionario que aún cuando la concesión de
1857 y el contrato respectivo establecían que el edificio pasaría
gratuitamente al Estado después de ocho años, la administración
Pereira había reconocido al concesionario por razones de equidad
nn capital de 37,000 pesos con intereses, dejando así sin efecto la
concesión primitiva. Y el Gobierno en vista de ello ordenó al Fiscal
que pidiera la nulidad del contrato por causa de lesión enorme.
¡Desgraciado del funcionario o del proponente que incurría en una
falta! En 1863 fué remitido a la cárcel y puesto a disposición del
Juez del Crimen uno de los licitadores de la renta de Lotería por ha.
ber ofrecido 500 onzas de oro al Oficial Mayor de Hacienda a fin
de que facilitara el triunfo de su propuesta. Pocos días después
el Ministro de Gobierno so trasladaba de improviso a la Colon' '^
y previa una rápida averiguación en la contabilidad de la Admi-
nistración de Rentas, dictaba orden de arresto contra el Jefe Po-
líticb y dos Comisarios.
GOBIERNO DE RERRO 289
La rondifión de cuentas ante la Asamblea.
Gompletando esa amplia aplicación del principio de la publicidad
que daba base a la prensa y al país entero para fiscalizar la ad-
ministración de los dineros públicos, trataba el gobierno de Berro
de que toda la documentación financiera estuviera en poder del
Cuerpo Legislativo a raíz de la terminación de cada ejercicio eco-
nómico, como medio de que la Comisión de Cuentas ejerciera sus
funciones de contralor antes de perder su interés de actualidad los
gastos sometidos a su examen.
La Comisión de Hacienda del Senado al despachar en 1861 el in-
forme de la Comisión de Cuentas acerca de los dos últinJos ejercicios
de la administración Pereira, formuló el elogio entusiasta del go-
bierno de Berro, y eso que estaba formada por ciudadanos ajenos al
credo político del Presidente: don Juan Miguel Martínez y don
Vicente Vázquez. Oigamos lo que decían ambas Comisiones:
«Ha encontrado — decía la Comisión de Cuentas — en el mejor esta-
do y orden los libros de las diferentes oficinas que ha debido compul-
sar, haciendo en obsequio de la justicia una especial y honorífica
mención de la Contaduría y Colecturía General, por las importan-
tes mejoras introducidas de un tiempo acá en el sistema de la con-
tabilidad».
«La Comisión — decía la del Senado — se ha complacido en ver esa
mejora tan notable en las dos oficinas principales y espera que con
la continuación del sistema adoptado llegaremos muy pronto a la
perfección completa y tendremos la fortuna de establecer radicalmen-
te la moral estricta en el manejo de la Hacienda pública de que tan-
gís pruebas está dando la actual administración y que es la única
base de nuestro crédito y engrandecimiento. Seguir en este camino
sin retroceder, tener bastante fortaleza de ánimo para desechar todo
lo que a él se oponga, es cerrar las puertas de los males que nos han
afligido muchas veces, de los conflictos porque hemos pasado; por-
que la principal caug^ de ellos no puede dudarse que han sido las
irregularidades en varias de las administraciones pasadas, la viciosa
contabilidad a que ellas conducían, los abusos que se practicaban,
la tolerancia con que todo eso se miraba y la falta de cumplimien-
to de las leyes vigentes. Borrar hasta los vestigios si es posible de
ese fatal camino, es hacer el más grande servicio al país, y la Co-
misión se ha complacido al ver que llegamos a ese término feliz.»
El mismo senador don Juan Miguel Martínez y los diputados
19 -V
290 HISTORIA DEL UBUGUAT
don Tomás Diago y don Justo Corta, al presentar en 1863 el infor-
me relativo al ejercicio de julio de 1860 a diciembre de 1861 se ex-
presaban así con referencia a las cuentas de campaña:
«Los departamentos en su mayor parte se encuentran ya colo-
cados a la altura de orden y regularidad en la presentación y exac-
titud de cuentas a que se propuso elevarlos el Poder Ejecut'vo
desde hace mucho tiempo, por medio de acertadas y repetidas me-
didas tendientes a ese paso... La Comisión no puede prescindir
del deber de dejar aquí consignada toda la satisfacción que ha ex-
perimentado al notar el buen éxito con que han sido coronados
lo& esfuerzos del Poder Ejecutivo para cimentar y regularizar en
los departamentos de la República un sistema de orden y morali-
dad en la administración de las rentas públicas que será siempre
uno de los timbres notables de la actual administración».
La fiscalizaci«'m fie los siuninistros de guerra.
Ni aún bajo la atmósfera desorganizadora de la guerra que vino
n destruir toda su obra, olvidó el Presidente Berro la estrictez en
los gastos y el régimen de severo contralor que constituían el eje de
su programa administrativo.
Besde mucho antes de producirse la invasión de Flores, había
ordenado que la Contaduría General de ía Nación enviase a las Je-
faturas de Policía certificados numerados para la requisa de vacas
y caballos, como medio de prevenir los abusos cometidos en épo-
cas anteriores, y había instalado una comisión con el cometido de
informar acerca de la calidad de todos los suministros de carácter
militar.
Al estallar la guerra nombró una segunda comisión para la com-
pra de víveres, equipos y armamento?, y luego otra más para la fi-
jación del precio de los ganados destinados al abasto del ejército y
a¡ examen de las cuentas por suministros de artículos de guerra.
La de víveres, compuesta de don Juan Ramón Gómez, don Domin-
go Piñeyrúa, don Mariano Maza, don Nicolás Zoa Fernández, don
Alfredo Herrera y don José María Estrada, quedó instalada en
junio de 1S63 y fijó el precio de 4 $ 20 para las reses destinadas
al abasto de las tropas, distribuido así: carne 3 pesos, cuero 1 pe-
so 20.
OOniERNO nE BERRO COI
l,(>;>'isl;i( ióii liilMi(.-iiía. I<>l iiiipiK'slo íkIiimiicio. I<'I ciitfiio lihro-
«iMiihist;! (Id í^oImciiio (1«> Ucrro.
T^a, ^raii caiiipañn contra las barreras aduaneras iniciada por
Infílaterra en I SKI y extendida quince años después a todo el
continente euiopeo por efecto de la maravillosa propaganda de Ri-
cardo Cobden, tu'vío también ero simpático en Montevideo y a ella
debemos atribuir algunas de las refornuis tril)utarias niAs impor-
tantes de la administración Berro.
Refiriéndose a la legislación (|ue basta entonces había perdurado
en el üruRuay, decía el Ministro de Hacienda don Temías Vlllalba
en su Memoria de 1S60:
«Los principios proteccionistas sobre que están l)asadas varias
de sus disposiciones diabla de nuestra ley de Adiuinas) ni son
ya de la éfíoca, ni pueden tener aplicación partic\ilarmente en un'
país esecialmente pastor y mercantil como el nuestro, rodeado de
mercados competidores y con una lesislación aduanera sumamente
liberal. La protección entr'> iiosotios no ha dado sino resultados ne-
gativos, con firniaiulo ]i¡)\- denirts un axioma vul.iíar si se (|uiere, pe.
ro de una rigurosa exactitud: el sacrificio del interés mayor al me-
nor, el l)eneficio de unos pocos a costa de la generalidad de los
(consumidores»».
La excesiva elevación de los derechos — agregaba — arranca
parto de sus utilidades al comercio interno, disminuye los consu-
mos, i'onieiita el (iontrabando e impide abaratar la vida, impulsar
la producción, atraer al inmigrante. Pero debemos contentarnos
ton el establecimiento de derechos moderados, sin aspirai- al
puerto franco, desde (lue para reemplazar la renta de Aduana ten-
dríamos que recurrir a impuestos directos (jue el país rechazaría.
l^oco después al discutirse la, nueva ley (!<■ Aduana, recordaba
que el país venía viviendo bajo el régimen proteccionista desde
18:10 y que durante los ti'einla años corridos desde entonces ni te-
níamos tallereSlÜReníamos ai'tesanos. Fuera del pastoreo y de un
principio de agricultura, ninguna industria existe en el Uruguay,
concluía el Ministro.
Y tal era efectivamente la realidad de las cosas. Nuestra vieja
legislación proteccionista no había dado todo su resultado. ¿Pero
era por culpa do la legislación misma, o más bien por el am))lente
revolucionarlo en que había vivido y seguía viviendo el país desde
la víspera misma de la jura de su Constitución en 1830?
292 HISTORIA DEL URUGUAY
Impulsando el comercio (le tránsito.
Desde los comienzos de su administración procuró el gobierno de
Berro impulsar el comercio exterior mediante franquicias efec.
íivas que repercutieron de inmediato sobre el movimiento adua-
nero, tales como la exención de almacenaje a favor de las merca-
derías reembarcadas en tránsito.
El rápido desarrollo del comercio de tránsito — decía el Minis-
tro de Hacienda en su Memoria de 1860 — ha obligado al Go-
bierno a contratar el tercer cuerpo del edificio de Aduana por
130,000 pesos pagaderos en mensualidades, a construir un nuevo
muelle de 64 varas por 16 sobre un fondo en ningún caso infe-
rior a 12 pies y a reparar otro de los dos con que hasta ahora con-
taba la Aduana.
Es todo lo que puede decirse — escribía el director de «La Re-
pública» — «en honor de una administración que ha tenido que
organizar desde la última hasta la primera oficina».
La ley aduanera de 1861.
Pero fué sobre todo al redactar la ley de Aduana sancionada
por Ja Asamblea en 1861 que el Gobierno dio amplia aplicación
a los principios librecambistas que había proclamado.
Todas las materias primas que podía utilizar el país y algunos
de los productos fabricados que había interés en difundir, eran
declarados libres de derechos de importación: el carbón, la madera,
la sal, la potasa, la soda, el hierro, el zinc, el cobre, el estaño, el
acero, el alambre de cerco, los frutos similares a los del país, el
papel, los libros, las imprentas, las máquinas, el ganado.
Fundando las franquicias acordadas a la madera sin labrar que
antes abonaba el 3 %, dijo el Ministro Villalba en la Cámara de
Diputados que era muy difícil la fiscalización en las barracas que
servían de depósito y que además se trataba de una importante
materia prima con proyecciones a la industria naval. «Todos los
buques de cabotaje — agregó — que existen en el Río de la
Plata y en el Uruguay son construidos en Montevideo y se sir-
ven naturalmente de las maderas que vienen del Paraguay y de
Corrientes».
Quedaban igualmente exentos los equipajes, muebles y herra-
mientras de los inmigrantes y asimismo los efectos que introduje-
GOBIERNO DE DEUUÜ 293
mu para su uso particular los agentes diplomáticos durante los
seis primeros meses de su residencia, disposición esta última jus-
tificada por los contrabandos a que la ley vigente estaba dando
lugar, según las manifestaciones del Ministro.
Como derecho general de importación establecíase el 15 % del
valor de las mercaderías, sin perjuicio de importantes excepciones
encaminadas unas a facilitar el despacho de artículos que había
interés en fomentar y otras a gravar más fuertemente los con-
sumos.
Así el oro y la plata, las herramientas de trabajo, el alquitrán,
las maderas preparadas para construcciones marítimas, la tablazón
acepillada, la tierra romana, el hilo para coser, pagarían simple-
mente ei 6 9( , derecho que también se aplicaba a los tejidos de
seda por ser artículos de mucho valor en poco volumen y alenta-
dores del contrabando. Y el 10 % el ácido sulfúrico, el aguarrás,
las baldosas y los fósforos.
Así también la yerba mate pagaría el 18 % ; el azúcar, el café,
el té, el aceite de oliva, los comestibles en general y el tabaco
el 20 % ; el vino y las bebidas alcohólicas, los cigarros, los mue-
bles, los fideos, el jabón, las velas, los carruajes el 22 %, que
era el porcentaje más alto, en vez del 35 que hasta entonces había
regido.
El trigo quedaba sujeto al derecho de dos pesos por fanega, el
maíz al de un peso y dos reales por fanega y la harina a un de-
recho variable del 15 al 65 % según las cotizaciones de ese ar-
tículo en la plaza de Montevideo.
Todas las mercaderías gravadas pagarían además un derecho
adicional del 2 % con destino al servicio de la deuda pública fun-
dada.
La exportación quedaba sujeta al 4 % con destino al servicio
de la deuda fundada. Sólo escapaban al impuesto las carnes y ha-
rinas y los productos ganaderos llegados en tránsito por el Salto,
Santa Rosa, Cuareim y Constitución.
En 1866 recordaba Sarmiento desde Estados Unidos a la can-
cillería argentina que aun cuando la constitución americana pros-
cribía en absoluto los derechos de exportación, proscripción también
incorporaba a la constitución argentina, al llegar el momento de
arbitrar recursos con destino a la guerra civil el Congreso no
vaciló en recurrir a ese género de impuestos y el pueblo los pagó,
sin que la Corte se resolviera a declarar la incoustitucionalidad del
gravamen.
294 HISTORIA DEL URUGUAY
¿Qué mucho, pues, que nuestros estadistas recurrieran a esa fuen-
te fiscal de recursos en medio de los grandes apremios a que da-
ba origen el servicio de la deuda pública?
El trasbordo, el reembarco y el tránsito para puertos extranje-
ros eran declarados libres aún de almacenaje cuando los efectos no
hubieran permanecido más de un año en los depósitos de Aduana.
La legislación argentina — decía el Ministl^o Villalba fundando es-
ta última franquicia — es tan liberal que autoriza el depósito li-
bre durante un año prorrogable a su vencimiento, como sucede en
Chile y Estados Unidos, de donde la tomaron los legisladores ar-
gentinos.
Los derechos se calcularían sobre el valor de los efectos en de-
pósito, fijado cada dos meses por el Colector y dos comerciantes
tratándose de la exportación, y cada seis meses por el Colector, dos
vistas y seis comerciantes elegidos por el mismo Colector tratándo-
se de la importación, previa aprobación de ambas tarifas por el
Poder Ejecutivo. Una ley posterior, sancionada en 1862, restable-
ció para las mercaderías de importación el aforo al tiempo del des-
pacho.
iLas controversias entre la Aduana y el comercio sobre clasifica-
ción y avalúo de artículos no incluidos en la tarifa, serían resuel-
tas por la subcomisión de avalúos bajo la presidencia del Colector, y
en caso de discordia por un tercer vocal sacado a la suerte de una
lista de seis comerciantes que cada año formaría el Poder Ejecutivo.
Los derechos de exportación serían abonados al contado y los de
importación en letras a seis meses, salvo el adicional del 2 ','( y
las sumas menores de 100 pesos que se pagarían al contado.
Ya había anticipado el Poder Ejecutivo muchas otras reformas
de importancia en el reglamento de 1860, un verdadero código
aduanero de cerca de 300 artículos, redactado por el Ministro de
Hacienda don Tomás Villalba sobre la doble base de su rica expe-
riencia administrativa y de los numerosos datos y observaciones
suministrados por el comercio de Montevideo.
El íleverho sobre la expoi"tarión <lo ganaflos.
La ley de Aduana que acibamos de extractar gravaba con el \ ' '(
la exportación de ganado por la frontera. Se había arribado a
la fijación de ese porcentaje después de una larga controversia
que el Ministro de Hacienda sintetizaba así en su Memoria de
1860:
GOBIEKXO DE BEBBO 295
En concepto de unos conviene establecer fuertes derechos para
equilibrar la competencia de los saladeros de Río Grande que ope-
ran a base de trabajo esclavo y de ganados que se apacientan }• en-
gordan en nuestro territorio. Para otros debe prohibirse la expor-
tación y gravarse con un fuerte derecho la importación de ganados.
Considera el Gobierno que debe establecerse un derecho módico.
El derecho de un peso por cabeza que existía en épocas anteriores
apenas servía para fomentar la inmoralidad, la misma inmoralidad
que hoy volveríamtos a presenciar dada la escasez de nuestra poli-
cía aduanera en la frontera y la facilidad de eludir el pago que
tienen los estancieros mediante el sencillo recurso de cambiar de
ubicación los rodeos de sus establecimientos. En la provincia de
Río Grande hay 32 saladeros que trabajan permanentemente y otros
oque lo hacen accidentalmente. Esos saladeros llian faenado 179,289
animales en la zafra 1857-58; 279,313 en la de 1858-59; y 371,569 en
la de 1859-60. Pues bien, una tercera parte de las novilladas faena-
das por dichos establecimientos procede de territorio brasileño y
las dos terceras partes restantes del territorio oriental, hasta de
estancias del centro de la República y aún de departamentos próxi-
mos a Montevideo. Es un hecho que basta para demostrar que la
prohibición causaría serios perjuicios a nuestros ganaderos.
Al discutirse el proyecto de ley de Aduanas agregó el Minis-
tro Villalba refiriéndose a la denuncia ya inminente del tratado
de comercio de 18-51 y a la idea de gravar fuertemente la expor-
tación fronteriza :
El tráfico de ganados por la frontera está lejos de haber perju-
dicado al país. No tendríamos ni la mitad de nuestra existencia
ganadera sin la importación de ganado brasileño, ni nuestros cam-
pos hubieran alcanzado sus actuales valores sin ese concurso. Los
ganados brasileños han repoblado nuestros campos y nos han dado
elementos para sostener una importante corriente de exportación
de novilladas. Por otra parte hay dificultades muy serias para ejer-.
cer la fiscalización en la frontera. Desde las puntas del arroyo de
la Mina hasta la barra del arroyo San Luis hay 17 leguas de
Lina línea geográfica que no se determina por ninguna señal ma-
terial. ¿Por dónde pasa esa línea? ¿Cómo se establece la fiscaliza,
ción? La casa que en 1854 ocupaba la comisaría de la 4." sección
del Departamento de Cerro Largo está ahora mitad en territorio
oriental y mitad en territorio brasileño. «Es doloroso decirlo».
¡Mué clase de fiscalización puede establecerse? Antes de la Guerra
Grande teníamos tres escuadrones de línea para la fiscalización de
la frontera. Hoy no podemos tenerlos por nuestra estrechez econó-
296 HISTORIA DEL tTBUQUAT
mica. Tampoco tenemos ahora el campo intermedio que se llamaba
neutral y que facilitaba la fiscalización de las rentas. Ahvora sólo
existe una línea invisible y una inmensa población extranjera que
ocupa el territorio a uno y otro lado, de tal modo que algunos pue-
blos están parte en territorio oriental y parte en territorio brasile-
ño. No s« puede pensar, pues, en altos derechos de exportación. Se
habla de un impuesto de medio peso por cada animal exportado.
Sería muy fuerte, sobre todo ahora que el valor de los ganados de-
crece. El Poder Ejecutivo avalúa ya en 4 pesos el ganado vacuno
para la recaudación de la contribución directa, y el impuesto en con-
secuencia absorbería una octava parte del precio del producto ex-
portado. El impuesto tiene que ser muy moderado para que sea
productivo y también para que sea posible la vida en la frontera
y evite los ataques a mano armada de los contrabandistas, quQ
hasta se han llevado prisioneros a algunos de los mismos oficiales
que estaban al cuidado de la línea del Yaguarón!
El diputado Diago, apoyando al Ministro, recordó con tal mo-
tivo que antes de la Guerra Grande el derecho de exportación del
ganado por la frontera era de 8 reales, de acuerdo con la ley de
enero de 1829.
El producto del 4 ''// debía redituar alrededor de .50,000 pesos
al 'año, según los cálculos formulados en el mensaje presidencial
de apertura de las sesiones ordinarias del Cuerpo Legislativo en
febrero de 1863.
Viejas rivalidades comerciales.
Al reglamentar la ley el Poder Ejecutivo autorizó la apertura
y fraccionamiento de bultos para consumo y reembarco en un al-
macén especial de la Aduana y habilitó para operaciones de expor-
tación e importación las aduanas y receptorías de Montevideo, Sal-
to. Paysandú, Colonia, Maldonado, Mercedes, Nueva Palmira, Arti-
gas, Tacuarembó, Santa Rosa y Cuareim.
Algunas quisquillosidades debió provocar este programa. Ya el
Ministro de Hacienda, ocupándose de alusiones a la Argentina, ha-
bía tenido que decir en la Cámara de Diputados que el Gobierno
Bólo se preocupaba de la prosperidad del país y que debía recha.
zarse en absoluto la idea de que hubiera emprendidto una guerra
económica con la Argentina. «Si ese principio de utilidad, agrega-
ba, perjudica a otro en relación con nosotros, está en el orden na-
tural de las cosas... No tienen que quejarse, así como nosotros no
gobier.no ije berro 297
nos hemos quejado cuando fuimos perjudicados por derechos dife-
renciales que a nadie perjudicaban sino a este país».
El hecho es que la Asamblea, a raíz de la sanción de la ley de
Aduanas, dictó otra Ley de emergencia por la cual autorizaba al
Poder Ejecutivo para reducir los derechos de importación en el ca-
so de que las aduanas vecinas del Plata, Uruguay y Paraná re-
bajaran los suyos. La Asamblea entraba en receso y por eso ponía
en manos del Poder Ejecutivo facultades discrecionales en previ-
sión de rebajas tanto más factibles cuanto que desde el año an-
terior el gobierno de la Confederación Argentina, a cuyo frente
se hallaba el doctor Derqui, había dictado un decreto por el cual
suprimía las formalidades de la fianza y de las tornaguías a los
cargamentos que partieran de Entre Ríos y Rosario con rumbo a
los puertos orientales y rebajaba fuertemente los derechos sobre
la yerba. Lo primero — según «La Nación» de Montevideo — para
estimular el contrabando en el Uruguay y lo segundo para arreba-
tar al Salto uno de los renglones de su rápido desenvolvimiento
comercial.
La renta de Aduana.
En los archivos de la Contaduría General de la Nación figura
un cuadro recapitulativo de la renta de Aduana del que extraemos
los siguientes datos:
1859 incluidos el 4 °^ de exportación ($ 61 ,312) y el
2 °/o adicional de importación ($ 26,942) .... $ 1.673,345
1860 incluidos el 4 "/^ de exportación ($ 257,354) y el
2 °/o adicional de importación ($ 151,200). . . . 2.228,687
1861 incluidos el 4 °¡^ de exportación ($ 174,558) y el
2 °/o adicional de importación ($ 181,578;;. . . . 2.072,012
1862 incluidas*- el 4 °/o de exportación (S 224,787) y el
2 "/o adicional de importación ($ 170,680). . . . 1.952,950
1863 incluidos el 4 °/o de exportación ($194,357) y el
2 °/o adicional de importación {$ 137,972). . . . 1.636,436
Algunas de esas cifras son relativas a la Aduana de Montevideo
exclusivamente. Otras abarcan también a las receptorías. Uno de
los cuadros parciales de la Mesa de Estadística publicado en
1863, establecía así el producto de la renta aduanera en toda la
República durante el año 1862:
298 HISTORIA DEL URUGUAY
Aduana de .MonrcvidiM) : Importación . $ 1.634,865
Exportación . . 226,026
Receptorías: Importación 134.011
» Exportación 55,787
» Ganado en pie 69,470
Almacenaje, etc 61,029
Reembarco, etc 31,154
$ 2.212,342
(El Ministro de Hacienda al reproducir en su Memoria de 1862
los ingresos de 1860 y 186,1 (respectivamente 1.972,363 y 1.861,625,
no comprendida la parte afectada al servicio de la deuda), atribuía
la baja a la depreciación de los frutos del país en el mercado in-
ternacional, a la prolongada sequía que había obstado al desenvol-
vimiento de la riqueza rural y a la acumulación de mercaderías en
los depósitos de Aduana. El Presidente Berro invocaba a su vez en
el mensaje de apertura de las sesiones ordinarias de 1862 la re-
percusión de la guerra civil argentina. Adviértase también que en
186r empezó la nueva ley de Aduana con sus derechos de importa-
ción fuertemente rebajados y que en 1863 se encargó la invasión
de Flores de restringir excepcionalmente los consumos.
La contribución directa.
La ley de contribución directa de 1857, mantenida en vigencia
durante tres años gravaba los capitales con el 2 Vt,.
Al proyectar su reforma en 1860 resolvió el gobierno de Berro
elevaí- la cuota. Los ganados pagarían el 12 '/,, ; las tierras de
pastoreo, las fincas urbanas y los capitales en giro el 6 '".r ; los
cereales 25 centesimos por cada fanega recogida. El Poder Ejecu-
tivo practicaría el aforo de los campos y de los ganados y los
contribuyentes declararían sus capitales ante comisiones periciales
que el mismo Poder Ejecutivo instituiría en los pueblos y locali-
dades necesarias. En caso de disidencia entre el contribuyente y
las comisiones, fallaría el Presidente de la República en acuerdo
general de Ministros, pre\ io dictamen del Fiscal y de un asesor
especial. Los Jefes Políticos levantarían un censo de contribuyen-
tes y propiedades para facilitar su tarea a las comisiones.
Otra reforma más fundamental proponía el Poder Ejecutivo: la
GOBIKKNO ;)E DERKO 299
adjudicación de la totalidad del impuesto a los departamentos. Los
gastos departamentales se dividirían en necesarios y voluntarios.
Los prirneros se fijarían anualmente por las Municipalidades y
Jefes Políticos con aprobación del Poder Ejecutivo. Los segundos
se decretarían en la misma forma pero sólo en el caso de que
hubiera sobrantes. La gestión administrativa correspondería en ¡a
Capital a la Junta Económico - Administrativa y en campaña a
las Juntas Económico-Administrativas y a los Jefes Políticos.
Pero a la vez que asi se alzaban las cuotas, supriiniahe el im-
puesto departamental creado bajo el gobierno de Pereira.
La Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados se opuso
a la abolición del impuesto departamental. En su concepto los
departamentos deberían tener un tributo que se denominaría «mu-
nicipal» con dos derechos, indirecto uno de ellos y directo el otro.
El indirecto gravaría la salida de las mercaderías y frutos de ca-
da departamento, como lo hacía el impuesto que se trataba de abo-
lir y el directo gravaría los capitales.
Los ingresos departamentales — agregaba la Comisión — han
dado 363,219 pesos en 1859 y con el nuevo plan darían 500,000, su-
ma suficiente para cubrir los gastos ordinarios y atender muchas
otras necesidades públicas. Hay una marcada tendencia en la cam-
paña a fav'Or de la descentralización de las rentas. «Acceder a esa
reiterada manifestación es obrar con equidad y justicia, es abrir
una ancha senda a las mejoras morales, materiales y econó-
micas de los pueblos, es estimular a los contribuyentes a que con-
curran con voluntad y desprendimiento al lleno de las necesidades
de sus localidades respectivas, es hacerles gustar, en fin, la satis-
facción de presenciar los adelantos de la sociedad en que viven y
a la que están vinculados, sin que les asalte el temor de ser dis-
traídos sus dineros en objetos para los que no eran destinados y
a los que son las más de las veces absolutamente extraños».
Adhiriendo a la localización del producto del impuesto, decía en
la Cámara de Diputados el doctor Cándido Joanicó:
«Apoyo completamente el principio nuevo en materia adminiS'
trativa que se introduce por él artículo que entra en discusión.
Para mí esto es lo que caracteriza el proyecto de ley, es lo que
le da un verdadero mérito, introduciendo un principio de grandes
resultados en mi opinión y creo que nunca se establecerá entre
nosotros la contribución directa de otro modo que localizada y
a mi juicio hace una gran cosa el Poder Ejecutivo cuando pre-
senta esta idea para traerla a la práctica. Desearía que si fuero
300 HISTORIA DEL UEUGUAT
posible hasta fuese un artículo constitucional: tanta es la impor-
tancia que doy al pensamiento de localizar la contribución di-
recta.»
Prevalecieron en lo fundamental las bases del Poder Ejecutivo
aunque con una fuerte reducción en la cuota: los ganados paga-
rían el 6 %c Y los campos, fincas y capitales en giro el 3 '/ce.
(La ley de contribución directa para 1862 alteró las cuotas, fi-
jando el 5 %c para los ganados y el 4 '/í, para las tierras de pas-
toreo.
En la del año siguiente fueron gravados con el 4 ',íc las pro-
piedades urbanas, los capitales en giro y las tierras de labranza,
con el i Yz %c las tierras de pastoreo y los ganados, y con dos
centesimos por fanega cosechada los cereales. Los capitales serían
declarados por los contribuyentes y el Gobierno nombraría comi-
siones reguladoras para evitar el fraude, fallando en caso de di-
sidencia el Juez de Paz asociado a dos vecinos sorteados de una
lista formada anualmente por las Juntas EconómiconAdministra-
tivas. La Comisión de Hacienda del Senado había aconsejado para el
avalúo el nombramiento de un jurado compuesto de tres vecinos
propietarios sorteados en cada sección de una lista que formarían
anualmente las Juntas Económico -Administrativas. Pero el Minis-
tro de Hacienda declaró que el procedimiento aunque muy bueno
era inejecutable dentro de las condiciones del país y el Senado re-
chazó entonces la reforma propuesta por su Comisión informante.
lEran muy bajos los aforos y la contribución directa no redituaba
todo lo que debía esperarse del rápido desenvolvimiento de las
fuentes de la riqueza pública. El decreto reglamentario de la ley
de 1861 aforaba, por ejemplo, los campos de los departamentos de
Montevideo y Canelones a razón de 10,000 pesos la suerte de es-
tancia; los de Colonia, Soriano, Paysandú, Salto, Tacuarembó, San
José, Cerro Largo y Florida a 6,000 pesos; los de Durazno. Mi-
nas y Maldonado a 5,000 pesos; y los ganados a 6 pesos el va-
cuno, 4 el caballar y 2 el ovino.
«!La contribución directa — decía el Presidente Berro al abrir
las sesiones de 1863 — en la mayor parte de los departamentos ha
permanecido sin adelantar nada en su producto. Débese esto prin-
cipalmente al -bajo avalúo que fué preciso hacer del ganado vacuno
por la depreciación a que había venido. De aquí ha nacido que no
alcanzando las rentas de algunos departamentos a cubrir sus gas-
tos, ha habido que suplir el déficit con dinero sacado del Tesoro
nacional. Es de creer que en el año que corre no suceda eso, ya
GOBIERNO DE HERRÓ
301
por el aumento de la materia imponible sujeta a la expresada con-
tribución, ya por el mayor rendimiento de los ramos policiales, ya
también por las mejoras introducidas en el método de percepción
de todas esas rentas departamentales».
Con el propósito de facilitar la reforma de los procedimientos de
recaudación el Poder Ejecutivo pidió y obtuvo autorización legis-
lativa en 1860 para rematar la mitad del producto de la contribu-
ción directa de ese año y del siguiente. Invocaba en su mensaje
«la necesidad de tener datos estadísticos y conocimientos que sólo
el interés particular" era capaz de proporcionar en poco tiempo».
He aquí el producto de la contribución directa desde 1856 hasta
1S63, según las cifras oficiales reproducidas por don Adolfo Vail-
lant:
ANOS
Departamento
de Montevideo
Los demás
departamentos
1856
1
' $ 32,0-23
f 21.112
1857
28,174
20,420
1858
28,304
28,049
1859
31,. 804
39,920
1860
30.960
93.369
1861
56,426
285,988
1862
51,014
273,392
1863
1 57,565
164.645
Entre los factores de la suba se destaca la modificación de la
cuota contributiva y entre los de la baja la guerra civil.
Tentativa de restauí-ación de la alcabala.
El Senado rechazó en 1860 un proyecto que ya contaba con la
sanción de la Cámara de Diputados por el cual se establecía un
impuesto del 1 9f sobre todos los bienes raíces y flotantes que se
enajenaran o permutaran. Su producto debía destinarse en cada
departamento a la edificación de templos en primer lugar, y a la
creación de escuelas en segundo lugar.
Se trata — decía la Comisión de Hacienda del Senado al pedir el
desechamiento — de restablecer el vetusto derecho de alcabala abo-
lido en 1851 no sólo porque dificultaba la transmisión de la pro-
piedad, sino porque era el más desigual de todos los impuestos
del coloniaje, desde que gravaba al pobre más que al rico que no
tenía necesidad de vender.
302 HISTORIA DEL URUGUAY
Kl impuesto de papel sellado.
L,a ley de papel sellado de 18C2 establecía nueve sellos diferen-
tes, desde el de 12 centesimos aplicable a las obligaciones menores
de 80 pesos, basta el de 20 pesos aplicable a las obligaciones de
más de 40,000 pesos.
K'l iniíjuesto de timbres.
Este impuesto fué creado en 1860 bajo forma de papel timbra,
do de un real fuerte aplicable a las letras de cambio, vales, con-
formes y recibos por más de cien pesos.
Estaba destinado a la construcción y funcionamiento de un la-
zareto.
En 1861 produjo 13,304 pesos, según la Memoria de Hacienda de
ese año.
Al año siguiente fué alzado a 500 pesos el mínimo no imponible
en materia de recibos.
Kl impuesto de patentes.
Los patentables estaban distribuidos por la ley de 1862 en 13
categorías. La primera pagaba 6 pesíos y la última 360. He aquí los
establecimientos que figuraban en las categorías más altas:
8.", con 54 pesos: los teatros y casas de diversiones, plazas de
toros, reñideros, hornos de ladrillos, billares y ferreterías.
9.', con 72 pesos: los bancos departamentales, las casas majte-
ristas, las barracas, los molinos a vapor, las fábricas de bebidas.
10. ^ con &€ pesos: las casas introductoras, las pulperías volantes.
11. ^ con 120 pesos: los saladeros y las compañías de seguros.
12.", con 144 pesos: Tos mismos saladeros y compañías de seguros
de la exclusiva pertenencia de extranjeros.
13.", con 360 pesos: los bancos de la Capital.
La ley de 1863 encerró las 13 categorías de patentables en una
escala que corría desde 5 hasta 300 pesos manteniendb en lo de-
más las líneas fundamentales de la anterior.
Los establecimientos de la exclusiva pertenencia de extranjeros
quedaban sujetos a la patente inmediata superior, salvo el caso dé
que tuvieran en su personal dos o más dependientes nacionales.
GOBIERNO DE KEP.r.O 303
Las publicaciones oficiales de la época refundían en una sola
cuenta las rentas de papel sellado y patentes ds giro, en razón de
que ambos impuestos corrían a cargo de la misma oficina y le
ordinario eran rematados en block por una cantidad única. He
aquí su producto según las Memorias de Hacienda de 1860 y 1862:
1859 S -266,001)
1«6U -ib^J.bl
18Ü1 o\0,¿16
Patentes de rodados.
La ley de patentes de rodados de 1862 gravaba las carretas, ca-
rretillas, carros, diligencias y coches con una patente que era de
12 a 20 pesos para la Capital y de 6 a 10 pesos para la campaña.
Los carruajes de los nacionales pagaban la mitad de la cuota.
La del año siguiente hacía oscilar la escala de la Capital desde
lo cuota de 6 pesos aplicable a las carretas de bueyes, hasta la de
20 pesos que pagaban los coches de paseo. Y reducía a la mitad
las cuotas mayores de los departamentos.
La deuda pública. Consoliilaeióu de los créílitos hipotecarios.
Desde los comienzos de su administración resolvió el Presidente
Berro proceder al arreglo del grueso legado de créditos aplazados
por las administraciones anteriores.
En mayo de 1860 expuso a la Asamblea que de la deuda ex-
tranjera el millón de pesos adeudado al Gobierno de Francia no
devengaba intereses; que los dos millones adeudados al Brasil que
devengaban el 6 % estaban liquidados y reconocidos por tratados y
convenciones que había que cumplir; y que también era necesa-
rio liquidar la deuda interna diferida procedente de documentos
anteriores y ^g^steriores a 1852.
La Asamblea se apresuró a autorizar el nombramiento de una
Comisión encargada de comprobar y justificar los créditos ante-
riores a 1852 a condición de que hubieran sido liquidados por la
Junta de Crédito Público y no convertidos en deuda consolidada
por reputarse privilegiados por sus tenedores. Los créditos ante-
riores a 1852 que no hubieran sido presentados oportunamente a
la Junta de Crédito Público y liquidados por ella, quedaban pres-
criptos.
304 HISTORIA DEL URUGUAY
Deseábase reaccionar contra el procedimiento vicioso de los arre-
glos particulares de que se había abusado anteriormente y que
fustigaba el Ministro de Hacienda eíi su Memoria anual al dar
cuenta de que las rentas públicas tenían una afectación de 300,000
pesos en favor de tres o cuatro créditos cuyo monto total no ex-
cedía de 2 millones de pesos.
La Comisión Clasificadora compuesta de los señores Javier Al-
varez, Lindoro Forteza, Julio C. Pereira, Luis Otero, Juan Pe-
üalba y Carlos Casaravilla, reconoció 1.556,84T pesos por concepto
de créditos hipotecarios, excluyó 1.179,200 pesos y declaró prescrip-
tos 685,484 pesos.
Y el Poder Ejecutivo presentó en el acto a la Asamblea un pro-
y( cto, que fué sancionado, de consolidación de la deuda reconocida,
en virtud del cual los acreedores recibirían el 50 9f de su capital
en títulos de deuda interna con 6 % de interés y 1 % de amor-
tización a la puja estando los títulos abajo de la par y por sor-
teo estando arriba. Los títulos se entregarían por su valor escrito
y su servicio se cubriría mediante el aporte mensual de cinco mil
pesos de rentas generales.
L/os ci-éflÍ!to.s poi- pei'juicios die gu^eara.
Un legado inmensamente más grave había dejado la administra-
ción Pereira: la convención franco-inglesa sobre perjuicios de gue-
rra que sustituía los Tribunales nacionales por una Comisión mixta
emanada de los Gobiernos del Uruguay, Francia e Inglaterra.
El día antes de la terminación de su mandato presidencial se
había dirigido don Gabriel A. Pereira a la Asamblea para darle
cuenta de los desacuerdos existentes entre los Comisarios orientales
y los Comisarios franco-ingleses que integraban la Comisión mixta.
El más grave délos desacuerdos era el relativo a los intereses. Las
Legaciones de Francia e Inglaterra exigían el pago del M: 'A men.
sual sobre el monto de los reclamos y el Gobierno Oriental recha-
zaba tal pretensión como contraria a la ley que sólo hablaba del
capital. Los Ministros diplomáticos invocaban órdenes expresas de
sus respectivos Gobiernos para insistir en su pretensión y exigían
además que el cómputo de los intereses se hiciera desde el día de
las presentación de los reclamos.
Al darse cuenta de ese asunto ya había empezado a actuar el go-
bierno de Berro y la Cámara de Senadores se apresuró a solidari-
GOBIERNO l)E BERRO 305
zarse con la actitud del Poder Ejecutivo mediante la sanción de
una Minuta que decía así:
«Si la República, por un acto espontáneo de que no podrán ci-
tarse dos ejemplos en la historia de las naciones, ha dictado leyes
reconociendo la obligación de indemnizar perjuicios sufridos por
casos fortuitos como ^on los de una larga guerra, la espontaneidad
de esa concesión que hasta ahora ha podido calificarse de Impre-
visora, no será justo convertirla en más onerosa de lo que ya es
en sí misma para la nación que la ha concedido tan generosamente. -->
La Cámara de Diputados adhirió a lo resuelto por el Senado,
después de oir al miembro informante de la Comisión de Legisla-
ción doctor Cándido Joanicó, quien sostuvo que la ley de julio de
1853 sobre perjuicios de guerra que era el punto de partida de la
convención diplomática con los Gobiernos de Francia e Inglaterra,
no reconocía absolutamente intereses, de acuerdo en ello con el
principio reconocido de que cuando una deuda entra en liquidación
queda suspendido el curso de los intereses.
El monto de los reclamos.
Poco después se dirigían los Comisarios orientales de la Comi-
sión mixta — que eran don Manuel Herrera y Obes y don Joáé
Martín Aguirre — al Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores
para darle cuenta de otro grave desacuerdo. Ellos fijaban en 3
millones de pesos el monto de los reclamos franco-ingleses, mien-
tras que los Comisarios de Francia e Inglaterra los estimaban en
5 millones, cifra que coincidía casi con la de los setecientos y
tantos expedientes presentados. Agregaban los Comisarios orientales
que entre esos expedientes eran raros los que contenían la com-
probación escrita de los perjuicios sufridos; que en general la prue-
ba consistía en la ' declaración de dos o más testigros que figura-
ban a su turno como reclamantes en otros expedientes; que había
exageración en_^s precios; que no había constancia alguna de la
identidad de las personas. Hacían notar asimismo los señores
Herrera y Obes y Aguirre que a los reclamantes nacionales se les
había pagado con títulos de la deuda consolidada representativos
ác] 5 Sf de los créditos reconocidos, y que en cambio a los subdi-
tos de Francia e Inglaterra se les iba a abonar sus reclamos con
títulos de una deuda internacional prestigiosa.
Contestó el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores doc-
20-V
306 HISTORIA DEL UBUGUAY
tor Acevedo que el Poder Ejecutivo aprobaba enteramente el proce-
der de sus Comisarios, pero que estaría dispuesto a faciUtar una
inteligencia entre las dos bases establecidas, anticipando «que no
llegaría nunca, fueran cuales fueren las circunstancias que sobre-
vinieren, a la cifra señalada por el Comisario francés» (adviértase
que el Comisario francés actuaba accidentalmente a nombre del
Gobierno Británico por fallecimiento del respectivo Comisario).
El debate diploiiiátiro.
Transcurrieron algunos meses absorbidos por el cambio de co-
municaciones entre las Legaciones y sus respectivas cancillerías,
hasta que en octubre de 1860 comunicaron finalmente los diplomá-
ticos franco-ingleses que la Inglaterra y la Francia habían fijado
de común acuerdo en cinco millones de pesos «el importe de las in-
demnizaciones debidas a sus nacionales por perjuicios causados
por la guerra», y que además habían resuelto que fuera rechazado
todo arreglo que no garantizara «de manera segura la amortiza,
ción del capital y el pago regular de los intereses a la moderada
razón del 6 S^ anual».
La convención de 1857 — replicó el Ministro doctor Acevedc —
dejó establecido que por un acuerdo especial se fijaría el modo
de amortizar la deuda, y entonces el contenido de la nota sólo pue-
de tomarse como la expresión de un deseo de llegar al ajuste res-
pectivo, deseo de que también participa el Gobierno, pero sin acep-
tar «ni la suma de 5 millones, ni el interés del 6 ''/r anual, limi-
tándose a enunciar su convicción íntima de que se encontrará un
medio que concille todos los intereses legítimos».
Concretando luego bases para el arreglo proponía la cancillería
oriental la creación de una deuda de 4 millones de pesos, con 3 %
de interés y una amortización a la puja que empezaría a hacerse
efectiva a los 10 años con cuotas progresivas del 3 al 5 '^r. En
los 4 millones quedaría incluido el crédito Weill por inejecución
de contratos durante el sitio. El servicio de intereses y amortiza-
ción quedaría garantido r<i"r las rentas generales en la forma más
amplia.
Al enterarse de esa proposición expresaron los Ministros de
Francia e Inglaterra que recabarían instrucciones de sus respec-
tivos Gobiernos, anticipando empero su opinión contraria a la in-
clusión del crédito Weill, ya reconocido. Agregaban que las últi-
(jobiek.no de bekku 307
mas comunicaciones oficiales de Europa no dejaban «duda alguna
de la incontrastable determinación de los dos Gobiernos de llegar
por todos los medios a un resultado práctico y conforme a sus le-
gítimas pretensiones».
Era esa una frase qu-e no podía aceptarse en silencio. «El in-
frascripto— contestó el .Ministro de Relaciones Exteriores — lamen-
ta el tono que SS. SS. se han creído en el caso de emplear dirigién-
dose al Gobierno de una nación soberana. Ante Dios y la razón uni-
versal no tiene mayores derechos la nación más fuerte del mundo
que la más débil de todas».
Ocurre un incidente en medio del debate diplonuitico.
Desde el comienzo de estas disidencias surgió la idea de enviar
a Europa un Ministro que arreglara directamente con las canci-
llerías de Francia e Inglaterra. Eran tan monstruosas las exigen-
cias de las Legaciones, que se conceptuaba imposible que hubiera
en las cortes europeas estadista alguno capaz de asumir su defensa.
Al formularse el proyecto de presupuesto para 1800.61 fué incluida,
en consecuencia, la planilla de una misión europea.
Pero apenas publicado el presupuesto, las Legaciones de Francia
e Inglaterra pasaron una nota en la que anunciaban que por comu-
nicaciones anteriores sabían que los respecti\Hos Gobiernos no en-
trarían en discusión con el diplomático del Uruguay acerca de los
asuntos confiados a la Comisión mixta. Y ahora menos que antes —
agregaban — dada la conducta del Gobierno Oriental con la Comisión
mixta.
Al contestar esa nota creyó necesario nuestrio Ministro de Re-
laciones Exteriores referirse así a los antecedentes de la conven-
ción sobre perjuicios de guerra:
«S. S. sabe que no es un principio generalmente recibido en el
derecho de gentes la obligación que tenga una nación de recono-
cer los perjuie4<JS ocasionados ptor la guerra que venga a asolar esa
misma nación. Sabe sin embargo que la República Oriental del
Uruguay por la ley de 25 de julio de 1853 reconoció espontánea-
mente como deuda nacional los perjuicios ocasionados por la gue-
rra, señalando términbs fuera de los cuales quedarían prescriptas
todas las reclamaciones. Sabe asimismo que transcurridos esos
términos, se solicitó y obtuvo por parte de la Inglaterra y de la
Francia merced a circunstancias especiales que se abriese nueva-
30S HISTOIUA DEL L'UUGUAY
mente la puerta a las reclamaciones y que se señalase para los re-
clamantes Ingleses y franceses una- nueva forma de liquidación y
pago».
La liquidación de la deuda — agregaba — no ha seguido con más
actividad por efecto del difícil estado del país, hecht) no impu-
table al Gobierno que ha procedido y procede a allanarle el cami-
no a la Comisión mixta.
«En esta situación — concluía el Ministro — se recibe la nota de
S. S. y para contestarla se hace indespensable que S. S. determine
más explícitamente lo que entiende por resolución del Gobierno
Británico de declinar el entrar en discusión ct)n el representan-
te del Uruguay. Si esa declaración fuese tan general y absoluta,
como no es de creerse, el Gobierno de la República se vería indu-
cido, muy a su pesar, a no reconocer ni justicia ni conveniencia en
mantener con S. S. relaciones que no le sería permitido tener a sus
representantes con el Gobierno Británico».
Reprodujo entonces la Legación de Inglaterra las instrucciones que
había recibido de su Gobierno con m.otivo de una anunciada misión
a cargo de don Andrés Lamas. Decía en ella la cancillería inglesa
que no estaba dispuesta a discutir directamente los reclamos some-
tidos al fallo de la Comisión mixta por una convención especial; pe-
ro ^que atendería a nuestro enviado acerca de otras gestiones, aun-
que anticipando que las demoras pendientes impedirían prestar la
atención necesaria a esas otras gestiones.
La Legación de Francia contestó también que aunque su Gobier-
no no desconocía el derecho de la República de enviar embajadas,
ya la Legación había comunicado verbalmente al gobierno de Pe-
reira las mismas instrucciones que de nuevo daban margen al in-
cidente.
«Si S. S. — contestó la cancillería oriental al Ministro de Francia
cerrando el debate — se hubiera limitado a la declaración de que la
Francia recontoce los derechos que corresponden a la República
en su calidad de Estado soberano e independiente, nada hubiera te-
nido que objetar el abajo firmado a la resolución del Gobierno Fran-
cés de no oir proposición alguna tendiente a eludir, demorar o
aplazar el cumplimiento de la convención de 1857. Ni el Gobierno
haría semejante proposición, ni podría considerar, caso de hacer-
la, su rechaz.0 como un agravio.»
UOWLnNO DE I{EI;Kü 309
Se reanuda el estudio del arreglo de la deuda.
En marzo de 1S61 anunciai'on finalmente los Ministros Lettson
y Maillefer, que sus Gobiernos aceptaban la reducción de la deuda
a 4 millones, pero modificando el servicio en esta forma: el inte,
res seria del f) ^'q*, la amortización empezaría desde el primer año
con el 1 % y aumentaría progresivamente hasta el 5 % en los lí'-
timos diez años; se apartaría el producto de una renta determi.
nada; el crédito Weill quedaría excluido de la deuda.
La nota era de franca conciliación y al contestarla expresó la
cancillería oriental que el Gobierno estaba pronto a conceder una
renta siempre que se allanara el obstáculo resultante del tratado
de préstamos con el Brasil; que mantenía la tasa del 3 "^/r de intei'és
única que podía cumplir la República; y en cuanto al crédito Weill,
de origen análogo a los otros, que se llegaría con toda seguridad
a una inteligencia a su respecto.
Bajo esas impresiones más tranquilizadoras empezaron las confe-
rencias en el Ministerio de Relaciones Exteriores, aunque sin arri-
barse a ninguna fórmula conciliatoria por la insistencia de los
diplomáticos extranjeros en el mantenimiento de las bases presen-
tadas.
Dos puntos de divergencia han resultado — decía el ..loctor .vce-
vedo al resumir esas conferencias — :1a afectación de una renta es-
pecial en garantía y el quantum del interés. Respecto de lo prime-
ro, el Gobierno «en su vivo deseo de llegar a un avenimiento, ven-
ce la repugnancia nue le inspira la afectación esp3'7ial de rf-ntas
en los mismos momentos que hace todos sus esfuerzos para desem-
peñar las que todavía existen gravadas». Pero como por el tratado
de préstamos de 1851 la renta aduanera debe ser afectada en primer
término al Brasil, procede la siguiente fórmula: «Queda afectada
la renta de Aduana sin perjuicio de los derechos que resulten .en
virtud de los tratados anteriores». Respecto del interés, el Gobier-
no «dejando a un lado la cuestión de justicia, ha hecho cuestión de
imposibilidad». Si se destinan 2 millones de pesos al servicio de
las diversas deudas, ¿cómo podría sostenerse una nación cuyas ren-
tas no pasan de 3 millones? Ante la declaración de los Mini.stros
d« que son irreductibles sus instrucciones, debe el Gobierno «optar
entre una colisión con Inglaterra y Francia o la acepti'-ión de un
compromiso que excede las fuerzas del país y sabe no podrá cum-
plir». Y opta por el segundo medio.
310 IIISTOniA DEL Ur.UGLAV
Contestaron los Ministros que ellos no podían aceptar ¡a forma
condicional dada a la garantía de la renta aduanera, y en cuanto
a los términos relativos a la tasa del interés, «que arrojando la
odiosidad sobre los procedimientos de los Gobiernos de Francia
e Inglaterra que han dado prueba de longanimidad sin ijemplo,
parecen calculadas de una manera a provocar antes el rechazo que
la sanción de la conTención por la Asamblea».
Insistió nuestra cancillería en que se trataba de dos hechos: la
existencia de una afectación anterior de las rentas y la escasez de
los recursos financieros.
Y replicaron los Ministros que eran «restricciones inaceptabl'^s
y desatentas», y^ que si el Gobierno tenía la intención de conclu'r
el arreglo, debía limitarse «a decir sin comentarios» que la ren*'
aduanera quedaba afectada y que la deuda gozaría del 5 f/r de
interés anual.
«El infrascripto — contestó el doctor Acevedo cerrando el debate —
ha tenido por desgracia más de una vez la ocasión de lamentar el to-
no que Su Señoría se cree en el caso de emplear al dirigirse a una
nación independiente... El Gobierno de la Repiiblica no ha dadi;
a nadie el derecho de poner en duda su lealtad, ni le reconoce h
nadie el derecho de dictar las condiciones para un arreglo».
H-ubo luego un paréntesis de silencio, porque las Legaciones re-
solvieron pedir instrucciones a Europa.
Al reabrirse el debate los diplomáticos extranjeros se limitaron a
decir que las nuevas instrucciones les ordenaban «pedir inmediata-
mente la adopción pura y simple» de la fórmula que ellos habían;
presentado.
Ya el gobierno de Berro había destituido a su primer ministerio
y el doctor Arrascaeta que desempeñaba la cartera de Relaciones
Exteriores pidió una conferencia que los diplomáticos no rehusaron
aunque «previniendo que les estaba prohibido aceptar nuevas dis-
cusiones».
Como pasaran unos días sin que se señalara la audiencia ofrecida
los Ministros recabaron explicaciones, y entonces contestó el doctor
Arrascaeta que el Gobierno no podía concebir «una conferencia sin
discusión de los puntos cuya resolución se buscaba en ella», v
en cuanto a la fórmula del arreglo que rechfízado todo debate y
no pudiendo «oponerse con éxito como en otro caso lo haría a la
insinuación que en nombre de la Francia y la Inglaterra se le diri-
gía, estaba pronto a firmar la aceptación pura y simple».
Habían triunfado los Ministros de Francia e Inglaterra con su
COÜIKÜNO Ui: üEIilJO 311
amenaza de recurrir a los cañones de sus buques. Pero no estaban
satisfechos todavía. Querían que el monto de la deuda fuera ratifi-
cado por la Comisión mixta, a pesar de que la Comisión mixta no
podía fallar porque entre sus miembros había empate y porque el
asunto había salido ya de su jurisdicción para ser tratado de go.
bierno a gobierno. Contestó el doctor Arrascaeta que el Gol)ierno
Oriental no podía imponer a sus Comisarios la cifra de 4 millo-
nes, en vez de la de 3 que ellos habían fijado, pero que se podía
proceder al sorteo del quinto arbitro de acuerdo con la conven-
ción. Era esa una solución, pero como las Legaciones estaban
dispuestas a mantenerse en el terreno de las medidas coercitivas,
rechazaron la designación del arbitro llamado a dirimir el em-
pate, a título de que «no había razón ni lógica para librar a la
casualidad la solución de una negociación que había dado lugar a
tantos debates.»
Volvió, pues, a quedar interrumpido el cambio de notas hasta
febrero de 1862 en que las Legaciones, luego de recibir nuevas
instrucciones de Londres y París, presentaron la siguiente fór-
mula «en calidad de ultimátum que el Gobierno Oriental tendría
que aceptar o rechazar sin condición alguna en un plazo que ex-
piraría el 10 de marzo»:
La Comisión mixta se reunirá para establecer en forma solemne
la suma de 4 millones de pesos. Esa suma gozará del 5 Ve de
interés y se amortizará en un período de 30 años divididos en
seis quinquenios, subiendo la amortización gradualmente desde oí
1 '' > en el primero hasta el 5 9r en los dos últimos, El servicio
estará garantido por las rentas generales y será extraído men-
sualmente de la Aduana.
El ultiinátuin ante el Cuerpo L/Cgíslativo.
El gobierno de Berro que no podía obligar a sus delegados de
la ComisióEt*Tíiixta a votar una suma mayor que la que ellos
habían reconocido, resolvió dirigirse al Cuerpo Legistlativo para
dar cuenta del ultimátum y provocar la sanción de una ley que
reconociera los cuatro millones ya aceptados en el curso de los
debates diplomáticos.
Examinando el asunto decía la Comisión informante de la Cá-
mara de Diputados:
La ley de 1854 que consolidó la deuda nacional declaró pres-
criptos todos los créditos que no fueran presentados dentro de los
312 HISTOIUA DEL URUGUAY
plazos que ella establecía. Ninguna duda podía caber a este res-
pecto: la deuda no presentada quedaba prescripta. La ley de 1855
excluyó sin embargo de la prescripción a los acreedores hipote-
carios que no se hubieran presentado. Dos años después establecía
el Poder Ejecutivo con las Legaciones de Francia e Inglaterra un
procedimiento especial para los reclamos franco-ingleses y la
Asamblea aprobaba sus bases. La Comisión mixta que ese acuerdo
establecía empezó a funcionar. Pero eran tantos los tropiezos
«que diariamente se tocaban por los Comisarios orientales que
sólo se pronunció la Comisión sobre el mérito de un solo expe-
diente». Los Comisarios orientales dieron cuenta al ministerio del
desacuerdo existente y el asunto volvió entonces a ser tratado
directamente entre las Legaciones y el Poder Ejecutivo, que son
los llamados a solucionarlo, porque ya no puede revivir la Comi-
sión mixta como lo pretenden las Legaciones.
Abierta la discusión en la Cámara historió así sus antecedentes
el miembro informante doctor Carreras:
Tuvo una razón justificada la ley de perjuicios de guerra:
evitar el reconocimiento de los reclamos exorbitantes que sur-
gían a raíz de la terminación de la lucha. Sus males provienen
de los reglamentos dictados por el Poder Ejecutivo que no cerraron
eficazmente la puerta a la codicia y al abuso. Vino luego una ley
de consolidación que como las anteriores equiparó a todos los re-
clamantes. Pero la ley de 1855 abrió de nuevo la puerta a !a
arbitrariedad, declarando que no estaban comprendidos en la con-
solidación los acreedores hipotecarios que eran todos extranjeros.
Como resultado de la convención de 1857, exigida por las Lega-
ciones de Francia e Inglaterra al gobierno de Pereira a mérito
de una promesa del gobierno de Plores, empezó a funcionar más
adelante la Comisión mixta. Los Comisarios extranjeros preten-
dían llevarse todo por delante, empezando por la prueba de .los
veciamos. A título de que la convención no lo prohibía, exigían
que se admitiese como testigos a otros reclamantes que tenían
naturalmente interés en que prevalecieran todas las exigencias.
Los Comisario's orientales se negaban a admitir tales testigos y
eso dio por resultado que el asunto se plantease de otro modo:
mediante la fijación de una cantidad global para el conjunto de
las reclamaciones. Los Comisarios orientales propusieron tres mi-
llones y los franco-ingleses 5 millones. No era posible convocar al
quinto arbitro, porque la convención sólo autorizaba su convoca-
toria «en los casos de justificación o declaración especial en de-
c;oi)iEi;.\-o UF. nEuro 313
talle». El Gobierno ofreció entonces 4 millones, cifra que aceptaron
l3S Legaciones pero con la exigencia de que fuera la Comisión mix-
ta la encargada de ratificarla. Tal es el conflicto y para hacerlo
desaparecer bastaría una ley ratificatoria de la Asamblea bajo la
expresa advertencia de que no pueda esa ley ser invocada como
precedente.
La ley de 1853 es constitucional, — agregó el doctor Carreras con-
testando a otros oradores; — la Constitución prohibe ocupar la pro-
piedad privada sin previa indemnización, aparte de que había que
evitar los grandes reclamos de los extranjeros. Fué votada canóni-
camente en las dos Cámaras porque todos estaban de acuerdo en su
necesidad. Si ha dado lugar a abusos es por efecto de la confu-
sión de los actos de expropiación con los perjuicios y desgracias
de la guerra y asimismo por no haber sido castigados los auto-
res de los fraudes.
También en el Senado fué unánime la opinión de que la Comi-
sión mixta no podía volver a funcionar después de resueltos los
Gobiernos europeos a tratar directamente el asunto para que
aquélla había sido instituida.
El senador Vázquez, que había formado parte de la Comisión
mixta, formuló acusaciones muy graves contra los Comisarios
franco-ingleses.
Llegaron a formarse — dijo — 700 expedientes en general del
tipo de uno en que el reclamante exigía el precio de 700 vacunos
y 8,000 ovinos que poblaban una chacra que según su propia con-
fesión tenía treinta cuadras, lo cual no obstó para que su reclamo
de veinte mil pesos fuera aceptado como bueno por los Comisarios
franco-ingleses. Para justificar el reclamo de un inglés, bastaba el
testimonio de cuatro ingleses, y para justificar el reclamo de un
francés, el de cuatro franceses, compareciendo como testigos de
cada expediente los que actuaban como reclamantes en los demás.
Se ai'i'iba a*tília convención tliploniática que pone térnü3it> al con-
flicto.
Después de largos debates fué votada la ley que autorizaba al
Peder Ejecutivo para reconocer hasta la suma de cuatro millones
como monto de las reclamaciones franco-inglesas. El servicio de la
nueva deuda sería materia de una convención especial que el Po-
der Ejecutivo sometería oportunamente a la Asamblea.
Y en el acto quedó ajustada la convención de acuerdo con las
314 HISTORIA DEL URUGUAY
exigencias de los Ministros de Francia e Inglaterra. Los cuatro
millones de pesos serían entregados a las Legaciones para que
ellas los repartieran entre los interesados. Los títulos gozarían
del 5 % de interés anual y serían amortizados en un período de
30 años divididos en seis quinquenios abonándose por concepto
de amortización el 1 % en el primer quinquenio, el 2 Se en el
segundo y así sucesivamente hasta el 5 9^ en los dos últimos. El
importe del servicio de intereses y amortización se apartaría men-
eualmente de la caja recaudadora de los impuestos de papel se-
llado y patentes de giro. La cantidad apartada se depositaría en
un banco de plaza que daría un recibo por duplicado a las Le-
gaciones, pero el Gobierno respondería del depósito hasta la efec-
tiA-a realización de los pagos. La amortización se haría mediante
propuestas presentadas al banco depositario del servicio, pudiendo
asistir al acto los Ministros o agentes de Francia e Inglaterra y
obigatoriamente el Fiscal de Gobierno.
Su tramitación parlamentaria dio lugar a nuevos y ardientes
debates.
«Al examinar dicha convención — deoia la Comisión de Ha-
cienda de la Cámara de Diputados — la Comisión encuentra que
ella es la continuación, el complemento del sistema de exigencias
desmedidas presentadas por les agentes de Francia e Inglaterra
en el curso de este desgraciado negocio, cuyo acto más atentato-
rio de la dignidad nacional fué el inmerecido ultimátum del 22
de febrero del corriente año.»
«Se ha dicho — agregó el diputado don í'edro Díaz — al san-
cionarse los cuatro millones, que la Nación era robada por los
extranjeros y que ese robo dependía de los primitivos arreglos
hechos por las administraciones anteriores. Pero nosotros agranda-
mos cp'^a vez más ese robo y además de los cuatro millones que
hemos sancionado sin deberlos porque las fuerzas y las bayonetas
han venido a imponerlo, vamos a regalarles también a esos se-
ñores los intereses de una deuda imaginaria como esa que es un
robo a la Nación.»
«Hemos aceptado — dijo don Justo Corta — eso que no debía-
mos por la fuerza, temiendo perder más en un conflicto en que
indudablemente más perderíamos, y aceptándolo debemos aceptar
•US consecuencias y una de ellas es ésta: ¿Tenemos nosotros la
libertad de optar por otra cosa? Sólo llegando a la guerra. Pero
yo creo que razonablemente ninguno querría llegar a la guerra.»
El Ministro de Hacienda don Antonio María Pérez entró en
co;ai:r\o de kerko 315
algunos pormenores de la negociación, luego de referirse «a las
exorbitantes pretensiones de los agentes extranjeros fundadas en
las instrucciones que tenían de sus respectivos Gobiernos». Los
agentes exigían la afectación de la renta aduanera, pero como ya.
estaba hipotecada al Brasil optaron por la de patentes y papel
sellado. Hicieron luego incapié en que los productos de la renta
«fueran enti'egados a ellos» y sólo «al fin de mucho trabajo se pudo
reducir a los agentes a que esas cantidades fueran a un banco
que eligiese el Poder Ejecutivo». Se consiguió también que la
amortización de la deuda fuera hecha a propuestas cerradas. Exi-
gían una cláusula que estableciera que los Ministros diplomátiirop
o sus agentes deberían asistir a la apertura de las propuestas,
contentándose al fin con la frase «pudiendo asistir».
Concluida la explicación ministerial, manifestó uno de los "ora-
dores, refiriéndose al cambio de gabinete ocurrido en 1861:
«Hizo mucha sensación entre los miembros del Cuerpo Legisla-
tivo y en el país entero la noticia de la cesación de aquel minis-
terio y de cierto parece que se previese t'odo lo que había ds venir
de aquel acto... Si el doctor Acevedo hubiese estado en el minis-
terio, con la inteligencia que es preciso reconocerle y con la ener-
gía que le acompaña hubiera concluido este negocio sin los incon-
venientes que él tiene y sin los agravios que infiere a la dignidad
nacional y a los intereses del país».
La convención de 1857, dijo en seguida el doctor Vázquez Sagas-
tume, colocó a los reclamantes franco-ingleses en condiciones infi-
nitamente superiores a las de los orientales. Pero al menos mante-
nía el principio de que sólo las reclamaciones justificadas entrarían
a formar parte de la deuda nacional de acuerdo con la ley de per-
juicios de guerra de 1853. Desde las primeras reuniones resultó
sin embargo que no podían ponerse de acuerdo los Comisarios na-
cionales con los extranjeros, porque para éstos todas las reclama-
ciones eran legítimas. Uno de ellos llegó a declarar «que los súb.
ditos de aii--nación no mentían jamás y que para probar la verdad
de la palabra de cualquiera de ellos y en cualquier circunstancia
estaban los cañones de su nación». Eso trajo la renuncia de los
Comisarios orientales y luego la negociación directa entre nues-
tro Gobierno y los Gobiernos de Francia e Inglaterra sobre recono-
cimienlío de los cuatro millones, falseándose así el principio de la
previa justificacrSn de las reclamaciones.
Para el doctor Vázquez Sagastume era vejatoria la cláusula que
obligaba a entregar los bonos de la deuda a las Legaciones y tam-
31 G IIISTOr.IA DEL UiíUGUAY
bien lo era la que obligaba al Gobierno a depositar el dinero del
servicio en un banco bajo su directa responsabilidad y riesgo.
La convención quedó sin embargo aprobada por la Asamblea y
entonces los Ministros de Francia e Inglaterra entregaron respec-
tivamente 714,771 pesos y 465,291 en bonos de la deuda de 1854
percibidos por algunos de los reclamantes, recibiendo en cambio
los 4 millones de pesos equivalentes a 3.200,000 de la nueva ley
monetaria, de cuya distribución quedaban encargados.
¿Eran temores exagerados los que inspiraban los cañones ingle-
ses y franceses?
ASÍ concluyó este incidente diplomático tan poco edificante pa-
ra los Gobiernos de Francia e Inglaterra que abusando de un acto
de sin igual desprendimiento de la Asamblea uruguaya al recíonocer
los perjuicios de la Guerra Grande, consiguieron arrancar bajo la
presión de los cañones una suma varias veces millonaria como re-
mate de expedientes que si algo probaban eran los fraudes escan-
dalosos que habían amparado las Legaciones.
¿Podían reputarse exagerados tos temores que habían inspirado
al Gobierno y al Cuerpo Legislativo la aceptación de las condicio-
nes impuestas por las Legaciones?
En los mismos momentos en que la Francia y la Inglaterra di-
rigían su ultimátum al gobierno de Berro, publicaba la prensa del
Río de la Plata el manifiesto de Juárez, Presidente de Méjico,
anunciando que los franceses y los ingleses acababan de declarar
la guerra a su país y que la fortaleza de Vera Cruz ya estaba ba-
jo el dominio de los asaltantes europeos.
Esa coincidencia de situaciones determinó sin duda el movimien-
to de protesta que un año y medio después provocó en Montevideo
la toma de Puebla, el heroico baluarte mejicano.
«Americanos y extranjeros — decía el grupo de orientales ini-
ciador de la protesta — no puede haber ningún habitante de Amé-
rica, a no ser los que viajan en ella por lujo, que pueda ser indi-
ferente a su destino, que no sea un decidido defensor de su liber-
tad y que no convenga con n'osotros en que el interés positivo, ya
que no la nobleza de gratitud o de patriotismo, debe empujarnos
a todos a un mismo resultado, esto es, a la prosperidad y engran-
decimiento de la América emancipada en todo menos en las tra-
diciones de la civilización de la Euf»opa que ya hicimos nuestras
GOr-Ii:iJ.\0 DE BEItKO 317
en el mismo hecho de repudiar el coloniaje y en establecer la ba.
se de la ciencia económica al abrir nuestros puertos al comercio
libre y al inscribir en nuestro código la doctrina de sus pensado-
res. Y esto decimos en verdad porque no hay forma posible del pre-
dominio protectoral o tutelaje europeo que no se encuentre en el
retroceso a la colonia que tanto quiere decir como sacrificio indi-
vidual o colectivo, ruina Industrial y mercantil, aparejando una
nueva lucha de emancipación, desenlace preciso de todas las colo-
nizaciones metro polit:\nas*.
Bajo la impresión de los abusos conietlclos deroga la Asamblea
la ley de perjuicios de guerra.
Dos leyes importantes dictó la Asamblea de 1862, a raíz de estos
abusos de las grandes potencias europeas.
Por una de ellas derogó la ley de perjuicios de guerra de 1853.
Y por otra estableció que la República no se reconocía obligada
a indemnizar los daños que pudieron sufrir las propiedades parti-
culares por casos fortuitos de guerra exterior o interior. Sólo
cuando la autoridad nacional hiciera uso de la propiedad parti-
cular con destino al servicio público serían indemiiizables los da-
ños sufridos, previa justificación del hecho ante los Tribunales.
Los simples perjuicios resultantes de causas ocasionales no se-
rían indemnizables, ni aún en esos mismos casos.
Fundando su voto favorable a esta segunda ley, dijo el doctor
Vázquez Sagastume que se trataba de un principio de derecho
internacional reconocido por todas las naciones, y para demos-
trarlo invocó la historia de España, de Francia e Inglaterra con
sus cas.os de saqueos y de incendios durante la guerra, juzgados
como calamidades análogas a las de un terremoto o de una llu-
via de fuego de las que nadie podía considerarse responsable.
Y refiriéndose a la primera decía el doctor Arrascaeta en su
Memoria.-'íninisterial de 1861:
«Los extranjeros al establecerse en una nación contraen la obli-
gación tácita de someterse a la jurisdicción y a las leyes del país
que voluntariamente y por su propia conveniencia eligen para
su residencia, no pudiendo esperar, por carecer de derecho para
ello, mayor protección que aquella que la nación que los admite
dispensa a sus mismos ciudadanos... Sólo por una condescenden-
cia que no habrá de repetirse, debida únicamente a las circuns-
318 HISTORIA DEL UliUCÜAV
tancias notorias en que se ha encontrado el país, pudo consentir
en liacer a favor de las dos naciones una excepción a esa regla».
Otras dos leyes votó también la Asamblea en salvaguardia de
los intereses nacionales tan crudamente heridos por las potencias
europeas. Derogó la facultad concedida al Poder Ejecutivo para
celebrar arreglos diplomáticos sobre perjuicios de guerra y esta-
bleció que las convenciones y contratos de cualquier naturaleza
que el Poder Ejecutivo celebrase con las potencias extranjeras, de-
berían someterse a la resolución del Cuerpo Legislativo.
Ldga americana conti*a los avances eui'opeos.
Otra iniciativa de resonancia provocaron los avances de la di-
plomacia franco-inglesa: el proyecto presentado por don Justo
Corta a principios de 1862 a la Cámara de Diputados de que
formaba parte, autorizando al Poder Ejecutivo para negociar con
la Argentina y el Paraguay tratados de alianza ofensiva y defen-
siva para garantizarse contra cualquiera agresión extraña, sobre
las bases ya aceptadas por Chile y Perú. Una vez hecha es.i
alianza, se invitaría a todas las demás repúblicas americanas a
incorporarse a ella.
El^ Presidente de Méjico propuso al año siguiente la celebración
de un congreso en Panamá, destinado a reunir a Los representantes
de todo el continente americano contra la acción de Francia y
otras potencias europeas.
Se trata en realidad — decía uno de los diarios de la época —
de reproducir un pensamiento que ya fué discutido en Norte Amé-
rica bajo la presidencia de Adams en 1825. Ante la noticia ame-
nazante de que la Santa Alianza ayudaría a España a reconquis-
tar sus colonias, los Ministros de Méjico, Colombia y Centro Amé-
rica invitaron en 1825 al Gobierno de los Estados Unidos a enviar
representantes a un congreso que se reuniría en Panamá. Se desea-
ba formar una Liga contra las agresiones europeas y se esperaba
que concurrii'ían los demás países americanos. El Presidente Adams
pasó el asunto al Congreso. La Comisión de Negocios Extranje-
ros dictaminó en contra y hubo en torno de ese informe grandes
debates. Figuraba en el programa de las invitaciones el reconoci-
miento de la independencia de Haití; y la cuestión de razas es^
taba sobre el tapete. Si se admitía un plenipotenciario negro, se
daría la razón a sus hermanos de los Estados Unidos. Llegado kI
momento de la votación, hubo una débil mayoría en contra del
GORIEnXO DE RERRO 319
dictamen y en consecuencia fueron nombrados los delegados nor-
americanos. Pero uno de ellos murió en el viaje y el otro no llegó
a tiempo. El congreso se reunió, asimismo, en Panamá, en 1826,
con asistencia de los delegados de Perú, Méjico, Centro América
y Colombia, arribándose a un tratado de amistad y a un programa
de reuniones periódicas que no alcanzó a cumplirse por efecto de
las revoluciones ocurridas en los países contratantes.
La Asamblea rechaza el pi'oyecto <le creación de una Coniisióti
mixta para el arreglo de los reclamos del Brasil.
No contento el gobierno de Pereira según hemos tenido oportu-
nidad de demostrarlo, con acordar el establecimiento de la Comi-
sión mixta prometida por Plores a la Inglaterra y a la Fran-
cia, suscribió otro convenio igual con la Legación del Brasil que
felizmente marchó con más parsimonia dando tiempo a que se uní.
formaran las opiniones en contra de todo lo que significaba arran-
car los reclamos de guerra a la jurisdicción natural de nuestras le-
yes y de nuestros Tribunales.
Cuando la Legación Imperial trató en 1860 de apurar el trámite
de la ley, ya los Ministros de Francia y de Inglaterra estaban dan-
do la medida de todos los escándalos que podían consumarse a
la sombra de las comisiones mixtas y la Cámara de Senadores re-
chazó en consecuencia el convenio, evitando así al país nuevas y
abrumadoras deudas y quizá incidentes de más honda rcpercus'ón
que los que acababan de producirse.
El monto de la deuda.
Véase cómo computaba el Ministro de Hacienda las deudas exis-
tentes en 1861:
Deudas externas (brasileña $ 3. 11 7,900,
^^ francesa 1.019,100, inglesa 340,900). . $ 4.477,941
Deudas internas (fundada, interna, etc.) 6.757,265
Deudas arregladas (con derecho a entrar
en la fundada) 9.230,280
Deudas arregladas (con derecho a entrar
en la interna) 450,866
Deudas por arreglar 4.807.709
Diversos créditos 1.022,324
$ 26.746,385
3-20
HISTORIA DEL URUGUAY
Entre las deudas por arreglar figuraban las reclamaciones fran.
co-inglesas, todavía en discusión, y - entre las deudas arregladas
8.642,956 pesos de bonos de la consolidada que debían entrar en la
deuda fundada.
«Todo el monto de la deuda se puede decir a ciencia cierta es de-
bido a nuestros extravíos pasados, que nos servirán de Ifíción pa-
ra que deponiendo en aras de la patria toda mala aspi'-uc ion tra-
bajemos todos por el mantenimiento de la paz».
'j al era el comentario que el cuadro que acabamos de extractar
sugería al Ministro de Hacienda.
Un año después la Contaduría General computaba kis 'leudas ex-
ternas, las internas, las deudas arregladas, la hipotecaria, la deuda
por arreglar y los créditos pendientes de resolución legislativa,
en 24.829,456 pesos de la antigua moneda, equivalentes a 19.863,564
de la nueva ley, debiéndose el descenso al canje que proseguía y a
la amortización que se cumplía con toda estrictez.
Desde diciembre de 1860 hasta diciembrR de 1861 entregó la Te.
sorería Naci'onal al Banco Mauá 548,652 pesos por concepto de
adicionales de Aduana afectados al servicio de la deuda fundada, re-
teniendo después de cubierto el servicio y de pagada la comisión
del 2 V2 % al banco, un saldo sobrante de 73,187 pesos por haber
producido la renta 621,839 pesos.
Esa misma renta produjo 511,211 pesos en 1862, de los que ab-
sorbió la deuda fundada 406,702 pesos, quedando a la Tesorería
un saldo sobrante de 104,508.
Iaí deuda ciixmlante con sea-vicio efectivo.
La Oficina de Crédito Público señala así en sus cuadros recapi-
tulativos el movimiento de la deuda emitida en el quinquenio
1860-1864:
ANOS
Emisión
anual
Emisión
progresiva
Extinción
anual
Monto
circulante
1860 .
1861 .
1862 .
1863 .
1864 .
2.726.880
686.880
98,880
29,760
9.604,760
2.726.880
3.413,760
3.512,640
3.f)42.400
13.147,160
379,200
291,360
348.000
486,360
2.726,880
3.034. iS60
2.842.000
2.r)23.840
11.642,240
GOBIERNO DE BEHiRO 321
Abarcan estas cifras la deuda fundada 1." serie, la interna 1." se-
rie, la franco-inglesa y el empréstito montevideano-europeo procer
dente de la conversión de la deuda interna en deuda externa au-
torizada por el contrato con el Banco Mauá.
Es desde 1860 que aíranca la organización de nuestro crédito
público mediante el pago regular de los intereses y de la amortiza-
ción y el canje de títulos que se arrastraban por el suelo a fuer-
za de no tener cotización, por valores efectivos cuya posesión se
disputaban los colocadores de dinero.
Tan prestigioso resultó ese punto de arranque que el Ministro
Maillefer, no obstante su acritud con el gobierno de Berro en los
incidentes relativos a la deuda por perjuicios de guerra, se creyó
obligado al terminar el mandato de aquel magistrado a rendir,
pleito homenaje a su admirable conducta en materia de buena y
exacta aplicación de los dineros públicos.
Acusando recibo de la comunicación relativa a la trasmisión
del mando en marzo de 1864, decía a nuestra cancillería:
«Me he apresurado a llevar al conocimiento del gobierno del Em-
perador aquella despedida del sentido magistrado que a pesar de
los rigores de los tiempos ha llenado tan concienzudamente sus
compromisos para con la Francia».
Y contestando en esos mismos días a varios centenares de resi-
dentes franceses que le agradecían su intervención en el asunto
de la deuda, agregaba el Ministro Maillefer:
«Han comprendido esos dignos franceses que mi particular soli-
citud hacia nuestros reclamantes debía concillarse no solamente
con los intereses de la colonia entera sino aún con las justas con-
sideraciones que merece esta segunda patria de tantas familias
francesas que después de haberles abierto el camino del bienestar,
después de haber lealmente aceptado sus obligaciones diplomáti-
cas indemnizándolas en cuanto posible era de sus pérdidas y sufri-
mientos inmerecidos, continúa cumpliendo sus compromisos pecu-
niarios hacia nosotros en medio de los embarazos y de las eroga-
cionés^de una nueva guerra civil:^.
Precio (le las deudas.
He aquí según los datos recogidos por don Adolfo Vaillant el pro-
medio de amortización de las deudas públicas en el período 1859-
1864:
21 -V
322
HISTORIA DEL URUGUAY
ANOS
Fundada (6 "o)
Franco -inglesa
(5 "¡o)
1859
1860
1861
1862
1863
1864
33 Vs °/o
36 Vo
4U ' s a 43
44 1/2 a 49
70 a 80
83 a 84 •
a 60 °/o
Tales eran los precios que pagaba el Estado en sus periódicos
llamados a propuestas para hacer efectivo el servicio de amor-
tización.
De las revistas comerciales de la época extraemos estos otros
datos relativos a las cotizaciones de plaza:
Consolidados
Exigible
Fundada
Interna
Franco -in-
de 1854
glesa
i
Por 100 pesos
Por 100 pesos
Por 100 pesos
Por 100 pesos
Por 100 pesos
1860 Enero . .
12 reales
_
1861 Marzo . .
16 "
32 reales
—
—
—
» Julio
—
—
$ 41 a 43
—
" Agosto . .
16 reales
32 reales
>■ 42
—
í> Octubre
16 ..
32 ..
» 43
1863 Marzo . .
22 '.
40 '.
>. 54
$ 40
—
>> » . .
23 »
44 '.
» 56
» 41
$ 32 a 45
» Diciembre .
30 »
—
—
.. 42
» 50
Don Tomás Villalba, luego de destacar en su Memoria de Hacien-
da de 1860 la suba de la deuda fundada del 32 V2 a que se cotizaba
a principios de ese año, al 40 % a que llegó en febrero de 1861,
decía que podía aguardarse alguna valorización todavía, pero no
ya tan acentuada, dada la tasa del interés de plaza, que giraba
alrededor del 12 Ve al año.
Oréditos diversos.
Otros créditos flotantes aguardaban su consolidación y de ellos
resolvió ocuparse también el gobierno de Berro en su plan de
saneamiento financiero.
Entre esos créditos figuraba el de de los ex legionarios del sitio
de Montevideo, a quienes la Asamblea de la época había mandado
adjudicar 20 leguas de campo y 50,000 animales vacunos. En 185Q
el general Flores se presentó al Senado, solicitando con ese objeto
GOBIERNO l>E HERRÓ 323
el campo conocido por Rincón de las Gallinas, siempre que fuera de-
clarado de propiedad pública en el pleito seguido con los señores
Martínez de Haedo. Pero la Asamblea liquidó el asunto mediante
la sanción de una ley que autorizaba la entrega de 500,000 pesos
dé deuda interna a los legionarios en pago de todo lo que se les
había prometido anteriormente.
Figuraba también el crédito de don Víctor Weill, procedente
de un préstamo de 20,000 pesos al gobierno de la Defensa, con ga-
rantía de un impuesto sobre el pan de que luego echó mano el Go-
bierno, dando lugar oon ello a un pleito del que resultó una liquida-
ción a cargo del erario público por 213,700 pesos, que después subió
a 316,350 por la acumulación de nuevos intereses.
Explicando tan prodigioso crecimiento, decía el senador don Vi-
cente Vázquez en 1863 que el préstamo de Weill devengaba el 6 %
mensual, o sea el 72 9c anual, y agregaba don Manuel Herrera y
Obes, uno de los proceres de la Defensa, que él había tenido que
tomar mil pesos por un año en esa misma época, bajo la obligación
de devolver el doble al prestamista y que como su caso podían re-
petirse centenares.
Antes de que el asunto fuera a la Asamblea, el gobierno de Berro
quiso oir al Fiscal, y como la Legación de Francia se asombrar?, de
ese trámite tratándose de un crédito que ella consideraba tan sa-
grado, se vio obligado el Ministro de Relaciones Exteriores doctor
Acevedo a hacer un poco de historia.
«Se trata en el fondo señor Encargado de Negocios — le decía —
de una de las muchas explotaciones a que desgraciadamente dio
lugar la situación excepcional en que esta ciudad se encontraba en
el año 1843. Se trata de un negocio en que don Víctor Weill y
sus socios adelantando apenas una suma que no alcanzaba a cinco
mil duros hicieron un verdadero negocio de oro, ganando ingentes
capitales, y sin embargo alegando perjuicios y explotando hábilmen-
te la desorganización administrativa de entonces y sus consecuen.
cias pretenden ahora aparecer como acreedores de más de 200,000
"p^sos corrientes. El Gobierno haciendto uso del recurso que las le-
yes del país suministran aquí como en todas partes para la res-
cisión de actos tan ilegítimos como perjudiciales, excitó el celo del
Fiscal para que ocurriera a los Tribunales. Siendo este camino
tan legal como conforme a la razón no (?oncibe que se le niegue
una facultad que se le reconoce no sólo a los gobiernos, sino a los
particulares».
Figuraba también un crédito de la sucesión Lavalleja proceden-
324 HISTORIA DEL URUGUAY
te de confiscaciones consumadas bajo el gobierno de Rivera en 1832,
asunto transado en 1838 mediante la suma de 250,000 pesos paga-
dera en campos que no fueron entregados por el Gobierno, y vuelto
a transar en 1866 sobre la base de 65 leguas de campo que ubi-
caría la sucesión Lavalleja, que tampoco fué posible entregar por
efecto de la ley de 1858 que suspendió la denuncia de tierras.
La enseñanza pública. Nimiero y costo de las escuelas.
La ley de Presupuesto General de Gastos de 1860-61 asignaba
al Departamento de Montevideo 14 escuelas primarias dirigidas
por 13 maestros que devengaban 72 pesos mensuales de sueldo, y
uno que sólo recibía 54 pesos. Otros tres maestros de enseñanza
primaria figuraban en la planilla universitaria.
La ley de presupuestos departamentales asignaba a la campaña
58 escuelas primarias, distribuidas en la forma que subsigue:
Canelones 9 Cerro Larg-o 6
San José 4 Tacuarembó 3
Colonia 8 Maldonado 6
Paysandú 2 Minas 2
Soriano 6 Florida 2
Salto 8 Durazno 2
Cada escuela tenía un solo maestro y eso que varias de ellas
contaban con más de 200 alumnos.
En las 14 escuelas déla Capital había 1,188 alumnos inscriptos —
845 varones y 343 mujeres. Lo pagado por sueldos y gastos en
esas escuelas desde marzo de 1858 hasta noviembre de 1860 ascen-
día a 25,263 pesos, según la Memoria de la Junta Económico-
Administrativa correspondiente a 1860.
La Comisión organizadora de la Sección Uruguaya en la Expo-
sición internacional de 1862 fijaba así el costo de la enseñanza
pública del Departamento de Montevideo:
ANOS
Útiles
Alquileres
Sueldos
1859 $ 1.920 $ 2.340 I S 6.121
1860 1 3,051 I 2,676 ¡ 7,666
GOBIERNO DE HEKRO 325
En 1862 fueron creadas 4 escuelas más, subiendo entonces a 19
(13 de varones y 6 de niñas) el número de las que funcionaban en
la Capital. Véase cómo estaban distribuidas:
En la ciudad, 4; en el Cordón, 2; en las Tres Cruces, 1; en la
Unión, 2; en Maroñas, 1; en el Paso de las Duranas, 1; en el Paso
del Molino, 2; en el Paso de la Arena, 1; en el Reducto, 1; en
el Cerro, 1; en Peñarol, 1; en la Aguada, 2.
El número de alumnos matriculados subió a 2,313, justamente
el doble del que había habido en el año anterior, gracias al per-
sistente trabajo de la Junta Económico-Administrativa para fo-
mentar la asistencia escolar.
De esos 2,313 alumnos 1,444 eran varones y 869 mujeres. La
asistencia a las cuatro escuelas de la ciudad vieja era de 814.
Uno de los diarios de la época «La Prensa Oriental» agregaba
que en el Departamento de Montevideo funcionaban en esos mo-
mentos 40 escuelas particulares con una inscripción de 3,268
alumnos.
Tentativa para hacer obligatoria la enseñanza.
«En materia de instrucción pública — decía el Ministro doctor
Acevedo en su Memoria de 1860 — está casi todo por hacer. En
lo que toca a la instrucción primaria, ni hay buenos preceptores
por lo general, ni son uniformes los textos de que se valen en
las diversas escuelas. El Presidente os ha indicado la convenien-
cia, y aún la justicia, de hacer obligatoria la instrucción prima-
ria, como ya es gratuita. Sería ese un gran paso para el pro-
greso que el país tiene derecho a esperar... La Universidad ado-
lece de deficiencias en sus estudios y de una facilidad excesiva
para conceder el grado de doctor de la Facultad de Leyes... Hay
necesidad evidente de un plan de enseñanza primaria y secundaria,
como lo ha indicado el Presidente, dando más cabida a las ciencias
"exactas y sus aplicaciones en la instrucción secundaria.»
La Junta Económico-Administrativa se dirigió a la Cámara de
Senadores a mediadofe de 1861 llamando su atención «acerca de
la incuria y resistencia que oponían muchos padres de fami-
lia a la educación primaria de sus hijos». Indicaba la Junta la
conveniencia de que se dictara una ley con penas pecuniarias y
en su defecto arresto a los padres y tutores que sin causa justi-
ficada no enviaran sus hijos o pupilos a la escuela.
326 HISTORIA DEL rRUGUAT
La Comisión de Legislación, a cuyo estudio pasó el asunto, se
opuso formalmente a la imposición de penas que pedía la corpora-
ción municipal.
«Es una cosa — decía — que no está en las facultades bien
comprendidas de la Asamblea General \ que causaría males de
otro orden, que serían peores que los que se propone remediar por
esos medios que no se armonizan con los principios consagrados en
la ley fundamental de la República. La educación de la niñez como
cualquiera otra causa que es buena en sí misma, para que sea
fructífera debe ser obra del convencimiento y no de la imposición
de la ley bajo penas coercitivas. Bienes de esa clase no deben
hacerse por esos medios, porque se convertirían en un mal desde
que atacan la libertad individual dentro de los límites legítimos
que la Constitución del Estado garante.»
La Cámara de Senadores siguió el consejo de su Comisión fie
Legislación en el deseo probablemente de no alterar la tranquili-
dad del ambiente con- medidas que aunque perfectamente justas
podían dar lugar a debates y actos de resistencia qué" en esos
"momentos había interés en no promover. —
Deslindando atribuciones.
El Ministerio de Gobierno dirigió en 1862 una circular a las
juntas EconóraiconAdministrativas previniéndoles que invadían las
atribuciones del Instituto de Intrucción Pública y que a la vez
quitaban unidad al plan de la enseñanza al nombrar y destituir
maestros y designar textos en la forma en que lo hacían.
Establecimientos particulares.
Entre los establecimientos particulares de Montevideo se desta-
caban :
La Escuela de la Sociedad Filantrópica, fundada con destino a
los niños que habían quedado huérfanos o desamparados por efecto
de la epidemia de fiebre amarilla de 1857. Al empezar a funcio-
nar en 1859, contaba con 124 alumnos; un año después con 166;
en 1861 con 217; en 1862 con 230; y en 1863 con 242. He aquí
el programa de examen que rigió en 1861: Sección I: Lectura,
e.^,critura, aritmética teórico-práctica, gramática castellana, análi-
sis de la misma, geografía universal, análisis geográfico sobre ma-
GOBIEUXO DE BERRO 327
■pas, geografía del país, cronología, historia sagrada, doctrina cris-
tiana, teneduría de libros. Sección II: Lectura, deletreo, silabeo,
lectura corriente, principios de escritura, las cuatro operaciones
de aritmética. Primeros rudimentos: revisión y catecismo, gramá-
tica, historia sagrada, geografía. Lengua francesa, lengua inglesa;
El Liceo italiano-español, fundado en 1861 por don Pedro Ri-
caldoni y dou Pedro Molfino, con un plan de estudios que abarcaba
las siguientes asignaturas: catecismo, historia sagrada, urbanidad,
lectura, escritura, gramática castellana, composición, historia pa-
tria, caligrafía, geografía, aritmética, sistema métrico decimal,
cursos especiales: matemáticas, teneduría de libros, francés, inglés,
italiano y latín;
Don Pedro Ricaldoni y don Carlos de la Vega fundaron dos
años después un nuevo establecimiento, el Colegio Nacional, con el
siguiente plan de estudios: lectura, doctrina cristiana, caligrafía,
gramática castellana y retórica, aritmética, sistema métrico, tene-
duría de libros, álgebra, geometría. Constitución, nociones de
ciencias y artes, geografía universal, geografía de la República,
historia de la República, historia sagrada, antigua, romana, media
y moderna, inglés, francés e italiano;
El Colegio de los Padres Escolapios, a cuyo amplio programa de
estudios que ya hemos extractado quedaron incorporados en 1861
un curso de fotografía dirigido por don Antonio Díaz de la
Peña y un curso de náutica en que se enseñaba aritmética, geo-
metría, trigonometría, logaritmos y dibujo en el primer año, y
trigonometría, cosmografía, pilotaje y planos en el segundo año:
El Liceo Montevideano, dirigido ptor don José M. Cordero y don
Pedro Andreu, con el sigaiente plan de estudios: clase primaria:
lecciones de memoria, lectura y análisis, nociones de geografía,
catecismo de doctrina cristiana, gramática castellana, aritmética,
escritura modelo y dictado; instrucción superior: música, aritmé-
tica, francés, análisis de gramática castellana, escritura al dictado,
escritura correcta, teneduría de libros, geografía universal, his-
toria, matemáticas, dibujo, doctrina e historia sagrada y taquigra-
fía, curso este último que empezó a dictarse en 1860 bajo la direc.
clon del taquígrafo español don Carlos F. Aguirre;
El Colegio Británico de don Guillermo Rae, cuyo programa de
examen abarcaba lectura, escritura, aritmética, gl-amática general,
gramática inglesa, gramática española, gramática latina, geogra-
fía universal e historia universal;
El Colegio Uruguayo de doña Adelaida Acha, con un plan de es-
328 HISTORIA DEL URUGUAY
tudios que comprendía lectura, escritura, religión, aritmética, gra-
mática castellana, geografía general fle la República, historia, fran-
cés y labores. Aunque era una escuela de niñas, la directora ad-
mitía también varones y señalando las ventajas de esa admisión,
decía en 1863 el Presidente de la Comisión examinadora don Joa-
quín Requena al Presidente del Instituto de Instrucción Pública
don Manuel Herrera y Obes:
«¡Siempre he creído que el mejor preceptor para los niños en
sus primeros años es la mujer culta, cuya palabra tiene para los
niños los encantos de la palabra maternal; que más que maestra
es la segunda madre según la dulce expresión de la señorita Ana
Pereira (una de las examinandas) en una de sus interesantes car-
tas. Es la madre quien debe echar en el corazón tierno de sus
hijos la primera simiente de la educación y por lo mismo es la
mujer la única que puede sustituirla eficazmente en tan delicado
ministerio»;
Las escuelas sostenidas por la Sociedad de Beneficencia de Se-
ñoras. Eran 5 escuelas de niñas costeadas en parte con el produc-
to de una suscripción popular;
Las escuelas de la Sociedad de San Vicente de Paul: una de
varones y otra de niñas, con un total de 171 alumnos en 1861.
En les flepartajnentos (le campaña.
El Departamento de Paysandú tenía en 1860 dos escuelas públi-
cas con 164 alumnos y siete particulares con 74 alumnos. En con-
junto 238 alumnos, según la Memoria de Gobierno de ese año.
Refiriéndose a datos estadísticos de 1858 escribía don Carlos
Cátala a mediados de 1861 que en la Villa de Paysandú, donde fun-
cionaban todas esas escuelas, había 641 niños de 7 a 14 años y que
de ellos sólo 278 sabían leer o estaban aprendiendo a leer, que-
dando 363 en la más completa ignorancia; y que en la campaña
del departamento donde no funcionaba una sola escuela, había
1,274 niños, de los cuales 113 sabían leer o aprendían a leer, y
1,161 nada sabían. Había, pues, en todo el departamento 1,915 ni-
ños en edad de escuela, de los que sólo 391 sabían leer o aprendían
a leer, y 1,524 crecían en la más crasa ignorancia. Para reme-
diar el mal proponía el señor Cátala la creación de una escue-
la ambulante provista de un carretón donde se llevaría textos
y enseres para 200 niños. El maestro viviría en el carretón y re-
GOBIERNO HE HERRÓ 329
cibiría 40 pesos mensuales de la ^lunicipalidad amén de lo que los
padres de los alumnos quisieran darle.
El Departamento del Salto tenía en 1862, según los datos esta-
dísticos de «La Prensa Oriental», dos escuelas públicas y seis par-
ticulares dentro de la" ciudad y cuatro particulares en los demás
pueblos o secciones de la campaña. Concurrían a ellas 262 varones
y 176 mujeres. En conjunto 438 alumnos. La población del departa-
mento estaba calculada en 17,147 almas, con 6,868 niños de 14
años abajo. Había, en consecuencia, 6,430 niños que no recibían
enseñanza.
Algunas de esas escuelas fueron examinadas en 1860 por una
comisión delegada de la Junta Económico-Administrativa. Entre
ellas el Colegio de Humanidades de don Pedro Andreu, que tenía
103 alumnos y un programa de enseñanza que abarcaba la gramá-
tica, la escritura, los ejercicios físicos, el francés, la geografía,
la teneduría de libros y la doctrina cristiana; y la escuela do.
don Fermín Landa, donde se enseñaba escritura, gramática, arit-
mética y doctrina cristiana a 62 alumnbs.
En el Departamento de la Colonia funcionaban en 1862, según la
Memoria 'de la Junta Económico-Administrativa, siete escuelas
públicas y particulares, con 175 varones y 125 mujeres. En conjun-
to 300 alumnos inscriptos sobre un total de 5,283 niños de 14 años
abajo. El número de las escuelas aumentó luego a ocho y el de
alumnos a 343.
A las escuelas públicas del Departamento de Cerro Largo concu-
rrían 200 alumnos, según la Memoria policial correspondiente a
1860. La escuela de varones fué examinada en ese año de acuerdo
con un programa que c/omprendía doctrina cristiana, escritura,
lectura, gramática, aritmética, geografía, moral, nociones de geo-
metría y principios de Constitución.
En el Departamento de Tacuarembó había dos escu'ílas públi-
cas; una de varones con 65 alumnos y otra de niñas con 48. En
conjunto 113 niños. La Sociedad de Beneficencia de Señoras que
allí funcionaba estableció dos escuelas rurales que luego hubo
que clausurar por falta de recursos.
El Departamento de Maldonado fué el primero en obtener re-
cursos para la construcción de escuelas. La ley de 1862 mandó se-
parar 10,000 pesos anuales de la renta de lobos con destino a
construcción de cárceles, escuelas y demás oficinas públicas de los
pueblos de Rocha, San Carlos y Maldonado
Los alumnos de la escuela pública de varones de Pando fueron
330 HISTORIA DEL URUGUAY
examinados a fines ¿9 1860 en lectura, doctrina cri'tianí, estri-
tura, catecismo histórico, gramática, aritmética y geografía. Y los
de la escuela de niñas de la misma localidad, en lectura, escritura,
catecismo histórico, doctrina cristiana, crochet, costura, cribos y
punto de marca.
Las pocas escuelas autorizadas por la ley de Presupuesto fun.
clonaban exclusivamente en las capitalp^ o pueblos más Importan-
tes de la República. El diputado don Toiíiás Diago propuso en 1831
la creación de escuelas inferiores y superiores en torno de los Juz-
gados de Paz de campaña, con chacras anexas de 25 cuadras que
estarían a cargo de comisiones auxiliares de vecinos.
Muy poco podemos decir acerca de la enseñanza privada en los
departamentos de campaña.
En 1863 empezó a funciionar en Paysandú, bajo la dirección de
don Constante Fontán e Illas, un colegio de enseñanza primaria y
secundaria, que abarcaba teneduría de libros, cambios, latín, fran-
cés,, inglés, dibujo, música, matemáticas, retórica, geografía, his-
toria natural, historia universal y principios de economía.
Pero tenían que ser muy contados los establecimiento.s de esa
importancia en centibs dominados por la estrechez de los medios
de vida. La regla general tenía que ser y era la de la pequeña
escuela dirigida por personas que en realidad habrían tenido que
sentarse ellas mismas en los bancos de aprendizaje. Recordaba
don Bernardino Echeverría que en 1861 el Ministro de Gobierno
que recorría las calles de Mercedes se detuvo ante un letrero que
decía: «Escuela de Barones», para reconvenir en forma risueña
a su acompañante el Jefe Político, por la incubación de aristócra-
tas que estaba autorizando.
La Escuela Xormal.
«íLa falta de una escuela normal — decía el Presidente Berro
al abrir las sesiones ordinarias de 1863 — con un Director idóneo,
se ha estado haciendo sentir desde hace mucho tiempo. Pronto,
mediante la autorización que recibí de la Honorable Asamblea
para este año, será establecida esa escuela donde han de formarse
los buenos preceptores para las escuelas primarias.»
GOBIEIÍXO DE BEBBO 331
Los niaesWos intentan asociarse.
Don Jaime Roídos y Pons lanzó en 1861 la idea de formar una
sociedad de maestros que tendría el doble fin de propender al
mejoramiento de los sistemas de ensei'ianza y a la creación de una
caja de ahorros. Hubo una primera reunión en el salón de la
Universidad, en que don Carlos de la Vega hizo resaltar que el
gremio de maestros era uno de los pocos que todavía no tenía
estandarte social. Pero la iniciativa quedó abandonada por falta
de ambiente.
L/a enseñanza imiversitaria.
La matrícula universitaria arrojaba eax 1860 las siguientes
inscripciones:
Jurisprudencia S Química 7
Filosofía 21 Idiomas vivos .... 28
Matemáticas 22 Enseñanza primaria . . 178
Latín 18 711
277
El número de inscriptos subió en 1861 a 407, sobresaliendo la
enseñanza primaria con 208, los idiomas vivos con 73 y la juris-
prudencia con 16.
Al dar esas cifras a la Sala de Doctores prevenía el Rector que
a la cátedra de Teología que acababa de quedar restablecida, no
había concurrido un solo alumno, a pesar de los esfuerzos desple-
gados por el catedrático de la materia don Antonio M. Calvo.
La matrícula subió en 1862 a 347, y en 1863 a 433, sin contar
la enseñanza primaria. He aquí cómo se distribuía la última cifra:
Jurisprudencia, 3 años . . 18 Latinidad. 2 años ... 64
Economía Política y Derecho Quiniica, 2 años. ... 10
Constitucional, 2 años. . 18 Geoo-rafia Universal, 2años 33
Derecho Canónico, 2 años . 8 Francés 73
Filosofía, 2 años .... 32 Inglés 55
Físico -Matemáticas. 2 años. 101 Dibujo 21
332 IIISTOÜIA DEL URUGUAY
Funcionaba también en Canelones un curso de latín con 8 alum-
nos y otro de matemáticas con 12.
La cátedra de economía política, derecho constitucional y dere-
cho administrativo empezó a funcionar en 1860 bajo la dirección
de don Carlos Castro. Estaba autorizada desde el año 1833.
En 1862 empezó a funcionar por resolución de la Asamblea un
curso de matemáticas puras, topografía y dibujo lineal en los cuar-
teles del 1." y 2.0 de Cazadores, con destino a la oficialidad de di-
chos cuerpos. Eran tres asignaturas que habían sido segregadas
del plan de estudios de la Escuela Militar.
Un año después fué autorizado el Poder Ejecutivo para crear
una escuela náutica de guardias marinas, pilotos mercantes y
marineros nacionales, en reemplazo del aula que funcionaba des-
de 1860 en la Universidad con 2 alumnos en ese año y 7 en el
siguiente.
Los profeísoi'es nacionales en la enseñanza universitaiáa.
«Llamo, señores, vuestra atención — decía a la Sala de Doctores
en 1862 el Rector de la Universidad doctor Fermín Ferreira — so-
bre un hecho significativo y muy grato al corazón de los orientales.
Un país nuevo como este, contrariado frecuentemente en su pro-
greso por la revolución o la guerra civil, cuya suerte ha seguido
también la Universidad, enumera, sin embargo, cinco hijos de su
suelo que desempeñan aulas en ésta a satisfacción de todos y con
la particularidad de haber sido educados en la misma el mayor
número de ellos. No debemos perder la esperanza de que en breves
años tendremos un plantel de catedráticos nacionales que harán
honor al país».
Ecos (le lina colación de grados.
Cada año salía una media docena de doctores de la Universi-
dad en medio de festejos que empezaban con la colación de gra-
dos y que remataban en un gran baile al que asistían las prime-
ras familias de Montevideo.
Véase lo que decía en una de esas colaciones el doctor Facundo
Zubiría, padrino de dos graduados:
«Si los que ilustran a los hombres son los bienhechores natura-
les de los pueblos, sabed también que son sus primeras víctimas...
GOBIERNO I)F, nKHI'.O 333
Homero murió y vivió pidiendo limosna de puerta en puerta;
Sócrates murió envenenado; Aristóteles murió en el destierro;
Pitágoras fué quemado vivo por sus paisanos; Sófocles fué arras-
trado a los tribunales por sus mismos hijos; Arístides y Temísto-
cles fueron desterrados de la misma patria que habían salvado;
Cicerón fué asesinado por un cliente a quien había salvado de la
pena del parricidio; Ovidio fué desterrado, y el destierro arran-
có el Bnic qui latint bene vixit — vivir oculto es vivir feliz — ¡Co-
lón sufriendo el embargo de sus instrumentos y mapas y aún en-
cadenado después de haber descubierto un mundo; Milton obliga-
do a vender su Paraíso por 10 guineas; Camoens muriendo de ham-
bre en la calle; Corneille que en la víspera de su muerte no tenía
con qué adquirir una taza de caldo para alimentarse; Adamson
que a los 80 años se excusaba de asistir a la Academia Francesa
por falta de calzado... Los que se dan al estudio de las ciencias, di-
ce Séneca segundando a Cicerón, son los únicos que gozan de un
verdadero reposo, el reposo del sabio. Son los únicos que viven, que
aprovechan de su tiempo y que unen al suyo los años que les han
precedido en los siglos más distantes... Son los únicos verdadera-
mente libres según Platón, Cicerón y Séneca, acordes en la idea
de que sólo los sabios y virtuosos son libres. Nisi sapientem Wbe-
rum ese neminem. Nemineni dbnum nisi sapientem».
Concluidos los cursos universitarios realizaban los alumnos de
derecho su aprendizaje práctico en la Academia de Jurisprudencia,
institución que en 1860 entró a presidir el doctor Eduardo Ace-
vedo a raíz de su renuncia de la presidencia del Colegio de Abo.
gados de Buenos Aires que había desempeñado durante varios
años.
iNo habían conseguido todavía nuestros universitarios instalar
la sala de Medicina proyectada desde los comienzos de la organi-
zación institucional del país y los alumnos que optaban por esa
carrera tenían que dirigirse a París o Buenos Aires.
Nuestro cuerpo médico componíase en 1860, según una publi-
cación oficial del Ministerio de Gobierno, de 44 médicos generales
y 17 cirujanos.
Refiriéndose a uno de sus componentes, el doctor Francisco
Antonino Vidal, escribía Heraclio Fajardo estas palabras que lo
mismo habrían podido aplicarse entonces al doctor Fermín Ferrei-
ra, al doctor Gualberto Méndez, al doctor Emilio García Wich, en
años anteriores al doctor Teodoro Vilardebó y en años posteriores
al doctor Pedro Visca:
334 HISTORIA DEL UBUGUAY
«No es tampoco únicamente el tratamiento profundo y austera-
mente científico, sino el bálsamo del, corazón con que lo ha apli-
cado usted; esas palabras alentadoras, ese tónico del alma que
usted vierte en el ánimo abatido del enfermo y que puede en mi
concepto lo que no puede muchas veces la medicina del cuerpo.
Esa es también a mi ver la última fórmula de la doctrina de
Hipócrates: hacer del enfermo el médico; robustecer el espíritu
para luchar con la acción morbífica y vencerla; curar el cuerpo
por el alma.»
Para formar médicos nacionales era indispensable a veces recu-
rrir al Cuerpo Legislativo en demanda de una pensión, que no
era escatimada a despecho de las estrecheces del erario.
La ciiltui-a artística.
Hasta para la cultura artística solía recurrirse con éxito al
escuálido tesoro de entonces y gracias a ello pudo marchar a
Florencia Juan Manuel Blanes para estudiar pintura bajo la direc-
ción del profesor Ciseri.
«Por ahora no pinto — escribía Blanes en 1861 refiriendo sus
primeros estudios — pero trabajo como nunca lo he hecho. Es-
toy dedicado rigurosamente al estudio de los yesos y estatuas
griegas, como me lo han ordenado. Los dibujos que en Montevideo
haría en dos o tres horas, aquí me llevan ocho y más días, tal
es el rigor y la precisión con que es necesario acabarlos; pero
en cambio son dignos de verse y mi cartera ya cuenta oon una
docena y media de lindas cabezas tomadas de los griegos, de Mi-
guel Ángel y del Donatello. No me aflijo por pintar, porque es
el dibujo el que es necesario cultivar si se quiere ser artista. El
color, estoy convencido que no es más que flores que se echan
sobre el dibujo y que es la parte que menos se enseña, porque sólo
depende del gusto del que lo da, sin que eso importe decir quo
no haya también un método para el color.»
Una obra de aliento.
En otras esferas de la actividad nacional trabajábase también
con empeño, sobresaliendo entre los frutos de ese trabajo la
«Descripción Geográfica» del general de ingenieros don José Ma-
ría Reyes, complemento de su Carta Topográfica de la República
GOBIERNO ÜE nEIlUO 335
concluida en 1856, donde se reflejaba una intensa labor de treinta
años de viajes por el interior del país.
«La Tribuna» de Buenos Aires, luego de tributar grandes elo-
gios a la obra, decía que en la Confederación Argentina no había
nada parecido a ese mapa ni a esa descripción geográfica, y para
demostrarlo agregaba que la Provincia de Buenos Aires, única que
había hecho algo en la materia, sólo contaba con la mensura im-
perfecta de una pequeña fracción de su territorio.
El número de agi-imensores.
Una publicación oficial de 1862 elevaba a 96 el número de
agrimensores públicos existentes en ese momento.
La Biblioteca \acional.
El Registro Estadístico de 1860 y la Memoria de la Junta
Económico-Administrativa del mismo año asignaban a la Biblioteca
Nacional alrededor de 6,000 volúmenes distribuidos en esta forma:
Ciencias .'^agradas . . 460 Bellas letras .... 1,127
Leo-islacióu política. . . 82fj Miscelánea 650
Ciencias naturale.s . . . 870 Folletos 855
Historia y viajes . . . 1,193 Diarios y periódicos . . 82
Algunos de los departamentos de campaña trataron de organi-
zar bibliotecas locales, destacándose por su empeñosa gestión la
Junta Económico-Alministrativa de la Colonia. El gobierno de
Berro dispuso que la Biblioteca Nacional contribuyera a esa obra
con los ejemplares triplicados que tuviera.
Estímulando el sentmiiento patriótico. Honores a Artigas.
La Asamblea declaró en 1860 que el 25 de Agosto era la gran
fiesta nacional de la República y dispuso que esa fiesta fuera
organizada cada cuatro años en los días 18, 19 y 20 de abril.
Poco después abordaban nuestras Cámaras el estudio de un pro-
yecto de ley por el que se mandaba erigir en el punto del des-
embarco de los Treinta y Tres orientales una columna coronada
336 HISTORIA DEL URUGUAY
por la estatua de la Libertad. Estaba ya señalado y amojonado
ese punto por don Demingo Ordoñana, luego de oir a don Tomás
Gómez que había preparado la caballada y a don Laureano Rulz
que había recibido a los expedicionarios en el acto de atracar a la
costa. La erección del monumento quedó decretada en 1863. Por
otra ley del año anterior la Asamblea había acordado sueldo ínte-
gro a los sobrevivientes de los Treinta y Tres y a las viudas de
los fallecidos.
Don Basilio Pinilla, Jefe Político de Paysandú, utilizando el
producto de una suscripción pública encargó a Buenos Aires una
pirámide de mármol y a Europa un busto de la Libertad con des-
tino a la plaza pública de aquella localidad. La pirámide debía
tener esta inscripción: «La educación es la base de la libertad.
La Constitución asegura todas las libertades». En esa misma época
reanudó el señor Pinilla dos obras públicas iniciadas veintitan-
tos años atrás, bajo su anterior jefatura del mismo departamento:
una cárcel y una escuela interrumpidas durante ese intervalo por
efecto de las revoluciones y de las crisis financieras que ellas
provocaban.
Xo podía quedar olvidado Artigas en ese período de reconstruc-
ción nacional que presidía don Bernardo Berro.
El, Gobierno se dirigió a la Asamblea en 1860 recabando auto-
rización para cancelar los sueldos devengados por el procer desde
1820 hasta 1850, mediante una orden de pago a favor de su nieto
José Pedro Artigas. De acuerdo con ese pedido decía la Comisión
de Legislación de la Cámara de Diputados de la que formaban
parte don Luis de Herrera, don Juan D. Jackson y don Hipólito
Gallinal:
«No puede prescindir de tomar en cuenta el notorio sentimiento
de gratitud nacional a la memoria del ilustre Artigas, ni de
lamentar intensamente la mengua que recae sobre el honor de
la Nación por el triste hecho de hallarse todavía impago tan sa-
grado crédito»... Faltan datos para fijar el grado militar que
debe servir de base a la liquidación de sueldos... «Pero tratán-
dose de tan gran figura histórica como la de Artigas, no ha tre-
pidado la Comisión en adoptar el de brigadier general.»
«Fundador de la nacionalidad» — le llamaba la Comisión de
Milicias del Senado al adherir al proyecto de la Cámara de Di-
putados.
Hubo una pequeña duda acerca del estado civil del reclamante,
que la Asamblea disipó mediante el reconocimiento del parentesco
GOBIERNO DE BERRO 331
que él invocaba para recibir los cuatro mil pesos a que ascendía
la orden de pago.
El diputado don Tomás Diago presentó dos años después un
proyecto por el que se mandaba erigir a Artigas, «padre de !a
patria y fundador de pueblos», una estatua en la Plaza Indepeii-
dencia, bajo la prevención a todas las fuerzas militares de «batir
marcha y echar armas al hombro al enfrentarse al monumento».
El diputado don Pedro P. Díaz, luego de hacer el elogio del
procer en las luchas por la Independencia, refirió, invocando el
testimonio de don Andrés Vázquez, que a tiempo de atravesar
las fronteras paraguayas para morir en el ostracismo. Artigas reu-
nió a los pocos hombres que lo acompañaban y les preguntó cuál
de ellos se animaría a dirigirse a Río de Janeiro para entregar a
Lavalleja y demás prisioneros orientales confinados en la Isla
das Cobras un paquete con 4,000 patacones que era todo lo que
restaba de su tesoro de guerra; que uno de esos hombres, el
sargento Francisco de los Santos, contestó que él se ofrecía, y
dando cumplimiento a su palabra colocó el paquete entre las ca-
ronas de su caballo y emprendió la marcha hasta llegar a Río de
Janeiro después de indescriptibles penurias; que en la Isla das
Cobras enteró al jefe de la fortaleza del objeto de su viaje,
siendo allí despojado de cuanto llevaba; que el Conde de Viana,
a quien fué denunciado el atropello, decretó la restitución del di-
nero y lo entregó a Lavalleja para su distribución entre los pri-
sioneros.
La Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados, de la
que formaban parte don Lázaro Gadea, don Hipólito Gallinal y
don Ramón Vilardebó apoyó la idea «de perpetuar la memoria
del ilustre ciudadano que por sus servicios había sido aclamado
«Protector de los Pueblos Libres», y que sobre todo se había con-
sagrado «a fundar nuestra nacionalidad», agregando que el monu-
mento debía erigirse en la Plaza Cagancha y costearse por el
patriotismo de los orientales y no por las rentas generales.
Es bueno que se diga — exclamó el diputado Diago adhiriendo
al dictamen — «la nacionalidad oriental fué la que levantó ese
monumento».
Uno de los oradores pidió que se eliminara el artículo que man-
daba echar armas al hombro a toda fuerza que desfilara por la
plaza. Pero el doctor Carreras se encargó de evitar la mutilación
del proyecto. Luego de expresar que Artigas era el padre de los
orientales y el autor y sostenedor de la fórmula constitucional
22- V
338 HISTORIA DEL URUGUAY
triunfante en la Confederación Argentina que él aplicaba también
a la Provincia Oriental como parte de esa Confederación, dijo:
.«La estatua por sí misma colocada en una plaza pública sin
esos honores, podría concluir por quedar como uno de tantos
monumentos que no representan nada. Para que esta estatua
represente, para que esté viva en la mente del pueblo la tradi-
ción que representan las virtudes del hombre a quien se levanta,
es preciso que el pueblo vea que se venera, que se le hacen
demostraciones, para que eso sirva de educación popular y esti-
mule a los ciudadanos a imitar el heroísmo, la virtud y el ci-
vismo de aquel a quien representa aquella estatua».
El autor del proyecto dijo entonces que para justificar más el
homenaje del ejército había propuesto a la Comisión que la urna
de Artigas fuera colocada al pie del monumento y no en el Ce-
menterio, pero qu'e su indicación no había encontrado eco.
«De cierto — exclamaba «La Nación» de Montevideo al comentar
el. homenaje — entre todos los hombres rué han figurado en la
época de nuestra emancipación, la figura de Artigas se destaca,
sobresale como la de Aquiles entre los griegos, como la de Héc-
tor entre los troyanos.»
Los restos de Artigas, que habían sido provisoriamente deposi-
tadlas en el panteón de don Gabriel Antonio Pereira, fueron trasla-
dados a la Rotunda colocándose al pie de la urna una chapa de
mármol con esta inscripción: «Artigas, fundador de la Nacionali-
dad Oriental».
Como para completar el homenaje llegó en esos mismos días de
París una copia del retrato de Artigas dibujado por Bompland.
El original había sido enviado a los talleres donde se imprimía la
historia del Paraguay por Alfredo Demarsay y era una de las
láminas de esa obra la que llegaba a Montevideo. Los diarios de
la época, invocando el testimonio de los contemporáneos del Jefe
de los Orientales, hicieron grandes elogios del parecido.
Sólo faltó en esta etapa de la apoteosis de Artigas la voz de
don Francisco Acuña de Figueroa que acababa de extinguirse
«después de haber cantado — decía «El Pueblo» — todas las glo-
rias, todos los reveses y todas las esperanzas de nuestra patria».
GOBIERNO UR BESUÍO 339
Administración de justicia. Reorganización de Tribunales y Juz-
gmlos.
Desde la sanción de' la ley de 1858 funcionaba un Tribunal y
ese mismo reducido a tres miembros por indicación del gobierno
de Pereira, como medio de aumentar el sueldo de los Ministros
en ejercicio.
Una de las primeras preocupaciones de Berro fué la de obtener
la modificación de esa ley que paralizaba la administración de jus-
ticia por la deficiencia de los resortes destinados a impulsarla.
Al principio se pensó en elevar a cinco el número de Ministros
del Tribunal existente. Pero luego se optó por la creación de
dos Tribunales compuestos de tres miembros cada uno. De acuerdo
con la ley dictada en 1861, los Tribunales reunidos ejercerían las
funciones de Alta Corte. No habiendo tres votos conformes en un
Tribunal para el pronunciamiento de sentencia definitiva o de
interlocutoria de gravamen irreparable, se integraría ese Tribu-
nal con los dos miembros más antiguos del -otro. Las resoluciones
dictadas por un Tribunal compuesto de cinco o más Ministros «for-
marían jurisprudencia práctica general».
Refiriéndose a esa importante reforma decía el Presirlente Be-
rro" al abrir las sesiones ordinarias de la Asamblea en 1862:
«El establecimiento de los dos Tribunales de apelación esta pro-
duciendo muy buenos resultados. Por su medio se ha podido dar
vado al despacho de numerosos pleitos subidos en apelación a di-
chos Tribunales; se ha obviado en gran parte la extrema lentitud,
de los juicios y se ha conseguido ejercer mayor y más eficaz inspec-
ción respecto a los .Juzgados inferiores. La institución de los Al-
caldes Ordinarios creada con anterikoridad a la Constitución y
bajo un sistema judiciario distinto del adoptado por ésta, no ha,
correspondido bien a su objeto. Han llegado a ser tales sus incon-
venientes y tal es el clamor para que se les ponga remedio, que me
he decidido a presentar un proyecto proponiendo las reformas que
juzgo conveniente».
Los Códigos.
El Código Civil del doctor Acevedo sancionado por la Cámara
de Diputados en 1857, había quedado encarpetado en el Senado
por obra de las influencias clericales.
340 HISTORIA DEL URUGUAY
Trató la prensa de traerlo nuvamente a la orden del día. «Recor-
demos — decía «La República» en 1860 — que nuestro clero se
opuso a la adopción del matrimonio civil»... «No debemos ol-
vidar— agregaba «La Prensa Oriental» en 1862, en lo más recio
de la crisis religiosa — que la principal oposición hecha hace años
al Código Civil del doctor Acevedo, fué suscitada por el señor
Martín Pérez, entonces miembro de la Cámara, por motivo de lo
que decreta relativamente al casamiento civil y al Registro de
Estado Civil».
A mediados de 1863, finalmente, produjo su dictamen la Comi-
sión de Legislación del Senado. Pero ya el país estaba en plena
guerra civil, y la Asamblea abocada a la terminación del período
de las sesiones ordinarias sólo encontraba tiempo para ocuparse
de los absorbentes problemas políticos. Y el asunto volvió a las
carpetas donde había estado durmiendo durante tantos años.
La Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados había
pedido también desde 1861 la adopción del Código de Comercio
redactado por el doctor Acevedo con destino a la Provincia de
Buenos Aires, coincidiendo esa iniciativa con otra surgida en la
Legislatura de Entre Ríos a favor de la adopción del Código Civil
del mismo jurisconsulto.
Trató asimismo la Comisión de Legislación de la Cámara de
Diputados de mover el Código Rural presentado pv^r don Plácido
Laguna en 1852, mediante el nombramiento de una Comisión es-
pecial que inició sus tareas a fines de 1862 con una encuesta que
estaba todavía a la mitad de su camino cuando estalló la revolu-
ción de Plores
Los vicios de la administración de justicia.
He aquí cómo caracterizaba el doctor Acevedo en su Memoria
ministerial de 1860 los defectos de la administración de justicia
de esa época:
«Hay varios obstáculos que se oponen a que la administración
de justicia sea entre nosotros lo que debe ser en un país libre,
que se rige por las instituciones republicanas. Esos inconvenientes,
unos se refieren al personal de la magistratura y otros a las
leyes vigentes. El remedio a los primeros no puede esperarse sino
del tiempo. Mientras el sueldo de un magistrado no pueda acercar,
se a lo que gana un abogado honradamente en su estudio, es im-
G0BIÍ31N0 DE BERRO 341
posible esperar que abandone el ejercicio de su noble profesión pa-
ra desempeñar ias altas pero mal retribuidas funciones de la
magistratura. Entre nosotros que no existen fortunas hechas, se-
ría un sacrificio superior a veces a las fuerzas de un hombre quo
no puede prescindir de las obligaciones que le imponen la fami-
lia y la sociedad. El remedio al segundo inconveniente está en la
reforma de la legislación vigente. Mientras conservemos leyes dicta-
das en la edad media para pueblos distintos, con diferentes cos-
tumbres y constituciones opuestas, no podemos esperar nada que
se parezca a regularidad en la administración de justicia. . . Es
también un inconveniente para la pronta administración de justicia
la errada interpretación que se ha dado al artículo 60 del Regla-
mento provisorio de la administración de justicia. Ese artículo es.
tablece que el Tribunal se reunirá todos los días en el lugar de su
despacho por el tiempo de tres horas cuando menos. Esas tres ho-
ras establecidas en el Reglamento como mínimum, se han enten-
dido en general como máximum. En los primeros días de nues-
tra independencia, cuando se dictó el Reglamento, podían bastar
tres horas de trabajo diario; pero hoy, con el desarrollo que han
tomad.0 los negocios, es un tiempo del todo insuficiente. Los Jue-
ces nunca deberían estar menos de seis horas en su despacho, a no
ser que faltaran asuntos de qué ocuparse, lo que verosímilmente no
puede esperarse que suceda. Un empleado debe consagrar todo su
tiempo a la Nación, sin que esta obligación sea especial a los ma-
gistrados».
í ' '■ «,'
Las reclamaciones diplomáticas.
Otro vicio existía en la administración de la época por efec-
to de la costumbre que habían adquirido los agentes diplomáticos
de tratar directamente con la cancillería todas las quejas, todos
los cuentos que les llevaban sus connacionales. En vez de aconsejar -
a éstos que se presentaran a la justicia, se convertían en sus pro-
curadores y abogados ante la cancillería oriental.
Pero ese vicio, el más terrible de todos, fué extirpado desde los
comienzos del gobierno de Berro con motivo de una nota colectiva
de los Encargados de Negocios de Francia, Gran Bretaña, España,
Portugal y Brasil, relacionada con un desalojo decretado por las
autoridades judiciales de campaña.
Varios de nuestros connacionales — decían en su nota — radicados
342 HISTORIA DEL URUGUAY
•en la margen del Solís Grande, «piden ser amparados en la po-
sesión de sus propiedades habidas eon títulos legítimos desde hace
más de medio siglo por ellos o por sus ascendientes, de las que
pretende despojarlos don Francisco de la Serna apoyado por las
autoridades judiciales subalternas», y toca a la cancillería orien-
tal dictar las medidas que juzgue convenientes para que sean am.
parados del inminente riesgo que amenaza sus derechos y sus inte-
reses ya bastante arruinados por la falsa y no probada aserción
de detentadores de los terrenos que poseen pública y pacíficamen-
te desde muchos años con títulos legítimos y no forjados como
muchos otros con notable escándalo».
Al pie de la nota recayó el siguiente decreto, refrendado por el
Ministro de Relaciones Exteriores doctor Acevedo:
«Contéstese a los agentes diplomáticos que la Constitución de la
República, estableciendo la división e independencia de los Pode-
res públicos, ha inhabilitado al Poder Ejecutivo para invadir las
atribuciones del Poder Judicial; que las leyes vigentes determinan
los recursos que pueden deducirse por los particulares en defensa
de sus derechos e intereses ante los Tribunales competentes; que
el Gobierno no admite en manera alguna que los agentes diplomá-
ticos apoyen el extravío de sus connacionales, quienes en vez de
hacer uso de sus derechos ante los Tribunales competentes pre-
fieren el camino de las reclamaciones diplomáticas, que por lo
demás según los principios del derecho internacional sólo pueden
tener lugar cuando se han agotado los medios ordinarios».
Véase la nota que de acuerdo con este decreto dirigió en seguida
el Ministro de Relaciones Exteriores a los diplomáticos reclaman-
tes:
«Estableciendo la Constitución de la República la división e
independencia de los Poderes públicos, ha inhabilitado al Poder
Ejecutivo para invadir las atribuciones del Poder Judicial. De mane-
ra que aún queriéndolo el gobierno de la República, lo que no pue-
de querer, no le sería posible ceder a las sugestiones de Sus Se-
ñorías en punto a la adopción de medidas para la protección de los
derechos y propiedades de los exponentes. Las leyes vigentes de-
terminan los recursos que pueden deducirse por los particulares
en defensa de sus derechos ante los Jueces competentes, y en este
concepto no admiten en manera alguna que los agentes diplomáti-
cos establecidos cerca del Gobierno de la República apoyen el ex-
travío de sus connacionales respectivos que en vez de hacer \\f.Q de
sus acciones ante aquellos Tribunales prefieren el camino de
üoiin:::No de beuko 34B
las reclamaciones diplomáticas. Si bien es cierto que el expedien-
te adoptado en el presente caso es tan fácil como ineficaz para sus
propios intereses, no es menos incontestable la doctrina del dere-
cho internacional que enseña que la intervención diplomática só-
lo puede tener cabida cuando se han agotado los medios ordi-
narios y denegado justicia por la autoridad a quien incumbe ad-
ministrarla».
Ocupándose de este incidente decía el Presidente Berro al abrir
las sesiones extraordinarias del Cuerpo Legislativo en febrero
de 1861:
«Merced a las circunstancias difíciles que este país ha atra-
vesado desde que empezó a figvirar como nación independiente,
se había introducido la mala práctica de que cualquier agravio
recibido en su persona o en su propiedad por un extranjero, daba
lugar inmediatamente a una reclamación diplomática. Los extran-
jeros que por la liberalidad de nuestras instituciones y nuestras
costumbres gozan de todos los derechos civiles que en otros países
se reservan a los nacionales, no ocurrían a los Tribunales com-
petentes para obtener justicia, sino que en cada caso se dirigían
al representante de su nación para que tratase diplomáticamente
el asunto. Semejante procedimiento no podía tolerarse sin olvido
de los principios que reglan las relaciones de nación a nación. Los
extranjeros en ningún caso pueden pretender más derechos ni
más garantías que las que tienen los mismos naturales del país.»
Bastó esta enérgica actitud para que el Cuerpo Diplomático
abandonara la práctica abusiva a que lo tenían acostumbrado las
debilidades y desórdenes resultantes de la vida revolucionaria que
había llevado el país.
Pero estaba de tal manera arraigada la prepotencia extranjera
y tan mal acostumbrados algunos diplomáticos acreditados ante
nosotros, que dos años después el Ministro Español explotando
un momento de agitación política producida por los amagos de
guerra civil (febrero de 1863) dirigió un memorándum a la can-
cillería oriental en el que luego de referirse al tratado de 1841
de reconocimiento de nuestra independencia y al de 1846, y de
establecer que ninguno de los dos había sido ratificado por el
Grobierno Español a consecuencia de haber sido negociados en ple-
na guerra civil, concluía pidiendo que el Uruguay enviara un ple-
nipotenciario a España para ajusfar el tratado que ya habían fir-
mado los demás Gobiernos sudaiíiericanos, bajo la advertencia
de que «se vería en el riguroso deber de aplicar un lenguaje más
344 HISTOEIA DEL URUGUAY
vigoroso ,para salvar la responsabilidad Que una desmentida to-
lerancia pudiera acarrearle».
En su respuesta prevenía la cancillería oriental que hacía al Mi-
nistro Español la justicia de creer que no se trataba de una exi-
gencia «que perentoriamente deberíamos repeler y repeleríamos
como contraria al derecho y a la dignidad del Estado y que tales
palabras no eran más que la expresión tal vez un poco vehemente
del amistoso deseo de ver realizada una resolución ya anunciada
por parte de la República».
Cárceles.
El Jefe Político de Montevideo don Santiago Botana pidió y ob-
tuvo autorización en 1861 para formar sobre la base de las mul-
tas policiales un tesoro destinado a la construcción de la peniten-
ciaría. Las multas serían depositadas en un banco y a ellas se
acumularían las donaciones de los particulares y los fondos que
el Gobierno obtuviera de la Asamblea. Anticipaba en su nota que
ya tenía depositados con tal objeto dos mil pesos y que esa canti-
dad excederla de doce mil antes de finalizar el año.
Secundando esa iniciativa patriótica presentó el doctor ^Marcos
Vaeza a la Cámara de Diputados un proiyecto de creación de re-
cursos que encontró el mejor ambiente en la Asamblea y que dio
lugar en 1862 a la sanción de una ley más amplia que acordaba
de rentas generales una cuota anual de 18,000 pesos y que a la vez
autorizaba al Poder Ejecutivo para fundar una cárcel penitencia-
ría, adoptar «el sistema más conveniente a nuestro estado social
y político» y nombrar una persona o comisión encargada de re-
dactar un proyecto de Código Penal que sería sometido a la Asam-
blea. En la ley de Presupuesto para 1862 fueron incluidos los
18,000 pesos anuales.
El señor Botana presentó al ministerio en el curso de ese mis.
mo año el plano general de una penitenciaría con capacidad pa-
ra 500 ■ presos, preparado por el Inspector General de Obras Pú-
blicas, anticipando que mientras el proyecto corría sus trámites
y se acumulaban los fondos se instalaría en la cárcel un taller
donde los detenidos realizarían trabajos manuales que servirían
para el estudio del sistema que hubiera de aplicarse en la peni-
tenciaría.
El Poder Ejecutivo nombró entonces una Comisión compuesta
'JOniERNO HE liEKKO 345
de los doctores Requena, Rodríguez Caballero y Pedralbes para
el estudio de los sistemas penitenciarios, aplazándose con ello la
iniciación de las obras según resulta de estas palabras del mensa-
je de apertura de las sesiones extraordinarias en 1863:
«La penitenciaría, de cuyo establecimiento tanto bien se espe-
ra, no ha empezado todavía a construirse. Pende la demora de la
fijación del sistema que ha de adoptarse para esa clase de prisión.
Evacuado el informe que sobre el particular se ha pedido a una
Comisión compuesta de personas inteligentes, habrá que solicitar
la autorización legislativa para llevar a efecto tan útil institu-.
ción».
La Comisión, que se expidió a raíz de ese mensaje, arribaba a
las siguientes conclusiones:
El edificio contendrá tres departamentos: uno para la genera-
lidad de los presos, otro para los presos políticos, otro para las
mujeres. Contendrá seis grandes talleres destinados al trabajo de
los presos, cada uno a cargo de un maestro, y sin que puedan en-
contrarse juntos los de un taller con los de otro. Los mismos ta-
lleres servirán de escuela primaria en los días festivos.
Pero ya el país estaba abocado a la invasión de Flores y la aten-
ción pública absorbida totalmente por los problemas políticos.
En septiembre de 1863, cuando la penitenciaría había dejado
por esa circunstancia de estar en la orden del día, se publicó un
extracto de las cuentas policiales del que resultaba que el depó-
sito existente en el Banco Comercial había subido a 30,955 posos
por obra de las multas, rifas, donaciones y licencias de disfraz. De
rentas generales nada se había recibido todavía, adeudándose por
ese concepto 24,000 pesos que agregados al depósito bancario ele-
vaban a 54,955 pesos la suma destinada a construcción de la pe-
nitenciaría.
Algunas cifras de la estadística judicial.
Durante el año 1860 fueron iniciadas en los tres Juzgados de lo
Civil y de Comercio de Montevideo 355 causas; en el Juzgado del
Crimen 138, de las cuales 47 por homicidio, 15 por heridas y 40 por
robo; en el Juzgado Ordinario 122 causas civiles y 44 sumarios
y causas correccionales; en los Juzgados de Paz 1,028, de las que
657 quedaron concluidas. Son datos de la Memoria del Ministerio
de Gobierno de ese año.
La estadística judicial de 1862 arrojó estas otras cifras:
346
HISTORIA DEL URUGUAY
TOTAL DE CAUSAS
Causas criminales
exclusivamente
Montevideo :
Tribunal 584
Juzgados de lo Civil 306
» del Crimen 108
» de Comercio 31
Campaña :
San José
Colonia
Salto
Cerro Laryo
Tacuarembó
Maldouado
Minas
Soriano
Paysaiidú
Flori-da ñ2
Durazno
101
108
103
42
141
20
137
33 .
112
54
103
23
214
57
93
39
73
18
26
15
W2
29
79
27
2,162
566
Del movimiento del Juzgado de Comercio correspondiente a 1863
da idea este resumen:
Causas en trámite 2,766, sentencias definitivas 84, incidentes 289,
transacciones y desistimientos 20, inscripción de contratos so-
ciales 12, inscripción de poderes de administración 13. Total 3,184.
El doctor Pérez Gomar indica la.s causas de la criminalidad.
El doctor Gregorio Pérez Gomar presentó al Ministerio de Go-
bierno en 1861 un informe acerca de las causas que más intensa-
mente actuaban en la delincuencia del Uruguay, invocando su ex-
periencia de Fiscal de lo Civil y del Crimen. He aquí sus conclu-
siones:
«Que apenas una tercera parte de los reos sabe leer y escribir.
2.° Que hay muchos que no tienen idea de religión, ni saben diri-
gir una oración al Ser Supremo. 3." Que las dos terceras partes de
esos hombres no tienen domicilio fijo. 4." Que los que lo tienen ca-
recen de familia legítima, o." Que dos terceras partes no tienen ejer-
oo.iiEnso DK I:FI!P.0 347
cicio conocido. 6." Que el único que lo tiene es el peón de estan-
cia. 7." Que todos están perfectamente montados.»
Todas estas causas agregaba pueden reducirse a una fórmula
general: abandono. El vagabundo debe ser obligado a guardar re-
sidencia, bajo pena dé- ser condenado como vago. Pero debe enten-
derse domicilio con trabajo. Hay que reglamentar la campaña para
sociabilizarla. Hay que dotar a la Policía de excelentes caballa-
das. Toda la confianza del criminal desaparece cuando sabe que
tras él corre un caballo capaz de darle alcance. Hay que construir
la penitenciaría. Hay que difundir la enseñanza industrial, me.
diante el establecimiento de una escuela de artes y oficios. Hay
que activar las contiendas judiciales sobre tierras.
En los mismos momentos en que el doctor Pérez Gomar termi-
naba su informe, uno de los periodistas de Montevideo Invocando
BU experiencia de jurado durante quince años decía que los ase-
sinos se disculpaban casi siempre con la embriaguez y que en
consecuencia era digna de aplauso la actitud del Jefe Político del
Salto don Dionisio Trillo, quien ante la frecuencia de los crímenes
cometidos en una de las secciones de su departamento había
publicado un edicto prohibiendo en esa sección la venta de bebi-
das en el mostrador o sea para ser consumidas en el mismo des-
pacho.
Elección popular de Jueces.
La Asamblea reglamentó en 1860 la elección popular de los Al-
caldes Ordinarios y Defensores de Menores en forma de garantizar
la eficacia del voto hasta donde era posible.
El Tribunal a su turno trató de asegurar la eficacia del voto en
la elección de los Tenientes Alcaldes que tenían también origen
popular y en la de Jueces de Paz que estaban a cargo de los Te-
nientes Alcaldes de sus respectivas secciones.
Incompatibilidades judiciales.
Otra acordada de mucha resonancia dictó en 1862 el Tribunal
con la firma de los doctores Joanicó, Montero, Caravia, Susvie-
la y Vaeza, este último en discordia.
Establecía que los escribanos y demás dependientes del Poder
Judicial que fueran elegidos senadores o diputados quedarían sus-
348 IIISTOKIA DEL URUGUAY
pendidos en el ejercicio de sus oficios judiciales, hasta que justi-
ficaran que habían cesado en el goce de sus inmunidades parlamen-
tarias.
Invocaba el Tribunal que de los escribanos dependía en gran
parte la recta administración de justicia, lo quietud, la tranquili-
dad, el honor y la hacienda de todos los habitantes, y que por el
hecho de ocupar una banca en la Asamblea rompían la jerarquía
judicial, introducían la anarquía, cesaban de ser justiciables, arre-
bataban a la sociedad la garantía que le daban las leyes regula-
tioras de las relaciones entre los Jueces y sus subalternos.
El Ministro discorde reconocía esos fundamentos, pero entendía
que no correspondía al Tribunal sino al Cuerpo Legislativo esta-
blecer incompatibilidades. Y era el que estaba en lo cierto, dada
la estrictez de nuestras disposiciones constitucionales, como así
lo estableció el Tribunal por otra acordada dictada en 1867 bajo la
dictadura de Flores.
Problemas teiTitoriales.
La Legación de Inglaterra solicitó en 1860 la isla de Gorriti con
destino al establecimiento de un depósito de municiones navales,
semejante al que ya tenía en Río de Janeiro, y el gobierno de Be-
rro accedió a ello.
La publicación de la noticia dio origen a una interpelación de la
Cámara de Diputados durante la cual quedó establecido que el
contrato todavía no extendido destinaba la isla por el plazo de
catorce años a depósito de municiones y reparación de los barcos de
la escuadra inglesa, mediante el arrendamiento anual de .500 libras
esterlinas, siendo entendido que no se construirían fortificaciones
ni se pondrían soldados y que tampoco se izaría la bandera inglesa
Bino una bandera de señales. Expuso el Ministro interpelado que
la isla de Gorriti era de propiedad de varios subditos ingleses y
que ante la posibilidad de que el Gobierno Inglés se entendiera
con ellos se había resuelto oír la propuesta de la Legación porq-je
ello importaba el reconocimiento de la jurisdicción nacional. Agre-
gó que en su concepto el Poder Ejecutivo estaba capacitado para
arrendar, pero que habiéndose presentado con motivo del arren-
damiento de la isla un proyecto que declaraba que esa clase de
contratos requería sanción legislativa, bastaba eso para que se
abstuviera de llevar adelante la negociación mientras no hubiera
ley que la autorizara.
GOBIERNO DE BERRO 349
A mediados del mismo año fué suspendida por razones de econo-
mía la Comisión demarcadora de límites con el Brasil. Pero algún
tiempo después la Asamblea resolvió la prosecución de los traba-
jos sobre el terreno y votó un crédito de 4,000 pesos con destino
a la colocación de marcos en la línea divisoria.
También alcanzó a figurar en la orden del día el tema siempre
palpitante de Martín García. Ocupándose de la correspondencia di-
plomática cambiada entre las cancillerías de Montevideo y el Para-
ná, escribía «El Plata» en 1864:
La República Oriental data realmente de 1828. Hasta entonces
la isla era del \irreinato. La convención de aquel año pasó por
alto los límites fluviales, pero no habiendo establecido que esos lí-
mites fueran las márgenes occidentales tenía que extenderse y se
extendió el dominio uruguayo sobre todas las islas comprendidas
en su jurisdicción natural. Sólo Martín García ha quedado en de-
bate a pesar de hallarse ubicada del lado oriental del canal prin-
cipal y verdaderamente navegable, ya que la canaleta del Infier-
no se puede atravesar a veces a caballo y la mayor parte del año
sólo da acceso a buques de pequeño calado.
Intereses locales. Pi'oyecto de ci-eaclón de las municipalidades.
El Presidente Berro presentó a la Asamblea en 1S61 tres proyec-
tos de ley verdaderamente revolucionarios.
Por uno de ellos reglamentaba la institución de las Juntas Eco-
nómico-Administrativas. En adelante podrían esas instituciones
votar sus presupuestos bajo la obligación de rendir cuentas a la Con-
taduría General de la Nación. Para contratar empréstitos que exce-
dieran del 20 Ve de sus recursos, necesitarían autorización de la
Asamblea General.
Por el segundo quedaban divididos los departamentos en dis-
tritos municipales, urbanos y rurales. Cada distrito estaría regi-
do por una junta municipal compuesta de 5 a 9 miembros, según
el monto de su población, bajo la presidencia de un Alcalde que
tendría a su cargo las funciones ejecutivas. Las juntas de distrito
sólo podrían crear impuestos con autorización legislativa y aproba-
ción de la respectiva Junta Económico-Administrativa. Necesitarían
igual autorización de la Junta Económico-Administrativa para
abordar obras de más de 5,000 pesos de costo. Sus miembros serían
elegidos popularmente.
350 HISTORIA DEL URUGUAY
Por el tercero se reglamentaban las atribuciones de los Jefes
Políticos.
«Cuando se observa lo poco que hemos adelantado en los hábitos
republicanos — decía el Presidente Berro — cuan menguado y mal di-
rigido ha sido por lo común el espíritu del pueblo y qué escasa
resistencia se ha ofrecido a los excesos de la anarquía y el des-
potismo, no puede menos de verse que en mucha parte se debe esto
a la falta de instituciones concejiles, libres y vigorosas.»
Ya al localizar la recaudación y la inversión del impuesto de-
partamental, había anticipado el gobierno de Berro que así pro-
cedía «mientras no se establecieran las municipalidades de una
manera compatible con lo dispuesto en la Constitución de la Re-
pública».
Eil Ministro de Gobierno doctor Acevedo que era quien refrendaba
ese decreto de localización , había sostenido en uno de los editoriales
de «La Constitución» de 18.52 la misma idea de ir a la creación de
las municipalidades.
Para que la Constitución — decía — no sea simplemente un pa.
peí sin vida, es necesario que existan leyes secundarias en armo-
nía con sus disposiciones y que se orienten las costumbres de la
nación en el mismo sentidlo. Nuestros constituyentes indicaroil
alguna* de las leyes secundarias que podrían hacer fructíferas las
disposiciones del pacto fundamental: organización departamental
y municipal, juicios por jurados en las causas criminales y aún
en las civiles y reforma de la legislación en todos sus ramos,, se
encuentran desarrolladas o en germen en la Constitución. Al dis-
cutirse en la Constituyente la Sección relativa al gobierno y ad-
ministración de los departamentos, se apercibieron los legislado-
res que haciendo mucho con la creación de las Juntas Económico-
Administrativas para la organización del departamento, no hacían
nada para la organización municipal. Uno de los diputados, el se-
ñor García, propuso que entre las atribuciones de la Junta figurase
la de «cuidar que se establezcan ayuntamientos donde corresponda
que los haya». Pero se acordó que tal declaración era inútil:
que sin ella se establecerían ayuntamientos o cabildos en todos los
lugares donde debieran existir. Hay tjue restablecer, pues, las
municipalidades para que los ciudadanos se acostumbren a con-
fiar más en su fuerza y a esperar menos de la autoridad y como
medio además de que desaparezca el caudillaje. Las Juntas deberían
ocuparse del asunto, determinando los puntos más indicados para
el establecimiento de los cabildos. Mientras eso no suceda podría
üOiUEUNo DI-: r.j:::uo 351
formarse espontáneamente en cada pueblo una comisión popular
encargada de reunir los datos necesarios para que las Juntas pue-
dan cumplir el artículo 126 de la Constitución.
Ya anteriormente también había decretado el gobierno de Berro
una medida de importancia: la separación de las Comandancias
militares de las Jefaturas Políticas, obteniendo así facilidades pa-
ra seleccionar el personal administrativo y dar curso al plan de
descentralización de rentas de que liemos tenido oportunidad de
hablar en este mismo capítulo.
La pi'ovisióii (le agiia para el consumo de la poblaci«)ii de Monte-
video. Utilización de las aguas de mar para la liempieza de la
ciudad.
El problema de las aguas corrientes, varias veces puesto a la
orden del día, llegó a predominar sobre todos los demás al finalizar
el año 1860 como consecuencia de una larga y devastadora sequía
durante la cual se habían ido agotando casi todos los aljibes de
Montevideo. La gente andaba de puerta en puerta en busca de bal-
des de agua, y el pobrerío tenía que surtirse en los alrededores de
la bahía aprovechando las rachas de agua dulce. Las angustias
aumentaron en tal forma a principios del año siguiente, que el cu-
ra de la Matriz y cou él algunas familias poseedoras de grandes
aljibes, publicaron avisos ofreciendo agua, pero no en baldes si-
no en pequeñas vasijas, exclusivamente para beber.
Uno de los diarios de Montevideo, «La Prensa Oriental», habló
entonces de construir canales para traer el agua del río Ssnta Lu-
cía, o en su defecto cañerías para la utilización de las aguas da
la laguna del Buceo. Don Isidoro De-María, que era quien sugería
la idea, invocaba el ejemplo de Lecor al construir la famosa zan-
ja reyuna desde las proximidades del rincón de Melilla hasta el
Buceo, pasando por las inmediaciones del paraje en que después
fué emplazada la villa de la Unión. Esa zanja, agregaba, que tenía
cinco varas de ancho y tres de profundidad, según algunos, y 8 por
5 según varios de los obreros que trabajaron en ella, fué cons-
truida en menos de tres meses y lo que entonces se hizo podría ha-
cerse ahora para el abastecimiento de agua a la población.
Los aljibes eran además focos permanentes de infección por efec-
to de las basuras arrastradas por las lluvias y la filtración de los
pozos negros de que estaba sembrada la ciudad.
352 HISTORIA DEL URUGUAY
Una comisión popular nombrada por la Junta Económico-Adnú-
nistrativa en 1862 indicó la idea de cercar los terrenos fiscales de
la Aguada, limpiar y reparar los manantiales allí existentes, abrir
otros nuevos, plantar árboles de sombra y expropiar los terrenos
adyacentes con destino a jardines e instalación de bombas para ser-
vicio público.
A mediados de enero de 1864 ya en las últimas semanas de su
administración, resolvió finalmente don Bernardo P. Berro llamar
a propuestas «para proveer abundantemente de agua a la ciudad
de Montevideo».
Decía en su decreto que en 1838 había habido necesidad de envi;ir
embarcaciones en busca de agua hasta los manantiales de las ba-
rrancas de San Gregorio distantes 16 leguas de la ciudad; que du-
rante el sitio la falta de agua había puesto más de una vez en alar-
ma a la población; que la seca se hacía sentir periódicamente en
tre nosotros cada cuatro años; que los aljibes no respondían ya al
crecimiento ide la población y estaban expuestos al peligro de l?.s
filtraciones de los caños maestros y depósitos de materias infec-
tantes; que se atribuía la persistencia de ciertas enfermedades
cutáneas en las clases pobres a la escasez de agua; que era nece-
sario emprender la limpieza de los caños maestros mediante la
descarga diaria de un torrente de agua que evitase la acumulación
de materias en su trayecto.
Por un segundo decreto de la misma fecha resolvió el Gobierno
utilizar las aguas del mar con destino a baños, limpieza de ca-
ños maestros y riego de calles y plazas, mediante la construcción
en la Plaza Cagancha de un depósito de .5,000 pipas provisto
de cañerías y de bombas a vapor que funcionarían en la costa sur
de la ciudad.
En esos mismos días anunciaba «El País» que una empresa es-
taba realizando estudios para traer a Montevideo las aguas del
río Santa Lucía y establecer el riego de una zona de 10 leguas de
campo a lo largo de toda la distancia comprendida desde la ciu-
dad hasta el Paso de Belastiquí donde se construiría la represa.
Pero la guerra siguió su obra destructora y estas grandes ini-
ciativas fueron esfumándose una tras otra.
liOS pozos negros.
Contaba ya la ciudad dt Montevideo con una red de cloacas bas-
tante difundida, pero llena de defectos. Según lo hacía constar ía
GOBIERNO DE HEURO 353
Comisión de Salubridad en un informe expedido a mediados de
1862 los caños eran estrechos y de diámetros desiguales, formaban
recodos o escalones en los puntos de juntura y varios de ellos
comprados a particulares que los habían construido en distintas
épocas no llegaban hasta el mar.
El hecho es que la población no se decidía a utilizar esa obra
importantísima y que los pozos negros continuaban como duran-
te la época colonial. En las casas de familias acomodadas se prac-
ticaba periódicamente su limpieza o desagote. Pero en las demás,
cuando se llenaba un pozo se abría otro al lado, cubriéndose el pri-
mero con los escombros del segundo.
Don Pantaleón Méndez Caldeira organizó en 1860 una empresa
para el desagote de letrinas con ayuda de un material nuevo com-
puesto de bombas, toneles y condensadores que realizaban una
verdadera revolución en los procedimientos hasta entonces emplea-
dos por las empresas existentes. Ese material fué estrenado en el
desagote de la letrina de la Casa de Gobierno, operación que no
se realizaba allí desde la época de la dominación española, valga
el testimonio del Director de «La Nación», quedando tan de mani-
fiesto sus ventajas que el empresario obtuvo en el acto patente de
privilegio por ocho años.
La extracción a bomba como toílo progi-eso luchó con dificulta-
des al principio. Todavía a mediados de 1861 denunciaba la pren-
sa que en pleno día y por las calles más centrales de Montevideo
andaban los negros libertos con su barril de materias fecales y
aguas inmundas en la cabeza, rumbo al mar, apestando a la gente
en todo el trayecto que recorrían.
La limpieza de las calles.
Véase lo que prescribía un reglamento de limpieza dictado en
1861:
Habrá 35 carros para la extracción de las basuras domiciliarias
Esos carros descargarán sobre la playa al costado oeste del Cemen-
terio Central y allí las basuras serán quemadas diariamente en un
aparato que deberá construir de inmediato el empresario. Cad^ ve-
cino deberá barrer el frente de su casa hasta la mitad de la calle
y amontonar el barrido a fin de que los basureros puedan luego
alzarlo con la pala.
Era frecuente, sin embargo, que los carreros en vez de dirigir-
se al vaciadero descargaran en algunos de los pantanos que la Jun-
23 -V
354 HISTORIA DEL URUGUAY
ta Económico-Administrativa no podía componer por falta de fon-
dos. A mediados de ese mismo año clamaba un diario conira el
empleo de las basuras en un terraplén de la calle Cindadela esqui-
na Camacuá, convertido — decía — en un foco peligroso por efecto
de la fermentación de las materias orgánicas allí depositadas.
Encontrábase además obstaculizado el servicio de limpieza de
las calles por costumbres coloniales que la Policía no se atrevía a
derogar en holocausto a pequeños intereses industriales. El casco
urbauo era visitado diariamente por manadas de chivas y yeguas
destinadas al suministro de leche y centenares de pavos conducidos
por capataces que iban provistos de largos látigos que servían para
detener a la caravana y capturar la pieza elegida cada vez que apa.
recia un comprador. Los vehículos eran pocos y de marcha pesada
y la circulación no resultaba grandemente perjudicada por estas fe-
rias volantes.
Con todo, la ciudad de Montevideo sorprendía agradablemente a
los viajeros. He aquí lo que escribía un oficial de la escuadra es-
pañola en carta publicada por la prensa de Buenos Aires en di-
ciembre de 1862:
«La República está en paz con todo el mundo... y en vías de
prosperar mucho... La Capital es de las más lindas que hay y yo
la creo más bonita que Cádiz... Todas las calles son rectas y cor-
tadas en escuadra por otras... El empedrado es muy bueno en
todas las calles... El alumbrado es de gas, no en todas partes...
Todas las calles bajan al río, de modo que el sistema de caicos íe
ha podido aplicar y hay mucha limpieza pública.»
El aliiiiibrado público: el aceite, el kero-sene y el gas.
Hemos hablado de los reiterados esfuerzos para el planteamien-
to del servicio de gas en las calles de Montevideo durante los go-
biernos de Giró, Flores y Pereira y de los repetidos fracasos su-
fridos por los empresarios, especialmente a raíz de la epidemia de
fiebre amarilla de 1857, en que por efecto de la defectuosa instala-
ción de la Usina hubo protestas de la población y tuvo el Poder
Ejecutivo que dictar medidas radicales en nombre de la salud píi-
blica.
En 1860 i'esolvió la empresa reinstalar la Usina, pero el Gobierno
Tnandó suspender las obras a la espera de resolución legislativa
invocando la caducidad de la concesión por falta de cumplimiento
de varias de sus cláusulas.
GOBIERNO DE HERRÓ
Explicando el más resonante de los fracasos, decía la Comisión
de Legislación del Senado al aconsejar la celebración de un nuevo
contrato :
«La paralización del alumbrado a gas y consiguientes perjuicios
de ella fueron originados "como es notorio de medidas administrativas
que el Poder Ejecutivo se vio en la necesidad de tomar en circuns-
tancias calamitosa"s, con el fin de garantir la salud pública o por lo
menos con el de satisfacer la opinión bastante generalizada enton-
ces de los que atribuían a la empresa del gas los estragos del fla-
gelo que diezmó a la Capital en el año 1857. Tal fué la causa que
desde principios de aquel año hasta hoy ha privado a Montevideo,
la primera ciudad del Río de la Plata que tomó la iniciativa de es-
te útil y bellísimo sistema de alumbrado, de todas las ventajas que
le prometía, ocasionando a la vez a la empresa los enormes daños
consiguientes a la suspensión forzada y repentina de sus trabajos».
La Asamblea autorizó en 1861 la celebración de un nuevo contra-
to por veinte años. La iluminación empezaría a los tres meses; la
Usina sería trasladada a un pun.to que fijaría la empresa de acuer-
do con el Poder Ejecutivo; se colocarían 7,000 varas de conductores
durante los primeros cuatro años; 14,000 durante los otros cuatro
años, y los demás y todo lo que fuera necesario para la iluminación
de la ciudad en los cuatro años subsiguientes; el Poder Ejecutivo
exigiría todas las condiciones higiénicas necesarias: el precio del
alumbrado público sería establecido por la ley.
Para llegar a este resultado hubo necesidad de sostener una ar-
dorosa campaña contra los que seguían asociando el gas a la fie-
bre amarilla, a despecho de las contundentes demostraciones rea-
lizadas para evidenciar que lo que se atribuía al gas sólo era im-
puta'ble a sus defectuosos procedimientos de elaboración. Ante
el peligro del salto atrás con que amagaba la ignorancia, un
grupo de hombres representativos de Montevideo, encabezado
por don Florentino Castellanos, don Manuel Herrera y Obes, don
Ernesto Quinke, don Jacinto Villegas y don Juan Peñalba se pre-
sentó al Gobierno prestigiando el restablecimiento del servicio del
gas.
«Concretándonos — decía — al predominio que todavía ejercen las
preocupaciones pueriles, la ignorancia y el egoísmo de algunos es-
píritus mezquinos sobre la razón y conveniencias públicas, quere-
mos detener en su principio la propaganda que contra ellas empie-
zan a ejecutar aquellos agentes del atraso y del oscurantismo de
los pueblos, tomando por punto de ataque la empresa del gas que
356 HISTORIA DEL UBUGUJiT
empieza a organizarse después de los períodos de prueba por que
ha pasado entre nosotros ese portentoso adelanto del siglo».
Antes de finalizar el año 1861 quedaba reanudada la iluminación
a gas en la calle 25 de Mayo y en otras calles céntricas y el servi-
cio cobraba rápido impulso en las casas de comercio y particulares
a pesar de las protestas del pueblo y de la prensa fundadas en que
el gas hacía humo, tenía mal olor y sufría interrupciones frecuen-
tes y que la usina obstruía uno de los caños maestros con sus re-
siduos de elaboración.
Y a mediados de 1863 ya envuelto el país en la guerra, daba tér-
mino la empresa a la edificación de la nueva usina exigida por la
ley de concesión, montada según el dictamen del químico Lenoble
a la altura de las mejores obras europeas de su género.